Cartas escogidas de J.R.R. Tolkien
Del
trabajo de Humphrey Carpenter,
Selección, edición electrónica
y comentarios de
Luis
Unsain Alcarohtar Cuthalion
10. La Odisea Del Silmarillion Pág. 214
He aquí un pequeño
compendio de cartas del profesor Tolkien en
las que dan datos sobre personajes, lenguas y lugares de su obra. Se trata
de Cartas escritas a amigos alumnos, etc. Y fueron extraídas de la obra “Cartas
de Tolkien” de Humphrey Carpenter.
Trataremos de
ordenarlas temáticamente, para tratar de reflejar el pensamiento de Tolkien
sobre algunos temas que interesan a los lectores de su obra en todo el mundo;
sacrificando, en algunos casos, el orden temporal y en otros, partes de las
carta que no hacen al tema en particular; pudiendo aparecer la misma carta
en dos temas distintos. Respecto a las notas al pie de página, se han conservado
las más importantes, que en su mayoría son del propio Tolkien, y se han agregado
algunas de mi cosecha, solamente con la intención de aclarar algunos puntos.
Los comentarios
iniciales de cada tema, son sólo introductorios. Se han conservado los comentarios
iniciales de cada carta, escritos por Carpenter
En primer lugar pongo a consideración dos de las cartas que creo son centrales para comprender la obra del profesor. La primera porque se trata de un resumen del mundo de la Tierra Media. La segunda porque refleja, íntegramente, el pensamiento del Tolkien sobre el contenido de su obra.
1) Tolkien consideraba
al Silmarillion como parte de una misma historia a la del Señor de los Anillos,
porque era la mitología que contenía y daba sentido histórico a lo sucedido
a finales de la Tercera Edad. Los editores consideraron, en un primer momento,
que la publicación de las dos obras era técnica y financieramente imposible
de publicar; escudados en la excusa de ser demasiado “Céltica”; y el Profesor
empezó gestiones para publicarla con otra editorial.
[1]
Después
que Allen & Unwin, presionados a decidirse, declinaron de mala gana publicar
El Señor de los Anillos junto
con El Silmarillion, Tolkien confiaba en que Milton Waldman, de Collins, publicaría
ambos libros a la brevedad bajo el sello de imprenta de su empresa. En la
primavera de 1950, Waldman le dijo a Tolkien que esperaba empezar la composición
tipográfica el siguiente otoño. Pero hubo demoras, principalmente por los
frecuentes viajes de Waldman a Italia y por su mala salud. A fines de 1951
no se había llegado a ningún acuerdo definitivo para la publicación, y Collins
empezaba a inquietarse por la sumada longitud de ambos libros. Aparentemente,
fue por sugerencia de Waldman que Tolkien escribió la carta siguiente -cuyo
texto cabal abarca unas diez mil palabras- con la intención de demostrar que
El Señor de los Anillos y El Silmarillion eran interdependientes e indivisibles. La
carta, que le interesó tanto a Waldman que hizo hacer una copia a máquina
de ella (véase el final de N° 137), no está fechada, pero probablemente se
escribió a finales de 1951.
Mi estimado
Milton:
Me pide
un breve esbozo de mi material que esté relacionado con mi mundo imaginario.
Es difícil decir algo sin decir demasiado: el intento de decir unas pocas
palabras abre una compuerta de entusiasmo, el egoísta y el artista a la vez
desean expresar cómo se ha desarrollado el material, cómo es y qué quiere
decir (según él lo piensa) o está tratando de representar con todo eso. He
de infligirle algo de lo mencionado; pero agregaré un mero resumen de su contenido,
que es (quizá) todo lo que necesita o para lo cual tiene tiempo o disponibilidad.
En orden
de tiempo, desarrollo y composición, este material empezó conmigo; aunque
no creo que esto tenga interés para nadie, salvo para mí. Quiero decir, no
recuerdo que haya habido un tiempo en que no estuviera edificándolo. Muchos
niños inventan, o empiezan a inventar, lenguas imaginarias. Yo me dediqué
a ello desde que empecé a escribir.
Pero
nunca dejé de hacerlo y, por supuesto, como filólogo profesional (interesado
especialmente en la estética lingüística), he cambiado de gusto, mejorado
en teoría y, quizás, en habilidad. Tras mis historias hay ahora un nexo de
lenguas (en general, sólo esbozadas estructuralmente). Pero a esas criaturas
que en inglés llamo equívocamente Elves
[2]
[Elfos] se les asignan dos lenguas emparentadas más completas,
cuya historia está escrita y cuyas formas (que representan dos aspectos diferentes
de mi propio gusto lingüístico) están deducidas científicamente de un origen
común. Con el material de esas lenguas están hechos casi todos los nombres
que figuran en mis leyendas. Esto da cierto carácter (una coherencia,
una consistencia de estilo lingüístico y una ilusión de historicidad) a la
nomenclatura, o así me lo parece, que falta de modo notorio en otras creaciones
comparables. No todos considerarán esto tan importante como yo, pues padezco
la maldición de una sensibilidad aguda para tales asuntos.
Pero
una pasión mía igualmente fundamental ab initio es la que siento por
el mito (¡no por la alegoría!) y, sobre todo, por la leyenda heroica a caballo
entre el cuento de hadas y la historia, de la que no hay bastante en el mundo
(que me sea accesible) para mi apetito. No me había graduado todavía cuando
el pensamiento y la experiencia me revelaron que éstos no eran intereses divergentes
-polos opuestos de la ciencia y la novela- sino integralmente relacionados.
No soy «erudito»
[3]
en las cuestiones del mito y los cuentos de hadas, sin
embargo, porque en tales casos (en la medida en que me son conocidas) he estado
siempre buscando material, cosas de un cierto tono y aire, y no simple conocimiento.
Además -y espero no parecer aquí absurdo-, desde mis días tempranos me afligió
la pobreza de mi propio amado país: no tenía historias propias (vinculadas
con su lengua y su suelo), no de la cualidad que yo buscaba y encontraba (como
ingredientes) en leyendas de otras tierras. Las había griegas, célticas, en
lenguas romances, germánicas, escandinavas y finlandesas (que me impresionaron
profundamente); pero nada inglés, salvo un empobrecido material barato. Por
supuesto, se disponía y se dispone de todo el mundo arthuriano; pero, aunque
poderoso, está imperfectamente naturalizado, asociado con el suelo de Bretaña,
pero no con el inglés; y no reemplaza lo que siento ausente. Por empezar,
lo «feérico» es en él demasiado pródigo y fantástico, incoherente y repetitivo.
Pero lo que es aún más importante: está implicado en la religión cristiana
y explícitamente la contiene.
Por razones
que no he de elaborar, eso me parece fatal. El mito y el cuento de hadas,
como toda forma de arte, deben reflejar y contener en solución elementos de
moral y verdad (o error) religiosa, pero no de manera explícita, no en la
forma conocida del mundo primordialmente «real». (Estoy hablando, por supuesto,
de nuestra presente situación, no de los antiguos días paganos precristianos.
Y no repetiré lo que intenté decir en mi ensayo, que usted ha leído.)
¡No se
ría! Pero una vez (mi cresta hace mucho que ha caído desde entonces) tenía
intención de crear un cuerpo de leyendas más o menos conectadas, desde las
amplias cosmogonías hasta el nivel del cuento de hadas romántico -lo más amplio
fundado en lo menor en contacto con la tierra, al tiempo que lo menor obtiene
esplendor de los vastos telones de fondo-, que podría dedicar simplemente
a Inglaterra, a mi patria. Debía poseer el tono y la cualidad que yo deseaba,
algo fresco y claro, impregnado de nuestro «aire» (el clima y el terreno del
Noroeste, Bretaña y las partes más altas de Europa, no Italia ni el Egeo,
todavía menos el Este); y aunque poseyera (si fuera capaz de lograrla) la
sutil belleza evasiva que algunos llaman céltica (aunque rara vez se la encuentra
en los verdaderos objetos célticos antiguos), debería ser «elevado», purgado
de bastedad y adecuado a la mente más adulta de una tierra ahora hace ya mucho
inmersa en la poesía. Trazaría en plenitud algunos de los grandes cuentos,
y muchos los dejaría esbozados en el plan general. Los ciclos se vincularían
en una totalidad majestuosa, y dejaría márgenes para que otras mentes y manos
hicieran uso de la pintura, la música y el teatro. Absurdo.
Por supuesto,
un propósito tan abrumador no se desarrolló todo de una vez. Los cuentos fueron
lo primero. Me surgían en la mente como «dados», y a medida que iban presentándose,
los eslabones crecían. Un trabajo absorbente, aunque de continuo interrumpido
(especialmente porque, aparte de las necesidades de la vida, la mente se trasladaba
al polo opuesto y se centraba en la lingüística); no obstante, tuve siempre
la sensación de registrar lo que estuvo siempre «allí», en alguna parte, no
de «inventar».
Por cierto,
concebía y aun escribía un montón de otras cosas (especialmente para mis hijos).
Algunas escapaban de los zarcillos de este vasto tema ramificado, pues no
guardaban ninguna relación con él: Hoja de Niggle y Egidio, el granjero,
por ejemplo, las únicas dos que fueron publicadas. El Hobbit, que
tiene en sí mismo mucha más vida esencial, fue concebido de manera del todo
independiente; no sabía, cuando lo empecé, que pertenecía al conjunto fundamental.
Pero resultó ser el medio por el que se descubrió el acabamiento de la totalidad,
sU modo de descenso a la tierra y su inmersión en la «historia». Así como
las elevadas Leyendas del comienzo, según se supone, consideran las cosas
a través de las mentes élficas, el cuento medio del Hobbit adopta virtualmente
el punto de vista humano, y el último cuento los mezcla.
Me disgusta
la Alegoría -la alegoría consciente e intencional-; sin embargo, todo intento
de explicar el contenido de un mito o de un cuento de hadas, debe recurrir
al lenguaje alegórico, (Y, por supuesto, cuanta más «vida» tiene un cuento,
más susceptible será de interpretaciones alegóricas; al tiempo que cuanto
mejor hecha esté una alegoría, más fácilmente será aceptable como historia.)
De cualquier modo, todo este material
[4]
trata sobre todo de la Caída, la Mortalidad y la Máquina.
De la Caída, inevitablemente, y ese motivo se da de diversos modos. De la
Mortalidad, especialmente en cuanto afecta el arte y el deseo creador (o,
como yo diría, subcreador), que no parece tener función biológica ni formar
parte de las satisfacciones de la vida biológica corriente, con la cual, en
nuestro mundo, está por cierto generalmente en contienda. Este deseo, a la
vez, se relaciona con un apasionado amor por el mundo primordial real y, por
tanto, pleno del sentido de la mortalidad, aunque insatisfecho de él. Tiene
varias oportunidades de «Caída». Puede volverse posesivo, adherirse a las
cosas que ha hecho «como propias»; el subcreador desea ser el Señor y Dios
de su creación privada. Se rebelará contra las leyes del Creador, especialmente
en contra de la mortalidad. Ambas cosas (juntas o separadas) conducirán al
deseo de Poder, para conseguir que la voluntad sea más prontamente eficaz,
y, de ese modo, a la Máquina (o la Magia). Por esto último entiendo toda utilización
de planes y proyectos externos (aparatos) en lugar del desarrollo de las capacidades
o talentos inherentes internos, o aun la utilización de estos talentos con
el corrupto motivo del dominio: intimidar al mundo real o reprimir otras voluntades.
La Máquina es nuestra forma más evidente de hacerlo, aunque más estrechamente
relacionada con la Magia de lo que suele reconocerse.
No he
empleado la «magia», coherentemente, y, por cierto, la reina de los Elfos,
Galadriel, se ve obligada a reconvenir a los Hobbits por el empleo confuso
que hacen de la palabra tanto en relación con las invenciones y las operaciones
del Enemigo, como con las de los Elfos. Yo no lo he hecho, porque no existe
palabra para designar a las últimas (pues todas las historias humanas han
sufrido de la misma confusión). Pero los Elfos han de demostrar (en mis cuentos)
la diferencia. Su «magia» es Arte, despojada de muchas de sus limitaciones
humanas: más fácil, más rápida, más completa (el producto y la intuición en
una correspondencia sin tacha). Y su objetivo es el Arte, no el Poder; la
subcreación, no el dominio y la reforma tiránica de la Creación. Los «Elfos»
son «inmortales», al menos en lo que a este mundo respecta; y de ahí que se
centran preferentemente en los dolores y las cargas de la inmortalidad en
el tiempo y el cambio que en la muerte. El Enemigo, en formas sucesivas, se
centra siempre «naturalmente» en el mero Dominio, y es también el Señor de
la magia y las máquinas; pero he aquí el problema: que este espantoso mal
puede surgir, y de hecho surge, de una raíz buena en apariencia, el deseo
de beneficiar al mundo y a los demás
[5]
-velozmente y de acuerdo con los propios planes del benefactor-,
que es un motivo recurrente.
Los ciclos
empiezan con un mito cosmogónico: la Música de los Ainur. Se revelan
Dios y los Valar (o poderes anglificados como dioses). Éstos son, como si
dijéramos, poderes angélicos cuya función consiste en ejercer la autoridad
en sus esferas (de regencia y gobierno, no de creación, hechura o rehechura).
Son «divinos», es decir, estaban originalmente «fuera» y existían «antes de»
la creación del mundo. Su poder y sabiduría derivan del Conocimiento que tienen
del drama cosmogónico, que percibieron al principio como drama (es decir,
como percibimos una historia hecha por algún otro) y luego como «realidad».
Desde el punto de vista de la mera narración, por supuesto, esto tiene por
fin procurar seres del mismo orden de belleza, poder y majestad que los «dioses»
de la más alta mitología, que puede todavía ser aceptada... bueno, diremos
sin mucho acierto por una mente que cree en la Santísima Trinidad.
La narración
avanza luego velozmente a la Historia de los Elfos o el Silmarillion
propiamente dicho; al mundo tal como lo percibimos, pero, por supuesto,
transfigurado de un modo aún semimítico: vale decir, trata de criaturas racionales
encarnadas de estatura más o menos comparable con la nuestra. El conocimiento
del Drama de la Creación era incompleto: incompleto por parte de cada uno
de los «dioses» individuales e incompleto aunque el conocimiento del panteón
entero se amalgamara. Puesto que el Creador (en parte para dar nueva dirección
al mal provocado por Melkor, el rebelde; en parte para el acabado de todo
con fineza de detalle) no lo había revelado todo. La hechura y la naturaleza
de los Hijos de Dios eran los dos principales secretos. Todo lo que los dioses
sabían era que vendrían en el momento designado. Los Hijos de Dios, pues,
están primordialmente relacionados y emparentados, y primordialmente son diferentes.
Dado que también son algo del todo «otros» que los dioses, en cuya hechura
éstos no tuvieron parte alguna, son objeto del deseo y el amor especiales
de los dioses. Ellos son los Primeros Nacidos, los Elfos, y los Seguidores,
los Hombres. El hado de los Elfos es ser inmortales, amar la belleza del
mundo, llevarla a pleno florecimiento mediante sus dones de delicadeza y perfección,
durar mientras ella dura, no abandonarla nunca ni aun cuando se los «mata»,
sino retornar; y, sin embargo, cuando los Seguidores llegan, enseñarles, abrirles
camino, «desvanecerse» a medida que los Seguidores crecen y absorben la vida
de la que ambos proceden. El Hado (o Don) de los Hombres es la mortalidad,
la libertad de los círculos del mundo. Como el punto de vista del ciclo entero
es el élfico, la mortalidad no se explica en mitos: es un misterio guardado
por Dios, del que nada más se sabe que «lo que Dios ha propuesto para los
Hombres permanece oculto»: motivo de dolor y de envidia para los Elfos inmortales.
Como
digo, el Silmarillion es peculiar y difiere de todas las cosas similares
que conozco, en cuanto no es antropocéntrico. Su centro de visión y de interés
no son los Hombres, sino los «Elfos». Los Hombres intervinieron de manera
inevitable: después de todo, el autor es un hombre, y si ha de tener una audiencia,
se constituirá de Hombres, y los Hombres deben incluirse en nuestros cuentos
como tales, y no meramente transfigurados o parcialmente representados como
Elfos, Enanos, Hobbits, etcétera. Pero permanecen como periféricos: venidos
tardíamente, y aunque van cobrando mayor importancia, no son los principales.
En la
cosmogonía hay una caída: una caída de Ángeles, deberíamos decir. Aunque,
por supuesto, muy distinta en cuanto a la forma de la del mito cristiano.
Estos cuentos son «nuevos», no derivan en forma directa de otros mitos y leyendas,
pero inevitablemente deben contener en gran medida motivos o elementos antiguos
ampliamente difundidos. Después de todo, creo que las leyendas y los mitos
encierran no poco de «verdad»; por cierto, presentan aspectos de ella que
sólo pueden captarse de ese modo; y hace ya mucho se descubrieron ciertas
verdades y modos de esta especie que deben siempre reaparecer. No puede haber
ningún «cuento» sin caída -todos los cuentos son en última instancia acerca
de la caída-, cuando menos, no para las mentes humanas tal como las conocemos
y las tenemos.
Así pues,
prosiguiendo, los Elfos tienen una caída antes de que su «historia» pueda
volverse histórica. (La primera caída del Hombre, por las razones explicadas,
no se registra en parte alguna; los Hombres no aparecen en escena hasta mucho
después de que eso haya sucedido, y sólo se rumorea que, por algún tiempo,
cayeron bajo el dominio del Enemigo, y que algunos se arrepintieron de ello.)
El cuerpo principal del cuento, el Silmarillion propiamente dicho,
trata de la caída de los más dotados de entre los Elfos; su exilio de Valinor
(una especie de Paraíso, el hogar de los Dioses) en el lejano Oeste; su reentrada
en la Tierra Media, la tierra de su nacimiento, desde largo tiempo bajo la
égida del Enemigo, y su lucha con él, el poder del Mal todavía visiblemente
encarnado. Recibe su nombre porque los acontecimientos se entretejen todos
de acuerdo con el destino y la significación de los Silmarilli («radiación
de luz pura») o Joyas Primordiales. La función subcreadora de los Elfos se
simboliza principalmente por la hechura de gemas, pero los Silmarilli eran
algo más que meros objetos de belleza como tales. Había la Luz. Había la Luz
de Valinor, hecha visible en los Dos Árboles de Plata y de Oro.
[6]
Éstos recibieron la muerte por acción maliciosa del Enemigo,
y Valinor quedó a oscuras, aunque de ellos, antes de morir por completo, derivan
las luces del Sol y de la Luna. (Hay aquí una pronunciada diferencia entre
estas leyendas y la mayor parte de las demás, pues el Sol no constituye un
símbolo divino, sino algo segundo en excelencia, y la «luz del Sol» -el mundo
bajo el sol- se convierte en condición de un mundo caído y fuente de una dislocada
visión imperfecta.)
Pero
el principal artífice de entre los Elfos (Feanor) había encerrado la Luz de
Valinor en tres joyas supremas, los Silmarilli, antes de que los Árboles fueran
mancillados o muertos. Esta Luz vivió así, en adelante, sólo en estas gemas.
La caída de los Elfos se produce por la actitud posesiva de Feanor y sus hijos
en relación con estas gemas. El Enemigo se apodera de ellas, las engarza en
su Corona de Hierro y las guarda en su fortaleza impenetrable. Los hijos de
Feanor hacen un voto terrible y blasfemo de enemistad y venganza contra cualquiera,
aun contra los dioses, que clamen derecho de posesión sobre los Silmarilli.
Pervierten a la mayor parte de sus parientes, que se rebelan contra los dioses,
abandonan el paraíso y parten a una guerra sin esperanzas contra el Enemigo.
El primer fruto de su caída es la guerra en el Paraíso, la matanza de Elfos
por Elfos; y esto y su maligno voto tiñen todos sus posteriores heroísmos,
generando traiciones y malogrando todas las victorias. El Silmarillion
es la historia de la Guerra de los Elfos Exiliados contra el Enemigo,
que tiene lugar en el noroeste del mundo (la Tierra Media). En ella se incluyen
varios cuentos de victoria y tragedia; pero termina en la catástrofe y el
final del Mundo Antiguo, el mundo de la larga Primera Edad. Las joyas
son recobradas (por la final intervención de los dioses) sólo para ser definitivamente
perdidas por los Elfos: una en el mar, otra en las profundidades de la tierra
y la última para convertirse en una estrella del cielo. Este legendarium acaba
con una visión del fin del mundo, su rotura y reconstrucción y la recuperación
de los Silmarilli y la «luz antes del Sol», después de una batalla final que,
supongo, más debe a la visión escandinava de Ragnarök, que a ninguna otra
cosa, aunque no se parece mucho a ella.
A medida
que los cuentos se van volviendo menos míticos y más parecidos a los cuentos
y las novelas, los Hombres se integran en ellos. En su mayoría son «Hombres
buenos»: familias y sus jefes que, rechazando el servicio del Mal y oyendo
rumores de los Dioses del Oeste y de los Altos Elfos, huyen hacia el occidente
y entran en contacto con los Elfos Exiliados en medio de su guerra. Los Hombres
que aparecen pertenecen sobre todo a los de las Tres Casas de sus Padres,
cuyos capitanes se vuelven aliados de los Señores de los Elfos. El contacto
de los Hombres con los Elfos prefigura ya la historia de las Edades posteriores,
y un tema recurrente es la idea de que en los Hombres (tal como son ahora)
hay una partícula de «sangre» o herencia proveniente de los Elfos, y que el
arte y la poesía de los Hombres dependen en gran parte de ella o es ella la
que las modifica.
[7]
Hay así dos matrimonios de mortales con elfos, que se unen
posteriormente en la parentela de Earendil, representada por Elrond, el Medio
Elfo que aparece en todas las historias, aun en El Hobbit. La principal
de las historias del Silmarillion y una de las más plenamente tratadas
es la Historia de Beren y Lúthien, la Doncella Elfo. Aquí encontramos,
entre otras cosas, el primer ejemplo del motivo (que se vuelve dominante entre
los Hobbits) de que los grandes cursos de la historia, «las ruedas del mundo»,
a menudo no son trazados por los Señores o los Gobernantes, ni siquiera por
los dioses, sino por los aparentemente desconocidos y débiles, como consecuencia
de la vida secreta que hay en la creación, y la parte desconocida para toda
otra sabiduría, salvo para la Única, que reside en las intromisiones de los
Hijos de Dios en el Drama. Es Beren, el mortal proscrito, el que tiene buen
éxito (con ayuda de Lúthien, una mera doncella, si bien perteneciente a la
nobleza élfica) allí donde los ejércitos y los guerreros habían fracasado:
penetra en la fortaleza del Enemigo y arranca uno de los Silmarilli de la
Corona de Hierro. De este modo obtiene la mano de Lúthien y se lleva a cabo
el primer matrimonio entre mortales e inmortales.
Como
tal, la historia es una novela de hadas heroica (hermosa y vigorosa, según
creo) comprensible en sí misma con sólo un vago y general conocimiento del
entorno. Pero es también un eslabón fundamental en el ciclo, privado de su
plena significación fuera del lugar que ocupa en él. Pues la recuperación
del Silmaril, una suprema victoria, conduce al desastre. El voto de los hijos
de Féanor se vuelve operativo, y el deseo de la obtención del Silmaril lleva
a la ruina a todos los reinos de los Elfos.
Hay otras
historias tratadas casi de modo tan cabal e igualmente independientes, y,
sin embargo, vinculadas con la historia general. Está los Hijos de Húrin,
el cuento trágico de Túrin Turambar y su hermana Níniel, de la que Túrin
es el héroe: figura de la que podría decirse (por gente que gusta de ese tipo
de relaciones, aunque no sirven de nada) que deriva de ciertos elementos de
Sigurd el Volsung, Edipo y el Kullervo finlandés. Está la Caída de Gondolin:
la principal fortaleza élfica. Y el cuento, o cuentos, de Earendil
el Errabundo.
[8]
Resulta importante como la persona que lleva el Silmarillion
a su culminación y que, con su descendencia, proporciona los principales eslabones
con los cuentos de la Edades posteriores y con sus personajes. Su función,
como representante de ambas razas, los Elfos y los Hombres, es hallar un camino
en el mar de regreso a la Tierra de los Dioses y, como embajador, persuadirlos
de que tengan en cuenta otra vez a los Exiliados, que sientan piedad por ellos
y los rescaten del Enemigo. Su esposa Elwing desciende de Lúthien y posee
todavía el Silmaril. Pero la maldición aún está en actividad, y la casa de
Earendil es destruida por los hijos de Feanor. Pero esto procura la solución:
Elwing, arrojándose al Mar para salvar la Joya, llega al encuentro de Earendil,
y con el poder de la gran Gema llegan por fin a Valinor y cumplen su cometido.
El precio que deben pagar por ello es que nunca más se les permite volver
o vivir otra vez entre los Elfos o los Hombres. Los dioses entonces se ponen
en movimiento otra vez, y un gran poder llega del Oeste, y la Fortaleza del
Enemigo es destruida; y él mismo [es] arrancado del Mundo y arrojado al Vacío,
para que jamás vuelva a aparecer allí en forma encarnada. Los dos Silmarils
restantes son recuperadas de la Corona de Hierro, sólo para volver a perderlas
otra vez. Los dos últimos hijos de Feanor, obligados por su voto, las roban
y son destruidos por ellas, por lo que se arrojan al mar y a los fosos de
la tierra. El barco de Earendil, adornado con la última Silmaril, se lanza
a navegar por el cielo y se convierte en la estrella más brillante. Así terminan
El Silmarillion y los cuentos de la Primera Edad.
El próximo
ciclo trata (o debería tratar) de la Segunda Edad. Pero reina en la Tierra
una edad oscura y no se cuenta (o no es necesario contar) mucho de su historia.
En las grandes batallas contra el Primer Enemigo, las tierras quedaron deshechas
y en ruinas, y el Oeste de la Tierra Media fue una tierra de desolación. Nos
enteramos de que a los Elfos Exiliados, si bien no se les ordenó, se les aconsejó
severamente que volvieran al Oeste y allí se quedaran en paz. No debían morar
permanentemente en Valinor otra vez, sino en la Isla Solitaria de Eressëa,
a la vista del Reino Bendecido. A los Hombres de las Tres Casas se los recompensó
por su valor y por la fidelidad que mostraron con su alianza, permitiéndoseles
habitar «al extremo oeste de todos los mortales», en la gran isla «Atlantis»
de Númenóre
[9]
Los dioses, por supuesto, no pueden cancelar el hado
o el don de la mortalidad concedido por Dios, pero los númenóreanos disfrutan
de una larga vida. Se hicieron a la vela, abandonaron la Tierra Media y establecieron
un gran reino de marineros en lo más lejano que alcanza la vista desde Eressëa
(pero no de Valinor). La mayor parte de los Altos Elfos volvieron también
al Oeste. Pero no todos. Algunos Hombres emparentados con los númenóreanos
permanecen en la tierra no lejos de las costas del Mar. Algunos de los Exiliados
no han de regresar o demoran su regreso (porque el camino hacia el oeste está
siempre abierto para los inmortales y en los Puertos Grises los barcos están
permanentemente listos para navegar por siempre). Tampoco los Orcos (trasgos)
y otros monstruos criados por el Primer Enemigo han sido del todo destruidos.
Y está Sauron. En el Silmarillion y los Cuentos de la Primera
Edad, Sauron era un ser de Valinor pervertido y transformado en sirviente
del Enemigo, de quien se convierte en su principal capitán y asistente. Se
arrepiente atemorizado cuando el Primer Enemigo es derrotado por completo,
pero al final no hace lo que se le ordena: volver para ser juzgado por los
dioses. Se demora en la Tierra Media. Se convierte muy lentamente, comenzando
por buenos motivos: la reorganización y rehabilitación de las ruinas de la
Tierra Media, «olvidada por los dioses», en la reencarnación del Mal y en
una criatura que anhela el Completo Poder, y, por tanto, se consume por siempre
jamás en un odio feroz (especialmente por los dioses y los Elfos). A lo largo
del crepúsculo de la Segunda Edad, la Sombra crece en el Este de la Tierra
Media y avanza más y más sobre los Hombres, que se multiplican a medida que
los Elfos empiezan a debilitarse. Los tres temas principales son, pues, los
Elfos que se Demoran en la Tierra Media; la conversión de Sauron en un nuevo
Señor Oscuro, amo y dios de los Hombres, y Númenór-Atlantis. Se los trata
analíticamente y en dos Cuentos o Crónicas: Los Anillos del Poder y
la Caída de Númenor. Ambos constituyen el marco esencial de El Hobbit
y su continuación.
En el
primero vemos una especie de segunda caída o, cuando menos, «error» de los
Elfos. No había nada de malo esencialmente en que se demoraran a pesar de
los consejos recibidos, todavía entristecidos en
[10]
las tierras mortales de sus antiguas hazañas heroicas.
Pero querían comerse el pastel y conservarlo al mismo tiempo. Querían la paz,
la beatitud y la perfecta memoria del «Oeste», y permanecer, sin embargo,
en la tierra ordinaria donde su prestigio como pueblo, por encima del de los
Elfos salvajes, los enanos y los Hombres, era mayor que el que ocupaban en
el fondo jerárquico de Valinor. Así pues, los obsesionó la idea de la «mengua»,
el modo en que percibían los cambios del tiempo (la ley del mundo bajo el
sol). Se volvieron tristes, su arte (lo diremos así) se convirtió en la obra
de un anticuario, y sus esfuerzos todos, en una especie de embalsamamiento;
aunque también conservaron el antiguo motivo de su especie, el adorno de la
tierra y la curación de sus heridas. Oímos de un reino demorado más o menos
en el extremo Noroeste de lo que quedaba de las antiguas tierras de El
Silmarillion, bajo Gilgalad; y de otros asentamientos, como Imladris (Rivendell),
cerca de Elrond; y uno muy grande en Eregion, al pie occidental de las Montañas
Nubladas, junto a las Minas de Moria, el mayor reino de los Enanos durante
la Segunda Edad. Por primera y única vez, surgió una amistad entre los pueblos
por lo general hostiles (de los Elfos y los Enanos), y la herrería alcanzó
su más alto punto de desarrollo. Pero muchos Elfos escucharon a Sauron. En
aquellos primeros tiempos, sus intenciones eran todavía buenas, y sus motivos
y los de los Elfos parecían coincidir en parte: la curación de las tierras
desoladas. Sauron encontró su punto débil al sugerir que, ayudándose los unos
a los otros, harían del Oeste de la Tierra Media un lugar tan hermoso como
Valinor. Era, en realidad, un ataque velado contra los dioses, una incitación
a intentar hacer un paraíso separado e independiente. Gilgalad rechazó todas
estas proposiciones y también lo hizo Elrond. Pero en Eregion se iniciaron
grandes obras, y nunca estuvieron los Elfos tan cerca de sucumbir ante la
«magia» y las maquinarias. Con la ayuda de la ciencia de Sauron construyeron
los Anillos de Poder («poder» es una palabra ominosa y siniestra en
todos estos cuentos, salvo cuando se aplica a los dioses).
El principal
poder (de todos los anillos por igual) era el de evitar o disminuir la velocidad
del deterioro (es decir, el «cambio» visto como algo lamentable), la
preservación de lo que se desea o se ama, o la de su apariencia: éste es más
o menos el motivo élfico. Pero destacaban también los poderes naturales del
poseedor, acercándose así a la «magia», un motivo que fácilmente puede corromperse
y volverse malvado, como un deseo de dominio. Y finalmente tenían otros poderes
más directamente derivados de Sauron («el Nigromante»: así se lo llama cuando
arroja una sombra flotante de malos augurios en las páginas de El Hobbit),
tales como volver invisible el cuerpo material o volver visibles las cosas
del mundo invisible.
Los Elfos
de Eregion hicieron Tres anillos de supremo poder y belleza partiendo casi
exclusivamente de su propia imaginación, dirigidos a la preservación de la
belleza: no conferían la invisibilidad. Pero secretamente, en el Fuego subterráneo,
en su propia Tierra Tenebrosa, Sauron hizo el Único Anillo, el Anillo Regente,
que contenía los poderes de todos los demás y los gobernaba, de modo que quien
lo llevara podía ver los pensamientos de los que usaban los anillos menores,
controlar todo lo que hacían y, en última instancia, esclavizarlos por completo.
No contaba, sin embargo, con la sabiduría y la sutil percepción de los Elfos.
En el momento en que él dispuso del Único, tuvieron conocimiento de ello y
de sus propósitos secretos, y tuvieron miedo. Escondieron los Tres Anillos,
de modo que ni siquiera Sauron descubriera nunca dónde estaban, y permanecieron
sin mácula. A los otros trataron de destruirlos.
En la
guerra resultante entre Sauron y los Elfos de la Tierra Media, especialmente
en el oeste, la ruina fue todavía mayor. Eregion fue tomada y destruida, y
Sauron se apoderó de muchos Anillos de Poder. Para su definitiva corrupción
y sometimiento, se los dio a los que los aceptaban (por ambición o codicia).
De ahí el «antiguo poema» que aparece como leit-motiv en El Señor de los
Anillos:
Tres Anillos para los Reyes Elfos bajo el cielo.
Siete para los Señores Enanos en casas de piedra.
Nueve para los Hombres Mortales condenados a morir.
en la Tierra de Mordor donde se extienden las Sombras.
Sauron
se volvió así una fuerza casi suprema en la Tierra Media. Los Elfos perduraron
en lugares secretos (todavía no revelados). El último Reino Élfico de Gilgalad
se mantiene de manera precaria en las costas del extremo oeste, donde están
los puertos de los Barcos. Elrond el Medio Elfo, hijo de Eárendil, mantiene
una especie de santuario encantado en Imladris (en inglés, Rivendell),
en el extremo oriental de las tierras occidentales.
[11]
Pero Sauron domina todas las hordas crecientes de los Hombres
que no han entrado en contacto con los Elfos e, indirectamente, con los verdaderos
Valar y dioses que nunca han caído. Gobierna un imperio creciente desde la
gran torre oscura de Barad-dûr, en Mordor, cerca de la Montaña de Fuego, esgrimiendo
el Único Anillo.
Pero
para lograr esto, se había visto obligado a permitir que gran parte de su
propio poder inherente (un motivo frecuente y muy significativo en el mito
y en el cuento de hadas) pasara al Único Anillo. Mientras lo llevaba, su poder
en la tierra de hecho aumentaba. Pero aun si no lo llevaba puesto, ese poder
existía y estaba en «relación» con él: no quedaba «disminuido» . A no ser
que otro lo cogiera y fuera su poseedor. Si eso sucedía, el nuevo poseedor
(si era lo bastante fuerte y de naturaleza heroica) podía retar a Sauron,
volverse amo de todo lo que había aprendido o hecho desde la fabricación del
Único Anillo y, por tanto, derrocarlo y ocupar su lugar. Ésta era la debilidad
esencial que había introducido en su situación en el esfuerzo (en gran parte
inútil) por esclavizar a los Elfos y en el deseo de establecer el control
de las mentes y las voluntades de sus sirvientes. Había otra debilidad: si
el Único Anillo realmente se deshacía, era aniquilado, su poder entonces
se disolvería, el mismo ser de Sauron disminuiría hasta convertirse en un
punto de fuga y quedaría reducido a una sombra, al mero recuerdo de una voluntad
maliciosa. Pero nunca contempló esa posibilidad, ni la temía. El Anillo no
era destructible por herrería alguna que no fuera la suya. Ningún fuego podía
disolverlo, salvo el inmortal fuego subterráneo en el que había sido forjado...
y era imposible aproximarse a él, pues estaba en Mordor. Además, tan grande
era el poder de deseo del Anillo, que cualquiera que lo llevara puesto quedaba
dominado por él; estaba más allá de la fuerza de cualquier voluntad (aun la
suya propia) dañarlo, deshacerse de él o no tenerlo en cuenta. Así lo creía.
De cualquier modo, estaba en su dedo.
Así pues,
mientras la Segunda Edad avanza, tenemos un gran Reino y una maligna teocracia
(pues Sauron es también el dios de sus esclavos) que crece en la Tierra Media.
En el Oeste -en realidad el Noroeste es la única parte claramente considerada
en estos cuentos- están los precarios refugiados de los Elfos, mientras que
los Hombres de aquellos sitios permanecen más o menos incorruptos, aunque
ignorantes. La mejor y más noble especie de Hombres está constituida, de hecho,
por los parientes de los que habían partido a Númenor, pero permanecen en
un simple estado «homérico» de vida patriarcal y tribal.
Entretanto,
Númenor ha crecido en riqueza, sabiduría y gloria bajo el linaje de
grandes reyes de larga vida, descendientes directos de Elros, el hijo de Earendil,
hermano de Elrond. La Caída de Númenor, la Segunda Caída del Hombre
(o el Hombre rehabilitado, pero todavía mortal), es causa del final catastrófico
no sólo de la Segunda Edad, sino del Viejo Mundo, el mundo primordial de la
leyenda (concebido plano y limitado). Después de lo cual empezó la Tercera
Edad, una Edad Crepuscular, un Médium Aevum, el primero del mundo quebrantado
y cambiado; el último del prolongado dominio de Elfos visibles plenamente
encarnados, y también el último en el que el Mal asume una única forma dominante
encarnada.
La Caída
es en parte el resultado de una debilidad
interior de los Hombres, consecuencia, si se quiere, de la primera Caída (sin
registro en estos cuentos), sobre la que hubo arrepentimiento, pero no curación
definitiva. ¡En la tierra es más peligrosa la recompensa que el castigo! La
Caída es consecuencia de la astucia de Sauron, capaz de explotar esta debilidad.
El tema central es (inevitablemente, creo, en una historia acerca de Hombres)
una Proscripción, una Prohibición.
Los númenóreanos
moran apenas a la vista de la tierra «inmortal» del más extremo oriente, Eressëa;
y como los únicos hombres que hablan una lengua élfica (aprendida en los días
de su Alianza), están en constante comunicación con sus antiguos amigos y
aliados, sea en la beatitud de Eressëa o en el reino de Gilgalad, en las costas
de la Tierra Media. Se vuelven así, en apariencia y aun en las capacidades
de la mente, apenas distinguibles de los Elfos, pero siguen siendo mortales,
aunque recompensados por un triple, o aún más de un triple, número de años.
Esta recompensa es su ruina o, al menos, el medio por el que son tentados.
Su larga vida contribuye a los logros que obtienen en arte y sabiduría, pero
alimenta la actitud posesiva que adquieren en relación con esas cosas, y se
les despierta el deseo de disponer de más tiempo para disfrutar de
ellas. Previendo esto en parte, los dioses impusieron a los númenóreanos desde
un principio la Proscripción de no navegar nunca hacia Eressëa, ni hacia el
oeste hasta perder de vista su propia tierra. Podían ir a su gusto en cualquier
otra dirección. No debían poner pie en las tierras «inmortales» y de ese modo
enamorarse de una inmortalidad (en el mundo) que estaba en contra de la ley
que los regía, el hado o el don especial de Ilúvatar (Dios), y que su naturaleza,
de hecho, no podía soportar.
[12]
Hay tres
fases en su caída del estado de gracia. Primero, consentimiento, obediencia
que es libre y voluntaria, aunque sin cabal comprensión. Luego, durante largo
tiempo, obedecen de forma involuntaria, murmurando cada vez más abiertamente.
Por último, se revelan, y se produce una pequeña fisura entre los rebeldes
hombres del Rey y la pequeña minoría de los Fieles perseguidos.
En la
primera etapa, siendo hombres de paz, su coraje se consagra a los viajes por
mar. Como descendientes de Earendil, se convierten en supremos marineros,
y por estar proscritos del Oeste, navegan hasta el máximo posible hacia el
norte, el sur y el este. Sobre todo llegan a las costas occidentales de la
Tierra Media, donde ayudan a los Elfos y a los Hombres en contra de Sauron
e incurren en su odio imperecedero. En aquellos días llegaban al encuentro
de los Hombres Salvajes casi como benefactores divinos, cargados de obras
de arte y conocimientos, que se marchaban luego otra vez y dejaban tras de
sí muchas leyendas de reyes y dioses salidos del crepúsculo.
