El Silmarillion: Del Génesis al Apocalipsis

 

19 de mayo de 2002

"El señor de los anillos" se revela como un túnel colmado de ventanas que conectan con un pasado sombrío, pero a la vez alucinante, aquel del respiro inicial de la deidad. "El Silmarillion", legado póstumo del mítico escritor inglés, es un puente que permite enhebrar el génesis con el apocalipsis, el momento de la Creación con el esperado Juicio Final. Max Silva Abbott *

 

     Hace algunas semanas hemos asistido a un interesante debate, acerca de si en la obra de J.R.R. Tolkien, "El Señor de los Anillos", existe o no una alusión a Dios. La polémica arranca, como es sabido, de la ya épica novela llevada al cine, que curiosamente, obtuvo bastantes menos premios Oscar de lo esperado. En todo caso, como admirador del -por decir lo menos- exuberante autor inglés, creo de alguna utilidad verter algunos comentarios a la distancia, sin pretensiones, por cierto, de dar la última palabra.
      Cuando uno lee por primera vez "El Señor de los Anillos", no sólo queda maravillado por la increible imaginación e inventiva de Tolkien, que lo introducen a uno en ese mundo mágico poblado por elfos, hobbits, orcos y demases, sino también, porque al poco andar, se percibe que la historia allí relatada es parte de un mundo mucho mayor, que a su vez tiene su propia historia, sólo vislumbrada de manera muy borrosa por medio de varias ventanas que se abren hacia ella: relatos, poemas, canciones y un cúmulo de datos que únicamente pueden ser apreciados a cabalidad en una segunda lectura, y sólo luego de incursionar en ese telón de fondo reunido en "El Silmarillion".
      Este último libro, como se sabe, póstumo, está formado por la recopilación de los papeles de Tolkien hecha por su hijo, en una paciente labor de investigación. En consecuencia, para tener una real visión de la monumental obra de Tolkien, es imprescindible estudiar (literalmente) "El Silmarillion". De hecho, contiene un apéndice en el cual salen los casi 900 personajes tratados y una breve historia de cada uno, y los lugares y cosas relevantes para esta historia, casi todas con nombres inventados, en particular en las lenguas élficas.
      Es así como uno percibe que "El Señor de los Anillos" cuenta apenas el final de la Tercera Edad de la Tierra Media. Esto significa no sólo que la mayor parte de esta edad no ha sido relatada, sino además, que existen otras dos edades de las que sólo nos llegan sus sombras , a través de estas ventanas al pasado que tiene la novela. Como si fuera poco, existen otras edades anteriores a las tres conocidas, porque éstas se miden desde la aparición del Sol y la Luna. Antes de eso, hay al menos otros cuatro estadios, sin perjuicio de un período previo a la creación del mundo. Y es aquí donde está la raíz de la cuestión: de si en Tolkien existe o no una referencia a Dios.
     
     Deidades equivalentes
     
     La respuesta no puede ser sino afirmativa. En efecto, es cosa de analizar el inicio de "El Silmarillion" para percatarse de la existencia de Ilúvatar o Eru, equivalente a Dios. ¿Cómo no recordar en este pasaje el inicio del Génesis o del Evangelio de San Juan?: "En el principio estaba Eru, el Único, que en Arda es llamado Ilúvatar; y primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de su pensamiento y estuvieron con él antes de que se hiciera alguna otra cosa".
      Este Dios propone una Gran Música a los Ainur (que podrían ser equiparados a los dioses grecorromanos), música mediante la cual se creará el universo, Eä, dentro del cual se encuentra Arda, el mundo. Sin embargo, a los pocos acordes de esa Gran Música, Melkor, el más poderoso de los Ainur, se rebela, con lo que la imagen de Lucifer resulta evidente: "Pero a medida que el tema prosperaba, nació un deseo en el corazón de Melkor: entretejer asuntos de su propia imaginación que no se acordaran con el tema de Ilúvatar, porque intentaba así acrecentar el poder y la gloria de la parte que le había sido asignada. A Melkor entre los Ainur, le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, y tenía parte en todos los dones de sus hermanos". Sin embargo, pese a su diafonía, sus esfuerzos servirán, en definitiva, a los planes de Ilúvatar, tal como todo, incluido el mal de los hombres, sirve, no obstante, a la Providencia divina.
      De esta manera, el fondo último de la historia versa sobre la lucha entre Melkor y el resto de los dioses o Ángeles (Manwë, el dios del aire; Ulmo, de las aguas; Aulë, de los metales; Mandos, de los muertos; Varda, de las estrellas, Yavanna, de la vida vegetal, y varios más). Por si fuera poco, existen lo que podríamos llamar semidioses o ángeles menores, los Maiar. De hecho, cada Valar tiene su cohorte de Maiar; y Melkor también. Igual que, según relata la Teología, Lucifer atrajo a varios ángeles, Melkor sedujo a varios Maiar, entre ellos, Sauron, su lugarteniente, el futuro "Señor de los Anillos" de la Tercera Edad. Pero también existen varios Maiar más, buenos como Gandalf, o malos como Saruman o el Balrog que la Comunidad del Anillo encuentra en las minas de Moria.
     
     La música del mundo
     
      Los elfos, hombres, enanos y hobbits son, propiamente, criaturas terrenas , aún cuando tienen linajes diferentes. Sobre todo los elfos, inmortales, sabios y hermosos, pero sujetos a la muerte por destrucción o pena; los enanos, muy longevos y resistentes; los hombres, de cortas vidas; y los hobbits un subgénero de hombres bonachones y sencillos.
     Como puede verse, existen varias clases de seres, desde Dios-Ilúvatar hasta los hobbits.
      Incluso habrá mezclas entre ellos: de elfos con hombres (varios personajes de "El Silmarillion" lo son: Eärendil, Elrond y Elros, por ejemplo), un caso particular de elfo (Thingol) con una maia (Melian), fruto de lo cual nacerá Luthien, quien a su vez se unirá al humano Beren, de quien nacerá Dior (que tiene por tanto, parte de humano, de elfo y de Maia). Precisamente será un vástago de todas estas mezclas, Eärendil, padre de Elrond y Elros, quien tendrá la delicada misión de pedir ayuda a los valar (Manwë, Ulmo, Mandos, etc.) contra Melkor, quien será así vencido al término de la Primera Edad del Sol. Durante la Segunda Edad quedará sólo Sauron como el Enemigo, quien será derrotado pero no vencido al término de ella, al cortar Isildur el Anillo Regente de su dedo, para ser definitivamente destruido al término de la Tercera Edad, que es de lo que apenas trata "El Señor de los Anillos".
      De este modo, puede concluirse sin mucha dificultad que los escritos de Tolkien son fuertemente teológicos, aún cuando en esta última obra no existan templos ni rezos (en "El Silmarillion", sí los hay, aunque no muchos). No sólo en su inicio, sino también en su proyectado final, el factor divino es esencial. De ahí que en el pasaje de la creación, se señale, en una clara alusión al Juicio Final, que "Nunca desde entonces hicieron los Ainur una música como ésta, aunque se ha dicho que los coros de los Ainur y de los Hijos de Ilúvatar (se refiere a los elfos y los hombres) harán ante él una música todavía más grande, después del fin de los días".
     
     * Doctor (c) en Derecho Universidad de Navarra

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