En la
segunda etapa, durante los días de Orgullo y Gloria y de rencor por la Proscripción,
empiezan a buscar la riqueza antes que la beatitud. El deseo de escapar de
la muerte dio origen a un culto a los muertos, y prodigaron riqueza y arte
sobre tumbas y monumentos recordatorios. Se asentaron entonces en las costas
occidentales, pero éstas fueron más bien fortificaciones y «fábricas» de señores
en busca de riqueza, y los númenóreanos se convirtieron en recolectores de
impuestos que transportaban por mar en sus grandes barcos cada vez mayor número
de bienes. Los númenóreanos empezaron la forja de armas y maquinarias.
Esta
fase acabó, y empezó la última con el ascenso al trono del decimotercer
[13]
4 rey del linaje de Elros, Tar-Calion el Dorado,
el más poderoso y orgulloso de todos los reyes. Cuando se enteró de que Sauron
había adoptado el título de Rey de Reyes y Señor del Mundo, resolvió derrocar
al «pretencioso». Se dirige magnífico y majestuoso a la Tierra Media, y tan
vastos son sus armamentos y tan terribles son los númenóreanos en los días
de su gloria, que los servidores de Sauron no los enfrentan. El mismo Sauron
se humilla, rinde homenaje a Tar-Calion, y es llevado a Númenor como rehén
y prisionero. Pero allí se eleva fácilmente, por su astucia y conocimientos,
desde la situación de sirviente a la de máximo consejero del rey, y con sus
mentiras seduce a éste y a la mayoría de los señores y a las gentes del pueblo.
Niega la existencia de Dios, diciendo que el Único es una mera invención de
los celosos Valar del Oeste, el oráculo de sus propios deseos. El principal
de los dioses es el que habita en el Vacío, quien vencerá al final y erigirá
en el vacío infinitos reinos para sus servidores. La proscripción es sólo
un recurso mendaz del miedo para impedir que los Reyes de los Hombres adquieran
vida imperecedera y rivalicen con los Valar.
Bajo
Sauron nace una nueva religión, la veneración de la Oscuridad con su propio
templo. Los Fieles son perseguidos y sacrificados. Los númenóreanos trasladan
su mal también a la Tierra Media y se vuelven allí crueles y malvados señores
de la nigromancia que matan y atormentan a los hombres; y las viejas leyendas
se entretejen con oscuras historias de horror. Esto no ocurre en el Noroeste;
porque allí, por causa de los Elfos, sólo llegan los Fieles que siguen siendo
amigos de los Elfos. El puerto principal de los númenóreanos bondadosos está
cerca de la desembocadura del gran río Anduin. Desde allí la influencia todavía
beneficiosa de Númenor remonta el Río y a lo largo de la costa llega hasta
el reino de Gilgalad al norte, a medida que se difunde una Lengua Común.
Pero
al final la estratagema de Sauron alcanza su culminación. Tar-Calion siente
que la vejez y la muerte se aproximan y escucha las últimas incitaciones de
Sauron y, formando la más grande de todas las armadas, se hace a la vela hacia
el Oeste, desobedeciendo la Proscripción; y declara la guerra a los dioses,
dispuesto a arrancarles «la vida sempiterna dentro de los círculos del mundo».
Enfrentados con esta rebelión de espantable locura y blasfemia, y también
con un verdadero peligro (pues los númenóreanos dirigidos por Sauron podrían
haber llevado la ruina a la misma Valinor), los Valar deponen el poder que
se les había delegado, apelan a Dios y reciben la capacidad y el permiso para
tratar esta situación; el viejo mundo se rompe y cambia. Se abre un cisma
en el mar, y Tar-Calion y su armada se hunden en él. La misma Númenor, al
borde de la hendidura, se derrumba y desaparece para siempre en el abismo
con toda su gloria. Desde entonces no hay morada visible divina o inmortal
en la tierra. Valinor (o el Paraíso) y aun Eressëa desaparecen, y sólo quedan
en la memoria de la tierra. Los Hombres pueden navegar ahora hacia el Oeste
si quieren, tan lejos como les sea Posible sin acercarse jamás a Valinor o
al Reino Bendecido, para volver siempre al este; porque el mundo es redondo
y finito, y un círculo inevitable... salvo por mediación de la muerte. Sólo
los «inmortales», los Elfos demorados, pueden todavía, si así lo quieren,
fatigados del círculo del mundo, embarcarse y encontrar el «camino recto»
que lleva al antiguo o Verdadero Oeste, y permanecer allí en paz.
De modo
que la Segunda Edad avanza por una fundamental catástrofe, pero no ha terminado
del todo todavía. Hay sobrevivientes del cataclismo: Elendil el
Hermoso, jefe de los Fieles (su nombre significa Amigo de los Elfos),
y sus hijos Isildur y Anárion. Elendil, figura de Noé, que se ha
mantenido apartado de la rebelión y cuyos barcos tripulados y provistos se
hallan en la costa este de Númenor, huye ante la abrumadora corriente desatada
por la ira del Oeste, y es transportado en lo alto de olas como torres que
llevan la ruina al oeste de la Tierra Media. Él y los suyos son arrojados
como exiliados sobre las costas. Allí establecen los reinos númenóreanos de
Arnor, en el norte, cerca del reino de Gilgalad, y de Gondor, alrededor de
las desembocaduras del Anduin, más hacia el sur. Sauron, como que es inmortal,
a duras penas escapa a la ruina de Númenor y vuelve a Mordor, donde al cabo
de un tiempo cobra fuerzas suficientes como para desafiar a los exiliados
de Númenor.
La Segunda
Edad culmina con la Ultima Alianza (de los Elfos y los Hombres) y el
gran sitio de Mordor. Termina con el derrocamiento de Sauron y la destrucción
de la segunda encarnación visible del mal. Pero a un alto precio y con un
desastroso error. Gilgalad y Elendil reciben la muerte en el acto de matar
a Sauron. Isildur, hijo de Elendil, corta el anillo de la mano de Sauron,
que pierde sus poderes y su espíritu huye a las sombras. Pero el mal empieza
a actuar. Isildur reclama el Anillo como de su propiedad, como «indemnización
por la muerte de su padre», y se niega a arrojarlo al Fuego que arde a su
lado. Se marcha, pero se ahoga en el Gran Río, y el Anillo se pierde sin que
nadie sepa adonde ha ido a parar. Pero no se deshace, y la Torre Oscura que
se ha levantado con su ayuda aún está en pie, vacía, pero no destruida. Así
termina la Segunda Edad con la llegada de los reinos númenóreanos y la desaparición
del último reinado de los Altos Elfos.
La Tercera
Edad se centra sobre todo en el Anillo. El Señor Oscuro ya no está en su trono,
pero sus monstruos no han quedado del todo destruidos, y sus espantosos servidores,
esclavos del Anillo, perduran como sombras entre las sombras. Mordor está
vacío, y también la Torre Oscura, y se mantiene la vigilancia de las fronteras
de la tierra maligna. Los Elfos tienen todavía refugiados escondidos: en los
Puertos Grises, donde están sus barcos, en la Casa de Elrond y aun en otros
sitios. Hacia el sur, frente al Gran Río Anduin, están las ciudades y los
fuertes del reino númenóreano de Gondor, con reyes del linaje de Anárion.
A lo lejos (en relación con estos cuentos), en el Sur y en el Este, se encuentran
los países y los reinos sin cartografiar de los hombres salvajes o, malvados,
sólo iguales en el odio que sienten por el Oeste, heredado de Sauron, su amo;
pero Gondor y su poder les obstruye el camino. El Anillo se ha perdido, para
siempre según se espera; y los Tres Anillos de los Elfos, en posesión de guardianes
secretos, resultan operativos por cuanto preservan el recuerdo de la belleza
de antaño, mantienen enclaves encantados de paz donde el Tiempo parece
haberse detenido y el deterioro no avanza: una imagen de la beatitud del Verdadero
Oeste.
Pero,
en el norte, Arnor decae, se quiebra en pequeños principados y finalmente
se desvanece. El resto de los númenóreanos se convierte en un Pueblo errante
escondido, y aunque su verdadero linaje de Reyes de los herederos de Isildur
nunca se interrumpe, esto es sólo sabido en la Casa de Elrond. En el sur,
Gondor se eleva a la cúspide del poder y llega a ser casi un reflejo de Númenor;
luego va menguando lentamente hasta alcanzar una deteriorada Edad Media, una
especie de Bizancio orgullosa y venerable, aunque cada vez más impotente.
La vigilancia de Morder se debilita. La presión de los orientales y los sureños
aumenta. El linaje de Reyes se interrumpe, y la última ciudad de Gondor, Minas
Tirith («Torre de Vigilancia»), es gobernada por Mayordomos hereditarios.
Los Jinetes del Norte, los Rohirrim o Jinetes de Rohan, aliados perpetuos,
se instalan en las verdes llanuras ahora despobladas que fueron otrora la
parte norte del reino de Gondor. Sobre el gran bosque primitivo, el Gran Bosque
Verde, al este del curso superior del Gran Río, se proyecta una sombra que
crece, convirtiéndose en el Bosque Negro. Los Sabios descubren que procede
de un Hechicero («El Nigromante» de El Hobbit) que posee un castillo
secreto en el sur del Gran Bosque.
[14]
En medio
de esta Edad aparecen los Hobbits. Su origen es desconocido (aun para sí mismos),
[15]
pues escaparon a la atención de los grandes, o los pueblos
civilizados que guardaban registros, mientras que ellos no los guardaban salvo
vagas tradiciones orales, hasta que hubieron emigrado desde las fronteras
del Bosque Negro, huyendo de la Sombra, y avanzaron hacia el oeste hasta ponerse
en contacto con los últimos restos del Reino de Arnor.
Su principal
asentamiento, donde todos los habitantes son hobbits y se mantiene una vida
rural ordenada y civilizada aunque sencilla, es la Comarca, originalmente
los huertos y bosques de la heredad real de Arnor, concedida como feudo; pero
el «Rey», hacedor de leyes, hace ya mucho que ha desaparecido, salvo de la
memoria, antes que tengamos muchas noticias de la Comarca. Es en el
año 1341 de la Comarca (o 2941 de la Tercera Edad, es decir, en su último
siglo) cuando Bilbo -El Hobbit y héroe de ese cuento- inicia su «aventura».
En esa
historia, que no es preciso resumir, no se explica ni la naturaleza ni la
situación de los hobbits, sino que se las sobreentiende, y lo poco que se
dice de ellas adquiere la forma de alusiones casuales a algo que se conoce.
La totalidad de la «política mundial», esbozada arriba, está por supuesto
en mente, y también se hace referencia a ella en ocasiones como a algo registrado
cabalmente en otro sitio. Elrond es un personaje importante, aunque su dignidad,
altos poderes y linaje se silencian de forma moderada y no se revelan en pleno.
También hay alusiones a la historia de los Elfos, la Caída de Gondolin, etcétera.
Las sombras y el mal del Bosque Negro, aunque en el estilo aminorado del «cuento
de hadas», procuran una de las partes más importantes de la aventura. Sólo
en un punto actúa esta «política mundial» como parte del mecanismo de la historia.
Gandalf el Mago
[16]
parte, pues ha sido llamado para atender importantes asuntos
-el intento de poner solución a la amenaza que constituye el Nigromante-,
de modo que deja al Hobbit sin ayuda o consejo en medio de su «aventura»,
obligándolo a tenerse sobre sus propias piernas y volverse un héroe según
su propio estilo. (Muchos lectores han observado este punto y han supuesto
que el Nigromante debía tener un lugar destacado en una continuación o en
algunos otros cuentos de este tiempo.)
El tono
y el estilo en general diferentes de El Hobbit son consecuencia de
que lo haya considerado en su punto de partida como material del gran ciclo
susceptible de ser tratado como «cuento de hadas» para niños. Algunos de los
detalles de tono y tratamiento son, creo ahora, aun sobre esta base, equivocados.
Pero no querría cambiar mucho. Es en realidad el estudio de un hombre del
todo corriente que no es artista, ni noble, ni heroico (aunque en él lleva
las dormidas semillas de esas cualidades) en un marco grandioso; y de hecho
(como lo observó un crítico) el tono y el estilo cambian con el desarrollo
del Hobbit, pasando del cuento de hadas a la nobleza y elevación, para recaer
otra vez luego del regreso.
La Búsqueda
del Oro del Dragón, el tema principal del cuento en concreto de El Hobbit,
es, en relación con el ciclo general, del todo periférica e incidental,
conectada con él sobre todo mediante la historia del Enano, que nunca resulta
fundamental en estos cuentos, aunque a menudo es importante.
[17]
Pero durante el curso de la Búsqueda, el Hobbit toma posesión,
aparentemente por «accidente», de un «anillo mágico» cuyo principal y único
poder inmediato evidente es volver invisible a quien lo lleva. Aunque para
este cuento un accidente, imprevisto y sin ocupar lugar alguno en el plan
de la búsqueda, resulta esencial para el buen éxito de la jornada. Al regresar
el Hobbit, con amplitud de visión y sabiduría aumentadas, aunque inalterado
en cuanto a lenguaje, retiene el anillo como secreto personal.
La continuación,
El Señor de los Anillos, mucho más voluminosa, y espero que proporcionalmente
la mejor del ciclo completo, concluye toda la narración; se intenta incluir
en ella y liquidar todos los elementos y motivos de lo que ha precedido: elfos,
enanos, los Reyes de los Hombres, heroicos jinetes «homéricos», orcos y demonios,
los terrores de los Servidores del Anillo y la Nigromancia, y el vasto horror
del Trono Oscuro; aun en estilo incluye el coloquialismo y la vulgaridad de
los Hobbits, poesía y el más elevado estilo en prosa. Hemos de ver el derrocamiento
de la última encarnación del Mal, la destrucción del Anillo, la partida final
de los Elfos y el regreso en magnificencia del verdadero Rey, que se hace
cargo del Dominio de los Hombres, heredando todo lo que puede transmitirse
de los Elfos a través de su alto matrimonio con Arwen, hija de Elrond, como
también la línea de realeza de Númenor. Pero así como los primeros Cuentos
son vistos a través de ojos élficos, por así decir, este último gran cuento,
bajado a tierra desde el mito y la leyenda, es visto sobre todo a través de
los ojos de los Hobbits: de este modo se vuelve de hecho antropocéntrico.
Pero a través de los Hobbits, no los llamados Hombres, porque el último Cuento
ha de ejemplificar con el máximo de claridad un tema recurrente: el lugar
que ocupan en la «política mundial» los actos imprevistos e imprevisibles
de la voluntad y las virtuosas hazañas de los aparentemente pequeños, insignificantes,
olvidados en el lugar de los Sabios y Grandes (tanto buenos como malvados).
Una moraleja de la totalidad (después del simbolismo básico del Anillo como
mera voluntad de poder que intenta volverse objetiva mediante la fuerza y
el mecanismo físicos y, por tanto, también mediante mentiras) es la evidente
de que sin lo elevado y lo noble, lo simple y lo vulgar son por completo mezquinos;
y sin lo simple y lo corriente, lo noble y lo heroico carecen por completo
de significado.
No es
posible, ni siquiera muy extensamente, resumir El Señor de los Anillos
en un párrafo o dos .... Fue empezado en 1936 y cada una de sus partes
fue reescrita muchas veces. No hay palabra casi, en sus 600.000 o más, que
no haya sido considerada. Y la ubicación, el tamaño, el estilo y la contribución
a la totalidad de los detalles, incidentes y capítulos han sido escrupulosamente
meditados. No digo que esto sea una recomendación de la obra. Es muy probable,
lo advierto, que me engañe, perdido en una red de vanas imaginaciones de no
gran valor para los demás, a pesar del hecho de que unos pocos lectores la
han encontrado buena en su conjunto.
[18]
Lo que intento decir es esto: no puedo alterar la obra
de manera sustancial. La he terminado, me la he «quitado de la mente»: el
trabajo ha sido colosal; y ahora debe sostenerse o caer prácticamente tal
cual está.
La
carta continúa con un resumen (sin comentarios) de la historia de El Señor
de los Anillos, al cabo
del cual, Tolkien escribe:
Éste
es un largo aunque escueto resumen. Muchos personajes que tienen importancia
para la historia ni se mencionan siquiera. Hasta se omiten invenciones enteras
como los notables Ents, las más antiguas de las criaturas racionales,
los Pastores de los Árboles. Puesto que ahora intentamos tratar la
«vida corriente» que mana siempre inextinguible bajo el pisoteo de los acontecimientos
y la política mundiales, intervienen historias de amor, o el amor de modos
diversos, del todo ausentes en El Hobbit. Pero con respecto a la más
alta de las historias de amor, la de Aragorn y Arwen, hija de Elrond, sólo
se alude a ella como a algo conocido. Se la cuenta en otro sitio en un cuento
corto, De Aragorn y Arwen Undómiel. Creo que el simple amor «rústico»
de Sam y su Rosie (no elaborado en sitio alguno) es absolutamente esencial
para el estudio de este personaje (el del héroe principal), y para el
tema de la relación entre la vida ordinaria (respirar, comer, trabajar, engendrar),
las misiones, el sacrificio, las causas y el «anhelo de los Elfos» y la mera
belleza. Pero no diré más ni defenderé el tema del amor equivocado percibido
en Eowyn y su primer amor por Aragorn. No creo ahora que se pueda hacer mucho
por enmendar las faltas de este largo cuento que abarca tanto, o volverlo
«publicable» si no lo es ya ahora. Una ligera revisión (ya llevada a cabo)
de un punto crucial de El Hobbit por la que se clarifica el carácter
de Gollum y su relación con el Anillo, me posibilitará reducir el capítulo
II del Libro I, «La Sombra del Pasado», simplificarlo y apresurarlo; y también
simplificar un tanto el debate con que empieza el Libro II. Si el material
restante, «El Silmarillion», y algunos otros cuentos o eslabones como
La Caída de Númenor se publican, sería posible prescindir de muchas
explicaciones sobre el medio en que se desarrolla la historia, especialmente
el del Concilio de Elrond (Libro II). Pero en total apenas alcanzaría
a la eliminación de un único capítulo largo (de unas 72.).
Me pregunto (aun cuando resulte legible) si leerá alguna vez todo esto.
2) El disparador de las palabras de Tolkien en el borrador de la carta que sigue, son una serie de preguntas formuladas por Peter Hastings director de una librería católica de Oxford. Las ideas centrales de la obra son expresadas en su respuesta.
Peter
Hastings, administrador de la Newman Bookshop (una librería católica de Oxford),
le escribió a Tolkien expresando su entusiasmo por El Señor
de los Anillos, pero le
preguntaba si no «se había extralimitado en cuestiones metafísicas». Daba
varios ejemplos: primero, «la afirmación de Bárbol de que el Señor Oscuro
había creado a los Trolls y a los Orcos». Hastings sugería que el mal era
incapaz de crear nada, y argüía que, aun en el caso de que pudiera crear,
sus criaturas «no podrían tener tendencia alguna al bien, ni siquiera una
muy pequeña»; mientras que, argumentaba también, uno de los Trolls de El Hobbit,
Guille, tiene un sentimiento
de piedad hacia Bilbo. También citaba la descripción que hace Baya de Oro
de Bombadil: «Él es». Hastings dijo que esto parecía implicar que Bombadil
era Dios. Sobre todo a Hastings le preocupaba la reencarnación de los Elfos,
que Tolkien le había mencionado en una conversación. Escribía de esto: «Dios
no ha utilizado ese recurso en ninguna de las creaciones de las que tenemos
conocimiento, y me parece que el hecho de que un sub-creador opere con él
como instrumento utilizable es ir más allá de la posición que le cabe, pues
al tratar las relaciones entre creador y creado, debe emplear los medios que
sabe que el Creador ha empleado ya ----- "El Anillo" es tan bueno
que es una lástima privarlo de su realidad sobrepasando los límites de la
función de un escritor». También preguntaba si la reencarnación de los Elfos
no planteaba problemas de índole práctica: «¿Qué ocurre con los descendientes
de un ser humano y un elfo que se casan?». Y, en otro plano, preguntaba cómo
Sauron, dada su extremada maldad, pudo «haber mantenido la cooperación entre
los elfos» hasta el momento en que los Anillos del Poder se forjaron.
Septiembre
de 1954
Estimado
señor Hastings:
Muchas
gracias por su larga carta. Lamento no tener el tiempo de contestarla tan
ampliamente como se merece. De cualquier modo, me ha rendido el tributo de
tomarme seriamente; aunque no puedo evitar Preguntarme si no lo ha hecho «demasiado
seriamente» o en un sentido equivocado. El cuento es, después de todo, nada
más que un cuento, una obra literaria que tiene el objetivo de producir un
efecto igualmente literario, y no una verdadera historia. Que el recurso adoptado,
el de dotar a su escenario de un aire o sentimiento histórico y (¿una ilusión
de?) tridimensionalidad, parece haber tenido buen éxito queda demostrado por
el hecho de que muchos corresponsales lo han tratado del mismo modo, de acuerdo
con sus diversos intereses o conocimientos: esto es, como si se tratara de
una información acerca de tiempos y lugares «verdaderos» que mi ignorancia
o descuido hubiera falseado a veces o descrito erradamente otras. Su economía,
ciencia, artefactos, religión y filosofía son defectuosos o, cuando menos,
sólo esbozados.
Por supuesto,
he considerado ya todos los puntos que me plantea. Pero comunicarle mis reflexiones
(en otra forma) exigiría un libro,
[19]
y toda clase de verdadera respuesta a sus más profundos
planteamientos debe esperar cuando menos hasta que tenga más material a su
disposición: el Vol. III, por ejemplo, para no mencionar las historias más
míticas de la Cosmogonía, la Primera Edad y la Segunda. Dado que todo el material,
desde el principio al fin, trata principalmente de la relación de la Creación
con la composición y la subcreación (y, subsidiariamente, con la cuestión
afín de la «mortalidad»), debe quedar en claro que las referencias a estas
cosas no son casuales, sino fundamentales: aunque puede que estén fundamentalmente
«equivocadas» desde el punto de vista de la Realidad (la realidad externa).
Pero no pueden estar equivocadas dentro de este mundo imaginario, pues así
es como ha sido hecho.
Diferimos
enteramente acerca de la naturaleza de la relación entre la subcreación y
la Creación. Yo hubiera dicho que la liberación «de los medios que el Creador
ha utilizado ya» es la función fundamental de la «subcreación», un tributo
a la infinitud de Su variedad potencial, uno de los modos en que en verdad
se exhibe, y, por cierto, así lo dije en el Ensayo. No soy un metafísico;
pero ¡me habría parecido una metafísica curiosa -no hay una sino muchas, innumerables
en potencia- la que declarase que los medios conocidos empleados (en un rincón
tan finito como aquel del que tenemos algún vislumbre) son los únicos posibles
o eficaces o quizás aceptables para Él y por Él!
Puede
que la «reencarnación» sea mala teología (eso ciertamente, mas bien
que metafísica) aplicada a la Humanidad; y mi legendarium, especialmente
la «Caída de Númenor», que corresponde inmediatamente antes que El Señor
de los Anillos, se basa en mi concepción de que los Hombres son esencialmente
mortales y no deben tratar de volverse «inmortales» carnalmente.
[20]
Pero no veo cómo aun en el Mundo Primordial un teólogo
o filósofo cualquiera, a no ser que esté mucho mejor informado acerca de la
relación del espíritu con el cuerpo que lo que nadie, según creo, sea capaz
de estarlo, pueda negar la posibilidad de la reencarnación como modo
de existencia prescrito para ciertas especies de criaturas racionales encarnadas.
Supongo
que las principales dificultades con las que me topo son, en realidad, de
índole científica y biológica, que me preocupan tanto como lo teológico y
lo metafísico (aunque a usted no parece que le conciernan tanto). Los Elfos
y los Hombres, evidentemente, constituyen una única raza desde el punto de
vista biológico; de lo contrario, no podrían aparearse y producir vástagos
fértiles, aun cuando resulte ése un acontecimiento extraño: sólo se dan dos
casos en mis leyendas de semejantes uniones, y se mezclan en los descendientes
de Eárendil.
[21]
Pero como sostienen algunos que el índice de longevidad
es una característica biológica dentro de ciertos límites de variación, no
era posible que hubiera por una parte Elfos en cierto sentido «inmortales»
-no eternos, pero que no mueren de «envejecimiento»- y por la otra Hombres
mortales, más o menos como parecen serlo ahora en el Mundo Primordial, y fueran
al mismo tiempo lo bastante afines. Podría responder que esta «biología» es
sólo una teoría, que la moderna «gerontología» o como se llame descubre que
el «envejecimiento» es más misterioso y menos claramente inevitable en los
cuerpos de estructura humana. Pero debería responder: realmente, no me importa.
Éste es un dictamen biológico dentro de mi mundo imaginario. Es sólo (hasta
ahora) un mundo incompletamente imaginado, un «elemento secundario» rudimentario;
pero si quisiera el Creador concederle Realidad (en una forma corregida) en
un plano cualquiera, habría que penetrar en él y empezar a estudiar su diversa
biología, eso es todo.
Pero
tal como son las cosas -aunque dan la impresión de habérseme escapado de las
manos, de modo que las partes parecen (a mí) más bien reveladas a través de
mí que por mí-, su propósito sigue siendo, en amplia medida, literario (y,
si el término no lo intimida, didáctico). En esta «historia» los Elfos y los
Hombres se presentan biológicamente afines, Porque los Elfos constituyen ciertos
aspectos de los Hombres y sus talentos y deseos, encarnados en mi pequeño
mundo. Tienen ciertas libertades y poderes que a nosotros nos gustaría tener,
y en ellos se exhiben la belleza, el peligro y el dolor de la posesión de
esas cosas ....
Sauron, por supuesto, en su origen no era «malvado». Era un «espíritu
corrompido por el Señor Oscuro Primordial (el Rebelde subcreativo Primordial)
Morgoth. Se le dio la oportunidad de arrepentirse cuando Morgoth fue vencido,
pero no pudo enfrentar la humillación de la retractación y pedir perdón; de
modo que su temporario vuelco al bien y la «benevolencia» terminó en una recaída
todavía mayor y se convirtió en el principal representante del Mal en edades
posteriores. Pero a principios de la Segunda Edad era aún de bello aspecto
y podía todavía asumir una forma visible hermosa, y no era en verdad del todo
malvado no, a no ser que todos los «reformadores» que se apresuran a lograr
una «reconstrucción» y una «reorganización» lo sean antes de que el orgullo
y el deseo de ejercer el poder los devore. La rama particular de los Altos
Elfos implicados, los Noldor o los Amos de la Ciencia, estaban siempre del
lado de la «ciencia y la tecnología», como nosotros las llamaríamos: querían
adquirir el conocimiento que Sauron poseía genuinamente, y los de Eregion
rechazaron las advertencias de Gilgalad y Elrond. El «deseo» particular de
los Elfos de Eregion -una «alegoría», si quiere, del amor por las maquinarias
y los recursos técnicos- está también simbolizado por la amistad especial
que mantienen con los Enanos de Moria.
No los
consideraría más malvados o necios (pero en grado considerable en el mismo
peligro) que los católicos empeñados en ciertas clases de investigación física
(por ejemplo, los que producen, aunque sólo sea como productos secundarios,
gases venenosos y explosivos): no de por sí mala, pero siendo las cosas lo
que son y considerando la naturaleza y los motivos de los amos económicos
que procuran todos los medios para su tarea, es casi del todo seguro que servirán
a un mal fin. Del cual no han de ser necesariamente culpados, aun cuando tengan
conciencia de él.
En cuanto
a otras cuestiones, creo que estoy de acuerdo sobre la de «la creación por
el mal». Pero es usted más liberal con el empleo de la palabra «creación»
que yo.
[22]
Bárbol no dice que el Señor Oscuro «creara» a los Trolls
y los Orcos. Dice que los «hizo» imitando a ciertas criaturas ya existentes.
Hay para mí un abismo entre ambas afirmaciones, tan ancho que la de Bárbol
(en mi mundo) podría posiblemente ser verdad. No es realmente verdadero
de los Orcos, que constituyen sobre todo una raza de «criaturas racionales
encaradas», aunque horriblemente corrompidas, si bien no más que muchos Hombres
con los que uno se topa hoy. Bárbol es un personaje de mi historia,
no yo; y, aunque tiene una gran memoria y cierta sabiduría terrenal, no es
uno de los Sabios, y hay muchas cosas que no sabe o no comprende. No sabe
lo que son los «magos» o de dónde vinieron (mientras que yo sí; aunque, ejerciendo
mi derecho de subcreador, me pareció mejor que la cuestión quedara en el «misterio»
en esta historia, no sin dar alguna pista para su solución). El sufrimiento
y la experiencia (y posiblemente el Anillo mismo) le dieron a Frodo mayor
comprensión; y leerá usted en el Cap. I del libro VI las palabras que dirige
a Sam: «La Sombra que los engendró sólo puede remedar, no crear: no seres
verdaderos, con vida propia. No creo que haya dado vida a los Orcos, pero
los malogró y los pervirtió». En las leyendas de los Días Antiguos se sugiere
que Diabolus subyugó y corrompió a algunos de los primeros Elfos, antes de
que hubieran oído nunca de los «dioses», para no hablar ya de Dios.
De los
Trolls no estoy seguro. Creo que son meras «imitaciones» y, por tanto (aunque
aquí, por supuesto, sólo estoy utilizando elementos de una mitología bárbara
sin metafísica «consciente»), se vuelven meras imágenes de piedra cuando no
están en la oscuridad. Pero hay otras clases de Trolls además de estos ridículos,
si bien brutales, Trolls de Piedra, para los que se sugieren otros orígenes.
Por supuesto (dado que inevitablemente mi mundo es muy imperfecto aun en su
propio plano, y no del todo coherente, nuestro Mundo Real tampoco parece
del todo coherente; y yo mismo no estoy en verdad convencido de que, aunque
en cada mundo en cada uno de sus planos todo debe estar en última instancia
sometido a la Voluntad de Dios, aun en el nuestro no haya algunas imitaciones
subcreadas «toleradas»), cuando se hace que los Trolls hablen, se les
está otorgando una capacidad que en nuestro mundo (probablemente) significa
la posesión de un «alma». Pero no estoy de acuerdo en que (si admite el elemento
del cuento de hadas) mis trolls manifiesten ningún signo de «bondad» considerados
estrictamente y sin sentimentalismos. No digo que Guille sintiera piedad
-palabra que para mí tiene valor moral y de imagen: es la Piedad de Bilbo
y más tarde de Frodo la que finalmente permite que se lleve a cabo la Misión-
y no creo, que la mostrara. No podría (si El Hobbit hubiera sido más
cuidadosamente escrito y mi mundo tan pensado hace veinte años) haber utilizado
la expresión «pobre desgraciado», como no habría llamado al troll Guille
[William]. Pero no advertí piedad alguna aun entonces, y
lo mostré claramente. La piedad debe impedir que uno haga algo inmediatamente
deseable y en apariencia ventajoso. No hay más «piedad» aquí que la que habría
en un animal depredador que bosteza u ociosamente acaricia con la pata a un
animalillo que podría servirle de presa pero que no devora porque no tiene
hambre. O, a decir verdad, en muchas de las acciones de los hombres cuyas
verdaderas raíces son la saciedad, la holganza o simplemente una natural blandura
que nada tiene de moral, aunque las dignifiquen con el nombre de «piedad».
En cuanto
a Tom Bombadil, me parece que se muestra en exceso serio además de no haber
entendido bien la cuestión. (Una vez más las Palabras utilizadas son de Baya
de Oro y de Tom, no mías como comentador). Me recuerda usted más bien a un
pariente protestante que me objetaba la costumbre católica (moderna) de llamar
padre a los sacerdotes, pues esa denominación sólo pertenecía a la Primera
Persona, citando la última Epístola del Domingo, inoportunamente pues ella
dice ex quo. Muchos otros personajes se llaman Señor; y si «en el tiempo»
Tom fue el primero, fue el Mayor en el Tiempo. Pero Baya de Oro y Tom se refieren
al misterio de los nombres. Examine y medite las palabras de Tom en
el Vol. I, pág. 185.
[23]
Quizás usted pueda concebir la relación única que mantiene
con el Creador sin un nombre, ¿no es así? Pues en semejante relación los pronombres
se convierten en nombres. Pero tan pronto como se encuentre en un mundo de
otros seres finitos con una relación similar, aunque también única y diferente,
con un Ser Primordial, ¿quién es usted? Frodo ha preguntado no «qué es Tom
Bombadil», sino «Quién es». Nosotros y él, sin duda con negligencia, confundimos
las preguntas. Baya de Oro da lo que creo la respuesta correcta. No es preciso
que entremos en las sublimidades del «Soy el que soy», que es algo muy diferente
del él es.
[24]
Añade como concesión una enunciación de parte de lo
«que» es. Es señor de un modo peculiar: no tiene miedo y ningún deseo
de posesión o dominio en absoluto. Meramente conoce y comprende las cosas
que le conciernen en su propio pequeño reino natural. Apenas juzga y, aun
en la medida en que podemos ser testigos, ni siquiera hace un esfuerzo por
modificar o eliminar el Sauce.
No creo
que sea necesario filosofar sobre Tom, y hacerlo no lo mejoraría en nada.
Pero muchos lo han considerado un elemento extraño e incluso discordante.
El hecho histórico es que lo incluí porque ya lo había «inventado» independientemente
(apareció por primera vez en la Oxford Magazine)
[25]
y quería una «aventura» en el camino. Pero lo mantuve,
y tal como era, porque representa ciertas cosas que de otro modo hubieran
quedado excluidas. No pretendo que sea una alegoría -de lo contrario no le
habría dado un nombre tan particular, individual y ridículo-, pero la «alegoría»
es el único modo de exhibir ciertas funciones: es, pues, una «alegoría» o
un ejemplar, una encarnación particular de la ciencia natural pura (real);
el espíritu que desea tener conocimiento de otras cosas, su historia y naturaleza,
porque éstas son «otra, cosa» y enteramente independientes de la mente
indagadora, un espíritu coevo de la mente racional sin el menor interés por
«hacer» nada con el conocimiento: Zoología y Botánica, no Ganadería o Agricultura.
Aun los Elfos apenas muestran esta capacidad: son primordialmente artistas.
Además, T.B. exhibe otra cualidad en su actitud en relación con el Anillo,
que no puede afectarlo. Uno debe concentrarse en alguna parte, con seguridad
relativamente pequeña, del Mundo (el Universo), sea para contar una historia,
aunque larga, o aprender algo, aunque fundamental; y, por tanto, desde ese
«punto de vista», mucho quedará excluido, distorsionado en la circunferencia,
y parecerá una rareza discordante. El poder del Anillo para todos los involucrados,
aun los Magos o Emisarios, no es una ilusión; pero no constituye el cuadro
entero, ni siquiera del estado y contenido de esa parte del Universo.
He tratado
ya la dificultad biológica del matrimonio entre Elfos y Hombres. Se produce,
por supuesto, en el «cuento de hadas» y en el folklore, aunque no todos los
casos son sostenidos por las mismas concepciones. Pero yo la he vuelto mucho
más excepcional. No veo que la «reencarnación» afecte en absoluto los problemas
que de ella resultan. Aunque la «inmortalidad» (en mi mundo sólo dentro de
la longevidad limitada de la Tierra) sí, por supuesto. Como lo perciben muchos
cuentos de hadas.
En la
historia primordial de Lúthien y Beren, a Lúthien se le permite
como absoluta excepción despojarse de la «inmortalidad» y convertirse en «mortal»;
pero cuando el Lobo-Guardián mata a Beren a las Puertas del Infierno, Lúthien
obtiene un breve respiro durante el cual los dos vuelven a la Tierra Media
«vivos», aunque no se mezclen con otras personas: una especie de leyenda de
Orfeo al revés, pero una historia de Piedad, no de Inexorabilidad. Túor se
casa con Idril, la hija de Turgon, Rey de Gondolin; y «se supone» (no se enuncia)
que, como excepción única, recibe la «inmortalidad» élfica limitada: una excepción
en uno y otro sentido. Eärendil es el hijo de Túor y el padre de Elros (Primer
Rey de Númenor) y Elrond, siendo su madre Elwing, hija de Dior, hijo de Beren
y de Lúthien: de modo que el problema del Medio-Elfo se unifica en un linaje.
La idea es que los Medio-Elfos tienen la capacidad de elección (irrevocable),
que puede demorarse, pero no permanentemente, de compartir el destino de uno
u otro progenitor. Elros eligió ser un Rey «longevo», pero mortal, de modo
que todos sus descendientes son mortales y de una raza especialmente noble,
pero con una longevidad «menguante»: así Aragorn (quien, aunque tiene una
mayor duración de vida que sus contemporáneos y dobla la de los Hombres, no
la triplica como los Númenóreanos contemporáneos originales). Elrond eligió
estar entre los Elfos. Sus hijos -con una corriente élfica renovada, pues
su madre era Celebrían, hija de Galadriel- deben hacer su elección. Arwen
no es la «reencarnación» de Lúthien (eso sería imposible dentro del margen
de esta historia mítica, pues Lúthien murió como una mortal y abandonó el
mundo del tiempo), sino una descendiente muy parecida a ella en aspecto, carácter
y destino. Cuando se casa con Aragorn (cuya historia de amor, contada en otro
sitio, no tiene importancia central aquí y sólo ocasionalmente se la menciona)
«hace la elección de Lúthien», de modo que el dolor al separarse de Elrond
es especialmente agudo. Elrond va al otro lado del Mar. El fin de sus hijos,
Elladan y Elrohir, no se cuenta: demoran su elección y permanecen por algún
tiempo.
¿De quién
es «la autoridad que decide todo esto»? Las «autoridades» inmediatas son los
Valar (los Poderes o Autoridades): los «dioses». Pero ellos son sólo espíritus
creados -de un orden angélico elevado, diríamos, con ángeles asistentes menores-
dignos de reverencia, pero no de veneración;
[26]
y aunque potencialmente «subcreadores» y residentes
de la Tierra, a la que están unidos por el amor y a cuya hechura y
ordenamiento han asistido, no pueden por propia voluntad alterar ninguna provisión
fundamental. Invocaron al Único en ocasión de la crisis de la rebelión de
Númenor -cuando los Númenóreanos intentaron tomar la Tierra Imperecedera por
la fuerza de una gran armada en su deseo de obtener la inmortalidad corpórea-,
que requirió un cambio catastrófico en la forma de la Tierra. Siendo la Inmortalidad
y la Mortalidad dones especiales de Dios a los Eruhíni (en cuya concepción
y creación los Valar no tuvieron parte alguna), debe suponerse que ninguna
alteración de especie fundamental podía ser efectuada por los Valar aun en
un caso único: los de Lúthien (y Túor) y la situación de sus descendientes
fue un acto directo de Dios. La entrada en los Hombres de la corriente élfica
representa, en verdad parte del Plan Divino para el ennoblecimiento
de la Raza Humana, desde el principio destinada a desplazar a los Elfos.
¿Hay
algún «límite para la tarea de un escritor» excepto el que le impone su propia
finitud? Ningún límite fuera de las leyes de la contradicción, diría yo. Pero,
por supuesto, son necesarias la humildad y la conciencia del peligro. Un escritor
puede ser básicamente «benevolente» de acuerdo con sus luces (como espero
serlo yo) y no ser, sin embargo, «eficiente» por causa del error y la estupidez.
Pretendería, si no lo considerara presuntuoso en alguien de tan escasa instrucción,
tener como único objetivo la dilucidación de la verdad y el aliento de la
moral adecuada en este mundo real mediante el viejo recurso de ejemplificarlas
en encarnaciones desacostumbradas que tendieran a volverlas comprensibles.
Pero, por supuesto, quizás esté equivocado (en algunos o en todos los puntos):
puede que mis verdades no sean verdaderas o estén distorsionadas; y quizás
el espejo que he construido esté oscuro y quebrado. Pero antes tendría que
estar convencido de que algo que yo haya ideado sea en realidad dañino,
per se y no sólo porque haya sido entendido erróneamente, antes de que
me retracte o reescriba nada.
Puede
hacerse un gran daño, por supuesto, mediante este potente modo de «mitología»,
especialmente en forma voluntaria. El derecho a la «libertad» del subcreador
no es garantía entre los hombres caídos de que no ha de utilizarse con tanta
maldad como lo es el Libre Albedrío. Me consuela el hecho de que algunos más
píos y más sabios que yo no han encontrado nada de dañino en este Cuento o
en sus invenciones «míticas» ....
Para
concluir: habiendo mencionado el Libre Albedrío, podría decir que en mi mito
he utilizado la «subcreación» de un modo muy especial (no igual a la «subcreación»
como término de la crítica de arte, aunque intenté demostrar alegóricamente
Cómo podría incorporarse a la Creación en algún plano en mi cuento
«purgativo» Hoja de Niggle (Dublin Review 1945)) para volver visibles
y físicos los efectos del Pecado o los abusos del Libre Albedrío por los hombres.
El Libre Albedrío es derivativo y sólo .'. operativo dentro de circunstancias
dadas; pero para que pueda existir es necesario que el Autor lo garantice,
suceda lo que suceda: especialmente cuando está «en contra de Su Voluntad»,
como lo decimos nosotros, tal como se da dentro de una perspectiva finita,
de todos modos. No detiene ni vuelve «irreales» los actos pecaminosos y sus
consecuencias. De modo que en este mito se «concibe» (legítimamente, sea ello
un rasgo del mundo real o no) que concedió poderes «subcreativos» especiales
a algunos de Sus seres creados de más alto orden: eso es garantía de que a
lo que inventaron o hicieron debe concedérsele la realidad de la Creación.
Por supuesto, dentro de ciertos límites y sometido a ciertos mandamientos
y prohibiciones. Pero si «cayeran» como cayó el Diabulos Morgoth y empezaran
a hacer cosas «para sí», éstas, pues «serían», aun cuando Morgoth quebrantó
la suprema prohibición de hacer otras criaturas racionales como los Elfos
o los Hombres. «Serían» cuando menos, realidades físicas en el mundo físico,
por malvadas que pudieran resultar, aun «imitando» a los Hijos de Dios. Serían
los más grandes Pecados de Morgoth, abusos de su más alto privilegio, y serían
criaturas engendradas por el Pecado y naturalmente malvadas. (Estuve a punto
de escribir «irredimiblemente malvadas», pero eso sería ir demasiado lejos.
Porque aceptando y tolerando su hechura -necesaria para su existencia concreta-
aun los Orcos se volverían parte del Mundo, que es de Dios y en última instancia
bueno.) Pero que tengan «alma» o «espíritu» parece una cuestión diferente;
y como en mi mito, de cualquier modo, no concibo la hechura de almas o espíritus,
criaturas del mismo orden aunque no del mismo poder que los Valar, como una
posible «delegación», he representado por lo menos a los Orcos como seres
reales preexistentes sobre los que el Señor Oscuro ha ejercido la plenitud
de su poder remodelándolos y corrompiéndolos, no haciéndolos. Que Dios lo
«tolerara» no parece peor teología que la tolerancia de la deshumanización
calculada de los Hombres que se produce hoy por obra de los tiranos. De todos
modos, podría haber otras «hechuras» que, más semejantes a títeres llenos
(sólo a cierta distancia) con la mente y la voluntad de su hacedor, o que
como hormigas, operaran de acuerdo con la dirección de una reina-centro.
Ahora
(dirá con razón) me estoy tomando en serio más todavía de lo que usted lo
hizo, y entonando un himno y pronunciando un discurso sobre un buen cuento
que, sin duda, debe su similitud a la mera artesanía. Es así. Pero las cosas
sobre las que he escrito surgen de un modo u otro de todo escrito (u obra
de arte) que no tiene el cuidado de mantenerse dentro de los límites del «hecho
observado».
El
borrador termina aquí. En la parte superior, Tolkien escribió: «Carta no enviada»,
y agregó: «Parecía estar dándome demasiada importancia».
Tolkien expresa en una carta que “(...) Soy, de hecho, un Hobbit (salvo en tamaño). Me gustan los jardines, los
árboles y las granjas no mecanizadas; fumo en pipa y me agrada la buena comida
sencilla (sin refrigerar), pero detesto la cocina francesa; me gustan los
chalecos ornamentales en estos tiempos opacados, y hasta me atrevo a llevarlos.
Me satisfacen las setas (recogidas en el campo); tengo un sentido del humor
muy simple (que aun los críticos que me aprecian encuentran fatigoso); me
acuesto tarde y me levanto tarde (cuando me es posible). No viajo mucho...” Esta “confesión” me ha impulsado
a rescatar aquellas cartas del Profesor, que nos aportan datos sobre los Hobbits que no son suficientemente
conocidos o que aclaran puntos de el prólogo de ESDLA o de los Apéndices.
1)A poco de publicado El Hobbit,
Tolkien nos dice algo sobre los Hobbits, Bilbo y sus fuentes.
El 16 de enero de 1938, el Observer había publicado una carta, firmada
«Habit», en la que se preguntaba si los hobbits le podrían haber sido sugeridos
a Tolkien por lo que cuenta Julian Huxley de «los "hombrecitos peludos"
vistos en África por nativos y .... cuando menos por un científico». El escritor
de la carta mencionaba también que una amiga «decía recordar un viejo cuento
de hadas titulado "El Hobbit" que figuraba en una colección leída
aproximadamente en 1904», en el que la criatura con ese nombre «era definitivamente
aterradora». El escritor preguntaba si Tolkien «nos contaría algo más acerca
del nombre y los orígenes de este curioso héroe de su libro .... Ello ahorraría
a muchos estudiantes una buena cantidad de problemas en las generaciones por
venir. Y, entre paréntesis, ¿el robo de la copa del dragón por el hobbit se
basa en el episodio del Beowulf) Espero que así sea, pues uno de los encantos
del libro es la armonización, digna de Spenser, de las brillantes hebras de
tantas ramas de la épica, la mitología y el cuento de hadas Victoriano». La
réplica de Tolkien, aunque no estaba pensada para la publicación (véase la
conclusión de N° 26), apareció en el Observer el 10 de febrero de 1938.
Señor:
No es preciso que se me persuada: soy tan susceptible como un dragón a los
elogios, y de buen grado exhibiría mi chaleco de diamantes y aun comentaría
sus fuentes, pues el Habit [Hábito] (más inquisitivo que el Hobbit) no sólo
profesa admirarlo sino que pregunta también de dónde lo he sacado. Pero ¿no
sería ello más bien injusto con los estudiantes investigadores? Ahorrarles
trabajo es robarles la excusa de su existencia.
Sin embargo,
respecto de la pregunta principal del Habit, no hay peligro: no recuerdo nada
del nombre y los orígenes del héroe. Podría hacer conjeturas, por supuesto,
pero ellas no tendrían más autoridad que las de los futuros investigadores;
dejo el juego para ellos.
Nací
en África y he leído varios libros sobre su exploración. Desde 1896, aproximadamente,
he leído aún más libros de cuentos de hadas de la especie genuina. Por tanto,
ambos hechos, sacados a relucir por el Habit, parecerían ser significativos.
Pero
¿lo son? No tengo ningún recuerdo de vigilia de pigmeos peludos (sea en libros
o a la luz de la luna); tampoco de ningún Hobbit aterrador impreso en 1904.
Sospecho que los dos hobbits son homófonos accidentales, y me alegra
[27]
que no sean (como parecería) sinónimos. Y sostengo que
mi hobbit no vivió en África y no era peludo, salvo alrededor de los pies.
Tampoco se parecía a un conejo [rabbit]. Era un próspero y joven soltero bien
alimentado, con medios económicos que le permitían la independencia. Llamarlo
«sucio conejo» era una vulgaridad propia de trolls, como «hijo de rata» era un ejemplo
de la malicia de los enanos: insultos deliberados dirigidos a su estatura
y a sus pies, que lo ofendían profundamente. Sus pies, revestidos convenientemente
y calzados por la naturaleza, eran tan elegantes como los dedos de sus manos,
largos y sensibles.
En cuanto
al resto del cuento, es, como lo sugiere el Habit, una amalgama (previamente
digerida) de épica, mitología y cuentos de hadas, aunque no de autoría victoriana,
regla a la que George Macdonald es la principal excepción. El Beowulf se cuenta
entre mis más preciadas fuentes; aunque no lo recordaba conscientemente cuando
lo escribía; el episodio del robo surgió naturalmente (casi de manera inevitable)
de las circunstancias. Es difícil encontrar otro modo de proseguir la historia.
Supongo que el autor del Beowulf diría lo mismo.
Mi cuento
no se basa conscientemente en ningún otro libro, salvo uno, y ése no está
publicado: el «Silmarillion», una historia de los Elfos, a la cual se hacen
frecuentes alusiones. En realidad no había pensado en los futuros investigadores;
y como hay un único manuscrito, por el momento parece poco probable que esta
referencia resultara de alguna utilidad.
Pero
estas cuestiones son meros preliminares. Ahora que se me hizo ver que las
aventuras del Señor Bolsón son tema de futura investigación, me doy cuenta
de que será necesario mucho trabajo. Se plantea la cuestión de la nomenclatura.
Los nombres de los enanos y el del mago provienen del Eider Edda. Los nombres
de los hobbits, de Fuentes Obvias propias de su especie. La lista completa
de sus familias más ricas es: Bolsón, Boffin, Bolger, Ciñatiesa, Brandigamo,
Madriguera, Redondo, Cavada, Corneta, Ganapié, Sacovilla y Tuk. El dragón
lleva por nombre -un pseudónimo- el pasado del verbo germánico primitivo Smugan,
“pasar apretadamente por un agujero”: una insidiosa broma filológica.
El resto de los nombres pertenecen al Mundo Antiguo y Élfico, y no han sido
modernizados...”
“(...)La
lengua de los hobbits se parecía notablemente al inglés, como era de esperar:
sólo vivían en las fronteras del Páramo y en general no tenían conciencia
de ello. Sus apellidos son en su mayoría tan conocidos
y justamente respetados en esta isla como lo eran en Hobbiton y Delagua...”
2) sobre la fisonomía de los hobbits
Extracto de una carta aparentemente dirigida a los editores americanos
de Tolkien y quizás escrita en marzo o abril de 1938. Houghton Mifflin parece
haberle pedido que le suministrara dibujos de hobbits para utilizar en una
futura edición de El
Hobbit.
Me temo
que si necesita dibujos de hobbits en varias actitudes, debo dejarlo en manos
de alguien que sepa dibujar. Mis propias figuras no constituyen una guía segura;
por ejemplo, la imagen del Señor Bolsón en los capítulos VI y XII. La tan
mal dibujada del capítulo XIX constituye una mejor guía en cuanto a la impresión
general.
Imagino
una figura bastante humana, no una especie de conejo [rabbit] «hada» como
parecen concebirlos algunos críticos británicos: de vientre abultado y piernas
cortas. Una cara redonda y jovial; orejas sólo ligeramente puntiagudas y «feéricas»;
el pelo corto y rizado (de color castaño). Los pies, desde los tobillos hacia
abajo, cubiertos de pelos castaños. La ropa: pantalones de terciopelo verde;
chalecos rojos o amarillos; chaqueta verde o castaña; botones de oro (o bronce);
una capucha y capa de color verde oscuro (propia de un enano).
El tamaño
-sólo importante si en la figura aparecen otros objetos- es de unos tres o
tres pies seis pulgadas aproximadamente. El hobbit de la ilustración del tesoro,
capítulo XII, es, por supuesto, además de demasiado gordo en sitios que no
corresponde, demasiado grande. Pero (al menos como mis hijos lo entienden)
se encuentra en realidad en una figura o «plano» diferente, siendo invisible
para el dragón.
No hay
mención en el texto de que haya adquirido las botas. ¡Tendría que haberla!
De un modo u otro la cuestión se olvidó siempre en las sucesivas revisiones;
las botas aparecen en Rivendel; y luego está otra vez sin ellas al marcharse
de allí de vuelta a casa. Pero como una planta con piel correosa y pies cubiertos
de vello bien cepillado constituyen un elemento esencial de la hobbituidad,
debería en realidad aparecer descalzo, salvo en las ilustraciones especiales
de ciertos episodios.
3)
Tres cartas, sobre el nombre de Sam.
31 de
mayo de 1944 (FS 28) 20
Northmoor Road, Oxford
“(...)Sam,
entre paréntesis, no es la abreviatura de Samuel, sino de Samsagaz (Medio-tonto
en inglés antiguo), como el nombre de su padre es el Gaffer (Ham) en inglés
antiguo Hamfast o Stayathome [Quedadoencasa]. Los hobbits de esa clase tienen
por lo general nombres muy sajones; y no estoy verdaderamente satisfecho con
el sobrenombre Gamyi y lo habría reemplazado por Buenchico si pensara que
tú me lo permitirías...”
28 de
julio de 1944 (FS 39)
En cuanto
a Sam Gamyi: estoy del todo de acuerdo con lo que dices, y no soñaría siquiera
en alterar su nombre sin tu aprobación; pero el objeto de la alteración era
precisamente destacar la comicidad, la rusticidad y, si quieres, el inglesismo
de esta joya entre los hobbits. Si lo hubiera pensado al principio, les habría
dado a todos los hobbits nombres muy ingleses que estuvieran a la altura de
la comarca. El Gaffer y [el Tío] vino primero; y Gamgee [Gamyi] siguió como
un eco de las viejas bromas de Lamorna.
[28]
Dudo de que sea inglés. Sólo tenía conocimiento de él a
través de Gamgee (Tissue) como se llamó el algodón absorbente al ser inventado
por un hombre de ese nombre el siglo pasado. Sin embargo, diría que todo
lo que uno imagina del personaje está asociado a ese nombre...”
“(...)Sí,
Sam Gamyi es, en cierto sentido, pariente del doctor Gamgee, pues
su nombre no habría sido nunca ése si yo no hubiera oído hablar del «tejido
de Gamgee»; hubo, según creo, un tal doctor Gamgee (de la familia, sin duda)
en Birmingham cuando era niño. El nombre, de cualquier modo, me era familiar.
Gaffer Gamgee surgió primero: era un personaje legendario para mis hijos (basado
en un vejete [gaffer] de la vida real que no tenía tal nombre). Pero
como lo encontrará usted explicado, en este cuento el nombre es una traducción
del verdadero nombre del Hobbit, derivado de una aldea (consagrada a la fabricación
de sogas) y anglificado como Gamwich (pron. Gammidge), cerca del Campo del
Cordelero (véase vol. II, pág. 297).
[29]
Como Sam era íntimo amigo de la familia de Coto (el nombre
de otra aldea), tuve la tentación de incurrir en la broma hobbit de escribir
Gamwichy Gamgee, aunque no creo que en el verdadero dialecto hobbit la broma
tuviera efecto...”
4)Los
Hobbits y la actualidad.
Antes de publicar una crónica acerca de El Señor de los Anillos, Michael Straight, jefe de redacción de New Republic, escribió a Tolkien formulándole una serie de preguntas...”
“(...)si el capítulo sobre el «Saneamiento de la Comarca» se dirigía especialmente a la Inglaterra contemporánea...”
“(...)
No hay especial referencia a Inglaterra en la «Comarca», salvo, por supuesto,
que como inglés criado en una aldea «casi rural» de Warwickshire, junto a
la próspera burguesía de Birmingham (¡por el tiempo del Diamond Jubilee!),
tomo mis modelos, como cualquier otro, de la «vida» tal como la conozco. Pero
no hay referencia de posguerra. No soy «socialista» en sentido alguno -pues
soy contrario a la «planificación» (como debe de ser evidente), sobre todo
porque los «planificado-res», cuando adquieren poder, se vuelven malos-, pero
yo no diría que tengamos que sufrir aquí la malicia de Sharkey y sus Rufianes.
Aunque el espíritu de «Isengard», si no de Mordor, está, por supuesto, siempre
aflorando. El presente plan de destruir Oxford con el fin de dar cabida a
los automóviles es un ejemplo. Pero nuestro principal adversario es un miembro
de un Gobierno «Tory». Aunque hoy en día podría encontrárselo dondequiera...”
5) La cuestión
de los regalos entre los Hobbits son un buen motivo para conocer algo mas
sobre las costumbres esta raza y sus distintos linajes.
Contestación
a un lector que señaló una aparente contradicción en El Señor
de los Anillos: que en
el capítulo «Una reunión muy esperada» se dice que «los Hobbits hacen regalos
a otra gente los días de su propio cumpleaños»; sin embargo, Gollum se refiere
al Anillo como a su «regalo de cumpleaños», y lo que se cuenta en el capítulo
«La sombra del pasado» sobre la forma en que lo adquirió indica que su gente
recibía regalos el
día de su cumpleaños. La carta del señor Nunn continuaba: «Por tanto, una
de las cosas siguientes es la verdad: (1) la gente de Sméagol no era de la «especie
de los Hobbits», como lo sugiere Gandalf (I, pág. 79); (2) la costumbre de
los Hobbits de hacer regalos era sólo reciente; (3) las costumbres de los
Fuertes [la gente de Sméagol-Gollum] diferían de las de los demás Hobbits,
o (5) [sic] hay un error en el texto. Le estaré muy agradecido si
me ahorra el tiempo de emprender la investigación de este importante asunto».
[Sin fecha; probablemente de fines de 1958 o principios
de 1959.]
Estimado
señor Nunn:
No soy
un modelo de erudición,
[30]
pero en la cuestión de la Tercera Edad, me considero sólo
un «cronista». Las faltas que puedan aparecer en mi crónica, creo, no son
en ningún caso consecuencia de errores, es decir, de afirmaciones no verdaderas,
sino de omisiones e informaciones incompletas, en su mayoría consecuencia
de la necesidad de resumir y del intento de introducir información en passant
durante el curso de una narración que, naturalmente, tendía a eliminar
muchas cosas no relacionadas de manera inmediata con el cuento.
En la
cuestión de los cumpleaños y las aparentes discrepancias que usted advierte,
podemos, por tanto, creo, eliminar sus alternativas (1) y (5). Omite la (4).
Con respecto
de (1) Gandalf, por cierto, dice al principio «creo», pág. 79; pero esto está
de acuerdo con su carácter y su tino. En un lenguaje más moderno, habría dicho
«deduzco», refiriéndose a cosas que no habían sido objeto de su observación
directa, pero sobre las que había llegado a una conclusión basada en el estudio.
(Observará usted en el Apéndice B que los Magos no llegaron hasta poco antes
de la primera aparición de los Hobbits en crónica alguna, y en ese tiempo
ya estaban divididos en tres ramas muy diferenciadas.) Pero, de hecho, no
tuvo la menor duda de su conclusión: «De todos modos es verdad, etcétera»,
pág. 81.
Su alternativa
(2) sería posible; pero dado que el cronista dice los Hobbits (palabra
que utiliza cualquiera sea su origen como nombre de la raza entera) y no los
Hobbits de la Comarca, o la, gente de la Comarca, debe suponerse
que quiere decir que la costumbre de hacer regalos era en cierta forma
común a todas las variedades, con inclusión de los Fuertes. Pero como su alternativa
(3) es naturalmente cierta, podríamos suponer que aun una costumbre tan profundamente
arraigada exhibiera diversos aspectos en las diversas ramas. Con la nueva
migración de los Fuertes de vuelta a las Tierras Ásperas en 1356 de la TE,
todo contacto entre este grupo retrógrado y los antecesores de la Comarca
quedó roto. Más de 1100 años transcurrieron antes del incidente de Déagol-Sméagol
(c. 2463). En tiempos de la Fiesta en 3001 de la TE, cuando se alude de paso
a las costumbres de la gente de la Comarca en la medida en que afectan a la
historia, el tiempo transcurrido era casi de 1650 años.
Todos
los Hobbits eran lentos para el cambio, pero los Fuertes migraban de vuelta
a una vida más ruda y primitiva de comunidades pequeñas y menguantes;
[31]
mientras que la gente de la Comarca, en los 1400 años de
su colonización, habían desarrollado una vida social más asentada y elaborada,
en la que la importancia del parentesco para sus sentimientos y costumbres
era asistida por detalladas tradiciones escritas y orales.
Aunque
he omitido toda exposición sobre este rasgo curioso aunque característico
de su conducta, los hechos que conciernen a la Comarca podrían comentarse
con cierto detalle. Los Fuertes ribereños deben seguir siendo, necesariamente,
más conjeturables.
Los «cumpleaños»
tenían una considerable importancia social. Una persona que celebrara su cumpleaños
era llamada ribadyan (que puede traducirse, de acuerdo con el sistema
descrito
[32]
y adoptado, como byrding
[33]
[naciente]). Las costumbres relacionadas con los cumpleaños
(aunque profundamente arraigadas), eran reguladas por una etiqueta bastante
estricta; de modo que en muchos casos quedaban reducidas a meras formalidades:
como en verdad lo sugiere «no muy caros, generalmente», pág. 43, y especialmente
pág. 58, líneas 20-36. Con respecto a los regalos: en su cumpleaños
el «naciente» los hacía y los recibía, pero los procesos eran
diferentes en cuanto a origen, función y etiqueta. La recepción fue
omitida por el narrador (pues no concierne a la Fiesta); pero, de hecho, era
la costumbre más antigua y, por tanto, la más formalizada. (Sí concierne al
incidente Sméagol-Déagol, pero el narrador, obligado a reducir esto a sus
elementos más significativos y a ponerlo en boca de Gandalf, que le hablaba
a un hobbit, naturalmente, no comentó una costumbre que el hobbit (y nosotros)
debería considerar natural en relación con los cumpleaños.)
La recepción
de regalos: éste era un antiguo ritual relacionado con
el parentesco. Era, en origen, el reconocimiento del naciente como
miembro de una familia o un clan, y una conmemoración de su «incorporación»
formal.
[34]
El padre o la madre no hacían regalo de cumpleaños a sus
hijos (salvo en los raros casos de adopción); pero el considerado
cabeza de familia debía dar algo, aunque sólo fuera como «señal».
La dádiva
de regalos: era una cuestión personal, no limitada por
el parentesco. Era una forma de «acción de gracias» y considerada como un
reconocimiento de los servicios, beneficios y amistad recibidos, en especial
durante el último año.
Es preciso
observar que los Hobbits, tan pronto como se convertían en «faunts» (es decir,
eran capaces de hablar y de andar: formalmente, a los tres años) hacían
regalos a sus padres. Debían ser supuestamente cosas «producidas» por
el donante (es decir, encontradas, cultivadas o hechas por el «naciente»);
los niños pequeños empezaban con ramilletes de flores silvestres. Éste pudo
haber sido el origen de los regalos de «acción de gracias» de más amplia distribución,
y la razón por la que siguió siendo «correcto» aun en la Comarca que tales
regalos fueran cosas pertenecientes al donante o producidas por él. Ejemplares
de los huertos u objetos de los talleres eran los regalos habituales, sobre
todo entre los Hobbits más pobres.
Según
la etiqueta de la Comarca, el día de la Fiesta, «la expectativa de recepción»
se limitaba a los primos segundos o parientes más cercanos y a los que residían
dentro de las 12 millas.
[35]
Ni siquiera de los amigos íntimos (si no estaban emparentados)
se «esperaba» que dieran nada, aunque podían hacerlo. El límite de residencia
de la Comarca era, por supuesto, un resultado bastante reciente de la gradual
fragmentación de las comunidades de parentesco y de las familias y la dispersión
de los parientes, en condiciones de antiguo arraigo. Porque los regalos de
cumpleaños (sin duda residuo de las costumbres de antiguas familias pequeñas)
debían entregarse en persona la víspera del Día, y cuando más tarde, antes
de la comida de dicho Día. Eran recibidos en privado por el «naciente» y era
muy mal visto exhibirlos separadamente o como colección, precisamente para
evitar el embarazo que puede darse en nuestras muestras de regalos de bodas
(que habrían horrorizado a la gente de la Comarca).
[36]
El donante podía así acomodar el regalo a su bolsillo y
su afecto sin incurrir en el comentario público ni ofender (si tal cosa cabía)
a nadie más que al receptor. Pero la costumbre no exigía regalos costosos,
y un Hobbit se sentía más halagado y deleitado por un regalo inesperadamente
«bueno» o deseable que ofendido por una señal convencional de buena voluntad
familiar.
Una huella
de esto puede verse en el relato de Sméagol y Déagol, modificado por los caracteres
individuales de estos personajes más bien miserables. Déagol, evidentemente
un pariente (como sin duda lo eran todos los miembros de la pequeña comunidad),
ya había dado su regalo habitual a Sméagol, aunque probablemente habían iniciado
la expedición muy temprano por la mañana. Como era de alma mezquina, guardaba
rencor por ello. Sméagol, que era más mezquino y codicioso todavía, trató
de utilizar el «cumpleaños» como excusa para adoptar una actitud tiránica.
«Porque lo quiero», fue la franca declaración de su principal reclamo. Pero
también quería decir que el regalo de D. era una muestra pobre e insuficiente:
de ahí la respuesta de D. de que, por el contrario, era más de lo que podía
permitirse.
La dádiva
de regalos del «naciente» -dejando fuera de la cuestión los regalos a
los padres,
[37]
ya mencionados-, puesto que era personal y una forma de
agradecimiento, variaba mucho más de forma en los diversos tiempos y lugares,
y de acuerdo con la edad y la situación del «naciente». El amo
y la señora de una casa o agujero en la Comarca daban regalos a todos los
que se encontraban bajo su techo o estaban a su servicio, y habitualmente
también a sus vecinos. Y podían extender la lista a su gusto, recordando cualesquiera
favores recibidos en el pasado año. Se entendía que la dádiva de regalos no
estaba fijada por un reglamento, aunque la retención de un regalo habitual
(por ejemplo, a un niño, a un sirviente o a un vecino) era señal de una reprimenda
y un indicio de ofensa grave. Los Jóvenes y los Inquilinos (los que no tenían
casa propia) no estaban sujetos a semejantes obligaciones, pues dependían
de los dueños de casa; pero, por lo general, hacían regalos según fueran sus
medios y afectos. «No muy caros, en general», se aplicaba a todos los regalos.
Bilbo era en esto, como en otras cosas, una persona excepcional, y su Fiesta
fue un desbordamiento de generosidad aun para un Hobbit rico. Pero una de
las ceremonias de cumpleaños más comunes era la celebración de una «fiesta»
al atardecer del Día. El anfitrión daba regalos a todos los invitados, que
los esperaban como parte de la recepción (si bien esto era secundario en relación
con la comida prevista). Pero no llevaban regalos consigo. La gente
de la Comarca lo habría considerado incorrecto. Si los invitados no habían
hecho ya su regalo (siendo uno de los requeridos para hacerlo por parentesco),
era demasiado tarde. Para los otros invitados era algo «que no se hacía»;
equivalía a pagar por la fiesta o compensar la dádiva de regalos, y resultaba
sumamente embarazoso. A veces, en el caso de un amigo muy querido imposibilitado
de asistir a una fiesta (por causa de la distancia u otros motivos), se enviaba
una invitación simbólica acompañada de un regalo. En ese caso el regalo era
siempre algo de comer o de beber, pues su objeto era ser una muestra de la
comida de la fiesta.
Creo
que se verá que todos los detalles registrados como «hechos» encajan, por
cierto, en un cuadro definido de sentimientos y costumbres, aunque este cuadro
no llega ni siquiera a quedar esbozado dentro del insuficiente marco de esta
nota. Por supuesto, podría haber aparecido en el Prólogo: por ejemplo,
en medio de la pág. 12. Pero aunque corté mucho de él, ese Prólogo es todavía
demasiado largo y sobrecargado de acuerdo aun con los críticos que le conceden
cierta utilidad, y no aconsejan (como lo han hecho algunos) a los lectores
olvidarlo o pasarlo por alto.
Aun siendo
incompleta, esta nota debe de parecerle demasiado larga, y aunque la pidió,
más de lo que usted quería. Pero no veo cómo podría haber contestado a su
curiosidad más brevemente y de modo más adecuado al halago que me hace al
interesarse por los Hobbits lo bastante como para haber observado la laguna
en la información procurada.
Sin embargo,
dar información siempre abre panoramas todavía más amplios; y, sin duda, verá
que la breve exposición sobre los «regalos» plantea aún más cuestiones antropológicas
implícitas en términos como parentesco, familia, clan, etcétera. Me aventuro
a añadir una nueva nota sobre este punto por temor de que al considerar el
texto a la luz de mi respuesta, sienta el deseo de averiguar algo más cerca
de la «abuela» de Sméagol, a la que Gandalf presenta como a una matrona (de
una familia de alta reputación y más rica que la mayoría, pág. 80) y hasta
la llama «matriarca» (pág. 84).
Que yo
sepa, los Hobbits eran universalmente monógamos (a decir verdad, rara vez
se casaban por segunda vez, aun cuando la mujer o el marido murieran muy jóvenes);
y diría que sus disposiciones familiares eran «patrilineales» más bien que
«pratiarcales». Es decir, el apellido se heredaba por la línea masculina (y
las mujeres adoptaban el apellido de su marido); además, el cabeza titular
de una familia era habitualmente el varón de más edad. En el caso de grandes
familias poderosas (como la de los Tuk), que continuaban cohesionadas aun
cuando se habían vuelto muy numerosas y constituían más lo que llamaríamos
clanes, la cabeza era el varón de más edad de lo que se consideraba la línea
de descendencia más directa. Pero el gobierno de una «familia», como unidad
real: la «casa», no era una monarquía (excepto por accidente). Era una «diarquía»,
en la que el amo y la señora gozaban de igual situación, si bien sus funciones
eran diferentes. Cualquiera de ellos era considerado el representante del
otro en caso de ausencia (con inclusión de la muerte). No había «viudas».
Si el amo moría primero, su lugar lo ocupaba su esposa, y esto incluía (si
él había tenido esa posición) ser cabeza o titular de una familia numerosa
o clan. Este título, pues, no pasaba al hijo o a algún otro heredero mientras
ella viviera, a no ser que renunciara voluntariamente.
[38]
Por tanto, podía ocurrir en varias circunstancias que una
mujer longeva de carácter fuerte siguiera siendo «cabeza de familia» hasta
tener nietos perfectamente adultos.
Laura
Bolsón (cuyo apellido de soltera era Cavada) siguió siendo «cabeza» de la
familia de los «Bolsón de Hobbiton» hasta los 102 años. Como era 7 años más
joven que su marido (que murió a la edad de 93 en 1300
[39]
), ocupó esta posición durante 16 años, hasta 1316; y su
hijo Bungo no se convirtió en «cabeza» hasta los 70 años, diez antes de morir
a la edad de 80. Bilbo no llegó a ocupar el puesto hasta la muerte de su madre
Tuk, Belladonna, en 1334, a los 44 años.
El puesto
de cabeza de familia de los Bolsón, pues, por causa de extraños acontecimientos,
fue objeto de duda. Otho Sacovilla-Bolsón era el heredero de este título,
del todo aparte de las cuestiones de propiedad que se habrían planteado si
su primo Bilbo hubiera muerto intestado; pero después del fiasco legal de
1342 (cuando Bilbo retornó vivo después de haber estado «presuntamente muerto»)
nadie se atrevió a dar por sentada su muerte otra vez. Otho murió en 1412,
su hijo Lotho fue asesinado en 1419 y su esposa Lobelia murió en 1420. Cuando
Maese Samsagaz informó de la «partida por mar» de Bilbo (y Frodo) en 1421,
se tenía todavía por imposible suponer la muerte; y cuando Maese Samsagaz
se convirtió en Alcalde en 1427, se promulgó una regla según la cual «si
algún habitante de la Comarca se hace a la mar en presencia de un testigo
digno de crédito con la expresa intención de no regresar o en circunstancias
que implican a las claras semejante intención, se considerará que renuncia
a todos los títulos, derechos o propiedades antes tenidos u ocupados, y sus
herederos entrarán en posesión de tales títulos, derechos o propiedades, como
lo indica la costumbre establecida o por la voluntad y disposición de quien
se ha marchado, según pueda requerirlo el caso». Presumiblemente, el título
de «cabeza» pasó luego a los descendientes de Ponto Bolsón, probablemente
Ponto (II).
[40]
Un caso
bien conocido fue también el de Lalia, la Grande
[41]
(o, menos cortésmente, la Gorda). Fortinbras II, otrora
cabeza de los Tuk y Thain, se casó con Lalia de los Clayhanger en 1314,
cuando él tenía 36 años y ella 31. Murió en 1380 a la edad de 102 años, pero
ella le sobrevivió largo tiempo, y llegó a un final desafortunado en 1402
a la edad de 119 años. De modo que gobernó a los Tuk y a los Grandes Smials
durante 22 años, una grande y memorable «matriarca», si bien no universalmente
amada. No asistió a la famosa Fiesta (CA-1401), pero lo que le impidió concurrir
fue más bien su gran tamaño e inmovilidad que su edad. Su hijo, Ferumbras,
no tenía esposa, pues fue incapaz (se sostenía) de encontrar a nadie que
quisiera ocupar apartamentos en los Grandes Smials, bajo la regencia de Lalia.
Ésta, en sus últimos y más gordos años, tenía la costumbre de ser transportada
en silla de ruedas hasta las Grandes Puertas para tomar el aire de la mañana
cuando hacía buen tiempo. En la primavera de 1402, su torpe asistenta dejó
que la pesada silla resbalara en el umbral, y Lalia cayó por las escaleras
hasta el jardín. Así terminó un reino y una vida que bien podría haber rivalizado
con las del Gran Tuk.
Se rumoreó
con insistencia que la asistenta era Perla (hermana de Pippin), aunque
los Tuk trataron de mantener el asunto dentro de la familia. En ocasión de
la celebración del acceso de Ferumbras al poder, el disgusto y el dolor de
la familia se vieron formalmente expresados mediante la exclusión de Perla
de la ceremonia y la fiesta; pero no pasó inadvertido el hecho de que más
tarde (al cabo de un decente intervalo) apareció con un collar espléndido
compuesto por joyas de su propio nombre, que había estado mucho tiempo en
el tesoro de los Thains.
La costumbre
difería en los casos en los que la «cabeza» moría sin dejar hijos. En la familia
Tuk, puesto que la función estaba también relacionada con el título y el cargo
(originalmente militar) de Thain,
[42]
la descendencia se daba estrictamente por la línea masculina.
En otras grandes familias el cargo podía pasar a través de una hija, del
difunto hasta su nieto mayor (sin que se tuviera en cuenta la edad
de la hija). Esta última costumbre era habitual en familias de origen más
reciente, sin documentación antigua ni mansiones ancestrales. En esos casos
el heredero (si aceptaba el título de cortesía) adoptaba el apellido de la
familia de su madre, aunque con frecuencia conservaba también el de la familia
de su padre (situado en segundo lugar). Éste era el caso de Otho Sacovilla-Bolsón.
Porque el título nominal de cabeza de los Sacovilla. le había llegado
a través de su madre Camellia. Fue su ambición más bien absurda de
lograr la rara distinción de ser «cabeza» de dos familias (probablemente se
habría llamado Bolsón-Sacovilla-Bolsón): una situación que explicará
su exasperación ante las aventuras y las desapariciones de Bilbo, aparte de
la pérdida de propiedad que significaba la adopción de Frodo.
Creo
que fue un punto de debate en el saber popular de los Hobbits (que el gobierno
del Alcalde Samsagaz impidió que se discutiera en este caso particular) si
la «adopción» por parte de «cabeza» sin hijos podía afectar la herencia del
cargo. Se convino en que la adopción de un miembro de una familia diferente
no podía afectarla, pues se trataba de una cuestión de consanguinidad y parentesco;
pero hubo la opinión de que la adopción de un pariente cercano del mismo apellido
[43]
antes de que fuera mayor de edad, le daba a éste el derecho
de gozar de todos los privilegios de un hijo. Esta opinión (sostenida por
Bilbo) fue, naturalmente, contestada por Otho.
No hay
razón para suponer que los Fuertes de las Tierras Ásperas hubieran desarrollado
un sistema estrictamente «matriarcal» propiamente dicho. No hay huella de
tal cosa entre el elemento Fuerte de la Cuaderna del Este y Los Gamos, aunque
había entre ellos ciertas diferencias en cuanto a las costumbres y las leyes.
El empleo que hace Gandalf (o, más bien, el que hace su difusor y traductor)
de la palabra «matriarca» no era «antropológico» sino que significaba simplemente
una mujer que de hecho gobernaba el clan. Sin duda porque había sobrevivido
a su marido y era una mujer de carácter dominante.
Es muy
probable que en el regresivo y decadente país de los Fuertes de las Tierras
Ásperas, las mujeres (como a menudo se lo observa en tales condiciones) tendieran
a preservar mejor el carácter físico y mental del pasado y, por tanto, adquirieran
una importancia especial. Pero no debe suponerse (creo) que había tenido lugar
un cambio fundamental en sus costumbres matrimoniales o que se desarrollara
una especie de sociedad matriarcal o poliándrica (aunque esto podría explicar
la ausencia de toda referencia en absoluto al padre de Sméagol-Gollum). En
este tiempo en el oeste se practicaba universalmente la «monogamia», y los
otros sistemas se miraban con repugnancia, como a las cosas que sólo se hacen
«bajo la Sombra».
En realidad,
empecé esta carta hace casi cuatro meses; pero nunca quedó acabada. Poco después
de recibir sus preguntas, mi esposa, que había estado enferma la mayor parte
de 1958, celebró su retorno a la salud cayéndose en el jardín, y lastimándose
tanto el brazo izquierdo, que todavía está inválida y escayolada. De modo
que 1958 fue un año casi completamente frustrado; junto con otras dificultades
y la inminencia de mi retiro, que me obliga a muchas reestructuraciones, no
he tenido tiempo en absoluto que dedicar al Silmarillion. Por mucho
que lo desee (y, felizmente, Allen y Unwin parecen desearlo también).
El borrador termina aquí.
5) Algunos comentarios sobre la “personalidad” Hobbit
15 de diciembre de 1965
Respecto de la publicación de una edición británica en rústica de El Hobbit.
La cubierta
de U[nwin] Books [de El Hobbit]. No recuerdo cuándo se hizo el esbozo
de la Muerte de Smaug, pero creo que debió de haber sido antes de publicarse
por primera vez; no puede haber sido muy lejos de 1936. Estoy en sus manos,
pero aún no estoy satisfecho de utilizar como cubierta este garabato. Se parece
demasiado a esa moda de actualidad por la que los que saben dibujar tratan
de disimularlo. Pero quizás haya una diferencia entre sus productos y el de
un hombre que evidentemente no es capaz de dibujar lo que ve.
Las notas
de cubierta. Escribí una de prisa para U[nwin] Books.
No quiero herir los sentimientos de un escritor que evidentemente tenía buenas
intenciones para conmigo y para con el libro, pero espero que estarás de acuerdo,
si tienes tiempo de considerarlo, en que no servirá. Aparte de su desafortunado
estilo, no da una idea certera de la historia y del modo en que se la presenta.
A no ser que se quiera derrotar a la «magia», NUNCA se habla así dentro de
las cubiertas de un libro maravilloso. La saga hobbit se presenta como vera
historia con grandes esfuerzos (que han resultado muy eficaces). Dentro
de ese marco, la pregunta «¿Es usted un hobbit?» sólo puede responderse «No»
o «Sí» según haya uno nacido. Nadie es un «hobbit» porque le guste una vida
tranquila y la comida abundante; aún menos porque tenga un deseo latente de
aventuras. Los hobbits constituían una raza cuya principal característica
física era su estatura, y el principal rasgo distintivo de su temperamento
era la casi total erradicación de toda «chispa» adormilada; sólo el uno por
mil aproximadamente tenía alguna traza de ella. Bilbo fue elegido especialmente
por la autoridad y sabiduría de Gandalf por ser anormal; tenía una
buena parte de las virtudes propias de un hobbit: un penetrante buen sentido,
generosidad, paciencia y fortaleza, y también una «poderosa chispa» todavía
no encendida. La historia y su continuación no tratan de «tipos» ni de la
cura de la satisfacción burguesa por la amplitud de experiencias, sino de
los logros de individualidades especialmente agraciadas y dotadas. Diría,
si expresar tales cosas no estropearan lo que intentan hacer explícito: «por
individuos predestinados, inspirados y guiados por un Emisario hacia fines
más allá de su educación y alcance individuales». Esto resulta claro en El
Señor de los Anillos; pero está presente, aunque de forma velada, en El
Hobbit desde un principio, y las últimas palabras de Gandalf aluden a
ello...”
[44]
EL
SEÑOR DE LOS ANILLOS
1)
Tolkien y El Señor de los Anillos, su origen,
sus antecedentes, sus inspiraciones, sus influencias, su gusto por
las lenguas. Una Carta autobiográfica sobre su obra cumbre.
A Auden, que había
comentado El Señor de los Anillos en la New York Times Book Review y en Encounter,
se le habían enviado las
pruebas del tercer volumen, El retorno del rey. Le escribió a Tolkien en abril de 1955 para
formularle varias preguntas suscitadas por el libro. La réplica de Tolkien
no se conservó (Auden habitualmente tiraba las cartas después de leerlas).
Éste volvió a escribir a Tolkien el 3 de junio diciendo que le habían pedido
que diera en octubre una charla sobre El Señor de los Anillos por el Tercer Programa de la BBC. Le preguntaba
si quería escuchar algo especial en la emisión y si podía suministrarle algunos
«toques humanos» dándole información acerca de cómo llegó a escribirse el
libro. La respuesta de Tolkien se conservó porque en esta ocasión -y cuando
subsiguientemente le escribió a Auden- guardó una copia en papel carbón, de
la que ha sido obtenido este texto.
7 de junio
de
Querido
Auden:
Me alegró
mucho saber de usted, y también comprobar que no se ha aburrido todavía. Me
temo que deba prepararse para una larga carta otra vez, pero puede hacer con
ella lo que quiera. De cualquier modo, la he dactilografiado para que pueda
leerse velozmente. No pienso realmente que yo sea tan importante. Escribí
la Trilogía
[46]
por satisfacción personal, llevado a ella por la escasez
de literatura de ese tipo que deseaba leer (y la que había estaba a menudo
sumamente adulterada). Una tarea ingente, y como dice el autor de Ancrene
Wisse al final de su obra: «Preferiría, Dios sea testigo de ello, echarme
a andar a Roma antes que empezar esta obra otra vez». Pero a diferencia
de él, yo no habría dicho: «Leed parte de este libro a vuestro gusto cada
día; y espero que si lo leéis a menudo, os será muy provechoso; de lo contrario,
habré malgastado muchas largas horas». No pensé demasiado en el provecho
o en el placer de los demás, aunque nadie puede realmente escribir o hacer
nada de manera exclusivamente privada.
Sin embargo,
cuando la BBC emplea a alguien de su importancia para hablar públicamente
de la Trilogía, no sin referencia al autor, el más modesto (o por lo menos
reservado) de los hombres, cuyo instinto le lleva a enmascarar bajo una investidura
mítica y legendaria los conocimientos que tiene de sí mismo y las críticas
a la vida tal como ésta se le da, no puede evitar pensar en ella en términos
personales, y encontrarla interesante, y difícil también para expresarse con
brevedad y exactitud a la vez.
El Señor
de los Anillos, como historia, fue terminada hace ya tanto
tiempo que puedo ahora adoptar un punto de vista impersonal sobre ella y encontrar
las «interpretaciones» muy divertidas; aun aquellas que yo mismo pudiera hacer,
que son en su mayoría post scriptum: tenía en mente muy pocas intenciones
de carácter particular, conscientes o intelectuales, mientras iba escribiéndola.
[47]
Excepto unas pocas críticas deliberadamente despreciativas
-como la del Vol. II en el New Statesman,
[48]
en la que usted y yo fuimos denostados con términos tales
como «pubescente» e «infantilismo»-, lo que los lectores apreciativos han
sacado de la obra o han visto en ella ha sido bastante favorable, aun cuando
no esté de acuerdo con ello. Exceptuando siempre, por supuesto, toda interpretación
que suponga una simple alegoría: es decir, lo particular y lo tópico. En un
sentido más amplio, supongo, es imposible escribir una «historia» que no sea
alegórica en la proporción en que «cobre vida», pues cada uno de nosotros
es una alegoría, encarnada en un cuento particular e investida con las ropas
del tiempo y el lugar, verdad universal y vida perdurable. De cualquier modo,
la mayor parte de la gente que ha disfrutado de El Señor de los Anillos
ha sido afectada primordialmente por ella como historia estimulante, y
así fue como se la escribió. Aunque, por supuesto, no puede eludirse la pregunta
formulada desde la puerta trasera: «¿De qué se trata?». Eso sería como responder
a una pregunta estética hablando de un aspecto técnico. Supongo que si en
un momento dado se hace una buena elección en lo que a una «buena narración»
(o «buen teatro») respecta, se comprobará que el acontecimiento descrito es
el más «significativo».
Para
volver, si puedo, a los «Toques humanos» y a la cuestión del momento en que
comencé: esto es más bien como preguntarle al Hombre cuándo comenzó el lenguaje.
Fue la evolución inevitable aunque condicionada de un dar a luz. Esto ha sido
siempre algo mío: la sensibilidad a la estructura lingüística, que me afecta
emocionalmente tanto como el color y la música; el apasionado amor por las
cosas que crecen, y una profunda respuesta a las leyendas (por falta de una
palabra mejor) que tienen lo que llamaría el temperamento y la temperatura
noroccidentales. De cualquier modo, si se quiere escribir un cuento de esta
clase, uno debe consultar con las propias raíces, y un hombre del Noroeste
del Viejo Mundo pondrá su corazón y la acción de su cuento en el mundo imaginario
de ese aire y esa situación: el Mar Incesante de sus innumerables antepasados
en el Oeste, y las tierras infinitas (de las que proviene la mayor parte de
sus enemigos) en el Este. Aunque además puede que su corazón recuerde, por
más que haya sido despojado de toda tradición oral, el rumor a lo largo de
todas las costas acerca de los Hombres Venidos del Mar.
Digo
esto sobre el «corazón» porque tengo lo que algunos podrían llamar un complejo
de Atlántida. Posiblemente heredado, aunque mis padres murieron demasiado
jóvenes como para que sepa tales cosas sobre ellos, y demasiado jóvenes como
para que me las transmitieran oralmente. Heredado de mí (supongo) por sólo
uno de mis hijos,
[49]
aunque no lo supe hasta recientemente, y él no sabía que
yo lo tuviera. Me refiero al terrible sueño recurrente (que empieza con la
memoria) de la Gran Ola, levantada como una torre, que avanza ineluctable
por sobre los árboles y los campos verdes. (Se lo he legado a Faramir.) No
creo que lo haya tenido desde que escribí la «Caída de Númenor», última de
las leyendas de la Primera y la Segunda Edades.
Soy,
por sangre, de las Tierras Medias del Oeste (y escogí como lengua el inglés
medio de las Tierras Medias del Oeste desde que le puse los ojos encima),
pero quizás un hecho de mi historia personal pueda explicar en parte por qué
el «aire noroccidental» me atrae tanto a la vez como «patria» y como descubrimiento.
Nací en realidad en Bloemfontein, y, por tanto, esas impresiones profundamente
implantadas que subyacen a los recuerdos todavía visualmente disponibles de
la primera infancia, son las de un cálido campo reseco. Mi primer recuerdo
de Navidad esta constituido por un sol enceguecedor, cortinas corridas y un
eucalipto desmayado de calor.
Me temo
que esto se esté convirtiendo en una lata espantosa y me extienda demasiado,
más de lo que se merece «esta despreciable persona delante de usted». Pero
es difícil detenerse una vez empezado un tema tan absorbente para uno mismo
como es uno mismo. En cuanto al condicionamiento: soy plenamente consciente
del condicionamiento lingüístico. Asistí a la King Edward's School y me pasé
allí la mayor parte del tiempo aprendiendo latín y griego; pero también aprendí
inglés. ¡No literatura inglesa! Excepto Shakespeare (que me disgustó cordialmente),
los principales contactos con la poesía se produjeron cuando fue preciso traducirla
al latín. No una mala introducción, aunque un tanto caprichosa. Quiero decir
algo de la lengua inglesa y su historia. Aprendí anglosajón en la escuela
(también gótico, pero ése fue un accidente del todo desconectado del curriculum,
aunque decisivo; descubrí en él no sólo la filología histórica moderna, atrayente
desde el punto de vista histórico y científico, sino, por primera vez, el
estudio de una lengua por mero amor: quiero decir, por el intenso placer estético
derivado de una lengua por sí misma, no sólo despojada de su utilidad sino
del hecho de ser el «vehículo de una literatura»).
Hay dos
o tres hebras. La fascinación que tenían para mí los nombres galeses, aun
cuando los viera sólo en camiones cargados de carbón, incluso desde pequeño
es una de ellas; sin embargo, cuando pedía información, la gente sólo me daba
libros incomprensibles para un niño. No aprendí nada de galés hasta que fui
un estudiante ya mayor, y encontré en él un constante deleite, tanto lingüístico
como estético. El español es otra: mi tutor era en parte español, y yo, a
comienzos de mi adolescencia, cogía sus libros e intentaba aprender esa única
lengua romance que me procura el placer particular del que hablo: no es exactamente
lo mismo que la mera percepción de la belleza; siento la belleza, por ejemplo,
del italiano o, por lo demás, del inglés moderno (que está muy lejos de mi
gusto personal); se parece más bien al apetito que se siente por un alimento
necesario. Después del gótico, lo más importante fue el descubrimiento en
la biblioteca del Exeter College de una gramática finlandesa. Fue como el
descubrimiento de una entera bodega llena del vino más asombroso, de una especie
y un sabor nunca degustados antes. Me intoxicó por completo; y abandoné el
intento de inventar una lengua germánica «no registrada», y mi «propia lengua»
-o series de lenguas inventadas- se volvió densamente finlandesa, tanto en
su estructura como en su fonética.
Eso,
por supuesto, hace mucho que ha pasado. El gusto lingüístico cambia como todo
lo demás con el avance del tiempo, u oscila entre polos. El centro lo ocupan
ahora el latín y el tipo británico de celta, con el hermosamente coordinado
y estructurado (si bien de modo sencillo) anglosajón en las cercanías, y algo
más alejado el antiguo noruego junto con el vecino, aunque no emparentado,
finlandés. ¿No podría decirse romano-británico? Con una fuerte y más reciente
infusión de Escandinavia y el Báltico. Bien, me atrevería a decir que semejantes
gustos lingüísticos, con la debida concesión a la pátina escolar, constituyen
una prueba tan buena o aún mejor de los propios ancestros que los grupos sanguíneos.
Todo
esto como marco de las historias, aunque las lenguas y los nombres no pueden
para mí separarse de ningún modo de ellas. Son y fueron, por así decir, un
intento de procurar un marco o un mundo en el que mis expresiones de gusto
lingüístico pudieran tener una función. Comparativamente, las historias llegaron
de forma más tardía.
Intenté
escribir un cuento por primera vez poco más o menos a los siete años. Era
sobre un dragón. No recuerdo nada de él, salvo un hecho filológico. Mi madre
no dijo nada del dragón, pero señaló que no era posible decir «un verde dragón
grande», sino «un gran dragón verde». Me pregunté por qué, y me lo pregunto
todavía. El hecho de que recuerde esto es posiblemente significativo, pues
no creo haber intentado escribir otro cuento durante muchos años, y emprendí
el estudio del lenguaje.
Mencioné
el finlandés porque ésa fue la lengua que disparó el cohete en la historia.
Algo en el aire del Kalevala me atrajo inmensamente, aun en la pobre traducción
de Kirby. Nunca aprendí el finlandés lo suficientemente bien como para hacer
otra cosa que avanzar penosamente por el original, como un escolar hace con
Ovidio; me atrajo sobre todo el efecto que tuvo en «mi lengua». Pero el comienzo
del legendarium, del que la Trilogía forma parte (la conclusión), fue un intento
de reorganizar un fragmento del Kalevala, especialmente el cuento de Kullervo
el desdichado, según una forma propia. Eso comenzó, como dije, en el período
lectivo, casi desastroso, pues mi afán casi me sacó de quicio. Digamos de
1912 a 1913. Tal como prosiguió la cosa, me puse a escribir en verso. Aunque
la primera verdadera historia de este mundo imaginario casi plenamente formado,
tal como existe ahora, fue escrita en prosa durante un permiso por enfermedad
a fines de 1916: La Caída de Gondolin, que tuve el descaro de leer en el Exeter
College Essay Club en 1918.
[50]
Escribí mucho más en los hospitales antes del final de
la Primera Gran Guerra.
Proseguí
después del regreso, pero cuando intenté que este material se publicara, no
tuve buen éxito. El Hobbit, en un principio, no tenía conexión alguna,
aunque inevitablemente quedó incluido en la circunferencia de una construcción
más amplia, y hasta llegó a modificarla. Por desgracia, en la medida en que
yo fui consciente de ello, estuvo concebido como «historia para niños», y
como no había adquirido todavía el tino suficiente y mis hijos no eran lo
bastante grandes para corregirme, tiene en parte la tontería del estilo que
me contagié impensadamente de la clase de material del que me serví, como
Chaucer puede contagiarse del cliché de la trova. Lo lamento de veras. También
lo lamentan los niños inteligentes.
Todo
lo que recuerdo del comienzo de El Hobbit es estar sentado corrigiendo
ensayos de promoción en el imperecedero cansancio de la tarea anual que se
nos impone sin paga en las academias. En una hoja en blanco garrapateé: «En
un agujero en la tierra vivía un hobbit». No sabía y no sé por qué. Por largo
tiempo no hice nada al respecto, y durante algunos años no fui más allá del
trazado del Mapa de Thror. Pero se convirtió en El Hobbit a principios
de la década de 1930, y finalmente se publicó no por causa del entusiasmo
de mis propios hijos (aunque les gustó mucho),
[51]
sino porque se lo presté a la entonces reverenda madre
de Cherwell Edge mientras padecía de gripe, y lo vio una ex estudiante que
estaba por aquel tiempo en la oficina de Allen & Unwin. Según creo, se
lo dieron a leer a Rayner Unwin; si, una vez crecido, no hubiera sido por
él, creo que la Trilogía no habría sido nunca publicada.
Como
El Hobbit tuvo gran éxito, se solicitó una continuación; y las remotas
Leyendas Élficas fueron rechazadas. El lector de un editor dijo que estaban
demasiado atestadas con esa especie de belleza céltica que en grandes dosis
enfurecía hasta la locura a los anglosajones. Es muy probable que tuviera
razón. De cualquier modo, yo mismo percibía el valor de los Hobbits,
pues ponían un terreno concreto bajo los pies de la «fantasía», procuraban
sujetos para el «ennoblecimiento» y héroes más dignos de alabanza que los
profesionales: nolo heroizari es, por supuesto, un tan buen comienzo
para un héroe como lo es nolo episcopari para un obispo. No es que
sea un «demócrata» en ninguna de sus acepciones corrientes; excepto, supongo,
para hablar en términos literarios, en que todos somos iguales ante el Gran
Autor, qui deposuit potentes de sede et exaltavit humiles.
[52]
De todos
modos, yo no estaba preparado para escribir una «continuación», en el sentido
de otra historia para niños. Había estado pensando en los «Cuentos de Hadas»
y su relación con los niños; incluí algunas de las conclusiones en una conferencia
que pronuncié en St. Andrews, que finalmente amplié y publiqué en un Ensayo
(entre los enumerados en la O.U.P. como Essays Presentad to Charles Williams
y vilmente ahora fuera de imprenta). Como expresaba la idea de que la
conexión trazada en la mente moderna entre niños y «cuentos de hadas» es falsa
y accidental, y malogra los cuentos en sí mismos y también para los niños,
quise intentar escribir una historia que no estuviera en absoluto dirigida
a los niños (en cuanto a tales); quería también un amplio cañamazo.
Naturalmente,
me encontré con que tenía que hacer un trabajo enorme, pues debía encontrar
una vinculación con El Hobbit; pero aún más me costó el marco mitológico.
También eso debía ser reescrito. El Señor de los Anillos es sólo la
parte final de una obra casi el doble de voluminosa
[53]
en la que trabajé entre 1936 y 1953. (Quise publicarlo
todo en orden cronológico, pero resultó imposible.) ¡Y era preciso prestar
atención a las lenguas! Si hubiera considerado mi propio placer más que el
estómago de una posible audiencia, habría habido muchos más elementos élficos
en el libro. Pero aun los fragmentos existentes requerían, si habían de tener
algún significado, dos gramáticas y fonologías organizadas y una enorme cantidad
de palabras.
Sin consideración
de nada más, habría sido una tarea ingente; pero he sido un administrador
y maestro moderadamente consciente, y cambié mi cargo de profesor en 1945
(desechando todas mis viejas conferencias). Y, por supuesto, durante la guerra
no hubo a menudo tiempo para nada racional. Me quedé atascado en el final
del Libro Tercero durante siglos. El Libro Cuarto fue escrito como una serie
que fui enviando a mi hijo, que prestaba sus servicios en África en 1944.
Los dos últimos libros fueron escritos entre 1944 y 1948. Eso no significa,
por supuesto, que la idea principal de la historia fuera un producto de guerra.
Se llegó a ella en uno de los primeros capítulos que todavía sobreviven (Libro
I, 2). Se la da en realidad y está presente en germen desde el comienzo,
aunque no tenía noción consciente de lo que el Nigromante significaba (excepto
como mal siempre recurrente) en El Hobbit, ni tampoco qué conexión
pudiera tener con el Anillo. Pero si se quisiera proceder a partir del final
de El Hobbit, creo que el anillo sería la elección inevitable como
vínculo. Luego, si se quisiera una historia larga, el Anillo adquiriría de
inmediato una letra mayúscula, e inmediatamente aparecería el Señor Oscuro.
Como lo hizo, sin que nadie lo invitara, junto al hogar en Bolsón Cerrado
tan pronto como llegué a ese punto. De modo que la Búsqueda esencial empezó
en seguida. En el camino encontré muchas cosas que me asombraron. Ya conocía
a Tom Bombadil; pero nunca había estado en Bree. Me impresionó ver a Trancos
sentado en un rincón de la posada y no sabía más que Frodo acerca de él. Las
Minas de Moria habían sido nada más que un nombre; y mis oídos mortales jamás
habían escuchado hablar de Lothórien antes de llegar allí. Sabía que los Señores
de los Caballos estaban muy lejos, en los confines de un antiguo Reino de
los Hombres, pero el Bosque de Fangorn fue una aventura imprevista. Nunca
había oído hablar de la Casa de Eorl ni de los Senescales de Gondor. Lo más
inquietante de todo: es que nunca se me había revelado la existencia de Saruman,
y me sentí tan desconcertado como Frodo cuando Gandalf no apareció el 22 de
septiembre. No sabía nada de las Palantíri, aunque en el mismo instante
en que la piedra de Orthanc fue arrojada desde la ventana, la reconocí y supe
la significación del verso folklórico que me había estado rondando la cabeza:
siete estrellas y siete piedras y un solo árbol blanco. Estos versos
y nombres afloran, pero no siempre se explican. Todavía tengo todo por descubrir
acerca de los gatos de la Reina Berúthiel.
[54]
Pero supe más o menos todo acerca de Gollum y su papel,
y acerca de Sam, y sabía también que el camino estaba custodiado por una Araña.
Y si esto tiene algo que ver con el hecho de haber sido picado por una tarántula
cuando era un niño pequeño,
[55]
será bienvenida la gente que tenga alguna idea al respecto
(suponiendo lo improbable, que alguien se interese por ello). Sólo puedo decir
que no recuerdo nada de ello y nada sabría si no se me hubiera contado; y
no me disgustan las arañas en particular, no siento la urgencia de matarlas.
¡Por lo común las rescato cuando las encuentro en la bañera!
Bueno,
ahora me estoy volviendo verdaderamente gárrulo. Espero que no se haya aburrido
de muerte. También espero volver a verlo en alguna ocasión. En ese caso, quizá
podríamos hablar sobre usted y su obra y no sobre la mía. De cualquier modo,
el interés que muestra en mi obra me sirve de gran aliento.
Con los
mejores deseos, suyo,
2) Como vimos en la carta anterior, El Señor de los Anillos fue pensado, originalmente, como continuación de El Hobbit. Claramente, y durante su escritura, ese objetivo fue cambiando hasta transformarse en la obra central de Tolkien; con no pocas dificultades, de las que algo nos dice el Profesor en la siguiente carta.
Tolkien comió con
Unwin en Londres el 9 de julio, y convino en que Rayner Unwin
[56]
debería ver el Libro I de El Señor de los Anillos, del
que había una copia mecanografiada «pasable». El 28 de julio, Tolkien recibió
los comentarios de Rayner; éste escribía: «Las corrientes tortuosas y encontradas
de los acontecimientos de este mundo dentro de un mundo casi lo abruman a
uno .... La lucha entre la oscuridad y la luz (a veces uno sospecha que la
historia se vuelve pura alegoría) es macabra y mucho más intensa que la del
"Hobbit" .... Convertir el Anillo original en este nuevo y poderoso
instrumento requiere algunas explicaciones, y a Gandalf le es difícil encontrar
motivos para muchas de las acciones originales del Hobbit, pero la vinculación
entre ambos libros está bien hecha en conjunto .... Honestamente, no sé quién
se espera que vaya a leerlo... Si los adultos no consideraran degradante leerlo,
muchos, sin duda, disfrutarían con él .... El corrector de pruebas tendrá
que corregir varias omisiones del cambio de "Hamilcar" por "Belisarius"».
A pesar de estas críticas y vacilaciones, Rayner consideró que el libro era
«una historia brillante y cautivadora». El 31 de julio, Tolkien escribió la
siguiente contestación, pero no la envió hasta el 21 de septiembre por razones
dadas en la carta de esa fecha.
31 de
julio de 1947 Merton
College, Oxford
Estimado
Unwin:
Vuelvo
a las observaciones de Rayner con agradecimiento para ambos. Lamento que se
sintiera abrumado, y particularmente echo en falta toda referencia a la comedia,
de la que el primer «libro», según lo imaginaba, estaba bien provisto. Puede
que el tiro me haya salido errado. Por mi parte, no puedo soportar los libros
o las piezas de teatro graciosos, me refiero a los que desde el principio
pretenden ser cómicos; pero me parece que en la vida real, como aquí, es precisamente
contra la oscuridad del mundo que surge la comedia, y resulta mejor cuando
no se la esconde. Evidentemente, he logrado hacer el horror verdaderamente
horrible, y eso es un gran consuelo; porque toda novela que considera con
seriedad las cosas, debe tener un sesgo de miedo y horror si aun remota o
representativamente ha de parecerse a la realidad y no resultar mero escapismo.
Pero he fracasado si no parece posible que hobbits meramente mundanos puedan
medirse con cosas semejantes. Creo que no hay horror concebible que esas criaturas
no puedan superar mediante la gracia (que aparece aquí en formas mitológicas)
combinada con el rechazo en última instancia del compromiso o el sometimiento
por parte de su naturaleza y su razón.
Pero
a pesar de esto, que Rayner no sospeche la intervención de la «Alegoría».
Supongo que hay una «moral» en todo cuento digno de ser contado. Pero eso
no es la misma cosa. Aun la lucha entre la oscuridad y la luz (como él la
llama, no yo) es para mí sólo una fase particular de la historia, un ejemplo
de su trama quizá, pero no La Trama; y los actores son individuos; cada uno
de ellos, por supuesto, contiene universales, de lo contrario, no tendrían
vida, pero no los representan en cuanto a tales.
Desde
luego, la Alegoría y la Historia convergen, encontrándose en algún punto de
la Verdad. De modo que la única alegoría perfectamente coherente es la vida
real, y la única historia plenamente inteligible es una alegoría. Y uno comprueba,
aun en la imperfecta «literatura» humana, que cuanto mejor y más coherente
es una alegoría, tanto más fácilmente puede leerse «sólo como una historia»;
y cuanto mejor y más estrechamente entretejida es una historia, más fácilmente
pueden encontrar en ella una alegoría los que tengan propensión a hacerlo.
Pero ambas cosas parten de extremos opuestos. Podéis convertir el Anillo en
una alegoría de nuestro tiempo, si queréis: una alegoría del hado inevitable
que aguarda a todos los intentos de derrotar el poder maligno mediante el
poder. Pero eso es sólo consecuencia de que el poder, sea mágico o mecánico,
tiene siempre ese mismo funcionamiento. No se puede escribir una historia
acerca de un anillo mágico aparentemente simple sin que eso irrumpa, si de
veras se toma el anillo con seriedad, y hacer que ocurran las cosas que ocurrirían
si semejante cosa existiera.
Rayner,
por supuesto, ha señalado una debilidad (inevitable): el encadenamiento. Me
alegro de que piense que en general el encadenamiento está bien logrado. Es
lo mejor que podría esperarse. Lo he hecho lo mejor posible, pues tenía que
incluir hobbits (a los que amo), y aun debo tener un atisbo de Bilbo para
celebrar viejos tiempos. Pero no me preocupa el descubrimiento de que el anillo
era más serio de lo que aparecía en un principio; ése es sólo un modo de salida
entre todos los posibles. Tampoco necesitan explicación las acciones de Bilbo,
me parece. La debilidad es Gollum, y el hecho de que ofrezca el anillo como
regalo. Sin embargo, Gollum se vuelve más tarde un personaje importante, y
no dependo de Gandalf para que su psicología se vuelva inteligible. Espero
que resulte evidente y que finalmente Gandalf se revele como alguien más perceptivo
que apremiado. Con todo, debo tenerlo en cuenta cuando revise el capítulo
II para entregarlo a la imprenta; de cualquier modo, tengo intención de acortarlo.
La manera adecuada de salvar la dificultad sería remodelar un tanto el capítulo
V de la primera historia. Ésta no es una solución práctica; aunque, por cierto,
espero dejarlo todo revisado y en su forma definitiva tras de mí, de modo
que la humanidad pueda luego arrojarlo al cesto de los papeles. Todos los
libros van a parar allí al final, en este mundo al menos.
En cuanto
a ¿quién ha de leerlo? El mundo parece dividirse más y más en facciones impenetrables,
Morlocks y Eloi, y otros más. Pero aquellos a quienes les agrada esta especie
de material, gustan mucho de él, y nunca tienen lo bastante de él como para
que su hambre se apacigüe. Puede que el gusto sea (¡ay!) numéricamente limitado,
aun cuando, como lo sospecho, esté creciendo, y necesite materia prima para
un crecimiento aún mayor. Pero allí donde existe, el gusto no está limitado
por la edad o la profesión (aunque se excluyan los enteramente consagrados
a las máquinas). La audiencia que ha seguido hasta ahora El Anillo capítulo
a capítulo y lo ha releído y clama por su continuación, contiene alguna gente
dispar de gustos literarios similares: tales como C.S. Lewis, el finado Charles
Williams y mi hijo Christopher; probablemente constituyen una minoría muy
reducida y apenas correspondida. Pero ha incluido a otros: un abogado, un
médico (profesionalmente interesado en el cáncer), un oficial del ejército
ya mayor, una maestra de escuela elemental, un artista y un granjero.
[57]
Lo cual constituye una muestra bastante amplia, aun cuando
se excluya a la gente de profesión literaria cuyos propios intereses parecerían
estar muy apartados de dicho material, como David Cecil, por ejemplo.
De cualquier
modo, el corrector de pruebas, si alguna vez llega el libro a esa etapa, tendrá,
espero, muy poco que hacer. Estaba abrumado bajo el peso de otras tareas y
no tuve tiempo de revisar los capítulos que envié. En unos pocos casos debe
de haberse garrapateado «Belisario» como sugerencia sobre el nombre Hamilcar.
[58]
Lo que se decida importa poco, aunque el cambio tenía un
propósito; pero, de cualquier modo, espero que el muy detestable descuido
de no mantener constante ni siquiera el nombre de un personaje secundario
no desfigurará la forma final. Otra cosa: es inevitable que se presuponga
el conocimiento del libro anterior; pero hay en existencia un Prefacio o capítulo
introductor, «De los Hobbits». Se da en él la esencia del Capítulo V, «Acertijos
en las tinieblas», y procura la información contenida en las dos primeras
páginas aproximadamente del otro libro, además de explicar muchos puntos sobre
los que quieran enterarse los «fans», tales como el tabaco y las referencias
a la policía y al rey,
[59]
y la aparición de casas en la ilustración de Hobbiton.
El Hobbit, después de todo, no resultó tan simple como parecía, y fue
arrancado más bien al azar de un mundo en el cual ya existía y que no fue
inventado luego para hacer una continuación. La única libertad, si así puede
llamarse, es haber hecho del Anillo de Bilbo el Único Anillo: todos los anillos
tenían la misma fuente, aun antes de que pusiera su mano sobre él en la oscuridad.
Los horrores estaban ya allí acechando,
[60]
y Elrond vio que no podían evitarse por la acción de Concilio
Blanco alguno.
3) Luego de muchas discrepancias
con el Editor, Tolkien aceptó publicar ESDLA como una obra separada del Silmarillion
y en tres volúmenes.
[61]
Las tres cartas que siguen se refieren entre otras cosas
a los títulos de cada uno de los volúmenes.
Allen & Unwin
decidieron publicar El Señor de los Anillos en tres volúmenes al precio de veintiún
chelines cada uno. El contrato de Tolkien estipulaba que el manuscrito del
libro debía entregarse, listo para la imprenta, el 25 de marzo de 1953. Los
editores le habían pedido que escribiera una descripción del libro con fines
publicitarios, de no más de un centenar de palabras.
24 de
marzo de 1953 99 Holywell,
Oxford
Querido
Rayner:
He tenido
intención por algún tiempo de escribirte, a medida que el 25 de marzo, «día
del contrato», iba acercándose inexorable, y me encontraba todavía enredado
en las múltiples dificultades que tuve desde el momento mismo de firmar. Y
heme aquí ya en la víspera.
Brevemente,
lo que me ha ocurrido es el empeoramiento de la salud de mi esposa, que me
ha sumido en diversas aflicciones desde noviembre. Ante el ultimátum del médico,
me vi obligado a dedicar la mayor parte del tiempo que me dejaban libre mis
deberes al encuentro de una casa y la negociación de su adquisición en un
terreno elevado, seco y tranquilo. En realidad, estoy ahora en «articulo mortis»
o casi lo parece: de hecho debo mudarme de casa. Nada podría ser más desastroso.
Además, la mala voluntad de Mordor decretó que yo mismo perdiera por enfermedad
la mayor parte de las vitales Vacaciones de Navidad. No hubo ninguna grieta
en la armadura del último período escolar; y estoy ahora todavía ocupado como
presidente en el control de la distribución de honores entre los ensayos de
Inglés para junio, y estoy por añadidura una semana atrasado.
Me temo
que debo pedir tu indulgencia en relación con la fecha. Pero veo alguna esperanza
en tu carta, pues parece que los 2 primeros libros bastarían para mantener
rodando el balón. Prácticamente terminé una revisión detallada de ellos antes
de que el desastre me alcanzara y puedo entregártelos a fin de mes.
¿Sería
útil que te mandara ahora inmediatamente el primer libro (el más largo
de todos), que está del todo listo, acompañado de una copia adicional corregida?
Si me diriges un telegrama o me hablas por teléfono, mañana podría enviarte
el Libro I.
Lamento
resultar una molestia; pero puedes suponer qué doloroso es para mí que un
trabajo placentero se haya transformado en una pesadilla por habérseme acumulado
en 1953 tantos deberes y dificultades.
Entre
el 23 de abril y el 17 de junio espero disponer de tiempo suficiente para
poner el grueso de los últimos libros (que exigen escasa revisión) en orden,
para no detener las cosas una vez puestas en marcha. Pero desde el 17 de junio
al 27 de julio entraré en un túnel de exámenes que me exigirán 12 horas de
trabajo por día. Después de eso, levantaré la maltrecha cabeza, espero. De
cualquier modo, renunciaré a los Exámenes; pero este año, no puedo escapar
de ellos.
Si me
das alguna sugerencia acerca de lo que requiere tu departamento de publicidad,
sería una gran ayuda para mi maltrecho ingenio. ¿Cómo puedo describir el libro
claramente y poner de relieve su interés especial en un centenar de palabras
? Quizá podría contar con la ayuda de alguien que lo haya leído, como C.S.L.
....
Siempre
tuyo,
J.R.R.
Tolkien.
P.D.:
He pensado un tanto en la cuestión de los subtítulos de los volúmenes, que
tú considerabas deseables. Pero no me resulta fácil, pues los «libros», aunque
deben agruparse en pares, no están apareados realmente; y el par del medio
(III/IV) no está siquiera relacionado.
¿No valdría
que se utilizaran los «títulos de los libros», por ejemplo: El Señor de
los Anillos: Vol. I El Anillo se pone en camino y El Anillo va al Sur,
Vol. II La traición de Isengard y El Anillo va al Este; Vol.
III La Guerra del Anillo y El final de la Tercera Edad?
[62]
Si no,
por el momento no se me ocurre nada mejor que: I Crece la Sombra II El Anillo
en la Sombra III La Guerra del Anillo o El retorno del Rey.
JRRT.
8 de agosto de 1953
Rayner Unwin dijo a Tolkien que sería deseable que cada uno de los volúmenes de El Señor de los Anillos tuviera un título por separado, y refirió a Tolkien a su propia carta del 24 de marzo, en la que hacía sugerencias de subtítulos para las diversas partes.
Escribí
de prisa en primavera y no hice una copia de mi carta del 24 de marzo. Si
pudiera recuperarla o tener una copia de ella, me sería útil. No soy partidario,
sin embargo, de contar con títulos independientes para cada uno de los volúmenes,
sin tener un título general. El Señor de los Anillos es un buen título
general, creo, pero no es aplicable especialmente al Volumen I; a decir verdad,
es probable que sea el volumen al que menos se adecua. Excepto posiblemente
por motivos de costo, no veo objeción para:
El Señor
de los Anillos. I El retorno de la Sombra.
" "
"
II La Sombra se alarga.
" "
"
III El retorno del Rey.
Por cierto,
sólo por la utilización de un único título general puede evitarse la confusión
de la que hablas.
No estoy
desposado con ninguno de los subtítulos sugeridos, y me gustaría que se pudieran
evitar. Porque es verdaderamente imposible inventarlos de modo que correspondan
al contenido; pues la división en dos «libros» por volumen es puramente una
cuestión de conveniencia respecto de la longitud y no guarda relación alguna
con el ritmo o la ordenación de la narración ....
17 de agosto de 1953
Esta carta, dactilografiada en rojo, le fue enviada a Rayner inmediatamente después de que éste hubiera visitado a Tolkien.
Has sido
muy amable en venir a verme y aclarar las cosas. Sólo después de acompañarte
hasta el autobús me di cuenta de que finalmente no bebiste ni una cerveza,
ni siquiera nada fresco. Lo siento. Mi comportamiento, me temo, ha estado
muy por debajo del nivel del de los hobbits. Sugiero ahora como títulos de
los volúmenes, bajo el título general de El Señor de los Anillos:
Vol. I La Comunidad del Anillo. Vol. II Las Dos Torres. Vol. III La Guerra
del Anillo (o, si lo prefieres todavía: El retorno del Rey).
La Comunidad
del Anillo servirá, me parece; y se adecua bien al hecho de que el último
capítulo del Volumen es La disolución de la Comunidad. Las dos torres se acerca
tanto como es posible a encontrar un título que cubra Libros tan divergentes
como el 3 y el 4; y puede quedar en la ambigüedad, pues podría referirse a
Isengard y Barad-dür o a Minas Tirith y B; o Isengard y Cirith Ungol.
[63]
Pensándolo bien, prefiero para el Vol. III La Guerra del
Anillo, pues otra vez se lo incluye; y también es menos comprometido y no
sugiere tan directamente el giro de la historia: los títulos de los capítulos
han sido también escogidos para decir lo menos posible de antemano. Pero no
insisto en mi elección.
Reconsiderando
nuestra conversación: Dudo de que las letras rojas sean ahora lo bastante
importantes para las letras de fuego del Anillo en el Libro I, cap. 2 (Galerada
15), como para que valga la pena el gasto de la alteración. Creo que no estaría
mal que la última página rúnica del Libro de Mazarbul (Libro II, cap. 5) se
reprodujera como frontispicio (?). La última página porque, aunque no tan
bien forjada, se relaciona estrechamente con la narración concreta.
El 1
de septiembre llevaré personalmente la Copia para el Vol. II. Ya parece estar
bastante bien ordenada. Vuelvo ahora a la consideración de los Mapas... y
del Prefacio.
En
las Cartas que siguen, Tolkien nos brinda mucha información sobre El Señor
de los Anillos; puesto que luego de la publicación, muchos lectores atiborraron
la correspondencia del profesor con preguntas sobre la Obra. Para una mejor
lectura y comprensión, he puesto un subtítulo por cada tema en particular.
Es importante, también, prestar atención a las notas al pie de página, puesto
que allí se amplía mas la información.
4)
Los Elfos, Tom Bombadil, Ella-laraña y las Ents mujeres
25 de abril
de
“«Elfos»
es una traducción quizá no muy adecuada, pero originalmente lo bastante satisfactoria,
de Quendi. Se los representa como una raza de apariencia similar (y
más todavía remontándose en el tiempo) a la de los Hombres, y en días tempranos
de la misma estatura. ¡No entraré aquí a señalar sus diferencias de los Hombres!
Pero supongo que los Quendi de estas historias se emparentan en realidad
muy poco con los Elfos y las Hadas de Europa; y si se me apremia a racionalizar,
diría que representan en realidad a los Hombres con facultades estéticas y
creativas muy realzadas, mayor belleza y nobleza, y una vida más larga: los
Hijos Mayores destinados a desvanecerse ante los Seguidores (Hombres) y a
vivir en última instancia por la delgada línea de su sangre que se mezcló
con la de los Hombres, entre los cuales constituía la única pretensión legítima
a la «nobleza».
Se los
representa como si se hubieran dividido tempranamente en dos o tres variedades,
i. Los Eldar, que escucharon la convocatoria de los Valar o los Poderes
para que desde la Tierra Media fueran por Mar al Oeste; y 2, los Elfos Menores,
que no la escucharon. La mayoría de los Eldar, al cabo de una gran
marcha, llegaron a las Costas Occidentales y cruzaron el Mar; éstos fueron
los Altos Elfos, cuyo poder y conocimiento se incrementaron inmensamente.
Pero en esa ocasión parte de ellos permaneció en las tierras costeras del
Noroeste: éstos fueron los Sindar o Elfos Grises. Los Elfos Menores
apenas aparecen, excepto como parte del pueblo del Reino de los Elfos, del
Bosque Negro norteño y de Lorien, regidos por los Eldar; sus lenguas
no aparecen.
Los Altos
Elfos con los que nos topamos en este libro son los Exiliados, que regresaron
por Mar a la Tierra media después de ciertos acontecimientos que son el motivo
principal del Silmarillion; proceden de una de las principales tribus
de los Eldar: los Noldor (Maestros de la Ciencia). O, más bien, sus
últimos restos. Porque el Silmarillion propiamente dicho y la Primera
Edad terminaron con la destrucción del Poder Oscuro primordial (del que Sauron
era un mero teniente) y la rehabilitación de los Exiliados, que volvieron
otra vez por Mar. Los que se demoraron fueron los que se enamoraron de la
Tierra Media, aun cuando desearan la belleza inalterable de la Tierra de los
Valar. De ahí la fabricación de los Anillos, porque los Tres Anillos estaban
precisamente dotados con el poder de la preservación, no con el de dar nacimiento
Aunque inmaculados, pues no estaban hechos por Sauron ni habían sido tocados
por él, eran, no obstante, parcialmente producto de la instrucción que él
impartió, y, en última instancia, estaban bajo el control del Único. Así,
como ya lo verá, cuando el Único desaparece, los últimos defensores de la
ciencia y la belleza de los Altos Elfos quedan privados del poder de retener
el tiempo, y parten...”
Tom Bombadil
no es una persona importante, al menos en relación con la narración. Supongo
que tiene cierta importancia como «comentario». Quiero decir, no es así como
yo escribo realmente: es sólo una invención (que apareció por primera vez
en la Oxford Magazine en 1933 aproximadamente) y representa algo que
yo siento importante, aunque no estaría preparado para analizar ese sentimiento
con precisión. Sin embargo, no lo habría incluido si no tuviera alguna especie
de función. Podría enunciarlo de este modo: La historia se constituye en términos
de un aspecto bueno y otro malo, la belleza contra una implacable fealdad,
la tiranía en contra del reinado, la libertad moderada con consentimiento
contra la compulsión que hace ya mucho ha perdido todo otro motivo que el
mero poder, y así sucesivamente; pero ambos aspectos, conservador o destructivo,
requieren, en cierto grado, algo de control. Sin embargo, si usted ha renunciado
al control, como quien hace «un voto de pobreza», y se deleita en las cosas
por sí mismas sin ninguna referencia a su propia persona, contemplando, observando,
y hasta cierto punto conociendo, entonces la cuestión de lo bueno y lo malo
del poder y del control carecería para usted de toda significación, y los
mecanismos del poder le serían completamente inservibles. Éste es un punto
de vista pacifista natural que siempre surge cuando se produce una guerra.
Pero el punto de vista de Rivendel parece ser que es excelente haber representado,
pero que de hecho hay cosas con las que no puede medirse, y de las que depende
no obstante su existencia. En última instancia, sólo la victoria del Oeste
permitirá que Bombadil continúe y aun que sobreviva. Nada había para él en
el mundo de Sauron.
No tiene
ninguna conexión en mi mente con las Ents-mujeres. Lo que les haya ocurrido
a ellas no se resuelve en este libro. Él es en cierto modo la respuesta que
obtienen en el sentido de que es casi lo opuesto; es, por así decir, la Botánica
y la Zoología (como ciencias) y la Poesía en cuanto opuestas a la Ganadería,
la Agricultura y el pragmatismo.
Creo
que, de hecho, las Ents-mujeres desaparecieron para siempre, destruidas junto
con sus jardines en la Guerra de la Última Alianza (Segunda Edad, 3429-3441),
cuando Sauron adoptó una política de tierra arrasada y quemó sus campos para
impedir el avance de los Aliados corriente abajo por el Anduin (vol. II, pág.
99, se refiere al hecho).
[64]
Sobrevivieron sólo en la «agricultura» transmitida a los
Hombres (y a los Hobbits). Puede que algunas, por supuesto, hayan huido hacia
el este o aun que se hayan convertido en esclavas: en tales cuentos, incluso
los tiranos deben tener un marco económico y agrícola para sus soldados y
obreros del metal. Si algunas sobrevivieron así, por cierto habrían quedado
separadas de los Ents, y cualquier contacto entre ellos habría resultado difícil,
a no ser que la experiencia de la agricultura industrializada y militarizada
las hubiera vuelto más anárquicas. Así lo espero. No lo sé...
El Balrog
es un sobreviviente del Silmarillion y las leyendas de la Primera
Edad. También lo es Ella-Laraña. Los Balrogs, cuyas armas principales
eran los látigos, eran espíritus primordiales del fuego destructor, importantes
servidores del Poder Oscuro primordial de la Primera Edad. Supuestamente,
habían sido todos destruidos con el derrumbe de Thangorodrim, su fortaleza
en el Norte. Pero se comprueba aquí (hay siempre una especie de resaca, especialmente
dejada por el mal, desde una edad a la otra) que uno de ellos había escapado
y se había refugiado bajo las montañas de Hithaeglin (las Montañas Nubladas).
Puede observarse que sólo los Elfos saben lo que es la criatura... e indudablemente
Gandalf.
Shelob
(forma inglesa que representa el L.C., «she-lob», araña
de sexo femenino) es una traducción del élfico Ungol, «araña». Se la
representa en el vol. II como descendiente de las arañas gigantes de las hoyas
de Nandungorthin, que intervienen en las leyendas de la Primera Edad,
especialmente en las principales, como el cuento de Beren y Lúthien. Hay constante
referencia a esto, pues, como lo señala Sam (vol. II, pág. 444-446),
[65]
esta historia es en cierto sentido una continuación.
Elrond y su hija Arwen Undómiel, que se parece mucho a Lúthien tanto en aspecto
como en destino, son descendientes de Beren y Lúthien; y también lo es Aragorn,
con varios intervalos de parentesco. Las mismas arañas gigantes eran sólo
vástagos de Ungoliante, la primitiva devoradora de la luz, que en forma de
araña fue asistente del Poder Oscuro, aunque se peleó luego con él. No hay,
pues, alianza entre Shelob y Sauron, el representante del Poder Oscuro; sólo
un odio común.
Galadriel
tiene la misma edad, o más todavía, que Shelob. Es la última de los Grandes
entre los Altos Elfos, y «despertó» en Eldamar, más allá del Mar, mucho antes
que Ungoliant llegara a la Tierra Media y diera allí origen a sus vástagos
....”
5) Dos cartas, la última, un borrador no enviado;
que plantean cuestiones centrales en ESDLA. En la primera, la historia de
la Tierra Media vista como el proceso de la Caída del mundo mítico. En la
segunda la Concepción de Tolkien sobre la “Magia”
25 de septiembre
de
Estimada
señora Mitchison:
Obligaciones,
problemas, enfermedades y viajes me han hecho la vida imposible, de lo contrario
le habría escrito mucho antes, especialmente después de su amable carta del
mes pasado, temporalmente extraviada entre un cúmulo de exámenes, galeradas
y no sé qué más, después de leer hasta el final El Señor & c.
Ha sido
muy amable y alentadora, y su generosa y perspicaz crítica me pone en deuda
con usted. El suyo es el único comentario que yo haya visto que, además de
tratar el libro como «literatura», cuando menos en intención, y aun tomándolo
seriamente (y, de acuerdo con ello, elogiándolo o ridiculizándolo), también
ve en él la forma elaborada del juego de inventar un país, un país
infinito, porque aun un comité de especialistas en diversas ramas no podría
completar el cuadro general. Soy más consciente de mi insuficiencia en arqueología
y realien
[66]
que en economía: ropas, instrumentos agrícolas, metalistería,
cerámica, arquitectura, etcétera. Para no mencionar la música y sus instrumentos.
No soy incapaz ni inconsciente del pensamiento económico; y creo que en lo
que a los «mortales» respecta, Hombres, Hobbits y Enanos, las situaciones
están concebidas de modo tal que la probabilidad económica está presente y
podría ser elaborada: Gondor tiene suficientes «tierras urbanizadas» y feudos
con agua potable y redes camineras para abastecer a su población; y evidentemente
tiene muchas industrias, aunque la referencia a éstas no resulte adecuada.
La Comarca está situada en un emplazamiento regado y montañoso y a una distancia
del mar y a una latitud que le darían una fertilidad natural, del todo aparte
del hecho enunciado de que era una región bien cuidada cuando la ocuparon
(sin duda, con abundantes artes y artesanías más antiguas). Los Hobbits de
la Comarca no tienen una gran necesidad de metales, pero sí los Enanos, y
en el este de las Montañas de Lune se encuentran algunas de sus minas (como
se muestra en las leyendas anteriores): sin duda, la razón, o una de ellas,
de que crucen con frecuencia la Comarca. Parte de los elementos modernos
que utilizan (pienso especialmente en los paraguas) son probablemente,
sin la menor duda, me parece, un error, del mismo orden que sus tontos nombres
y sólo tolerable como «anglificación» deliberada para señalar el contraste
entre ellos y otros pueblos en los términos más familiares. No creo que gente
de esa especie y en esa etapa de vida y desarrollo pueda ser a la vez pacífica
y muy brava y esforzada de ser necesario.
[67]
La experiencia de dos guerras ha confirmado esta opinión.
Pero los hobbits no constituyen una visión utópica ni son recomendados
como ideal en su propia era ni en ninguna otra. Ellos, como todos los pueblos
y sus situaciones, son un accidente histórico -como los Elfos se lo señalan
a Frodo- pasajero a la larga. ¡No soy un reformista ni un «embalsamador»!
No soy un «reformista» (por ejercicio del poder) pues parece condenado al
sarumanismo. Pero el «embalsamamiento» tiene sus propios castigos.
Algunos
críticos han considerado simplista todo el asunto, sencillamente una lucha
entre el Bien y el Mal, siendo todo el bien bueno y el mal malo. Perdonable,
quizás (aunque por lo menos Boromir ha sido olvidado), en gente apresurada
que sólo ha leído un fragmento y, por supuesto, sin tener a su disposición
las historias élficas, escritas antes, aunque no publicadas. Pero los Elfos
no son enteramente buenos ni tienen siempre razón. No tanto porque
hayan flirteado con Sauron, como porque, con su ayuda o sin ella, fueron «embalsamadores».
Querían estar repicando y en la procesión a la vez: vivir en la mortal Tierra
Media histórica porque habían llegado a amarla (y quizá porque allí gozaban
de las ventajas de una casta superior) y por tanto trataron de detener
sus alteraciones y su historia, detener su desarrollo, mantenerla como un
lugar placentero, incluso en gran parte un desierto, donde pudieran ser «artistas»:
y los abrumaron la tristeza y la nostalgia. A su modo, los Hombres de Gondor
fueron semejantes: un pueblo menguante cuyos únicos «objetos de veneración»
eran sus tumbas. Pero, de cualquier modo, éste es un cuento acerca de una
guerra, y si se permite la guerra (cuando menos como tema y escenario), no
sirve de mucho quejarse de que todos los que están de un lado estén en contra
del otro. No es ni siquiera que yo haya vuelto tan simple esta cuestión: están
Saruman, y Denethor, y Boromir; y hay traiciones y lucha aun entre los Orcos.
En realidad,
al imaginar esta historia, estamos viviendo ahora en una Tierra físicamente
redonda. Pero el entero «legendarium» contiene la transición desde un mundo
plano (o cuando menos una οΤκουμένη con límites a su alrededor) a un globo: una transición inevitable, supongo,
a un moderno «hacedor de mitos» con una mente sometida a las mismas «apariencias»
que la de los hombres antiguos, y en parte alimentado de sus mitos, pero que
ha aprendido que la Tierra era redonda desde los años más remotos. Tan profunda
fue la impresión que hizo en mí la «astronomía», que no creo que pudiera
referirme a un mundo plano o concebirlo de ese modo imaginativamente, aunque
una Tierra estática con un Sol que gira a su alrededor es más fácil (a la
fantasía, si no a la razón).
El «mito» particular que está por detrás de este cuento y el ánimo
tanto de los Hombres como de los Elfos en esta época es la Caída de : una
variedad especial de la tradición de la Atlántida. Eso me parece a mí tan
fundamental para la «historia mítica» -si tiene una especie de base en la
historia real o no, con el debido respeto a Saurat y a otros, carece de pertinencia-
que alguna versión de ella debe intervenir.
He escrito
una crónica de la Caída que quizá le interese. Pero la cuestión inmediata
es que antes de la Caída había más allá del mar y las costas occidentales
de la Tierra Media un paraíso élfico terrenal, Eressëa, y Valinor,
la tierra de los Valar (los Poderes, los Señores del Oeste),
[68]
sitios a los que se podía llegar físicamente mediante
la navegación ordinaria, aunque los Mares eran peligrosos. Pero después de
la rebelión de los Númenóreanos, los Reyes de los Hombres, que vivían en una
tierra más occidental que ninguna otra de los mortales, y que finalmente,
en la cúspide de su orgullo, intentaron ocupar Eressëa y Valinor por la fuerza, fue destruida y Eressëa y Valinor retiradas
de la Tierra físicamente accesible: el camino hacia el oeste estaba abierto,
pero no conducía a sitio alguno salvo al punto de partida... para los mortales.
Elendil
y sus hijos fueron los jefes de la pequeña partida de los «fieles» que no
tomaron parte en el intento de obtener el poder mundano y la inmortalidad
por la fuerza, y se libraron de la anegación de Númenor y fueron transportados
hacia el este en una gran tormenta y arrojados a las costas occidentales de
la Tierra Media, donde establecieron sus reinos. Pero no había modo de regresar
para ellos ni para ningún hombre mortal; de ahí su nostalgia.
Sin embargo,
la promesa hecha a los Eldar (los Altos Elfos, no a otras variedades que habían
asumido la decisión irrevocable de preferir la Tierra Media al paraíso) por
el sufrimiento padecido en la lucha contra el Señor Oscuro primordial, tenía
todavía que ser satisfecha: siempre podrían abandonar la Tierra Media si así
lo deseaban e ir por el Mar al Verdadero Oeste, por el Camino Recto, y llegar
así a Eressëa; pero debían abandonar el tiempo y la historia para nunca más
volver. Los Medio-Elfos, como Elrond y Arwen, podían elegir cuál sería su
destino: elegir una vez y para siempre. De ahí el dolor de la partida de Elrond
y Arwen.
Pero
en esta historia se supone que pueden haber ciertas excepciones raras (¿legítimamente
supuestas?, siempre parece haber excepciones); y de este modo ciertos «mortales»
que han desempeñado un gran papel en los asuntos de los Elfos, pueden ir con
ellos al Hogar de los Elfos. Así, Frodo (por don expreso de Arwen) y Bilbo,
y finalmente Sam (como fue presagiado por Frodo); y como única excepción,
Gimli el Enano, por ser amigo de Lególas y «servidor» de Galadriel.
No he
dicho nada de ello en este libro, pero la idea mítica que está por detrás
es que para los mortales, puesto que su «especie» no puede nunca alterarse
para siempre, ésta es estrictamente sólo una recompensa temporal: una curación
y compensación de los males sufridos. No pueden quedarse allí para siempre,
y aunque no están en condiciones de volver a la tierra mortal, pueden y han
de «morir» por libre voluntad y abandonar el mundo. (En este escenario, la
vuelta de Arthur sería del todo imposible, un vano hecho imaginario.)
Lamento
que a la Bahía de Hielo de Forochel no se le haya dado (hasta ahora) un papel
significativo. Es sólo el término «élfico» con que se designa al Hielo Norteño,
y es un mero resto de los fríos del Norte, el reino del Señor Oscuro primordial
de las primeras Edades. Se dice, en verdad, que Arvedui, el último rey de
Arnor, huyó hacia allí, desde donde trató de escapar en barco, pero que fue
destruido por el hielo; y con él perecieron las últimas Palantiri del
Reino del Norte.
Me temo
que ésta es una carta ridículamente larga, y quizá presuntuosa en su extensión,
aunque su bondad e interés le sirven en cierto modo de excusa.
Poco
después de su visita, tan agradable e inesperada, hice hacer una copia de
la cronología de la Segunda Edad y de la Tercera para que pueda usted leerla:
del todo analítica e inmotivada. Si todavía le interesa, se la enviaré.
Lamenté
comprobar, cuando me fue devuelta, que la andanada sobre «lenguas», etcétera,
había sido enviada sin corregir y con montones de palabras y frases sin borrar,
de modo que algunas partes apenas resultaban legibles.
Puede
que le interese saber que ya parece ser necesaria una reimpresión de La
Comunidad. Aunque supongo que la primera impresión no fue muy amplia.
Sinceramente
suyo,
J.R.R.
Tolkien.
Un pasaje del borrador
de la carta precedente que no se incluyó en la versión enviada.
Me temo
haber sido demasiado fortuito acerca de la «magia» y, en especial, acerca
del empleo de la palabra; aunque Galadriel y otros muestran, mediante la crítica
que hacen del empleo «mortal» de la palabra, que el pensamiento centrado en
ella no es del todo fortuito. Pero ésta es una cuestión muy amplia y difícil;
y una historia que, como usted tan acertadamente apunta, trata en amplia medida
acerca de los motivos (elección, tentaciones, etcétera) y las intenciones
de utilizar cualquier cosa que se encuentre en el mundo, difícilmente podría
engrosarse con una disquisición pseudofilosófica. No tengo intención de empeñarme
en el debate de si la «magia» es en sentido alguno real o realmente
posible en el mundo. Pero supongo que, en lo que al cuento respecta, algunos
dirían que existe una distinción latente, como la que se llamó una vez la
distinción entre magia, y goeteia.
[69]
Galadriel habla de los «engaños del Enemigo». Perfectamente,
pero la magia podía ser considerada, era considerada, buena (per se),
y la goeteia, mala. Ninguna es en este cuento buena o mala (per se),
sino sólo por el motivo, el propósito o la utilización. Ambas partes emplean
las dos, pero con diferentes motivos. El motivo malo por sobre todos (para
este cuento, pues trata especialmente de ello) es el sometimiento de la «libre»
voluntad de los demás. Las operaciones del Enemigo no son de ningún modo todas
ilusiones goéticas, sino «magia» que produce efectos reales en el mundo físico.
Pero utiliza su magia para aplastar tanto las cosas como a la gente,
y la goeteia para aterrar y someter. Los Elfos y Gandalf utilizan su
magia moderadamente: una magia que produce resultados reales
(fuego en una gavilla húmeda) con propósitos benéficos específicos. Sus efectos
goéticos son por entero artísticos y no tienen por fin engañar: nunca
engañan a los Elfos (aunque pueden engañar o desconcertar a los Hombres desprevenidos),
porque la diferencia es para ellos tan clara como lo es para nosotros la
diferencia entre la ficción, la pintura o la escultura y la «vida».
Ambas
partes viven principalmente por medios «ordinarios». El Enemigo o los que
se han vuelto como él prefieren la «maquinaria» -con efectos destructivos
y malignos- porque los «magos», que han llegado a interesarse sobre todo
por la utilización de la magia para la obtención del propio poder,
así lo hacen. El motivo básico de la magia -aparte de cualquier consideración
filosófica acerca de su funcionamiento- es la inmediatez: la velocidad, la
reducción del trabajo y también la reducción al mínimo (o punto de fuga)
del hueco entre la idea o el deseo y el resultado o efecto. Pero puede que
no sea tan fácil tener acceso a la magia y, de cualquier modo, si
se tiene dominio de la suficiente mano de obra esclavizada y maquinarias (a
menudo la misma cosa disimulada), es posible con igual velocidad derribar
montañas, arrasar bosques o levantar pirámides por tales medios. Por supuesto,
interviene entonces otro factor, un factor moral o patológico: los tiranos
pierden de vista los objetivos, se vuelven crueles y, por tanto, aplastan,
lastiman y envilecen. Sin duda, sería posible defender el hecho de que el
pobre Lotho introdujera maquinarias más eficaces, pero no el uso que hacen
de ellas Zarquino y Arenas.
De cualquier
modo, una diferencia en la utilización de la «magia» en esta historia es que
no se tiene acceso a ella por conocimiento folklórico o hechizos, sino que
es un poder inherente no poseído o accesible a los Hombres en cuanto tales.
La «curación» por obra de Aragorn podría considerarse «mágica», o al menos
una mezcla de magia con farmacología y procesos «hipnóticos». Pero (en teoría)
es comunicada por hobbits que tienen muy escasas nociones de filosofía y ciencia;
mientras que A. no es un «Hombre» puro, pues está lejanamente emparentado
con los «hijos de Lúthien».
[70]
6) En la carta a Robert Murray,
amigo personal de Tolkien, se plantean otros dos temas de suma importancia,
para comprender la profundidad del pensamiento del Profesor sobre las ideas
subyacentes en la gran obra.
Carta 156
A Robert Murray, S. J. (borrador)
Respuesta a nuevos
comentarios sobre El Señor de los Anillos.
4 de noviembre
de
Mi querido
Rob:
“(...)
No, «Smeagol», por supuesto, no fue plenamente considerado en un principio,
pero creo que el personaje estaba implícito, y sólo necesitaba atención. En
cuanto a Gandalf: por cierto, no se trata de unirme a P.H. para
dar voz a crítica alguna. Yo mismo podría ser mucho más destructivo.
Supongo que siempre hay defectos en toda obra de arte de largo alcance, y
especialmente en las literarias que se fundan en un material anterior al que
se le da nuevo aliento: ¡como Homero, el Beowulf, Virgilio o la tragedia
griega o shakespeariana! En esa categoría, como categoría no competidora,
se sitúa El Señor de los Anillos, aunque sólo se funda sobre el propio
primer material del autor. Creo que el modo en que se presenta el retorno
de Gandalf es un defecto, y otro crítico, tan fascinado como tú, utilizó,
extrañamente, la misma expresión: «engaño». Eso es en parte consecuencia
de las compulsiones siempre presentes de la técnica narrativa. Tiene que retornar
en ese punto, y las explicaciones de su supervivencia que se establecen de
manera explícita deben darse allí; pero la narración urge y no puede demorarse
para dar lugar a elaboradas exposiciones que impliquen el entero decorado
«mitológico». Aun así, queda algo obstruida, aunque he cortado considerablemente
lo que G cuenta de sí. Quizá podría haber aclarado más las observaciones posteriores
del Vol. II (y del Vol. III) que se refieren a Gandalf o son hechas por él,
pero reduje deliberadamente todas las alusiones a los asuntos de gran importancia
a meras sugerencias, sólo perceptibles para los más atentos, o las mantuve
como formas simbólicas sin explicación. Así, Dios y los dioses «angélicos»,
los Señores o los Poderes del Oeste, sólo atisban en pasajes como la conversación
que mantiene Gandalf con Frodo: «algo más había en juego por detrás, por
encima de los designios del hacedor del Anillo»; o en la gracia númenóreana
de Faramir en la cena.
Gandalf
«murió» realmente y se transformó: pues eso me parece a mí el único engaño
verdadero: representar algo que pueda llamarse «muerte» como si nada se alterara.
«Yo soy G. el Blanco, que ha vuelto de la muerte.» Probablemente, debió
haberle dicho a Lengua de Serpiente: «No he pasado a través de la muerte (no
"el fuego y la inundación") para intercambiar palabras torcidas
con un sirviente». Y así sucesivamente. Podría decir mucho más, pero sólo
sería para dilucidar (tediosamente quizás) ideas mitológicas que tengo en
mente; no se desbarataría el hecho, me temo, de que el retorno de Gandalf,
tal como se lo presenta en este libro, constituye un «defecto», un defecto
del que tenía conciencia; quizá no trabajé lo suficiente para corregirlo.
Pero G., por supuesto, no es un ser humano (Hombre o Hobbit). No hay, claro
está, nombres modernos precisos para decir lo que era. Yo aventuraría decir
que era un «ángel» encarnado, estrictamente un Κγγελος:
[71]
es decir, junto con los otros Istari, magos, «los
que saben», un emisario de los Señores del Oeste, enviado a la Tierra Media,
cuando la gran crisis ocasionada por Sauron asomó por sobre el horizonte.
Por «encarnados» quiero decir que estaban dotados de cuerpos físicos capaces
de dolor y fatiga, que sus espíritus sufrían el temor físico y la «muerte»,
aunque, con el apoyo de un espíritu angélico, eran capaces de resistir largo
tiempo y sólo lentamente padecían el cansancio de la preocupación y el trabajo.
Por qué
adoptaron esa forma se vincula con la «mitología» de los Poderes «angélicos»
del mundo de esta fábula. A esta altura de la fabulosa historia, el propósito
era precisamente limitar y entorpecer su exhibición de «poder» en el plano
físico y, por tanto, hacer aquello para lo cual fundamentalmente habían sido
enviados: preparar, aconsejar, instruir, animar el corazón y la mente de
los amenazados por Sauron, para oponerle resistencia con sus propias fuerzas,
y no sencillamente hacerlo en su lugar. Así pues, se manifestaron como sabios
«ancianos». Pero en esta «mitología» todos los poderes «angélicos» relacionados
con este mundo eran capaces de múltiples grados de error y fracaso entre la
absoluta rebelión satánica y el mal de Morgoth y su satélite Sauron, y la
indolencia de algunos otros poderes superiores o «dioses». Los «magos» no
estaban exentos de ello; en verdad, como seres encarnados, eran más proclives
a extraviarse o errar. Sólo Gandalf pasa plenamente las pruebas, en el plano
moral al menos (comete errores de juicio). Porque en su condición era para
él un sacrificio perecer en el Puente en defensa de sus compañeros,
menos quizá que para un Hombre o un Hobbit mortal, pues él tenía un poder
interior mucho más grande que el de ellos; pero también más, pues se humillaba
abnegadamente de conformidad con «las Reglas»: pues por lo que sabía en aquel
momento, era la única persona que podía dirigir la resistencia contra
Sauron con buen éxito, y toda su misión resultaba vana. Devolvía el
mando a la Autoridad que establecía las Reglas y abandonaba las esperanzas
personales de triunfo.
Eso,
diría yo, es lo que la Autoridad deseaba para neutralizar a Sauron. Los «magos»,
en cuanto tales, habían fracasado; o, si gustas: la crisis se había vuelto
demasiado grave y estaba necesitada de un incremento de poder. De modo que
Gandalf se sacrificó, fue aceptado, fue fortalecido y retornó. «Sí, ése era
el nombre. Yo era Gandalf.» Por supuesto, su personalidad e idiosincrasia
siguen siendo las mismas, pero tanto su sabiduría como su poder son mucho
mayores. Cuando habla, exige atención; el viejo Gandalf no podría haber tratado
del mismo modo con Théoden ni con Saruman. Tiene todavía la obligación de
ocultar su poder y de enseñar antes que forzar o dominar las voluntades,
pero donde los poderes físicos del Enemigo son demasiado para que la buena
voluntad de los oponentes resulte eficaz, puede, en una emergencia, actuar
como un «ángel», no más violentamente que la liberación de san Pedro de la
prisión. Rara vez lo hace, operando más bien a través de los demás, pero en
uno o dos casos en la Guerra (Vol. III) revela un súbito poder: en dos ocasiones
rescata a Faramir. Sólo él queda para prohibir la entrada del Señor de Nazgûl
a Minas Tirith, cuando la Ciudad ha sido arrasada y las Puertas destruidas;
sin embargo, tan poderoso es el reguero de resistencia humana que él mismo
ha alentado y organizado, que, de hecho, no se produce guerra alguna: pasa
a otras manos mortales. Al final, en el momento de partir para siempre, se
resume así a sí mismo: «Fui el enemigo de Sauron». Podría haber añadido:
«Con ese fin fui enviado a la Tierra Media». Pero de ese modo al final
habría revelado más que al principio. Fue enviado por un mero plan prudente
de los Valar o gobernadores angélicos, pero la Autoridad se ha hecho
cargo de ese plan y lo ha ampliado en el momento de su fracaso. «Desnudo
fui enviado de nuevo por un breve tiempo hasta que mi tarea estuviera cumplida.»
¿Enviado por quién y desde dónde? No por los «dioses», cuyo cometido responde
sólo al mundo encarnado y a su tiempo pues él salió «fuera del pensamiento
y el tiempo». Desnudo, ¡ay!, no queda claro. Significaba literalmente
«sin ropas como un niño» (no desencarnado) y, por tanto, listo para recibir
el blanco atuendo de los más altos. El poder de Galadriel no es divino, y
su curación en Lórien no significa más que la curación y la renovación físicas.
Pero
si es «engaño» tratar a la «muerte» como si ésta no constituyera diferencia
alguna, la encarnación no debe ignorarse. Quizás el poder de Gandalf pueda
acrecentarse (es decir, en las formas de esta fábula, en santidad), pero si
aún encarnado debe sufrir el cuidado y la ansiedad, y las necesidades de la
carne. No tiene más (si no menos) certidumbres o libertades que un teólogo,
por ejemplo. De cualquier manera, ninguno de mis personajes «angélicos» se
representan como si conocieran el futuro cabalmente, o, a decir verdad, no
lo conocen en absoluto cuando están implicadas otras voluntades. De
ahí su constante tentación de hacer o intentar hacer lo que para ellos está
mal (y es desastroso): forzar las voluntades menores mediante el poder,
por venerable temor si no por verdadero miedo o sometimiento físico. Pero
la naturaleza del conocimiento que tienen los hombres de la historia del
Mundo y su participación en su hechura (antes de que se encarnara o se hiciera
«real») -de ahí obtenían el poco conocimiento del futuro que tenían- forma
parte de la mitología general. Con ello se representa al menos que la intervención
de los Elfos y de los Hombres en esa historia no les correspondía en absoluto
y quedaba reservada: de ahí que se los llamara los Hijos de Dios; y por eso
los dioses los amaban (u odiaban) especialmente, pues tenían una relación
con el Creador igual a la suya propia, aunque de diferente estatura. Ésta
es la situación mitológica-teológica en este momento de la Historia, que se
ha explicado, pero que no se ha publicado todavía...”
Los Hombres han «caído» -cualesquiera leyendas enunciadas en forma
de supuesta historia antigua de este nuestro mundo concreto debe aceptar eso-,
pero los pueblos del Oeste, el lado bueno, están Reformados. Es decir, son
los descendientes de los Hombres que intentaron arrepentirse y se marcharon
hacia el Oeste para huir del dominio del Señor Oscuro Primordial y de su falsa
idolatría, y, a diferencia de los que se quedaron, renovaron (y ampliaron)
su conocimiento de la verdad y la naturaleza del Mundo. De ese modo, escaparon
de la «religión» en sentido Pagano hacia un puro mundo monoteísta, en el que
todas las cosas y los seres y los poderes que podrían parecer venerables no
fueron venerados, ni siquiera los dioses (los Valar), pues eran sólo criaturas
del Único. Y Él era inmensamente remoto.
Los Altos
Elfos eran los exiliados del Reino Bendecido de los Dioses (después de su
particular caída élfica propia) y no tenían «religión» (o prácticas religiosas,
más bien), pues habían estado en manos de los dioses, que alababan y adoraban
a Eru «el Único», Ilúvatar el Padre de Todos en el Monte de
Aman.
La más
alta clase de Hombres, los de las Tres Casas, que ayudaron a los Elfos en
la Guerra Primordial contra el Señor Oscuro, fueron recompensados con el
don de la Tierra de la Estrella o Oesternesse (= Númenor), que estaba más
al oeste que cualquier otra tierra mortal y casi a la vista del Hogar de los
Elfos (Eldamar) en las costas del Reino Bendecido. Allí se convirtieron en
los Númenóreanos, los Reyes de los Hombres. Se les dio el triple de extensión
de vida, pero no la «inmortalidad» élfica (que no es eterna, sino que se
mide de acuerdo con la duración del tiempo en la Tierra); porque según el
punto de vista de esta mitología, la «mortalidad», o una breve extensión de
vida, y la «inmortalidad», o una extensión de vida indefinida, eran parte
de lo que podríamos llamar la naturaleza biológica y espiritual de los Hijos
de Dios, los Hombres y los Elfos (los primogénitos), respectivamente, que
no podía ser alterada por nadie (ni siquiera por un Poder o dios);
y el Único no la alteraba tampoco, salvo quizá por una de esas extrañas excepciones
a todas las reglas y ordenanzas que parecen darse en la historia del Universo
y manifiestan el Dedo de Dios, como la única Voluntad y Agente enteramente
libre.
[72]
De este
modo, los Númenóreanos iniciaron como monoteístas un gran nuevo bien; pero
como los judíos (sólo que de manera más pronunciada) con un único centro
físico de «veneración»: la cumbre de la montaña de Meneltarma, el «Pilar del
Cielo» -literalmente, pues no concebían el cielo como una divina residencia-,
en el centro de Númenor; pero no contaba como edificio ni templo, pues todas
esas cosas tenían asociaciones negativas. Pero «cayeron» otra vez por causa
de una prohibición, de manera inevitable. Se les prohibió navegar hacia el
oeste más allá de su propia tierra porque no se les permitía ser o
tratar de ser «inmortales»; y en este mito el Reino Bendecido se representa
con una existencia física concreta como región del mundo real, a la que podrían
haber llegado por barco, pues eran grandes marineros. Mientras fueron obedientes,
los visitaba con frecuencia gente del Reino Bendecido, de modo que su conocimiento
y su arte alcanzaron dimensiones casi élficas.
Pero
la proximidad del Reino Bendecido, la larga extensión misma de su vida concebida
como recompensa y el incrementado deleite de su existencia fueron causa de
que empezaran a anhelar la «inmortalidad». No quebrantaron la prohibición,
pero la aceptaron de mala gana. Y, forzados hacia el este, convirtieron la
beneficencia con que se acompañaban sus apariciones en las costas de la Tierra
Media en orgullo, deseo de poder y de riqueza. Así, entraron en conflicto
con Sauron, el teniente del Señor Oscuro Primordial, que había recaído en
el mal y reclamaba tanto el reinado como la divinidad entre los Hombres de
la Tierra Media. Fue por la cuestión del reinado que Ar-pharazôn,
el decimotercero y más poderoso Rey de Númenor, lo desafió fundamentalmente.
Su armada, que hizo puerto en Umbar, era tan gigantesca y tan terribles y
resplandecientes los Númenóreanos en ella, que los servidores de Sauron lo
abandonaron.
De modo
que Sauron recurrió a la astucia. Se sometió y fue llevado a Númenor como
prisionero, convertido en rehén. Pero era, por supuesto, una persona «divina»
(en los términos de esta mitología: un miembro menor de la raza de los Valar)
y, con mucho, demasiado poderoso para poder ser controlado de esta manera.
Poco a poco tuvo a Ar-Pharazôn bajo su propio control y corrompió en la ocasión
a muchos Númenóreanos, destruyó la concepción que tenían de Eru, representado
ahora como mera invención de los Valar o Señores del Oeste (una sanción ficticia
a la que apelaban si alguno cuestionaba sus dictámenes), y reemplazaron su
culto por una religión satanista con un vasto templo donde se veneraba al
desposeído y mayor de los Valar (el rebelde Señor Oscuro de la Primera Edad).
[73]
Finalmente induce a Ar-Pharazón, amedrentado por la aproximación
de la vejez, a organizar la más grande de las armadas y llevar la guerra al
mismo Reino Bendecido y coger con sus propias manos la «inmortalidad».
[74]
Los Valar,
en realidad, no tenían una verdadera respuesta para esta monstruosa rebelión,
pues los Hijos de Dios, en última instancia, no estaban bajo su jurisdicción:
no les estaba permitido destruirlos o reprimirlos mediante alguna exhibición
«divina» de los poderes que tenían sobre el mundo físico. Apelaron a Dios,
y tuvo lugar un catastrófico «cambio de plan». En el momento en que Ar-Pharazôn
puso el pie en la costa prohibida, se abrió una grieta: Númenor se desplomó
y quedó completamente destruida; la armada fue tragada y el Reino Bendecido
quedó apartado para siempre de los círculos del mundo físico. En adelante
se pudo navegar alrededor del mundo sin encontrarlo nunca.
Así terminó
Númenor-Atlantis y toda su gloria. Pero en una especie de situación semejante
a la de Noé, el pequeño grupo de los Fieles en Númenor, que se habían negado
a formar parte de la rebelión (aunque muchos de ellos habían sido sacrificados
en el Templo por los sauronianos) escapó en Nueve Barcas (Vol. 1,502; II,
275) bajo la conducción de Elendil (= Ælfwine, Amigo de los Elfos)
y sus hijos Isildur y Anárion, y estableció una especie de recuerdo
reducido de Númenor en el Exilio en las costas de la Tierra Media, heredando
el odio de Sauron, la amistad de los Elfos, el conocimiento del Verdadero
Dios y (menos felizmente) el anhelo de la longevidad, la costumbre del embalsamamiento
y la edificación de magníficas tumbas, sus únicos objetos «consagrados» o
casi. Pero el sitio «consagrado» de Dios y la Montaña habían desaparecido,
y no hubo un verdadero sustituto. Además, cuando los «Reyes» llegaron a su
fin, no hubo equivalente a un «sacerdocio», pues ambas cosas eran idénticas,
según las ideas númenóreanas. De modo que aunque Dios (Eru) era el fundamento
de la buena
[75]
filosofía númenóreana y un hecho básico para su concepción
de la historia, en la época de la Guerra del Anillo no tenía sitio consagrado
donde se lo venerara. Y esa especie de verdad negativa era característica
del Oeste y toda la zona bajo influencia númenóreana: la negación de la veneración
de toda «criatura», y, sobre todo, de un «Señor oscuro» o demonio satánico,
Sauron o cualquier otro; eso fue casi tan lejos como llegaron. No tenían (imagino)
oraciones de petición a Dios, pero preservaron un vestigio de la acción de
gracias. (Los que estaban bajo una influencia élfica específica invocaban
a los poderes angélicos para obtener ayuda ante un peligro inmediato o por
miedo a un enemigo maligno.)
[76]
Más tarde parece que hubo un lugar «consagrado» en Mindolluin
al que sólo el Rey tenía acceso, en el que antiguamente había ofrecido acciones
de gracias y alabanzas en nombre de su pueblo, pero había sido olvidado. Aragorn
volvió a entrar en él y encontró un vástago del Árbol Blanco y lo replantó
en el Patio de la Fuente. Es de suponer que con el resurgimiento del linaje
de los reyes-sacerdotes (de los que Lúthien, la Doncella-Elfo bendita, era
antepasada) la veneración de Dios se renovaría y Su Nombre (o título) se
oiría con mayor frecuencia. No obstante, no habría templo consagrado
al Verdadero Dios mientras durara la influencia númenóreana.
Pero
estaban viviendo todavía en las fronteras del mito; o, más bien, este cuento
muestra cómo el «mito» se convierte en Historia o el Dominio de los Hombres;
porque, por supuesto, la Sombra se erguirá otra vez en cierto sentido (como
claramente lo predice Gandalf), pero nunca se encarnará otra vez un demonio
maligno como enemigo físico (a no ser que advenga antes del gran Final); dirigirá
a los Hombres y todas las complicaciones de los semidemonios y los buenos
a medias, los crepúsculos de la duda entre un bando y otro, las situaciones
que más le complacen (ya se las puede ver surgir en la Guerra del Anillo,
cuyos bandos no están tan claramente divididos como algunos críticos lo han
sostenido): éstos serán y son nuestro más difícil destino. Pero si imaginas
a la gente en semejante estado mítico, en el que el Mal está en amplia medida
encarnado y en el que la resistencia física a él constituye un acto fundamental
de lealtad a Dios, creo que la «buena gente» se encontraría en ese estado:
concentrada en lo negativo, en la resistencia a lo falso, mientras que la
«verdad» permanecería más en lo histórico y lo filosófico que en lo religioso.
Pero
los «magos» no son en ningún sentido o grado «sombríos». No los míos. Me encuentro
en la dificultad de encontrar nombres ingleses para criaturas mitológicas
con otros nombres, pues la gente no «se tragaría» una ristra de nombres élficos,
y yo preferiría más bien que aceptaran mis criaturas legendarias aun con
las falsas asociaciones propias de 'a «traducción» antes que no las acepten
en absoluto.
Aun los
dwarfs [enanos] no son realmente «dwarfs» germánicos (Zwerge, dweorgas,
dvergar), y los llamo «dwarves» para señalarlo. No son naturalmente malvados,
no necesariamente hostiles y no una especie de pueblo larval alimentado de
piedras, sino una variedad de criatura racional encarnada. Los istari se
traducen como «wizards» [magos] por la conexión con wise [sabio]. Son
en realidad emisarios del Verdadero Oeste y, por tanto, mediatamente, de Dios,
enviados con el fin de fortalecer la resistencia de los «buenos» cuando los
Valar advierten que la sombra de Sauron está cobrando forma otra vez.
El borrador termina con una exposición sobre
la naturaleza de los istari y la muerte y la
reencarnación de Gandalf que se asemeja al pasaje sobre este tema de esta
misma carta.
7) Las siguientes tres cartas
nos hablan de Frodo y su “fracaso” y la que sigue agrega un tema por demás
interesante que tiene que ver con la Subcreación.
En la tercera carta (a la señora
Ellen Elgar) se analiza, además el papel de Gollum, Sam, Gandalf, Elrond y
Galadriel, en el plan de la destrucción del Anillo Único y su relación con
el “fracaso” de Frodo.
Antes de publicar
una crónica acerca de El Señor de los Anillos, Michael Straight, jefe de redacción de New Republic, escribió
a Tolkien formulándole una serie de preguntas: primero, si había «significado»
en el papel que Gollum desempeñaba en la historia y en el fracaso moral de
Frodo en su culminación; segundo, si el capítulo sobre el «Saneamiento de
la Comarca» se dirigía especialmente a la Inglaterra contemporánea, y, tercero,
por qué los otros viajeros partían de los Puertos Grises junto con Frodo al
final del libro. «¿Es por la misma razón que hay quienes ganan con la victoria
pero no pueden disfrutar de ello?»
[Sin
fecha; probablemente enero o febrero de 1956.]
Estimado
señor Straight:
Gracias
por su carta. Espero que haya disfrutado con El Señor de los Anillos.
Disfrutado es la palabra clave. Porque fue escrito para entretener
(en el más alto sentido): para ser legible. No hay en la obra ninguna
«alegoría» moral, política o contemporánea, en absoluto.
Es un
«cuento de hadas», pero un cuento de hadas escrito para adultos, de acuerdo
con la creencia, que expresé una vez extensamente en el ensayo «Sobre los
cuentos de hadas», de que constituyen el público adecuado. Porque creo que
el cuento de hadas tiene su propio modo de reflejar la «verdad», diferente
de la alegoría, la sátira o el «realismo», y es, en algún sentido, más poderoso.
Pero ante todo, debe lograrse como cuento, entusiasmar, complacer y aun a
veces conmover, y dentro de su propio mundo imaginario, debe acordársele credibilidad
(literaria). Lograrlo fue mi objetivo primordial.
Aunque,
por supuesto, si uno se propone dirigirse a «adultos» (gente mentalmente adulta),
éstos no se sentirán complacidos, entusiasmados o conmovidos, a no ser que
la totalidad o los episodios parezcan tratar de algo digno de consideración,
no de la mera peripecia: debe haber alguna relación con la «situación humana»
(de todos los tiempos). De modo que algo de las propias reflexiones y «valores»
del narrador aparecerá inevitablemente. No es esto lo mismo que la alegoría.
Todos nosotros, en grupos o como individuos, ejemplificamos principios
generales, pero no los representamos. No son más una alegoría los hobbits
que, digamos, los pigmeos de las selvas africanas. Gollum es para mí sólo
un «personaje» -una persona imaginaria- que, en una situación dada, actuó
de este y aquel otro modo bajo tensiones opuestas, tal como parece probable
que hubiera actuado (hay siempre un elemento incalculable en cualquier
individuo, sea real o imaginario; de otro modo, no sería un individuo, sino
un «tipo»).
Intentaré
responder sus preguntas específicas. La escena final de la Misión fue modelada
de ese modo simplemente porque, al considerar la situación y los «personajes»
de Frodo, Sam y Gollum, esos acontecimientos me parecieron mecánica, moral
y psicológicamente creíbles Pero, por supuesto, si desea usted que se profundice
la reflexión, diría que según el modo de la historia, la «catástrofe» ejemplifica
(un aspecto de) las familiares palabras: «Perdónanos nuestras deudas
así como nosotros perdonamos a nuestros deudores. No nos dejes caer en la
tentación, mas líbranos del mal».
«No
nos dejes caer en la tentación», etcétera, es la petición más difícil
y con menos frecuencia considerada. En términos de mi cuento, la cuestión
es que aunque cada acontecimiento o situación tiene (cuando menos) dos aspectos:
la historia y el desarrollo del individuo (es algo de lo que puede obtener
un bien, un bien definitivo, para sí, o fracasar) y la historia del mundo
(que depende de la medida que adopte por sí misma), aun así uno puede hallarse
en situaciones anormales. Yo las llamaría situaciones «de sacrificio»: posiciones
en las que el «bien» del mundo depende de la conducta de un individuo en circunstancias
que le exigen sacrificio y una resistencia muy por encima de lo normal, o
que incluso quizás exijan (o parezcan exigir, humanamente hablando) una fortaleza
de cuerpo y espíritu que el individuo no posea: en cierto sentido, está condenado
al fracaso, condenado a caer en la tentación o a quebrantarse bajo la presión
contra su «voluntad»; es decir, contra cualquier elección que podría hacer
o haría de estar libre y sin coacción.
Frodo
se encontró en semejante posición: una trampa en apariencia completa; una
persona nacida con mayor poder probablemente nunca podría haber resistido
tanto tiempo a la seducción del poder ofrecido por el Anillo; una persona
con menor poder no habría podido tener esperanzas de resistirse a ella en
una decisión final. (Ya Frodo no había estado dispuesto a dañar el Anillo
antes de ponerse en marcha, y fue incapaz de dárselo a Sam.)
La Misión
.'. estaba condenada a fracasar como plan mundanal, y también estaba condenada
a terminar en desastre como la historia del proceso por el que el humilde
Frodo se dirigía al «ennoblecimiento», a su santificación. Fracasaría y fracasó
en lo que a Frodo concierne, al menos considerado solo. «Apostató», y he recibido
una furiosa carta en la que se clamaba que debió haber sido ejecutado por
traidor, no honrado. Créame, sólo cuando leí esto tuve idea de cuan «tópica»
debía parecer esa situación. Surgió naturalmente del «plan» general concebido
en lo fundamental en 1936. No preví que antes de que el cuento se publicara
entraríamos en una era oscura en la que la técnica de la tortura y &
quebrantamiento de la personalidad rivalizaría con la de Mordor y el Anillo
y nos plantearía el problema concreto de hombres honestos de buena voluntad
destruidos al punto de convertirse en apóstatas y traidores.
Pero
en este punto se logra la «salvación» del mundo y la propia «salvación» de
Frodo por su anterior piedad y el perdón de la ofensa. En cualquier
momento, toda persona prudente le habría advertido a Frodo que Gollum ciertamente
[77]
lo traicionaría y podría robarle al final. Tener «piedad»
de él y abstenerse de matarlo fue una locura, o la mística creencia en el
definitivo valor que de por sí tiene la piedad o la generosidad, aun cuando
resulte desastrosa en el mundo temporal. Le robó y lo dañó al final; pero,
por mediación de cierta «gracia», la última traición se produjo precisamente
en el momento en que el acto malo final fue lo más benéfico que podía hacerse
por Frodo. Por mediación de una situación creada por su «perdón», él mismo
fue salvado y liberado de su carga. Con mucha justicia se le acordaron los
más altos honores, pues resulta claro que él y Sam nunca ocultaron el curso
preciso de los acontecimientos. No me gustaría indagar cuál fue el juicio
definitivo a que fue sometido Gollum. Esto sería investigar «Goddes privitee»,
como decía la gente del Medioevo. Gollum era digno de piedad, pero terminó
pertinazmente en el mal, y el hecho de que éste fuera para bien, no es mérito
suyo. Su maravilloso coraje y su extraordinaria resistencia, tan grandes como
los de Frodo y Sam o más todavía, si bien estaban consagrados al mal, eran
portentosos, pero no honorables. Me temo que, cualesquiera sean nuestras creencias,
debemos enfrentar el hecho de que hay personas que ceden a la tentación, rechazan
la oportunidad de nobleza o salvación, y parecen resultar «condenables». Su
«condenabilidad» no es mensurable en los términos del macrocosmos (donde
puede tener un buen efecto). Pero los que estamos en «un mismo barco» no debemos
ocupar el sitio del Juez. El dominio del Anillo era algo demasiado fuerte
para el alma mezquina de Sméagol. Pero nunca habría tenido que soportarlo
si no se hubiera convertido en una especie de mezquino ladrón antes de que
se le cruzara en el camino. ¿Era necesario que se le cruzara alguna vez en
el camino? ¿Es necesario que algo peligroso se nos cruce nunca en el camino
? Se podría encontrar una especie de respuesta tratando de imaginar a Gollum
en el trance de superar una tentación. ¡La historia habría sido del todo diferente!
Contemporizando, no fijando todavía la voluntad para el bien no del todo corrupta
de Sméagol en el debate en el pozo de escoria, se debilitó como para aprovechar
esa oportunidad cuando el amor naciente de Frodo quedó fácilmente marchito
por los celos de Sam ante la guarida de Ella-Laraña. Después estaba perdido...”
“(...)Sí:
creo que los «victoriosos» no pueden nunca disfrutar de la «victoria», al
menos, no en los términos que esperaban; y en la medida en que lucharon por
algo para ser disfrutado por ellos (sea una adquisición o la mera preservación),
menos satisfactoria parecerá la «victoria». Pero la partida de los Portadores
de los Anillos tiene otro aspecto del todo diferente en lo que a los Tres
concierne. Tras la historia, por supuesto, hay una estructura mitológica.
En realidad, fue escrita primero, y quizás ahora se publique en parte. Se
trata, diría yo, de una mitología «monoteísta», aunque «subcreativa». No hay
corporización del Único, de Dios, que, por cierto, permanece remoto, fuera
del Mundo, y sólo es directamente accesible a los Valar o los Gobernantes,
Éstos ocupan el lugar de los «dioses», pero son espíritus creados o aquellos
de la primera creación que por propia voluntad han entrado en el mundo.
[78]
Pero el Único conserva su autoridad definitiva y (o así
parece verse en el tiempo serial) se reserva el derecho a meter el dedo de
Dios en la historia: esto es, producir realidades que no podrían deducirse
aun teniendo un conocimiento completo del pasado previo, pero que, por ser
reales, se convierten en parte del pasado efectivo para todo tiempo subsiguiente
(la posible definición de un «milagro»). De acuerdo con la fábula, los Elfos
y los Hombres fueron las primeras de estas intromisiones, hechas en verdad
mientras la «historia» era todavía sólo una historia y no estaba «realizada»;
por tanto, de ningún modo fueron concebidos o creados por los dioses, los
Valar, y se los llamó los Eruhíni o «Hijos de Dios», y para los Valar fueron
un elemento incalculable: esto es, eran criaturas racionales de libre voluntad
en relación con Dios, de la misma categoría histórica que los Valar, aunque
de capacidad espiritual e intelectual y rango muy inferiores.
Por supuesto,
aunque esto sea de hecho exterior a mi historia, los Elfos y los Hombres son
sólo aspectos diferentes de lo Humano y representan el problema de la Muerte
vista por una persona finita, aunque con voluntad y consciente de sí. En este
mundo mitológico los Elfos y los Hombres son parientes en sus formas encarnadas,
pero en la relación de sus «espíritus» con el mundo temporal representan diferentes
«experimentos», cada uno de los cuales tiene su propia tendencia natural y
su debilidad. Los Elfos representan, por así decir, los aspectos artísticos,
estéticos y puramente científicos de la Naturaleza Humana elevados a un nivel
más alto del que se ve de hecho en los Hombres. Esto es: le tienen un amor
entrañable al mundo físico, y un deseo de observarlo y comprenderlo por sí
mismo y como «otro» -como realidad derivada de Dios en el mismo grado que
ellos mismos-, no como material susceptible de ser utilizado o como plataforma
de poder. También poseen una facultad «subcreativa» o artística de suma excelencia.
Por tanto, son «inmortales». No «eternamente», pero lo necesario para
resistir junto con el mundo creado y dentro de él mientras su historia dure.
Cuando son «muertos» por la herida o la destrucción de su forma encarnada,
no escapan del tiempo sino que permanecen en el mundo, ya sea desencarnados
o renaciendo. Esto se vuelve una gran carga a medida que transcurren las edades,
especialmente en un mundo donde existen la malicia y la destrucción (en esta
fábula, he dejado fuera la forma mitológica que adopta la Malicia o la Caída
de los Ángeles). El mero cambio como tal no se representa como «mal»:
es el desarrollo de la historia, y negarlo, por supuesto, está contra los
designios de Dios. Pero la debilidad de los Elfos en estos términos es naturalmente
lamentar el pasado y no estar dispuestos a enfrentar el cambio: como si un
hombre detestara un libro largo que todavía continúa y quisiera demorarse
en su capítulo favorito. De ahí que en cierta medida se dejaran ganar por
los engaños de Sauron: desearon tener cierto «poder» sobre las cosas tal como
son (lo que es muy diferente del arte) para hacer efectiva su particular voluntad
de permanencia: detener el cambio y mantener las cosas siempre frescas y hermosas.
Los «Tres Anillos» era «inmaculados», porque este objeto era bueno en su modo
limitado: incluía la curación de los verdaderos daños de la malicia, como
también la mera detención del cambio; y los Elfos no deseaban dominar otras
voluntades, ni usurpar todo el mundo para su particular placer. Pero con la
caída del «Poder», sus pequeños esfuerzos por preservar el pasado se desmoronaron.
Ya no había nada para ellos en la Tierra Media, salvo cansancio. De modo que
Elrond y Galadriel partieron. Gandalf es un caso especial. Él no fue el hacedor
ni el propietario original del Anillo, sino que le fue dado por Círdan para
ayudarlo en su área. Gandalf volvía, terminados su trabajo y cometido, a su
casa, la tierra de los Valar.
La travesía
del Mar no es la Muerte. La «mitología» se centra en los Elfos. De acuerdo
con ella, hubo al principio un Paraíso Terrenal, hogar y reino de los Valar,
parte física de la tierra.
En esta
historia o mitología no se da en parte alguna una «encarnación» del Creador.
Gandalf es una persona «creada», aunque posiblemente era un espíritu que existía
desde antes del mundo físico. Su función como «mago» era la de ser angelos
o mensajero de los Valar o Gobernantes: ayudar a las criaturas racionales
de la Tierra Media a oponer resistencia a Sauron, un poder excesivo para ellos
si se hallaban desasistidos. Pero como, según la perspectiva de este cuento
y mitología, el Poder -cuando domina o trata de dominar a otras voluntades
y a otras mentes (excepto con el asentimiento de su razón)- es malo, estos
«magos» se encarnaron en las formas de vida de la Tierra Media, de modo que
padecían dolores tanto mentales como físicos. Por la misma razón, estaban
también sometidos al peligro de lo encarnado: la posibilidad de la «caída»,
del pecado, si quiere. La forma principal que esto adopta en ellos sería la
impaciencia que conduce al deseo de forzar a los demás a cumplir con sus propios
buenos designios y, por tanto, de manera inevitable, finalmente al mero deseo
de volver efectivas sus propias voluntades por cualquier medio. A este mal
sucumbió Saruman. Gandalf no. Pero la situación empeoró tanto por la caída
de Saruman, que los «buenos» se vieron obligados a un mayor esfuerzo y sacrificio.
Así Gandalf enfrentó y padeció la muerte; y volvió o fue enviado de vuelta,
como él lo dice, con poderes acrecentados. Pero aunque esto le recuerde a
uno los Evangelios, no se trata verdaderamente de lo mismo en absoluto. La
Encarnación de Dios es algo infinitamente más grande que nada que yo
me atreviera a escribir. Aquí sólo me ocupo de la Muerte como parte de la
naturaleza, física y espiritual, del Hombre, de la Esperanza sin garantías.
Ésa es la razón por la que considero el cuento de Arwen y Aragorn como el
más importante de los Apéndices; forma parte de la historia esencial, y sólo
se lo sitúa de esa forma porque no pudo incluirse en la narración principal
sin destruir su estructura: que está planeada para ser «hobbito-céntrica»,
es decir, primordialmente un estudio del ennoblecimiento (o santificación)
de los humildes.
Ninguno de los borradores
con que se compuso este texto está acabado.
27 de julio de 1956
Por casualidad,
acabo de recibir otra carta sobre el fracaso de Frodo. Muy pocos parecen haberlo
observado. Pero siguiendo la lógica de la trama, como acontecimiento era claramente
inevitable. Y, sin duda, es un acontecimiento más significativo y real que
un mero «cuento de hadas» que acabara con un héroe indomable. Es posible
para los buenos, aun para los santos, ser sometidos a un poder maligno demasiado
grande como para que puedan superarlo por sí mismos. En este caso la causa
(no el «héroe») fue la triunfante, puesto que por el ejercicio de la piedad,
la misericordia y el perdón de la ofensa, se produjo una situación en la que
todo quedó enderezado y se evitó el desastre. Gandalf, por cierto, lo previo.
Véase Vol. I, págs. 88-89.
[79]
Por supuesto, no quiso decir que uno debía ser misericordioso
porque podría resultar útil más tarde: no sería entonces misericordia o piedad,
que sólo están verdaderamente presentes cuando son contrarias a la prudencia.
¡No nos cabe planearlas! Pero tenemos la seguridad de que debemos nosotros
mismos ser extravagantemente generosos si hemos de esperar la extravagante
generosidad que representa el más ligero alivio o huida de las consecuencias
de nuestros propios errores y locuras. Y esa misericordia, por cierto, a veces
se da en esta vida.
Frodo
merecía todo honor porque derramó hasta la última gota de la capacidad de
su voluntad y de su cuerpo, y eso fue suficiente para llevarlo al punto destinado
y no más allá. Muy pocos, quizá ninguno más de su tiempo, podrían haber llegado
tan lejos. El Otro Poder se hizo cargo entonces del control: el Escritor de
la Historia (por el que no me refiero a mí mismo), «esa persona siempre presente
que nunca está ausente y nunca se la nombra»
[80]
(como ha dicho un crítico). Véase Vol. I, págs. 83-84.
[81]
Un tercer comentarista (el único además de los mencionados)
de este punto vilipendió hace unos meses a Frodo por ser un bribón (que debió
haber sido ahorcado, no honrado), y también a mí. Parece triste y extraño
que en esta maligna época en la que diariamente gente de buena voluntad es
sometida a tortura, «lavados de cerebro» y toda clase de quebrantamientos,
alguien pueda ser tan ferozmente simplista y creerse tan justo...”
(borradores)
Septiembre de 1963
Contestación a los comentarios de una lectora sobre la incapacidad de Frodo de entregar el Anillo en las Grietas del Destino.
Muy pocos (a decir verdad, en cartas sólo usted y alguien más) han
observado o comentado la «incapacidad» de Frodo. Es un detalle muy importante.
Desde
el punto de vista del narrador, los acontecimientos en el Monte del Destino
proceden simplemente de la lógica del cuento hasta ese momento. No fueron
deliberadamente elaborados ni previstos hasta que ocurrieron.
[82]
Pero, por empezar, se hizo muy claro por fin que Frodo,
después de todo lo ocurrido, sería incapaz de destruir voluntariamente el
Anillo. Reflexionando sobre la solución después de llegada a ella (como mero
acontecimiento), siento que resulta fundamental en relación con la entera
«teoría» de la verdadera nobleza y heroísmo que se presenta.
Frodo,
por cierto, fue «incapaz» como héroe tal como lo conciben las mentes simples:
no soportó hasta el final; cedió, desertó. No digo «mentes simples» con desprecio:
con frecuencia ven con claridad la verdad simple y el ideal absoluto al que
dirigir el esfuerzo, aun cuando resulte inalcanzable. Su debilidad, sin embargo,
es doble. No perciben la complejidad de una situación dada en el Tiempo, en
el que un ideal absoluto está atrapado. Tienden a olvidar ese extraño elemento
del Mundo que llamamos Piedad o Misericordia, que es también un requerimiento,
absoluto en el juicio moral (puesto que está presente en la naturaleza divina).
En su más alto ejercicio pertenece a Dios. Para los jueces finitos de conocimiento
imperfecto debe llevar al empleo de dos diferentes escalas de «moralidad».
Ante nosotros mismos debemos presentarnos el ideal absoluto sin compromiso,
pues no conocemos los límites de nuestra propia fuerza natural (+ la gracia),
y si no apuntamos a lo más alto, estaremos sin duda por debajo de lo que podríamos
alcanzar. A los demás, a los que conocemos lo bastante como para emitir un
juicio, debemos aplicar una escala atemperada por la «misericordia»: es decir,
como con buena voluntad podemos hacer esto sin la tendencia inevitable en
juicios acerca de nosotros mismos, debemos estimar los límites de la fortaleza
de otro y sopesarla en relación con la fuerza de las particulares circunstancias.
[83]
No creo
que Frodo fuera un fracaso moral. En el último momento la presión del
Anillo alcanzaría su máximo; imposible, diría yo, que cualquiera pudiera resistirlo,
seguramente después de conservarlo tanto tiempo, meses de incrementado tormento,
hambre y agotamiento. Frodo había hecho lo que podía y estaba exhausto (como
instrumento de la Providencia) y había logrado una situación en la que el
objeto de su búsqueda era alcanzable. Su humildad (con la que había empezado)
y sus sufrimientos fueron justamente recompensados por el más alto honor;
y su ejercicio de la paciencia y la misericordia que usó con Gollum le ganaron
la Misericordia: su incapacidad quedó enmendada.
Somos
criaturas finitas con limitaciones absolutas con respecto al poder de acción
o de resistencia de nuestra estructura anímico-corporal. El fracaso moral
de un hombre sólo puede afirmarse, me parece, cuando su esfuerzo o su
capacidad de resistencia quedan por debajo de sus límites, y la culpa
decrece cuanto más cerca se está de dichos límites.
[84]
No obstante,
creo que puede observarse en la historia y en la experiencia que algunos individuos
parecen situarse en posiciones «de sacrificio»: situaciones o tareas que para
el perfeccionamiento de su solución exigen capacidades más allá de sus límites
extremos, aun más allá de todo límite posible para una criatura encarnada
en el mundo físico, en las que el cuerpo puede ser destruido o mutilado de
tal manera que afecta la mente y la voluntad. El juicio en tal caso debe depender,
pues, de los motivos y la disposición con los que se puso en marcha, y debe
sopesar sus acciones en relación con la máxima posibilidad de sus capacidades
a lo largo del camino que constituye su punto límite.
Frodo
emprendió su búsqueda por amor: para salvar del desastre, a sus propias expensas,
si podía, al mundo que él conocía; y también con completa humildad, reconociendo
que era del todo inadecuado para la tarea. Su verdadero compromiso consistía
tan sólo en hacer lo que pudiera, tratar de hallar un camino y avanzar tanto
por él como la fuerza de su mente y de su cuerpo lo permitía. Es lo que hizo.
No veo que el quebrantamiento de su mente y su voluntad bajo demoníaca presión
después del tormento sea más un fracaso moral que lo habría sido el
quebrantamiento de su cuerpo si hubiera sido estrangulado por Gollum o aplastado
por la caída de una roca, por ejemplo.
Ése parece
haber sido el juicio de Gandalf y de Aragorn y todos los que estaban enterados
de la entera historia de su viaje. ¡Por cierto, Frodo no habría ocultado nada!
Pero lo que el mismo Frodo sintió acerca de los acontecimientos es otra cuestión
enteramente distinta.
Al principio
no parece haber tenido el menor sentimiento de culpa (III, 298);
[85]
recuperó la sensatez y la paz. Pero luego pensó
que había dado su vida en sacrificio: esperaba morir muy pronto. Pero no fue
así, y es posible observar en él una creciente inquietud. Arwen fue la primera
en observar los síntomas, y le dio su joya como consuelo y pensó en un medio
por el cual curarlo.
[86]
Lentamente va desvaneciéndose «del cuadro», hablando y
haciendo cada vez menos. Creo que está claro para el lector atento que cuando
los tiempos oscuros le llegan y es consciente de haber recibido «la herida
de un puñal, la de un aguijón y la de unos dientes; y la de una larga y pesada
carga» (III, 355), no eran sólo recuerdos de las pesadillas de los pasados
horrores lo que lo afligía, sino también una autoinculpación irracional: se
veía a sí mismo y a todo lo que había hecho como un fracaso. «Aunque vuelva
a la Comarca, no parecerá la misma, porque yo no seré el mismo.» Eso fue en
realidad una tentación venida de la Oscuridad, una última chispa de orgullo:
el deseo de haber vuelto como un «héroe», no contento con ser el mero instrumento
del bien. Y estaba mezclada con otra tentación, más negra y, sin embargo (en
cierto sentido), más merecida, porque, comoquiera que pueda explicarse, de
hecho no había arrojado el Anillo por un acto voluntario: estaba tentado de
lamentar su destrucción y hasta de desearla. «Ha desaparecido para siempre
y todo está ahora oscuro y vacío», dijo cuando despertó después de su enfermedad
en 1420.
«-¡Ay!
.... Ciertas heridas nunca curan del todo», dijo Gandalf (III, 355): no en
la Tierra Media. Frodo fue enviado o se le permitió cruzar el Mar para curarlo,
si eso era posible, antes de morir. Tendría que «irse» finalmente:
ningún mortal podía, o puede, morar por siempre en la tierra o dentro del
Tiempo. De modo que fue a la vez al encuentro de un purgatorio y de una recompensa
por algún tiempo: un período de reflexión, de paz y de mayor entendimiento
de su posición en la pequeñez y la grandeza, pasado a pesar de todo en el
Tiempo en medio de la belleza natural de «Arda Impoluta», la Tierra no maculada
todavía por el mal.
Bilbo
fue también. Sin duda, para completar el plan trazado por el mismo Gandalf.
Éste sentía gran afecto por Bilbo, desde la juventud del hobbit en adelante.
Su compañía era realmente necesaria en bien de Frodo; es realmente difícil
imaginar a un hobbit, aun uno que hubiera pasado por las experiencias de Frodo,
verdaderamente feliz, aun en un paraíso terrenal, sin un compañero de su propia
especie, y Bilbo era la persona a la que Frodo más quería. (Cf. III, 334,
líneas 15 a 27, y 349, líneas 13-15.)
[87]
Pero también necesitaba y merecía el favor por sí mismo.
Llevaba todavía la marca del Anillo y era necesario que finalmente le fuera
borrada: una huella de orgullo y de posesividad personal. Por supuesto, era
viejo y tenía la mente confusa, pero era todavía una revelación de la «marca
negra» cuando dijo en Rivendel (III, 353): «... ¿qué fue de mi anillo,
Frodo, el que tú te llevaste?»; y cuando se le recordó lo que había ocurrido,
su contestación inmediata fue: «¡Qué lástima! Me hubiera gustado verlo de
nuevo». En cuanto a su recompensa, es difícil considerar completa su vida
sin una experiencia de carácter «puramente élfico» y la oportunidad de escuchar
las leyendas e historias en su totalidad, ya que sus fragmentos tanto le habían
gustado.
Por supuesto,
resulta claro que el plan había sido trazado y concertado (por Arwen, Gandalf
y otros) antes de que Arwen hablara. Pero Frodo no lo captó de inmediato;
sólo después de reflexionar fue comprendiendo las consecuencias lentamente.
Semejante viaje no parecería en un principio necesariamente temible, ni siquiera
como algo que se proyectaba para más adelante... en tanto no tuviera fecha
y fuera pos-ponible. Su verdadero deseo era, tan propio de un hobbit (y de
un ser humano), sólo volver a «ser sí mismo» y volver a la vida familiar que
había sido interrumpida. Ya en el viaje de vuelta desde Rivendel, vio repentinamente
que eso ya no era posible para él. De ahí su grito: «¿Dónde encontraré descanso?».
Sabía la respuesta, y Gandalf no le contestó. En cuanto a Bilbo, es probable
que Frodo no entendiera en un principio lo que quiso decir Arwen con «no volverá
a hacer un largo viaje, salvo uno». De cualquier modo, no lo asoció con su
propio caso. Cuando Arwen habló (en 3019 de la Tercera Edad), era todavía
joven, no había cumplido todavía los 51, y Bilbo era 78 años mayor. Pero en
Rivendel llegó a entender las cosas con mayor claridad. Las conversaciones
que mantuvo allí no han sido registradas, pero bastante queda revelado en
la despedida de Elrond en III, 354.
[88]
Desde el comienzo de su primera enfermedad (5 de oct. de
3019), Frodo debió de haber estado pensando en «navegar», aunque se resistía
aún a tomar una decisión final: ir con Bilbo, o ir en absoluto. Sin duda,
después de su grave enfermedad de marzo de 3020 se decidió.
Sam fue
creado para que lo amen y se rían de él. Irrita a algunos lectores y hasta
los enfurece. Puedo entenderlo. Todos los hobbits a veces me afectan del mismo
modo, aunque sigan gustándome mucho. Pero Sam puede ser muy «cargante». Es
un hobbit más representativo que cualesquiera otros que hayamos visto con
frecuencia; y, en consecuencia, tiene con mayor intensidad un ingrediente
de esa cualidad que aun a veces les es difícil soportar a los hobbits: una
vulgaridad -con ello no me refiero a una mera practicidad-, una miopía mental
orgullosa de sí, una satisfacción vanidosa (en grado diverso), una seguridad
de sí y una disponibilidad a medirlo y generalizarlo todo a partir de una
experiencia limitada, en amplia medida entronizada en una sentenciosa «sabiduría»
tradicional. Sólo excepcionalmente encontramos hobbits en íntimo compañerismo,
los que tienen una gracia o un don: una visión de la belleza, una reverencia
por cosas más nobles que ellos mismos, en guerra con su rústica autocomplacencia.
¡Imagine a Sam sin la educación que le impartió Bilbo y la fascinación que
le produce todo lo élfico! No es difícil. La familia Coto y el Gaffer [Tío]
cuando los «Viajeros» retornan, constituyen un atisbo suficiente.
Sam era
seguro de sí, y en lo íntimo un poquillo fatuo; pero su fatuidad había sido
transformada por la devoción que sentía por Frodo. No se consideraba heroico,
ni siquiera valiente o admirable en ningún sentido, salvo en la lealtad con
que estaba dispuesto a servir a su amo. Eso tenía un componente (probablemente
inevitable) de orgullo y posesividad: es difícil excluirlo de la devoción
de los que desempeñan semejante servicio. De cualquier modo, le impedía la
comprensión plena del amo al que amaba y seguirlo en su gradual educación
hacia la nobleza del servicio de lo ingrato y de la percepción en lo corrupto
del bien dañado. Sencillamente, no comprendía del todo los motivos de Frodo
ni su aflicción en el episodio del Estanque Prohibido. Si hubiera comprendido
mejor lo que ocurría entre Frodo y Gollum, las cosas habrían resultado diferentes
al final. Para mí quizás el momento más trágico de la historia es el de II,
449 y siguientes, cuando Sam no advierte el cambio completo habido en el tono
y el aspecto de Gollum. «-Nada, no, nada -le respondió Gollum afablemente-.
¡Buen amo!» Su arrepentimiento se malogra y la piedad de Frodo (en cierto
sentido
[89]
) queda desperdiciada. El antro de Ella-Laraña se vuelve
inevitable.
Esto
es consecuencia, por supuesto, de la «lógica de la historia». Difícilmente
Sam podría haber actuado de manera diferente. (Alcanzó el punto de la piedad
finalmente (III, 2.94),
[90]
pero, para el bien de Gollum, demasiado tarde.) Si lo hubiera
hecho, ¿qué habría ocurrido? El proceso de la entrada a Mordor y la lucha
por llegar al Monte del Destino habrían sido diferentes y también lo habría
sido el final. El interés se habría mudado a Gollum, creo, y a la batalla
que se habría librado entre su arrepentimiento y su nuevo amor por un lado,
y el Anillo. Aunque el amor se hubiera ido fortaleciendo diariamente, no podría
haberse arrancado del dominio del Anillo. Creo que de algún modo extraño,
retorcido y lamentable, Gollum habría intentado (quizá sin un designio consciente)
satisfacer a ambos. Sin duda, a cierta altura no mucho antes del final, habría
robado el Anillo o lo habría tomado por la fuerza (como ocurre concretamente
en el Cuento). Pero satisfecha la «posesión», creo que se habría sacrificado
por Frodo y se habría arrojado voluntariamente al abismo en llamas.
Creo
que el efecto de su regeneración parcial por amor habría constituido una visión
más clara cuando reclamara el Anillo. Habría percibido la maldad de Sauron,
y de pronto se habría dado cuenta de que no podía utilizar el Anillo y de
que no tenía la fuerza ni la estatura para conservarlo, a despecho de Sauron:
el único modo de conservarlo y de herir a Sauron era destruirlo y destruirse
él mismo a la vez; y en un fugaz vislumbre habría visto que esto era el más
grande servicio que podría rendirle a Frodo. Éste, en el cuento concreto,
coge el Anillo y lo reclama; por cierto, también él habría tenido un claro
vislumbre, pero no se le dio tiempo: fue atacado inmediatamente por Gollum.
Cuando Sauron cobró conciencia de la captura del Anillo, su única esperanza
radicó en su poderío: que el pretendiente a su posesión fuera incapaz de cederlo
en tanto Sauron no tuviera tiempo de vérselas con él. Entonces también Frodo
probablemente, si no era atacado, tendría que haber adoptado la misma medida:
arrojarse con el Anillo al abismo. De lo contrario, habría fracasado por completo.
Es un problema interesante: cómo habría actuado Sauron o habría resistido
el pretendiente. Sauron envió de inmediato a los Espectros del Anillo. Naturalmente,
se les dio plena instrucción y de ningún modo se los engañó respecto del verdadero
señorío del Anillo. Quien lo llevara no sería invisible para ellos, sino a
la inversa; y más vulnerable ante sus armas. Pero la situación era ahora diferente
a la que se había dado en la Cima de los Vientos, en la que Frodo había actuado
meramente por temor y sólo había querido utilizar (en vano) el poder subsidiario
del Anillo de conferir invisibilidad. Había crecido desde entonces. ¿Habrían
sido inmunes a su poder si él lo tenía como instrumento de comando y de dominio?
No del
todo. No creo que hubieran podido atacarlo con violencia, apoderarse de él
o tomarlo cautivo; habrían obedecido o fingido obedecer cualesquiera órdenes
menores suyas que no hubieran entorpecido su cometido, impuesto sobre ellos
por Sauron, que todavía mediante los nueve anillos (que tenía en su poder)
poseía fundamental control de sus voluntades. Ese cometido era sacar a Frodo
del Abismo. Una vez perdida la capacidad o la oportunidad de destruir el
Anillo, no cabría poner en duda el final, salvo que hubiera ayuda desde el
exterior, que aun era apenas remotamente posible.
Frodo
se había convertido en una persona considerable, pero de una clase especial:
en amplitud espiritual más que en aumento de capacidad física o mental; su
voluntad era mucho más fuerte de lo que había sido, pero en la medida en que
había sido ejercitada para oponer resistencia sin usar el Anillo y con el
objeto de destruirlo. Necesitaba tiempo, mucho tiempo, antes de que pudiera
controlar el Anillo o (que en tal caso es lo mismo) antes de que éste pudiera
controlarlo a él; antes de que su voluntad y arrogancia pudieran aumentar
en estatura lo bastante como para lograr dominar otras considerables voluntades
hostiles. Aun por un largo tiempo, sus actos y órdenes tendrían todavía que
parecería «buenas» para el beneficio de otros además de para sí mismo.
La situación
de Frodo con el Anillo frente a los Ocho
[91]
podría compararse con la de un bravo hombrecillo provisto
de un arma devastadora frente a ocho salvajes guerreros de gran fuerza y agilidad
armados de espadas envenenadas. La debilidad del hombre consistía en que no
sabía aún cómo utilizar su arma, y era, por temperamento y educación, adverso
a la violencia. La debilidad de ellos, en que el arma del hombre era algo
que los llenaba de espanto, pues en su culto religioso constituía un objeto
de terror ante el que estaban condicionados a tratar con servilismo al que
lo portara. Creo que habrían manifestado «servilismo». Habrían saludado a
Frodo como a un «Señor». Con dulces palabras lo habrían inducido a abandonar
el Sammath Naur, por ejemplo, «para cuidar de su nuevo reino y contemplar
a lo lejos, con su nueva vista, la morada de poder que debe ahora reclamar
como propia y torcer para sus propios fines». Una vez fuera de la estancia,
mientras él estuviera mirando, algunos de ellos habrían destruido la entrada.
Frodo, por entonces, habría estado lo bastante inmerso en grandes planes de
modificaciones políticas -parecidos a los de la visión que tentó a Sam (III,
231),
[92]
pero mucho más grandes y vastos- como para prestar atención
a esto. Pero si todavía conservaba alguna cordura y en parte comprendía su
significación, de modo que se negara a ir con ellos ahora a Barad-dûr, sencillamente
habrían esperado. Hasta que el mismo Sauron llegara. De cualquier modo, pronto
tendría lugar una confrontación entre Frodo y Sauron, si el Anillo permanecía
intacto. Su resultado era inevitable. Frodo habría sido derrotado por completo:
aplastado hasta convertirse en polvo o conservado en medio de tormentos como
esclavo escarnecido. ¡Sauron no habría tenido miedo del Anillo! Era suyo y
estaba sometido a su voluntad. Aun desde lejos tenía efecto sobre él, pudiéndolo
hacer actuar para que volviera a sí mismo. Ante su presencia concreta, muy
pocos de su misma estatura podrían haber tenido esperanzas de retenerlo. De
los «mortales», ninguno, ni el mismo Aragorn siquiera. En la contienda con
las Palantír, Aragorn era el legítimo propietario. Además, la contienda tenía
lugar a la distancia, y en un cuento que permite la encarnación de grandes
espíritus en una forma física y destructible, su poder debe ser mucho mayor
cuando están físicamente presentes. Sauron debía ser considerado terrible.
La forma que asumía era la de un hombre de estatura más que humana, pero no
gigantesca. En su más temprana encarnación era capaz de velar por su poder
(como lo hacia Gandalf) y podía aparecer como una figura imperiosa de gran
fuerza corporal y una actitud y un aspecto de gran realeza.
De los
demás, sólo Gandalf era capaz de dominarlo, pues se trataba de un emisario
de las Potencias y una criatura del mismo orden, un espíritu inmortal que
había adoptado una forma física visible. En el «Espejo de Galadriel», 1, 504,
ésta se concibe a sí misma capaz de esgrimir el Anillo y de suplantar al Señor
Oscuro. Si era así, también lo eran los otros guardianes del Árbol, en especial
Elrond. Pero ésta es otra cuestión. Formaba parte del Anillo el engaño por
el que las mentes se llenaban de la ilusión de supremo poderío. Pero esto
los Grandes lo habían pensado muy bien y lo habían rechazado, como se lo ve
en las palabras que Elrond pronuncia en el Concilio. El rechazo de Galadriel
de la tentación se fundaba en una reflexión y una resolución previas. En cualquier
caso, Elrond o Galadriel habrían procedido según la política ahora adoptada
por Sauron: habrían erigido un imperio con grandes generales y ejércitos absolutamente
subordinados y maquinarias de guerra, hasta que pudieran desafiar a Sauron
y destruirlo por la fuerza. No se contemplaba el enfrentamiento con Sauron
cara a cara, sin ayuda. Uno puede imaginar la escena en la que Gandalf, por
ejemplo, estuviera colocado en semejante situación. Estaría en delicado equilibrio.
Por un lado, la verdadera fidelidad del Anillo a Sauron; por el otro, una
fuerza superior porque Sauron no tenía realmente posesión de él, y quizá también
porque estaba debilitado por una larga corrupción y el gasto de la voluntad
insumido en el dominio de seres inferiores. Si Gandalf resultaba victorioso,
el resultado para Sauron habría sido el mismo que la destrucción del Anillo;
para él habría sido destruido, le habría sido quitado para siempre. Pero el
Anillo y todas sus obras habrían quedado conservados. Habría sido el amo hasta
el final.
Gandalf
como Señor del Anillo habría sido mucho peor que Sauron. Habría seguido siendo
«justo», pero de una justicia centrada en sí mismo. Habría seguido gobernando
y mandando cosas para «bien» y beneficio de sus subditos de acuerdo con su
sabiduría (que era y habría seguido siendo grande).
El borrador termina
aquí. En el margen Tolkien escribió: «Así, mientras Sauron multiplicaba [palabra
ilegible] el mal, permitió que el "bien" fuera claramente distinguible
de él. Gandalf habría vuelto el bien detestable y en apariencia malo.»
8) La idea de Historicidad
planteada por Tolkien en ESDLA, es motivo de una reflexión del Profesor en
cuanto a que su obra no discurre solamente en términos de lo imaginario o
de la fantasía, sino que hay que pensarla como una realidad imaginaria en
donde la política, la justicia, el bien y el mal juegan con límites imprecisos
que van más allá del “clásico” conflicto literario entre “Buenos” y “Malos”
Carta
183 Notas sobre la crítica de El Retorno
del Rey de W. H. Auden
Un comentario, aparentemente escrito para la propia satisfacción
de Tolkien, que no le fue enviado o mostrado a nadie, sobre «At the End of
the Quest, Victory», una crítica de El Retorno del Rey, por
W. H. Auden, aparecida en el New York Times Book Review el n de
enero de 1956. El texto ofrecido aquí es la reescritura hecha en alguna fecha
algo posterior de una primera versión ahora perdida que, con toda probabilidad,
se escribió en 1956. En la crítica, Auden escribía: «La vida, tal como la
experimento en mi propia persona, es primordialmente una continua sucesión
de opciones entre alternativas .... La imagen natural con que se puede representar
esta experiencia es la de un viaje con un objetivo, amenazado de peligros
y obstáculos
.... Pero cuando observo a mis prójimos, esta imagen parece falsa. Puedo ver,
por ejemplo, que sólo los ricos y los que están en vacaciones pueden emprender
viajes; la mayor parte de los hombres, la mayor parte del tiempo, deben trabajar
en un lugar preciso. No puedo verlos eligiendo, sino sólo adoptando medidas,
y, si conozco bien a algunos, puedo de ordinario predecir cómo actuará en
una situación dada .... Luego, si trato de describir lo que veo como si fuera
una cámara impersonal, no produciré una Misión, sino un documento "naturalista"
-----
Ambos extremos, desde luego, falsifican la vida. Hay
Misiones medievales que justifican la crítica hecha por Erich Auerbach en
su libro Mimesis:
"El mundo de las andanzas
caballerescas es un mundo de aventura .... Las hazañas [del caballero] ....
son acciones llevadas a cabo al azar que no encajan en ninguna estructura
con finalidades políticas" .... El Señor Tolkien ha logrado mejor que
ningún otro escritor anterior la utilización de las propiedades tradicionales
de la Misión».
Agradezco mucho esta crítica. Muy alentadora, puesto que viene de un
hombre que es a la vez poeta y crítico de suma distinción. Sin embargo (pienso),
no es alguien que tenga mucha práctica en la narración de cuentos. De cualquier
modo, me sorprende un tanto, porque a pesar de su alabanza antes me parece
la manera de expresarse de un crítico que la de un autor. Según yo lo siento,
no es el modo exacto de considerar las Misiones en general, ni mi historia
en particular. Creo que es precisamente porque no intenté ni nunca
pensé intentar la «objetivación» de mi experiencia personal de la vida, que
la narración de la Misión del Anillo ha logrado procurar placer a Auden (y
a otros). Probablemente, ésa es también la razón, en muchos casos, por la
que no logró complacer a algunos lectores y críticos. La historia no trata
de JRRT en absoluto y en ningún momento trata de ser una alegoría de su experiencia
de la vida, porque eso es lo que debe significar la objetivación de su experiencia
subjetiva en un cuento, si algo significa.
Mi mentalidad es proclive a la historia. La Tierra Media no es un mundo
imaginario. El nombre es la forma moderna (que aparece en el siglo XIII y
está todavía en uso) de midden-erd > middel-erd, nombre antiguo
de oikoumenë, sitio de la morada de los Hombres, el mundo objetivamente
real, utilizado específicamente en oposición a los mundos imaginarios (como
el País de las Hadas) o los mundos invisibles (como el Cielo o el Infierno).
El teatro de mi cuento es esta tierra, la tierra en la que ahora vivimos,
pero el período histórico es imaginario. Lo esencial de la morada está todo
presente (al menos para los habitantes del Noroeste de Europa), de modo que,
por supuesto, tiene un aire de familiaridad, si bien algo glorificado por
la distanciación en el tiempo.
Los hombres emprenden y han emprendido viajes y búsquedas en la historia,
sin intención de representar alegorías de la vida. No es verdad del pasado
ni lo es del presente decir que «sólo los ricos y los que están de vacaciones
pueden emprender viajes». La mayoría de los hombres emprenden algunos viajes.
Que sean largos o cortos, que tengan algún cometido o sólo se hagan para «ir
y volver», no es de primordial importancia. Como traté de expresarlo en la
Canción de la Marcha de Bilbo, hasta una caminata de toda una tarde puede
tener efectos importantes. Aun cuando Sam sólo había llegado al Bosque Cerrado,
tuvo una «revelación». Porque si hay algo en una jornada, cualquiera que sea
su duración, para mí es esto: la liberación del estado vegetativo de quien
sufre pasivamente, un ejercicio de la voluntad por pequeño que sea, y movilidad,
y también de la curiosidad, sin la cual una mente racional se estupidiza.
(Aunque, por supuesto, todo esto se pensó con posterioridad y no tiene en
cuenta el punto principal. Para el cuentista, un viaje es una invención maravillosa.
Procura un fuerte hilo del que pueden pender una multitud de cosas que tiene
en mente, para dar origen a algo del todo nuevo, variado, imprevisible y,
sin embargo, coherente. El principal motivo de que utilizara esta forma era
simplemente técnico.)
De cualquier modo, no considero a aquellos de mis prójimos que he observado
de la manera descrita. Soy ahora bastante viejo, de modo que he podido observar
a algunos de ellos lo suficiente como para tener noción de lo que, supongo,
Auden llamaría su carácter básico o innato, aunque se noten cambios (a menudo
considerables) en su modo de conducta. No creo que un viaje en el espacio
sea una comparación útil para la comprensión de estos procesos. Me parece
que la comparación con una semilla es más esclarecedora: una semilla, con
su vitalidad y su heredad innatas, su capacidad de crecer y desarrollarse.
Una gran parte de los «cambios» en el hombre son, sin duda, el desenvolvimiento
de las pautas escondidas en la semilla; aunque éstas están, por supuesto,
modificadas por la situación (geográfica o climatológica) en la que ha sido
arrojada, y pueden ser dañadas por accidentes terrestres. Pero esta comparación
excluye inevitablemente un punto importante. Un hombre no es sólo una semilla
que se desarrolla según una pauta definida, bien o mal, de acuerdo con su
situación o sus defectos como ejemplar de su especie; un hombre es a la vez
una semilla y, en cierto grado, también un jardinero, para bien o para mal.
Me impresiona el grado en el que el desarrollo del «carácter» puede ser
el producto de la intención consciente, la voluntad de modificar las tendencias
innatas en las direcciones deseadas; en algunos casos, el cambio puede ser
grande y permanente. He conocido a uno o dos hombres y mujeres que podrían
ser descritos como «hechos por sí mismos» en este respecto, y esto contiene
tanta verdad parcial al menos como la que hallaríamos si aplicáramos la expresión
«hechos por sí mismos» a aquellos cuya riqueza o posición es fruto en amplia
medida de sus propios esfuerzos y fuerza de voluntad, con poca o ninguna ayuda
de una fortuna o posición social heredadas.
De cualquier modo, personalmente compruebo que las acciones de la mayoría
de la gente son imprevisibles en cualquier situación particular o emergencia.
Quizá porque no soy un buen juez del carácter. Pero aun Auden sólo dice que
«habitualmente» puede predecir cómo han de actuar esas personas; y por la
inserción de «habitualmente» se admite un elemento de incompatibilidad que,
por pequeño que sea, está invalidando su punto de vista.
Algunas personas son, o parecen ser, más previsibles que otras. Pero
eso es consecuencia más bien de su fortuna que de su naturaleza (como individuos).
La gente cuyas reacciones son previsibles reside en circunstancias relativamente
fijas, y es difícil cogerlas y observarlas en situaciones que (les) sean extrañas.
Ésa es otra buena razón para enviar a los «hobbits» -gente simple y previsible
en circunstancias simples y desde hace mucho asentadas- a un viaje que
los aleje de sus viejos hogares, al encuentro de tierras extrañas y peligrosas.
En especial si se les procura un fuerte motivo de resistencia y adaptación.
Aunque sin ningún motivo elevado la gente cambia (o más bien revela lo latente)
en los viajes: ése es un hecho de la observación ordinaria que no necesita
ninguna explicación simbólica. En un viaje de longitud lo suficientemente
prolongada como para procurar adversidades, desde diversos grados de incomodidad
hasta miedo, el cambio de compañeros bien conocidos en la «vida ordinaria»
(y de uno mismo) es a menudo asombroso.
No me gusta el empleo de la palabra «político» en semejante contexto;
me parece falso. Me resulta claro que el deber de Frodo era «humano», no político.
Naturalmente, pensó primero en la Comarca, puesto que sus raíces estaban allí,
pero la empresa tenía por objeto no la preservación de esta o aquella política,
como el aspecto republicano o aristocrático de la Comarca, sino la liberación
de una maligna tiranía de todo lo «humano»,
[93]
con inclusión de los «orientales» y los
Haradrim, que eran todavía servidores de la tiranía.
Denethor estaba teñido de mera política: de ahí su fracaso y la
desconfianza que sentía por Faramir. Para él había llegado a ser un motivo
primordial la preservación de la política de Gondor tal como era, en contra
de otro potentado que se había hecho más fuerte y que debía ser temido y en
contra del cual era preciso luchar por esa razón y no porque fuera implacable
o malvado. Denethor despreciaba a los hombres menores, y se puede tener la
seguridad de que no distinguía ente los orcos y los aliados de Mordor. Si
hubiera sobrevivido como vencedor, aun sin utilización del Anillo, habría
dado un gran paso para convertirse él mismo en tirano, y los términos y el
tratamiento que habría acordado a los pueblos engañados del este y del sur
hubiera sido cruel y vengativo. Se había convertido en un líder «político»:
Gondor contra el resto.
Pero ésa no era la política o el deber propuestos por el Concilio de
Elrond. Sólo después de escuchar el debate y comprender la naturaleza de la
empresa, aceptó Frodo el peso de su misión. En verdad, los Elfos destruyeron
su propia política intentando cumplir un deber «humano». Esto no ocurrió meramente
como una desdichada consecuencia de la Guerra; sabían que se trataba de un
resultado inevitable de la victoria, que de ningún modo podía ser ventajosa
para los Elfos. No puede decirse que Elrond tuviera un deber o un propósito
políticos.
El empleo que hace Auerbach de la palabra «político» puede parecer a
primera vista más justificado; pero no es, creo, realmente admisible... ni
siquiera si reconocemos la fatiga a la que estaba reducida la mera «caballería
andante» como lectura para pasar el tiempo de una clase principalmente interesada
en las hazañas de las armas y el amor.
[94]
Tan divertida para nosotros (o para mí)
como lo son las historias sobre el criquet o las narraciones de un equipo
en gira para aquellos que (como yo) encuentran el criquet (tal como es ahora)
de un aburrimiento espantoso. Pero las hazañas de la Saga Arthuriana (por
ejemplo) o las novelas relacionadas con ese gran centro imaginativo, no tienen
necesidad de encajar en una pauta de finalidad política.
[95]
Así era en las primeras tradiciones arthurianas.
O al menos este hilo de imaginación primitiva aunque poderosa era un elemento
importante en ellas. Como también en el Beowttlf. Auerbach habría aprobado
el Beowulf, pues en él un autor intentó situar una hazaña de la caballería
andante en un complejo campo político: las tradiciones inglesas de las relaciones
internacionales mantenidas con Dinamarca, Gotland y Suecia en días antiguos.
Pero ésa no es la fuerza de la historia, sino y sobre todo su debilidad. Los
objetivos personales de Beowulf en su viaje a Dinamarca son precisamente los
de los posteriores Caballeros: su propio renombre y, por encima de él, la
gloria de su señor y rey; pero durante todo el tiempo atisbamos algo más profundo.
Grendel es un enemigo que ha atacado el corazón del reino y ha llevado a los
recintos reales la oscuridad exterior, de modo que sólo a la luz del día puede
el rey sentarse en el trono. Esto es algo muy diferente y mucho más horrible
que la invasión «política» por iguales: hombres de otro reino similar, como
el posterior ataque de Ingeld a Heorot.
La derrota de Grendel constituye un buen cuento de maravillas porque
él es demasiado fuerte y peligroso como para que un hombre corriente lo venza,
pero es una victoria en la que todos los hombres pueden regocijarse porque
es un monstruo, hostil a todos los hombres y a toda camaradería y alegría
humanas. Comparados con él, aun los daneses y los geatis, desde mucho tiempo
atrás políticamente hostiles, eran Amigos y pertenecían a la misma facción.
Es la monstruosidad y la calidad feérica de Grendel lo que hace el cuento
realmente importante, sobreviviendo aun cuando la política se ha opacado y
las relaciones entre daneses y geatis han llegado a una «entente cordiale»
entre dos casas regentes y se han convertido en un asunto menor de imprecisa
historia. En ese mundo político Grendel parece tonto, aunque por cierto no
lo es, por ingenuas que puedan parecer la imaginación del poeta y la descripción
que hace de él.
Por supuesto, en la «vida real» las causas no quedan claramente recortadas,
aunque sea sólo porque los tiranos humanos rara vez están tan enteramente
corrompidos como para convertirse en puras manifestaciones de una voluntad
maligna. En la medida en que yo pueda juzgarlo, algunos parecen haber sido
corrompidos hasta ese punto, pero aun así deben gobernar a súbditos que sólo
en parte están igualmente corrompidos, mientras que muchos necesitan todavía
que se les ofrezcan «buenos motivos», reales o fingidos. Como lo vemos hoy.
Aun así hay casos claros: por ejemplo, actos de mera cruel agresión en la
que, por tanto, desde un principio el bien está todo él con una de
las partes, no importa cuál sea el mal que los que padecen con resentimiento
la agresión generen entre los miembros de la parte justa. Hay también
conflictos sobre ideas y acontecimientos importantes. En tales casos, estoy
más impresionado por la importancia de estar en el lado justo que perturbado
por la revelación de la jungla de motivos confusos, objetivos privados y acciones
individuales (nobles o bajas) en las que lo justo y lo injusto en
los conflictos humanos concretos están comúnmente implicados. Si el conflicto
es realmente sobre las cosas apropiadamente llamadas justas e injustas,
o buenas y malas, la justicia o bondad de una de
las partes no queda probada o establecida por lo que una de ellas proclame;
debe depender de valores y creencias que estén por encima del conflicto particular
y sean independientes de él. Un juez debe acordar la justicia y la
injusticia de acuerdo con principios que considere válidos en todos
los casos. Si ello es así, lo justo seguirá siendo una posesión inalienable
del lado justo y en todo momento justificará su causa (Hablo de causas, no
de individuos). Por supuesto, a un juez cuyas ideas morales tienen una base
religiosa o moral, o en verdad a cualquiera que no esté enceguecido por el
fanatismo partidario, la justicia de la causa no justificará las acciones
de sus sostenedores, como individuos, que son moralmente malvados. Pero aunque
la «propaganda» haga de ellos una prueba de que su causa no era de hecho «justa»,
eso no resulta válido. Los agresores son ante todo culpables de las malas
acciones que proceden de su original violación de la justicia y de las pasiones
que su propia maldad debe naturalmente (según sus normas) haber despertado.
Ellos, de cualquier modo, no tienen derecho a exigir que sus víctimas, al
ser atacadas, no demanden ojo por ojo o diente por diente.
De manera semejante, las buenas acciones de los que están del lado de
lo injusto no justificarán su causa. Puede haber acciones, por parte de los
que estén a favor de lo injusto, de coraje heroico o de algún nivel moral
más elevado: acciones de piedad o dominio de sí mismo. Un juez puede acordarles
honor o regocijarse al ver cómo algunos hombres son capaces de elevarse por
sobre el odio y la cólera despertados por un conflicto; como puede también
deplorar las malas acciones habidas en el lado justo y afligirse al ver cómo
el odio, una vez provocado, puede rebajarlos. Pero esto no alterará su juicio
en cuanto a cuál sea el lado que esté con la justicia ni su atribución de
la culpa fundamental por todo el mal que se le ha ocasionado al otro lado.
En mi historia no trato del Mal Absoluto. No creo que exista tal cosa,
pues eso es el Cero. No creo, de cualquier manera, que ningún «ser racional»
sea enteramente malo. Satán cayó. En mi mito, Morgoth cayó antes de la Creación
del mundo físico. En mi historia, Sauron representa una aproximación tan cabal
como es posible a una voluntad por entero mala. Había seguido el camino de
todos los tiranos: empezó bien, al menos en el sentido de que, aunque
deseaba ordenarlo todo de acuerdo con su propia sabiduría, consideró en primer
lugar el bienestar (económico) de otros habitantes de la Tierra. Pero fue
más allá de los tiranos humanos en cuanto a orgullo y sed de dominio, pues
era en su origen un espíritu inmortal (angélico).
[96]
En El Señor de los Anillos el conflicto
no se centra básicamente en la «libertad», aunque, por supuesto, ella queda
comprendida. Se centra en Dios y Su derecho exclusivo al divino honor. Los
Eldar y los Númenóreanos creían en El Único, el verdadero Dios, y consideraban
una abominación la veneración de cualquier otra persona. Sauron deseaba ser
un Rey-Dios, y sus servidores lo tenían por tal;
[97]
si hubiera resultado victorioso habría
exigido honores divinos de todas las criaturas racionales y poder temporal
absoluto por sobre el mundo entero. De modo que si aun sumido en la desesperación
«el Oeste» hubiera criado o contratado hordas de orcos y hubiera asolado cruelmente
las tierras de otros Hombres como aliados de Sauron, o meramente para impedirles
que lo ayudaran, su Causa habría seguido siendo irrevocablemente justa. Como
lo es la Causa de los que se oponen ahora al Dios-Estado y al mariscal Esto
o Aquello como su Sumo Sacerdote, a pesar de que es cierto (como desdichadamente
lo es) que muchas de sus acciones son injustas, y aunque fuera cierto (que
no lo es) que los habitantes del «Oeste», salvo una minoría de patrones ricos,
viven en temor y escualidez, mientras que los veneradores del Dios-Estado
viven en paz y abundancia, en la mutua estima y la confianza.
De modo que siento que las boberías de la crítica, la correspondencia
sobre ellas y las discusiones sobre si mis «buenas gentes» eran bondadosas
y misericordiosas o concedían cuartel o no, están fuera de cuestión. Algunos
críticos parecen estar decididos a mostrarme como un adolescente de mentalidad
simple, inspirado por un espíritu, digamos, del tipo Con-la-bandera-a-Pretoria,
y distorsionan intencionalmente lo que se dice en mi cuento. No tengo ese
espíritu, y no aparece en la historia. La sola figura de Denethor basta para
demostrarlo; pero no he hecho a los que están del lado «justo», a los Hobbits,
los Rohirrim, los Hombres del Valle o de Gondor, mejores de lo que los hombres
han sido o son o pueden ser. El mío no es mundo «imaginario», sino un momento
histórico imaginario de la «Tierra Media», que es el lugar donde vivimos.
9) Sobre Sauron y su corporeidad.
Carta
200 De una carta al mayor R. Bowen
25 de
junio de 1957
Tengo
en cuenta sus observaciones sobre Sauron. Siempre quedaba descorporizado cuando
era vencido. Según la teoría, si es posible dignificar los recursos de la
historia con término semejante, era un espíritu, un espíritu menor, pero aun
así un espíritu «angélico». De acuerdo con la mitología que rige estas cosas,
eso significa que, aunque era una criatura, por supuesto, pertenecía a la
raza de seres inteligentes que fueron hechos antes de que existiera el mundo
físico, y se les permitió asistir a su creación según fueran sus posibilidades.
Los que más se interesaron en esta obra de Arte, tal como fue en primera instancia,
se entusiasmaron tanto con ella que cuando el Creador la hizo real (esto es,
le dio realidad secundaria subordinada a la suya, que llamamos realidad primaria)
quisieron entrar en ella desde el comienzo de su «realización».
Se les
permitió hacerlo, y los grandes de entre ellos se convirtieron en el equivalente
de los «dioses» de las mitologías tradicionales; pero la condición era que
debían permanecer «en ella» en tanto la Historia no terminara. Estaban pues
en el mundo, pero no del modo cuya naturaleza esencial es estar físicamente
encarnado. Se autoencarnaban si lo deseaban, pero sus formas encarnadas eran
más análogas a nuestras ropas que a nuestros cuerpos, salvo que, más que las
ropas, eran la expresión de sus deseos, ánimos, voluntades y funciones. El
conocimiento de la Historia como fue al ser concebida, antes de su realización,
les procuraba cierta medida de pre-visión; el monto variaba mucho, desde el
conocimiento bastante completo de la mente del Creador poseído por Manwë,
el «Rey Mayor», hasta el de los espíritus menores que podrían haberse interesado
tan sólo en algún asunto subsidiario (como los árboles o los pájaros, por
ejemplo). Algunos se habían apegado a tales artistas superiores, y conocían
las cosas sobre todo indirectamente a través del conocimiento que tenían de
estos maestros. Sauron había estado unido al mayor de todos, Melkor, que se
convirtió en el Rebelde inevitable y el autovenerador de las mitologías que
empiezan con un único Creador trascendente. Olórin (Vol. II, pág. 382) había
estado unido a Manwë.
[98]
El Creador
no se mantuvo apartado en lo alto. Introdujo nuevos temas en el diseño original,
que, por consiguiente, podrían resultar imprevistos para muchos espíritus
en realización; hubo también acontecimientos imprevisibles (es decir, sucesos
que aun un completo conocimiento del pasado no podía prever).
De la
primera clase, y el principal de todos, era el tema de la inteligencia encarnada,
los Elfos y los Hombres, que no fue pensado ni tratado por ninguno de los
Espíritus. Por tanto, fueron llamados Hijos de Dios. Siendo diferentes de
los Espíritus, de menor «estatura» y, sin embargo, del mismo orden, eran objeto
de la esperanza y el deseo de los espíritus mayores, que conocían algo de
su forma y su naturaleza y el modo y la época en que se daría su realización.
Pero se daban cuenta también de que los Hijos de Dios no debían ser «dominados»,
aunque serían especialmente susceptibles de serlo.
Fue por
esta pre-ocupación que les producían los Hijos de Dios que los espíritus asumían
con tanta frecuencia la forma y la semejanza de ellos, especialmente después
de su aparición. Así fue que Sauron apareció en esta forma. Se supone, según
este mito, que cuando esta forma era «real», es decir, una realidad física
en el mundo físico y no una visión transferida de mente a mente, era preciso
cierto tiempo para alcanzar plenitud. Luego era destructible como los demás
organismos físicos. Claro que eso no destruía el espíritu ni lo eliminaba
del mundo donde debía permanecer hasta su fin. Después de la batalla con Gilgalad
y Elendil, Sauron tardó largo tiempo en rehacerse, más del que había tardado
tras la Caída de Númenor (supongo que porque cada reconstitución consumía
parte de la energía inherente del espíritu, que podría llamarse la «voluntad»
o el vínculo efectivo entre la mente y el ser indestructible y la realización
de su imaginación). La imposibilidad de rehacerse después de la destrucción
del Anillo es «mitológicamente» lo bastante clara en el presente libro.
Lamento que todo esto resulte aburrido y «pomposo». Pero así
resultan todos los intentos de «explicar» las imágenes y los acontecimientos
de una mitología. Naturalmente, las historias son lo primero. Pero la posibilidad
de tener una especie de explicación racional o racionalizada, es la prueba
de la coherencia de una mitología como tal.
10)
Respuestas varias de Tolkien sobre temas diversos, como las cabalgaduras de
los Nazgûl, las vestimentas de la Tercera Edad. Los Magos Azules, etc. En
un borrador de la misma carta El Profesor nos habla de los Valar y la Subcreación...
“(...)La señorita Beare formulaba después una
serie de preguntas numeradas. «Pregunta 1»: ¿Por qué (en la primera edición,
1, 291) se dice que el caballo de Glorfindel tiene «freno y bridas» cuando
los Elfos cabalgan sin embocadura, riendas o montura? «Pregunta 2»: ¿Cómo
pudo Ar-Pharazón derrotar a Sauron cuando éste tenía el Único Anillo? «Pregunta
3»: ¿Cuáles eran los colores de los dos magos mencionados, aunque no por su
nombre, en el libro? «Pregunta 4»: ¿Qué ropas llevaban los pueblos de la Tierra
Media? ¿Era la corona alada de Gondor como la de una valkiria, o como la que
se ilustra en la cajetilla de los cigarrillos Gauloise?..” “(...)¿Cabalgaba
el Rey-Brujo un pterodáctilo en el sitio de Gondor? «Pregunta 5»: ¿Quién es
el Rey Mayor mencionado por Bilbo en su canción de Eärendil? ¿Es el Único?...”
14 de
octubre de 1958 Merton College,
Oxford
Estimada
señorita Beare:
Me temo
que esta contestación le llegue demasiado tarde para que le resulte útil en
la ocasión; pero no me fue posible escribirle antes. Acabo de llegar al cabo
de un año de permiso, uno de cuyos objetivos fue completar algunas de las
obras «eruditas» que fueron descuidadas mientras me ocupé de bagatelas no
profesionales (tales como El Señor de los Anillos): registro
el tono de muchos de mis colegas. En realidad, ocupé gran parte del tiempo
en graves contratiempos, entre ellos la enfermedad de mi esposa; pero me pasé
todo agosto trabajando largas horas, siete días a la semana, contra reloj,
para poner fin a una obra antes de ir a Irlanda en misión oficial. Regresé
hace unos pocos días, justo a tiempo para nuestra festividad de Michaelmas.
En un
momento de sosiego trataré de contestar sus preguntas brevemente. No conozco
«todas las respuestas». Gran parte de mi propio libro me desconcierta; y,
de cualquier modo, la mayor parte de él fue escrita hace tanto (hace algo
más de 20 años), que lo leo ahora como si fuera obra de un extraño.
Pregunta
1. Podría responder, supongo: «¡un ciclista acróbata es capaz de montar en
una bicicleta con guías!». Pero en realidad se utilizó bridle [riendas]
por descuido en lugar de lo que debió llamarse, supongo beadstall [cabestro].
[99]
O, más bien, como bit [embocadura] se añadió (1221),
hace mucho (el capítulo 12 del Libro Primero se escribió muy tempranamente),
no había considerado la conducta natural de los elfos en relación con los
animales. El caballo de Glorfindel habría llevado un cabestro ornamental
con una pluma y correas con joyas incrustadas y campanillas; pero Glor., por
cierto, no habría utilizado una embocadura. Cambiaré riendas y embocaduras
por cabestro.
Pregunta
2. Esta pregunta y sus implicaciones quedan contestadas en la «Caída de Númenor»,
no publicada todavía, pero cuya explicación no puedo emprender ahora. No se
puede presionar demasiado al Anillo Único, pues, por supuesto, es un elemento
mítico, aunque el mundo de los cuentos está concebido en términos más o menos
históricos. El Anillo de Sauron es sólo uno de los varios tratamientos míticos
de la colocación de la propia vida o del propio poder en algún objeto externo,
que se expone así a la captura o la destrucción con resultados desastrosos
para uno mismo. Si fuera a «filosofar» este mito o, al menos, el Anillo de
Sauron, diría que era un modo mítico de representar la verdad de que la potencia
(o quizá más bien la potencialidad), si ha de ejercerse y producir
resultados, tiene que ser exteriorizada y de ese modo, por así decir, sale,
en mayor o menor grado, fuera del control directo de uno. Un hombre que desee
ejercer «poder» debe tener súbditos que no sean él mismo. Pero entonces depende
de ellos.
Ar-Pharazôn,
como se dice en la «Caída», o Akallabêth, conquistó a los súbditos
aterrorizados de Sauron, no a éste. La «rendición» personal de Sauron
fue voluntaria y fruto de la astucia: ¡logró transporte sin cargo hasta Númenor!
Naturalmente, tenía el Anillo Único, de modo que pronto pudo dominar las mentes
y las voluntades de la mayoría de los Númenóreanos. (No creo que Ar-Pharazôn
supiera nada del Anillo Único. Los Elfos mantenían muy en secreto el asunto
de los Anillos en tanto les era posible. De cualquier manera, Ar-Pharazôn
no estaba en comunicación con ellos. En el Cuento de los Años, Apéndices,
págs. 90-92, encontrará vestigios del infortunio: «la Sombra cae sobre Númenor».
Después de Tar-Atanamir -un nombre élfico-, el próximo nombre es Ar-Adunakhôr,
un nombre númenóreano. Véase pág. Nº --
[100]
El cambio de nombres se acompañó de un completo
rechazo de la amistad de los Elfos y de la enseñanza «teológica» que los Númenóreanos
habían recibido de ellos.)
Sauron
fue derrotado primero por un «milagro»: una acción directa de Dios el Creador,
que cambió la estructura del mundo cuando fue invocado por Manwë; véase Apéndices,
págs. 14-15. Aunque reducido a «un espíritu de odio transportado por un viento
oscuro», no creo que sea necesario sentirse intimidado por este espíritu que
carga el Anillo Único, del que depende ahora en amplia medida su poder de
dominar las mentes. Que Sauron no fuera él mismo destruido en la cólera del
Único no es mi culpa: el problema del mal y su aparente tolerancia es permanente
para todos los que se preocupan por nuestro mundo. La indestructibilidad de
los espíritus con libre voluntad, aun por su Creador, es también un
rasgo inevitable, si uno cree en su existencia o lo finge en una historia.
Sauron,
por supuesto, quedó «confundido» por el desastre, y disminuido (pues había
perdido una enorme cantidad de energía en la corrupción de Númenor). Necesitaba
tiempo para su propia rehabilitación corporal, y para ganar el control de
sus ex súbditos. Fue atacado por Gil-galad y Elendil antes de que su nuevo
dominio fuera plenamente establecido.
Pregunta
3. No he nombrado los colores porque no los conozco.
[101]
Dudo de que tuvieran colores distintivos. Los distintivos
sólo eran necesarios en el caso de los tres que permanecieron en la zona relativamente
pequeña del Noroeste. (Sobre los nombres, véase P[regunta] 5.) Realmente,
no tengo ningún conocimiento claro de los otros dos, pues no conciernen a
la historia del NO. Creo que fueron como emisarios a regiones distantes fuera
del territorio de los Númenóreanos: misioneros en tierras «ocupadas por el
enemigo», por así decir. Nada sé del éxito que pudo haber tenido su misión;
pero me temo que fracasaron, como fracasó Saruman, aunque sin duda de modo
diferente; y sospecho que fueron fundadores de cultos secretos y tradiciones
«mágicas» que perduraron después de la caída de Sauron.
Pregunta
4. No conozco el detalle de sus vestidos. Visualizo con gran claridad y precisión
el paisaje y los objetos «naturales», pero no los artefactos. Pauline Baynes
obtuvo su inspiración para Egidio en gran parte a partir de las ilustraciones
de los manuscritos medievales; excepto en el caso de los caballeros (que tienen
un aire algo «arthuriano»),
[102]
el estilo parece adecuarse bastante bien. Salvo que los
varones, especialmente en las partes septentrionales como la Comarca, habrían
llevado pantalones, ya escondidos por una capa, ya bajo un manto, o meramente
acompañados por una camisa.
No tengo
duda de que en el ámbito considerado en mi historia (muy amplio), el «vestido»
de los diversos pueblos, Hombres y otros, estaba muy diversificado en la Tercera
Edad, según el clima y la costumbre heredada. Como lo estaba en nuestro mundo,
aun si consideramos sólo Europa, el Mediterráneo y el muy cercano «Oriente»
(o Sur), antes de la victoria en nuestro tiempo del menos agradable estilo
de vestido (especialmente en el caso de los varones y los «neutros») que revela
la historia escrita: una victoria que todavía se continúa, aun entre los que
más odian las tierras en las que tuvo su origen. Los Rohirrim no eran «medievales»
según el estilo que damos a la palabra. Los estilos del Tapiz de Bayeux (hecho
en Inglaterra) se adecuan a ellos bastante bien, si se recuerda que las redes
de tenis que [los] soldados parecen llevar son sólo un torpe signo convencional
de las cotas de malla de aros pequeños...”
Los Númenóreanos de Gondor eran orgullosos, peculiares y arcaicos, y creo que la mejor manera de tener una imagen de ellos es (digamos) en términos egipcios. En muchos aspectos parecían «egipcios»: el amor por lo gigantesco y lo macizo, y la capacidad de construirlo. Y por su gran interés en los antepasados y las tumbas. (Pero no, por supuesto, en cuanto a la «teología», en la que eran hebraicos y todavía más puritanos; pero sería demasiado largo poner esto en claro: explicar, en verdad, por qué prácticamente no existía «religión» manifiesta alguna, [103] o mas bien actos religiosos, templos o ceremonias entre los pueblos «buenos» o antisaurianos en El Señor de los Anillos.) Creo que la corona de Cóndor (el reino S.) era muy alta, como la egipcia, pero alada, no perfectamente vertical, sino siguiendo un
El Reino
N. tenía sólo una diadema (Apéndices, pág. 24). Cf. la diferencia entre
los reinos S. y N. del Egipto...”
“(...)Pterodáctilo.
Sí y no. No tenía intención de que la cabalgadura del
Rey-Brujo fuera lo que se llama ahora un «pterodáctilo» y se dibuja a menudo
(con más bien menor número de pruebas imprecisas de las que fundamentan la
nueva y fascinante mitología semicientífica de la «Prehistoria»). Pero evidentemente
es pterodactílica y debe mucho a la nueva mitología, y su descripción
podría dar pie a la creencia de que se trata del último sobreviviente de eras
geológicas más antiguas.
[104]
Pregunta
5. Manwë, esposo de Varda; o en la lengua de los Elfos Grises, Manwë y Elbereth.
Dado que los Valar no tenían lengua propia (no la necesitaban), no tenían
nombres «verdaderos», sólo identidades, y los nombres les eran atribuidos
por los Elfos, de modo que eran más bien «motes» referidos a una peculiaridad,
función o hecho sorprendente. (Lo mismo se aplica a los «Istari» o Magos que
fueron emisarios de los Valar, y a los de su especie.) En consecuencia, cada
identidad tenía varios «motes»; y los nombres de los Valar no estaban necesariamente
relacionados en las diferentes lenguas élficas (o las lenguas de los Hombres
que habían recibido su conocimiento de los Elfos). (Elbereth J Varda, «Señora
de las Estrellas» y «Encumbrada», no son palabras emparentadas, pero se refieren
a la misma persona.) Manwë (Ser Bendito) era el Señor de los Valar y, por
tanto, el Rey Mayor de Arda. Arda, «reino», era el nombre que se le
daba a nuestro mundo o la tierra, pues era el lugar dentro de la inmensidad
de Eä, elegido para ser el sitio y el dominio especial del Rey, por saber
éste que allí aparecerían los Hijos de Dios. En el mito cosmogónico se dice
que Manwë era el «hermano» de Melkor, es decir que eran coevos y de la misma
potencia en la mente del Creador. Melkor se convirtió en el Rebelde y el Diábolos
de estos cuentos, que se disputó el reino de Arda con Manwë. (Habitualmente
era llamado Morgoth en la lengua de los Elfos Grises.)
El Único
no habita físicamente en ninguna parte de Eä.
No es
preciso que diga que todo esto es mítico y de ningún modo una nueva especie
de religión o visión. En la medida de mi conocimiento, es meramente una invención
imaginativa para expresar en el único modo que me es posible algunas de mis
(oscuras) percepciones del mundo. Todo lo que puedo decir es que, si fuera
«historia», no sería fácil situar las tierras y los acontecimientos (o «culturas»),
según las pruebas de que disponemos, arqueológicas o geológicas, en los sitios
más cercanos o remotos de lo que ahora llamamos Europa; aunque de la Comarca,
por ejemplo, se dice explícitamente haber estado en esta región (1, 13).
[105]
Podría haber situado las cosas con mayor verosimilitud
antes de que la cuestión se me planteara, si la historia no hubiera estado
ya demasiado desarrollada. Dudo de que fuera mucha la ventaja; y espero que,
evidentemente largo aunque indefinido, el hueco
[106]
en el tiempo entre la caída de Barad-dûr y nuestros Días
es bastante como para obtener «credibilidad literaria», aun para los lectores
familiarizados con lo que se sabe o se conjetura de la «pre-historia».
He construido,
supongo, un tiempo imaginario, pero en cuanto al espacio he
mantenido los pies en mi propia madre patria. Lo prefiero a la moda contemporánea
de buscar globos remotos en el «espacio». Por curiosos que sean, resultan
ajenos y no son amables con el amor que inspiran los parientes sanguíneos.
La Tierra Media (entre paréntesis y si semejante nota es necesaria)
no es de mi propia invención. Es una modernización o alteración (N[ew] E[nglish]
D[ictionary]: una «perversión») de una vieja palabra para el mundo habitado
de los Hombres, la oikoumenë: media porque se la concebía vagamente
situada en medio de los Mares circundantes y (según la imaginación nórdica)
entre el hielo del Norte y el fuego del Sur. Inglés a. middan-geard,
i. medieval midden-erd, middle-erd. ¡Muchos
críticos parecen suponer que la Tierra Media está situada en otro planeta!
Desde
el punto de vista teológico (si el término no resulta demasiado grandilocuente),
imagino que el cuadro no se aleja demasiado de lo que algunos (incluido yo)
consideran la verdad. Pero como he escrito deliberadamente un cuento, que
está construido sobre, o a partir de, ciertas ideas «religiosas», aunque no
es una alegoría de ellas (ni de ninguna otra cosa), no las menciona abiertamente
y aun menos las predica, no me alejaré ahora de esa actitud para aventurarme
en disquisiciones teológicas para las que no estoy preparado. Pero podría
decir que si el cuento es «sobre» algo (aparte de sí mismo), no es, como según
parece se supone en general, sobre el «poder». La búsqueda del poder es sólo
el motivo que pone los acontecimientos en marcha y creo que relativamente
carece de importancia. Trata sobre todo de la Muerte y la Inmortalidad; y
de las «huidas»: la longevidad y el atesoramiento de la memoria.
Sinceramente
suyo,
J.R.R.
Tolkien.
Continuación en borrrador de la misma carta
(no enviada)
Puesto
que he escrito tanto (espero que no demasiado), bien podría agregar unas pocas
líneas sobre el Mito en el que todo se funda, pues se podrían clarificar algo
más las relaciones entre los Valar, los Elfos, los Hombres, Sauron, los Magos,
etcétera.
Los Valar
o «potencias, gobernantes» fueron la primera «creación»: espíritus o mentes
racionales sin encarnación, creados antes que el mundo físico. (En
rigor, estos espíritus se llamaban Ainur, pues los Valar
fueron sólo los que entre ellos entraron en el mundo después de haber
sido hecho, y el nombre sólo se aplica a los grandes de entre ellos, que ocupan
el lugar imaginativo, aunque no teológico, de los «dioses».) Los Ainur tomaron
parte en la creación del mundo como «subcreadores»: en grado diverso, según
la manera siguiente: Interpretaron según su capacidad, y completaron en detalle,
el Diseño que les propuso el Único. Se les propuso primero en forma musical
o abstracta, y luego en una «visión histórica». En la primera interpretación,
la vasta Música de los Ainur, Melkor introdujo alteraciones, no interpretaciones
de la mente del Único, y surgió una gran discordancia. El Único presento esta
«Música», con inclusión de la aparente discordancia, como una «historia» visible.
En esta
etapa tenía todavía una validez con la que puede compararse la que tiene un
«cuento» entre nosotros: «existe» en la mente del narrador y, de manera
derivada, en la de los auditores, pero no en el mismo plano que el del narrador
o los auditores. Cuando el Único (el Narrador) dijo Sea
[107]
el Cuento se convirtió en Historia, sobre el mismo
plano que el de los auditores, y éstos podían, si lo deseaban, entrar en
ella. Muchos de los Ainur lo hicieron, y deben habitar en ella hasta el
Final, pues quedan involucrados en el Tiempo, la serie de acontecimientos
que la completan. Estos fueron los Valar y sus asistentes menores. Éstos eran
los que se habían «enamorado» de la visión y, sin duda, los que habían desempeñado
la parte más «subcreativa» (o, como nosotros diríamos, más «artística») de
la Música.
Fue por
el amor que tenían por Eä, y por la parte que desempeñaron en su creación,
que desearon y pudieron encarnarse en formas físicas visibles, aunque
éstas eran comparables a nuestros vestidos (en la medida en que éstos
constituyen una expresión personal), no a nuestros cuerpos. Sus formas eran
así la expresión de sus personas, capacidades y amores. No era preciso que
fueran antropomórficos (Yavanna, esposa
[108]
de Aulé, por ejemplo, se manifestaba con la forma de un
gran Árbol.) Pero las formas «habituales» de los Valar, cuando eran visibles
o estaban vestidos, eran antropomórficas, por el intenso interés que les despertaban
los Elfos y los Hombres.
Los Elfos
y los Hombres eran llamados los «hijos de Dios» porque constituían, por así
decir, un añadido privado al Diseño hecho por el Creador, en el cual los Valar
no tuvieron parte. (Sus «temas» fueron introducidos en la Música por el Único
cuando surgieron las discordancias de Melkor.) Los Valar sabían que aparecerían
-y los grandes, cuándo y cómo (aunque no con precisión)-, pero poco era lo
que conocían de su naturaleza, y su preciencia, derivada del conocimiento
previo que tenían del Diseño, era imperfecta o defectuosa en relación con
los hechos de los Hijos. Los Valar incorruptos, pues, anhelaban a los Hijos
antes de que llegaran, y los amaron después, como a criaturas diferentes de
sí mismos, independientes de ellos y de su capacidad artística, «niños» en
cuanto eran más débiles e ignorantes que los Valar, pero de igual linaje (pues
provenían directamente del Único), aunque estaban bajo su autoridad como gobernantes
de Arda. Los corruptos, como lo eran Melkor/Morgoth y sus seguidores (de los
que Sauron era uno de los principales), veían en ellos el material ideal para
convertirlos en súbditos y esclavos, volviéndose ellos amos y «dioses», envidiándolos
y odiándolos en secreto en la medida en que se rebelaban contra el Único (y
contra Manwë, su Teniente en Eä).
En esta
«prehistoria» mítica, la inmortalidad, estrictamente una longevidad
coextensiva con la vida de Arda, era parte de la naturaleza dada a los Elfos;
más allá del Fin, nada había sido revelado. Se habla de la mortalidad,
es decir, un período de vida de corta duración sin la menor relación con
la vida de Arda, como propia de la naturaleza dada a los Hombres: los Elfos
la llamaron el Don de Ilúvatar (Dios). Pero debe recordarse que míticamente
estos cuentos se centran en los Elfos
[109]
no son antropocéntricos, y los Hombres sólo aparecen en
ellos mucho después de la Llegada de aquéllos. Ésta es, por tanto, una perspectiva
«élfica» y no necesariamente tiene algo en pro o en contra de creencias, como
la cristiana, de que la «muerte» no forma parte de la naturaleza humana, sino
que es un castigo por el pecado (la rebelión) y una consecuencia de la «Caída».
Debería considerársela como la percepción que tienen los Elfos de lo que la
muerte -por no estar vinculada con los «ciclos del mundo»- significaría
para los Hombres, sea cual fuere su origen. Un divino «castigo» es también
un divino «don» si se lo acepta, pues su objetivo es la bendición final, y
la suprema inventiva del Creador hará que los «castigos» (es decir, el cambio
de designio) produzcan un bien no alcanzable de otro modo: un Hombre «mortal»
tiene probablemente (diría un Elfo) un destino más alto, si bien no revelado,
que un ser longevo. Intentar por algún recurso o «magia» recuperar la longevidad
es, pues, la suprema locura y maldad de los «mortales». La longevidad o la
falsa «inmortalidad» (la verdadera inmortalidad está más allá de Eä) es el
principal anzuelo de Sauron: convierte a los pequeños en un Gollum, y a los
grandes en un Espectro de los Anillos.
En las
leyendas élficas hay registro del extraño caso de una mujer Elfo (Míriel,
madre de Fëanor) que intentó morir, lo que tuvo desastrosos resultados
que llevaron a la «Caída» de los Altos Elfos. Los Elfos no eran víctimas de
enfermedades, pero se los podía «asesinar»: es decir, sus cuerpos podían ser
destruidos o mutilados hasta que dejaran de ser ya adecuados para dar sostén
a la vida. Pero esto no conducía naturalmente a la «muerte»: eran rehabilitados,
renacían y finalmente recuperaban la memoria de su pasado; permanecían «idénticos».
Pero Míriel deseaba abandonar el ser y se negó al renacimiento.
[110]
Supongo
que si hay una diferencia entre este Mito y lo que podría llamarse quizá mitología
cristiana, esa diferencia es ésta. En la última, la Caída del Hombre es posterior
a (aunque no necesariamente una consecuencia de) la «Caída de los Ángeles»:
una rebelión de la voluntad creada libre en un nivel más alto que el del Hombre;
pero no se sostiene claramente (y en muchas versiones no se lo sostiene en
absoluto) que esto haya afectado a la naturaleza del «Mundo»: el mal fue traído
de fuera por Satán. En este mito la rebelión de la voluntad creada libre precede
a la creación del Mundo (Eä); y Eä contenía en sí, subcreadamente introducidos,
el mal, la rebelión, elementos discordantes pertenecientes a su propia naturaleza
ya cuando se dijo Sea. La Caída o la corrupción de todo y de todos
sus habitantes, por tanto, era una posibilidad, aunque no inevitable. Los
árboles pueden «torcerse», como en el Viejo Bosque; los Elfos pueden convertirse
en Orcos, y si esto requería la malicia persuasiva de Morgoth, aun los Elfos
de por sí eran capaces de cometer malas acciones. Aun los Valar «buenos»,
por habitar el Mundo, podían cuando menos errar, como lo hicieron ocasionalmente
en su trato con los Elfos; o también eran capaces, como lo probaron los menores
de su especie (los Istari o magos), de buscar el propio beneficio. Aulë, por
ejemplo, uno de los Grandes, en cierto sentido «cayó», porque deseaba de tal
modo ver a los Hijos, que se impacientó e intentó anticiparse a la voluntad
del Creador. Siendo el más grande de los artesanos, trató de hacer criaturas,
de acuerdo con el conocimiento imperfecto propio de su especie. Cuando hubo
hecho trece,
[111]
Dios le habló con enfado, pero no sin piedad: porque Aulë
no había hecho esto por el maligno deseo de tener esclavos y súbditos
propios, sino por amor impaciente, deseoso de criaturas con las que conversar
y a las cuales enseñar, compartiendo con ellas las alabanzas a Ilúvatar y
el amor por los materiales de que está hecho el mundo.
El Único
reprendió a Aulë diciéndole que había intentado usurpar el poder del Creador,
pero no pudo dar vida independiente a lo que había hecho. Sólo tenía
una vida, la suya, derivada del Único, y sólo podía, cuando más, distribuirla.
«Considera», dijo el Único: «estas criaturas tuyas sólo tienen tu voluntad
y tu movimiento. Aunque has inventado una lengua para ellas, sólo pueden comunicarte
tu propio pensamiento. Esto es un pobre remedo de mí.»
Entonces
Aulë, apenado y arrepentido, se humilló y pidió perdón. Y dijo: «Destruiré
estas imágenes de mi presunción y esperaré tu voluntad». Y cogió un gran martillo
y lo levantó para golpear la mayor de sus imágenes, pero ésta se sobresaltó
y se apartó de él. Y al detener el golpe, asombrado, oyó la risa de Ilúvatar.
«¿Te
desconcierta esto?», preguntó. «¡Considera!, tus criaturas ahora viven, libres
de tu voluntad. Porque he visto tu humildad y tenido piedad de tu impaciencia.
He recogido en mi designio lo que has hecho.»
Ésta
es la leyenda élfica de la creación de los Enanos; pero los Elfos cuentan
también que Ilúvatar dijo así: «No obstante, no toleraré que mi designio se
anticipe: tus hijos no despertarán antes que los míos». Y ordenó a Aulé que
acostara a los padres de los Enanos en sitios profundos, cada cual con su
pareja, menos Dúrin, el mayor, que no la tenía. Allí dormirían prolongadamente
hasta que Ilúvatar les indicara que despertaran. No obstante, casi siempre
hubo escaso amor entre los Enanos y los hijos de Ilúvatar. Y del destino que
éste dio a los hijos de Aulë más allá de los Círculos del mundo, los Elfos
y los Hombres nada saben, y si lo saben los Enanos, no hablan de ello.
11)
En esta carta, Tolkien aclara la cuestión del amor entre Faramir y Eowyn.
a un lector de El Señor de los Anillos
Un
fragmento en cuya parte superior Tolkien ha escrito «Comentarios acerca de
una crítica (¿ahora perdida?) referida a Faramir & Eowyn (c. 1963).»
“(...)
Eowyn: Es posible amar a más de una persona (del
otro sexo) al mismo tiempo, pero de un modo y con una intensidad diferentes.
No creo que los sentimientos de Eowyn por Aragorn realmente cambiaran mucho;
y cuando él se reveló como figura encumbrada, en linaje y oficio, ella pudo
seguir amándolo y admirándolo. Él era viejo, y eso no es sólo
una cualidad física: cuando no se acompaña de ningún síntoma de decadencia
física, la edad puede resultar alarmante e inspirar temerosa veneración.
Además, ella no era ambiciosa en el verdadero sentido político. Aunque
no un «ama seca» por temperamento, tampoco era realmente un soldado o «amazona»,
pero como muchas mujeres valientes era capaz de gran bravura militar en un
momento de crisis.
Creo
que no comprende bien a Faramir. Su padre lo amilanaba: no sólo de
la manera ordinaria en una familia con un severo padre orgulloso de gran
fuerza de carácter, sino como Númenóreano delante del jefe de un estado númenóreano
sobreviviente. No tenía madre ni hermana (Eowyn tampoco tenía madre)
y tenía un hermano «mandón». Se había acostumbrado a ceder y a no dar aliento
a sus opiniones, aunque retenía el poder de mando entre los hombres, como
suele hacerlo un individuo como él, con toda evidencia personalmente valiente
y decidido, pero también modesto, de buen temple, justicia escrupulosa y muy
misericordioso. Creo que entendía muy bien a Eowyn. Además, ser Príncipe
de Ithilien, el más grande de los nobles después de Dol Amroth en el resucitado
estado númenóreano de Gondor, que tendría pronto poder y prestigio imperiales,
no era «tarea de cultivar legumbres para el mercado», como usted lo llama.
Hasta que no hubieran sido hechas muchas cosas por el Rey repuesto, el P.
de Ithilien sería guardián residente de las fronteras de Gondor en su puesto
de avanzada situado en el extremo este; y también tendría a su cargo el deber
de rehabilitar el territorio perdido y despejarlo de bandidos y restos de
orcos, para no hablar del terrible valle de Minas Ithil (Morgul). Naturalmente,
no entré en detalles acerca del modo en que Aragorn, como Rey de Gondor,
gobernaría el reino. Pero se sugiere claramente que hubo muchas luchas y que
en los primeros años del reinado de A. se hicieron expediciones en contra
de los enemigos del Este. Los principales comandantes, sometidos al Rey, serían
Faramir e Imrahil; y uno de éstos normalmente seguiría siendo comandante militar
en el país en ausencia del Rey. Un Rey númenóreano era monarca, con
poder de decisión incuestionable en el debate; pero gobernaba el reino dentro
del marco de la antigua ley, de la que él era el administrador (e intérprete),
pero no el hacedor. En todas las cuestiones debatibles de importancia doméstica
o exterior, sin embargo, aun Denethor tenía un Consejo, y cuando menos escuchaba
lo que los Señores de los Feudos y los Capitanes de las Fuerzas tenían por
decir. Aragorn restableció el Gran Concilio de Gondor, y en él Faramir, que
seguía siendo
[112]
por herencia el Senescal (o representante del Rey
durante su ausencia en el extranjero, en caso de enfermedad o entre su muerte
y el ascenso al trono de su heredero), sería el principal consejero.
Crítica
a la rapidez de la relación o «amor» entre Faramir y Eowyn. De acuerdo con
mi experiencia, los sentimientos y las decisiones maduran muy rápido (tal
como puede medírselas según el mero «tiempo del reloj», que en realidad no
puede aplicarse) en los períodos de tensión y, en especial, en la expectativa
de una muerte inminente. Y no creo que las personas de alto rango y
crianza necesiten pequeños escarceos y avances en cuestiones de «amor». Este
cuento no trata de un período de «Amor Cortesano» y todos sus fingimientos;
sino de una cultura más primitiva (es decir, menos corrupta) y más noble.
Carta
a un lector de El Señor de los Anillos.
“(...)
No hay o no había Ents en las más viejas historias, porque éstos se me presentaron
de hecho ante mi vista, sin premeditación o algún conocimiento consciente
previo, cuando llegué al Capítulo IV del Libro Tres. Pero como Bárbol muestra
tener conocimiento de la tierra anegada de Beleriand (al oeste de las Montañas
de Lune), en la que se desarrolló la contienda principal de la guerra contra
Morgoth,
[113]
tendrán que ser incluidos. No obstante, como la Guerra
de Beleriand ocurrió en tiempos de la reunión de los hobbits unos 7.000 años
atrás, sin duda no eran del todo lo mismo: menos sabios, menos fuertes, más
tímidos y más incomunicables (su propia lengua, más simple; pero el conocimiento
de otras lenguas, muy escaso). Pero puedo prever una medida que adoptaron
no sin relación con El S. de los A. Tuvo lugar en Ossiriand, un lugar boscoso,
secreto y misterioso ante el pie occidental del Ered Luin, que Beren y Lúthien
habitaron por un tiempo después del regreso de Beren de entre los Muertos
(I, págs. 270-271). Beren no volvió a mostrarse entre los mortales, salvo
una vez. Interceptó un ejército de enanos que había descendido de las montañas,
saqueado el reino de Doriath y matado al Rey Thingol, el padre de Lúthien,
llevándose un gran botín, incluido el collar de Thingol del que colgaba el
Silmaril. Hubo una batalla alrededor de un vado de uno de los Siete Ríos de
Ossir, y el Silmaril fue recobrado y llegó así a Dior, hijo de Beren, y a
Elwing, hija de Dior, y a Earendel, su marido (padre de Elros y Elrond). Parece
claro que Beren, que no tenía ejército, recibió la ayuda de los Ents, lo cual
nada contribuyó al amor entre los Ents y los Enanos.
¡Perdóneme
la precipitación! Perdóneme también la utilización de una máquina de escribir.
Vengo sufriendo y sufro todavía de un reumatismo en el brazo derecho, que
parece objetar mucho menos la dactilografía que la escritura a mano. Otra
vez gracias por su carta.
El
borrador termina aquí. En la parte superior, no de un modo muy legible, Tolkien
había escrito a lápiz:
Nadie
sabía de dónde vinieron (los Ents) ni cuándo aparecieron por primera vez.
Los Altos Elfos decían que los Valar nunca los mencionaron en la «Música».
Pero algunos (Galadriel) eran [de la] opinión de que cuando Yavanna descubrió
la misericordia de Eru para con Aulë en relación con la cuestión de los Enanos,
le rogó a Eru (por la mediación de Manwë) que diera vida a cosas hechas de
criaturas vivientes que no fueran de piedra, y que los Ents eran almas enviadas
para habitar los árboles o que lentamente fueron cobrando parecido con los
árboles por causa del amor innato que sentían por ellos. No todos eran buenos
[palabras ilegibles]. Los Ents, pues, tuvieron dominio sobre la piedra.
Los machos eran devotos a Oromë, pero las mujeres lo eran a Yavanna.
12)
Sombragris, el gran Meara y su relación con Gandalf, hasta el final...
19 de
enero de 1965
Creo
que ciertamente Sombragrís fue con Gandalf [allende el Mar], aunque esto no
se dice. Me parece que es mejor no decirlo todo (y, en verdad, resulta más
realista, pues en las crónicas y las relaciones de la historia «real», muchos
hechos que a algún investigador le gustaría conocer, se omiten, y la verdad
tiene que descubrirse o conjeturarse a partir de los datos con que se cuenta).
Argumentaría de la manera siguiente: Sombragrís provenía de una raza especial
(II, 167, 171, Apéndices, 61-62),
[114]
siendo, por así decir, un equivalente élfico de los caballos
ordinarios: su «sangre» provenía del «Oeste allende el Mar». No habría sido
inadecuado para él «ir al Oeste». Gandalf no estaba muriendo ni yendo por
una gracia especial a la Tierra Occidental antes de ir «más allá de los círculos
del mundo»; volvía a casa, pues evidentemente era uno de los «inmortales»,
un emisario angélico de los angélicos gobernantes (Valar) de la Tierra. Tomaría
o podría tomar lo que quisiera. Gandalf fue visto por última vez mientras
cabalgaba Sombragrís (III, 366). Debe de haber cabalgado hasta los Cielos
y es inconcebible que [hubiera] montado otra bestia que Sombragrís; de modo
que éste debió de haber estado allí. Un cronista que compusiera una larga
historia y por el momento se conmoviera principalmente por el dolor de los
dejados atrás (¡él mismo entre ellos!), habría omitido mencionar el caballo;
pero si el gran caballo hubiera compartido la pena de la separación, difícilmente
habría sido olvidado.
13)
Una de las últimas cartas en donde aclara dudas respecto a El Señor de los
Anillos. En este caso es la archiconocida pregunta sobre el destino de las
Ents-Mujeres.
6 [?] de junio de 1972
En
respuesta a la pregunta: ¿Encontraron los Ents alguna vez a sus Ents-mujeres?
En cuanto
a las Ents-Mujeres: no lo sé. No he escrito nada que vaya más allá
de los primeros años de la Cuarta Edad. (Excepto el comienzo de un cuento
que supuestamente se refiere al fin del reino de Eldaron unos 100 años después
de la muerte de Aragorn. Luego descubrí, por supuesto, que la Paz del Rey
no contendría cuentos dignos de recontarse, y que sus guerras tendrían poco
interés después del derrocamiento de Sauron, sino que casi con seguridad se
produciría por entonces una cierta inquietud, consecuencia -según parece-
del inevitable hastío que el bien produciría entre los Hombres: habría sociedades
secretas que practicarían cultos oscuros y otros dedicados a los Orcos entre
los adolescentes.) Pero creo que en el Vol. II, págs. 100-102,
[115]
se hace evidente que no habría re-unión para los Ents en
la «historia», sino que los Ents y sus esposas, por ser criaturas racionales,
encontrarían algún «paraíso terrenal» hasta el fin de este mundo, más allá
del cual no alcanzaba la sabiduría de los Elfos ni de los Ents. Aunque quizá
compartieran la esperanza de Aragorn de que «no estaban destinados para siempre
a los círculos del mundo y que más allá de ellos hay más que memoria» ....
En relación
con el griego, me siento como un renegado que ha residido voluntariamente
largo tiempo entre los «bárbaros», aunque una vez supe algo de él. No obstante,
prefiero el latín. Me siento como Theodore Haecker,
[116]
o como un eminente filólogo (Bazell) otrora discípulo mío,
que es experto en lenguas «bárbaras» como el turco; me escribió una vez sobre
cierta lengua recientemente descubierta: «Es una clase de lengua que usted
y yo sentimos normal en un cierto modo fundamentalmente humano; en verdad,
se asemeja al latín».
EL PENSAMIENTO RELIGIOSO
Sin ninguna duda toda la obra y la vida de Tolkien ha estado profundamente motivada por su pensamiento Cristiano, más precisamente Católico Apostólico Romano. Por ello, en estas cartas, intentamos escoger las Cartas más representativas de su pensamiento religioso. La gran mayoría de ellas han sido escritas para sus hijos, Michael y Christopher; aunque se destaca también la carta al Padre Robert Murray.
8 de
enero de 1944
Acuérdate
de tu ángel guardián. ¡No una señora rolliza con alas de cisne! Pero -al menos
es como lo concibo y lo siento-, como almas dotadas de libre voluntad, estamos,
por así decir, situados como para estar (o poder estar) frente a Dios. Pero
Dios también está (por decirlo de alguna manera) detrás de nosotros, dándonos
apoyo y alimento (como criaturas que somos). El punto brillante de poder donde
esa línea vital, esa cuerda umbilical toca, allí está nuestro Ángel, enfrentado
doblemente con Dios detrás de nosotros en la dirección que no podemos ver,
y con nosotros. Por supuesto, no tiene uno que cansarse de enfrentar a Dios;
el derecho a la libertad y la fortaleza que se nos procura «desde atrás» lo
impiden. Si no se puede obtener la paz interior, y a pocos les es dado hacerlo
(a mí menos que a nadie) en la tribulación, no olvides que aspirar a ella
no es una vanidad, sino un acto concreto. Lamento hablarte así, y de modo
tan vacilante. Pero no puedo hacer más por ti, querido ....
Del libro
de Exeter. Menos atormenta la nostalgia al que conoce muchas canciones o
con sus manos puede tocar el arpa: su posesión es el don del «júbilo» (equivalente
a música y/o versos) que Dios le dio.
¡Cómo lo hieren a uno estas palabras llegadas desde la antigua oscuridad!
A lo largo de todas las edades los hombres (los de nuestra especie más a sabiendas)
la han sentido: no necesariamente causada por el dolor o el duro mundo, sino
afilada por él.
7-8 de
noviembre de 1944 (FS 60) 20
Northmoor Road, Oxford
....
Tu referencia al cuidado de tu ángel guardián me hace temer que tienes especial
necesidad de «él». Me atrevo a decir que ello es así realmente .... Me recuerda
también una súbita visión (o quizás una apercepción que asumió de inmediato
en mi mente una forma visual) que tuve no hace mucho cuando pasaba media hora
en St. Gregory antes del Santo Sacramento cuando el Quarant' Ore
[118]
se celebraba allí. Percibí o evoqué la Luz de Dios y, suspendida
en ella, una pequeña mota (o millones de motas, a una de las cuales tan sólo
se dirigía mi minúscula mente) que resplandecía blanca por acción del rayo
individual venido de la Luz que a la vez la sostenía y la iluminaba. (No es
que hubiera rayos individuales que provinieran de la Luz, sino que la mera
existencia de la mota y su posición en relación con la Luz era por sí misma
una línea, y la línea era Luz.) Y el rayo era el Ángel Guardián de la mota:
no una cosa que se interpusiera entre Dios y la criatura, sino la atención
misma de Dios personalizada. Y no digo «personalizada» por una mera figura
de lenguaje de acuerdo con las tendencias de la lengua humana, sino una verdadera
(finita) persona. Pensando en ello desde entonces -porque toda la cuestión
fue muy inmediata y no recuperable en torpes palabras, por cierto no la intensa
sensación de alegría que la acompañaba y la advertencia de que la brillante
mota en equilibrio era yo mismo (o cualquier otro ser humano en quien yo pensara
con amor)-, se me ocurrió que (hablo tímidamente y no tengo idea de si semejante
pensamiento es legítimo: de cualquier modo, está del todo separado de la visión
de la Luz y la mota en equilibrio) éste es un paralelo finito de lo Infinito.
Así como el amor del Padre y el Hijo (que son infinitos e iguales) es una
Persona, el amor y la atención que la Luz centra en la Mota también es una
persona (que está a la vez con nosotros y en el Cielo): finita, pero divina,
es decir, angélica. De cualquier modo, mi muy querido, recibí consuelo, parte
del cual asumió esta curiosa forma que (me temo) no he logrado transmitir;
pero tengo ahora la definida convicción de que estás en equilibrio y resplandeciente
en la Luz; aunque tu cara (como todas nuestras caras) está apartada de ella.
Pero podríamos ver el resplandor de las caras (y las personas aprehendidas
en el amor) de los demás ....
El domingo
Frisca y yo fuimos pedaleando al viento y bajo la lluvia hasta St. Gregory.
P. estaba batallando con un resfriado y otros malestares, y no le hizo mucho
bien inmediato, aunque está mejor ahora; pero escuchamos uno de los mejores
sermones de Fr. C (y el más largo). Un maravilloso comentario sobre el Evangelio
del domingo (la curación de la mujer y de la hija de Jairo), intensamente
vivificado por la comparación de los tres evangelistas. (P. se sintió especialmente
divertida por la observación de que siendo san Lucas él mismo un médico, no
le gustó la sugerencia de que la pobre mujer estaba todavía peor por la intervención
de los doctores, de modo que bajó el tono de ese fragmento.) Y también por
sus vividos ejemplos tomados de los milagros modernos. El caso similar de
una mujer igualmente afectada (por causa de un gran tumor uterino) que se
curó instantáneamente en Lourdes, de modo que ya no pudo encontrarse el tumor
y el cinturón le quedó demasiado grande. Y la historia sumamente conmovedora
del niño que padecía peritonitis tuberculosa y que no se había curado; sus
padres lo llevaban en tren tristemente de regreso, prácticamente agonizante
y al cuidado de dos enfermeras. Mientras el tren se alejaba, pasó a la vista
de la Gruta. El niño se sentó. «Quiero ir a conversar con la niña»; en el
mismo tren viajaba una niña que había sido curada. Y se puso en pie, fue a
donde la niña estaba y jugó con ella; luego regresó y dijo: «Ahora tengo hambre».
Y le dieron pastel y dos cuencos de chocolate y enormes sandwiches de carne
aderezada, ¡y él se lo comió todo! (Esto fue en 1927.) Del mismo modo, Nuestro
Señor dijo que le dieran a la pequeña hija de Jairo algo que comer. Así de
sencillo y simple, como son los milagros. Son intromisiones (como decimos
errados) en la vida real u ordinaria, pero sí que se entrometen en la vida
ordinaria, de modo que lo que hace falta son comidas igualmente ordinarias.
(Por supuesto, Fr. C no pudo resistir la tentación de añadir: y hubo también
un fraile capuchino que estaba mortalmente enfermo y no había comido nada
por años, y fue curado, y se sintió tan encantado por ello, que salió disparado
y se comió dos cenas, y esa noche no tuvo sus acostumbrados dolores, sino
los dolores de una simple indigestión.) Pero la historia del niño (que es
un hecho del que existen plenos testimonios, por supuesto), con su final aparentemente
triste y su inesperado final feliz, me conmovió profundamente y sentí la peculiar
emoción que todos sentimos, aunque no a menudo. Es del todo distinta de cualquier
otra sensación. Y de pronto me di cuenta de lo que era: exactamente lo mismo
sobre lo que había intentado escribir y explicar en el ensayo sobre los cuentos
de hadas que tanto me habría gustado que hubieras leído, y que creo que te
enviaré. Pues acuñé el término «eucatástrofe»: el súbito giro feliz en una
historia que lo atraviesa a uno con tal alegría que le hace saltar las lágrimas
(lo cual, argüía, es la más alta función que cumple un cuento de hadas). Y
llegué a la conclusión de que produce su peculiar efecto porque es un súbito
atisbo de la Verdad, la entera naturaleza de uno adherida a la cadena material
de causa y efecto, la cadena de la muerte, siente un súbito alivio como si
un miembro fundamental dislocado hubiera vuelto de pronto a su lugar. Percibe
-si la historia tiene «verdad» literaria en el segundo plano (para lo cual
debe verse el ensayo)- que así es como las cosas realmente funcionan en el
Gran Mundo para el cual está hecha nuestra naturaleza. Y concluía diciendo
que la Resurrección era la mayor «eucatástrofe» posible en el mayor Cuento
de Hadas, y produce esa emoción esencial: la alegría cristiana que provoca
lágrimas porque es cualitativamente equivalente al dolor, porque proviene
de los lugares donde la Alegría y el Dolor son lo mismo, reconciliados al
perderse en el Amor el egoísmo y el altruismo. Por supuesto, no quiero decir
que los Evangelios cuentan lo que es sólo un cuento de hadas; pero sí quiero
decir decididamente que cuentan un cuento de hadas: el mayor de ellos. El
hombre en cuanto cuentista debería ser redimido de un modo acorde con su naturaleza:
mediante una historia conmovedora. Pero como el autor de ella es el supremo
Artista y el Autor de la Realidad, también ésta cobró Ser, tuvo verdad en
el Plano Primordial. De modo que en el Milagro Primordial (la Resurrección)
y también en los milagros cristianos menores, aunque en menor escala, no sólo
se tiene el súbito atisbo de la verdad tras la aparente Anankê
[119]
de nuestro mundo, sino un atisbo de que es realmente un
rayo de luz a través de las grietas mismas del universo que nos rodea. Iba
un día en bicicleta no hace mucho frente a la Radcliffe Infirmary, cuando
tuve una de esas súbitas sensaciones de claridad que se tienen a veces en
los sueños (aun en los provocados por la anestesia). Recuerdo que dije en
voz alta con absoluta convicción: «¡Claro! Así es como se producen las cosas
realmente!». Pero no pude reproducir argumento alguno que me hubiera llevado
a esa conclusión, aunque la sensación fue la misma de haber sido convencido
por la razón (aunque sin razonamiento). Y he pensado desde entonces que uno
de los motivos de que no se pueda recobrar el maravilloso argumento o secreto
cuando se despierta, es sencillamente que no existe: pero había habido (con
frecuencia las hay quizás) una apreciación directa de la mente, pero sin la
cadena de argumentos de que tenemos conciencia en nuestro tiempo lineal. Aunque
no importa cómo ello sea. Para descender a cosas menos elevadas: supe que
había escrito una historia de valor en «El Hobbit» cuando al leerla (después
de haberla dejado envejecer hasta sentirme desligado de ella) sentí en no
poca medida la emoción «eucatastrófica» de la exclamación de Bilbo: «¡Las
Águilas! ¡Vienen las Águilas!» .... Y en el último capítulo de El Anillo que
he escrito hasta ahora, espero que notes cuando lo recibas (estará pronto
en camino) que la cara de Frodo palidece y convence a Sam de que está muerto
justo cuando éste abandona las esperanzas.
Y mientras
estábamos todavía, por así decir, en el porche de St. Gregory el domingo 5
de noviembre, vi allí el espectáculo más conmovedor. Apoyado contra la pared,
al salir nosotros de la iglesia, había un viejo vagabundo en harapos, algo
semejante a sandalias sujetas con hilos a sus pies, una vieja lata de estaño
atada a una de sus muñecas y en la otra mano un rústico cayado. Tenía una
barba castaña y una cara extrañamente «limpia» de ojos azules, y miraba fijamente
a la distancia sumido en algún profundo pensamiento arrebatador, sin hacer
caso de la gente y, por cierto, sin mendigar. No pude resistir el impulso
de darle una pequeña limosna, y él la tomó con grave amabilidad, me agradeció
cortésmente y volvió luego a su contemplación. Por una vez logré desconcertar
a Fr. C al decirle que el viejo se parecía mucho más a san José que la estatua
que había en la iglesia... al san José camino de Egipto, de cualquier modo.
¡Parece ser (y qué feliz pensamiento en estos deteriorados días en los que
la pobreza sólo parece producir el pecado y la miseria) un santo vagabundo!
Podría haberlo jurado, pero P. dice que Betty
[120]
le dijo que había asistido a una misa temprana, había tomado
la comunión y su devoción era tan evidente, tanto, que muchos se sintieron
edificados. No sé por qué, pero me pareció inmensamente consolador y placentero.
Fr. C dice que aparece una vez por año...”
30 de
enero de 1945 (FS 78) 20
Northmoor Road, Oxford
“(...)En
cuanto al Edén, creo que la mayoría de los cristianos, excepto los muy simples
e incultos o los que están protegidos de alguna otra forma, vienen siendo
ya desde hace algunas generaciones atormentados por los supuestos científicos,
de modo que han abandonado el Génesis en el cuarto trastero de su mente como
si se tratara de muebles fuera de moda, un poco avergonzados de tenerlos en
casa, cuando los brillantes jóvenes listos vienen de visita: quiero decir,
por supuesto, aun los fideles que no los vendieron como artículos de segunda
mano o no los quemaron tan pronto como los partidarios del gusto moderno empezaron
a mofarse. En consecuencia, han olvidado, por cierto (yo mismo como el que
más), como tú dices, la belleza del asunto aun «como historia». Lewis escribió
recientemente un ensayo sumamente interesante (no sé si se ha publicado)
[121]
en el que muestra qué gran valor nutricio tiene para la
mente el «valor en cuanto a cuento» de la entera historia cristiana (especialmente
el NT). Era una defensa de la clase de actitud de la que tendemos a burlarnos:
el pusilánime que pierde la fe, pero al menos se apega a la belleza «del cuento»
por tener algún valor permanente. Afirma que de ese modo obtiene todavía alguna
nutrición y no queda del todo separado de la savia de la vida: pues la belleza
del cuento, aunque no necesariamente una garantía de su veracidad, es concomitante
de ella, y un fidelis debe obtener nutrición de la belleza tanto como de la
verdad. De modo que el «admirador» pusilánime obtiene algo todavía, que aun
uno de los fieles (estúpido, insensible, avergonzado) puede estarse perdiendo.
Pero yo, en parte como desarrollo de mi propio pensamiento sobre mi obra (técnica
y literaria), en parte por mi contacto con C.S.L., y no en poca medida la
firme guía de Alma Mater Ecclesia, no siento vergüenza ni dudas acerca del
«mito» del Edén. Por supuesto, no tiene la misma especie de historicidad del
NT, que constituye virtualmente un documento contemporáneo, mientras que el
Génesis está separado por no sabemos cuántas tristes generaciones de exiliados
desde la Caída, pero por cierto hubo un Edén en esta muy desdichada tierra.
Todos lo añoramos y tenemos constantes atisbos de él: nuestra entera naturaleza,
en lo que tiene de mejor y menos corrompido, de más gentil y humano, está
todavía bañada por la sensación de «exilio». Si lo piensas bien, tu (muy justo)
horror ante el estúpido asesinato del halcón y tu obstinado recuerdo de este
«hogar» tuyo en una hora idílica (cuando hay a menudo la ilusión del cese
del tiempo y el deterioro y una gentil sensación de paz) -έίθε γενοίμην
[122]
«indica el reloj las tres menos diez y hay todavía miel para el
té»- derivan del Edén. En la medida en que podamos remontarnos en la mente,
a su parte más noble la llenan pensamientos de paz y buena voluntad, y también
el pensamiento de su pérdida. Nunca lo recuperaremos, pues no es ése el camino
del arrepentimiento, que avanza en espiral y no en un círculo cerrado; puede
que recobremos algo que se le parezca, pero en un plano superior. Así como
un habitante de la urbe (para recurrir a una comparación minúscula) obtiene
más del campo que un mero patán, aunque no pueda convertirse en un verdadero
habitante rural; es a la vez; más y en cierto modo menos (menos verdaderamente
terreno, de cualquier modo). Por supuesto, supongo que, sometida al permiso
de Dios, la entera raza humana (como cada uno de los individuos) es libre
de no volver a elevarse, sino de ir a la perdición y llevar la Caída hasta
su amargo fondo (como cada individuo puede singulariter).
[123]
Y en ciertos períodos, y éste es especialmente uno de ellos,
ése parece no sólo un acontecimiento probable, sino inminente. Todavía creo
que habrá un «milenio», los profetizados mil años de gobierno santo, esto
es, de los que, a pesar de todas sus imperfecciones, no habrán nunca inclinado
el corazón ni la voluntad ante el espíritu del mal (en términos modernos,
pero no universales: el mecanicismo, el materialismo «científico», el socialismo
en cualquiera de sus facciones ahora en guerra)...”
El padre Robert Murray, nieto de sir James Murray (fundador del Oxford English Dictionary) y amigo íntimo de la familia Tolkien, había leído parte de El Señor de los Anillos en las galeradas y copias dactilografiadas y, por instigación de Tolkien, le había enviado comentarios y críticas. Escribió que el libro le había producido la fuerte sensación «de una compatibilidad positiva con el orden de la Gracia» y comparaba la imagen de Galadriel con la de la Virgen María. Dudaba de que muchos críticos pudieran encontrar un gran sentido a la obra: «No dispondrán de un casillero previo para situarla».
2 de diciembre
de
Mi querido
Rob:
Fue maravilloso
recibir esta mañana tu larga carta .... Lamento que algunas palabras mías
dichas al azar hayan sido causa de que te ocuparas en criticar mi obra. Pero,
para confesar la verdad, aunque la alabanza (o, lo que no es exactamente lo
mismo y mejor todavía, las expresiones de placer) es agradable, me animó especialmente
lo que tú has dicho, en esta ocasión y antes, pues eres más perceptivo, especialmente
en ciertas direcciones, que ningún otro, y aun a mí me has revelado con mayor
claridad ciertos aspectos de mi obra. Creo que sé exactamente lo que quieres
decir con el orden de la Gracia; y, por supuesto, con tus referencias a Nuestra
Señora, sobre la cual se funda toda mi escasa percepción de la belleza tanto
en majestad como en simplicidad. El Señor de los Anillos es, por supuesto,
una obra fundamentalmente religiosa y católica; de manera inconsciente al
principio, pero luego cobré conciencia de ello en la revisión. Ésa es la causa
por la que no incluí, o he eliminado, toda referencia a nada que se parezca
a la «religión», ya sean cultos o prácticas, en el mundo imaginario. Porque
el elemento religioso queda absorbido en la historia y el simbolismo. Pero
todo esto está dicho torpemente, y suena como si me diera más importancia
de la que siento. Porque, a decir verdad, conscientemente he planeado muy
poco; y debería estar agradecido por haber sido educado (desde los ocho años)
en una Fe que me ha nutrido y me ha enseñado todo lo poco que sé; y eso se
lo debo a mi madre, que se atuvo a su conversión y murió joven, en gran medida
por las penurias de la pobreza, que fueron las consecuencias de ello...”
Carta 250 A Michael Tolkien
1 de noviembre
de
Mi muy
querido M.:
Gracias
por escribirme... ¡largo por fin! No creo que hayas heredado de mí el disgusto
por escribir cartas, sino la incapacidad de escribir brevemente. La cual significa,
de manera inevitable, rara vez en tu vida (y en la mía). Creo que a los dos
nos gusta escribir cartas ad familiares; pero estamos obligados a escribir
tanto por «negocios», que nos fallan el tiempo y la energía.
Lamento
mucho que te sientas deprimido. Espero que en parte esto sea consecuencia
de tu dolencia. Pero me temo que constituye sobre todo una aflicción ocupacional
y también una enfermedad humana casi universal (en cualquier ocupación) asociada
con tu edad .... Recuerdo con bastante claridad la época en que tenía tu edad
(en 1935). Había vuelto 10 años antes (todavía inocente y confiado, lleno
de las ilusiones de la juventud) a Oxford; me disgustaban ahora los estudiantes
y todo su estilo y había empezado realmente a conocer a los catedráticos.
Años atrás había rechazado como repugnante cinismo propio de una persona vulgar
las palabras de advertencia que me había dicho el viejo Joseph Wright: «¿Qué
buscas en Oxford, muchacho?» «Una universidad, un lugar de aprendizaje.» «¡Por
el contrario, muchacho, es una fábrica! ¿Y sabes lo que hace? Yo te lo diré.
Está haciendo honorarios. Métetelo en la cabeza y empezarás a comprender
lo que sucede.»
En 1935,
¡ay!, supe que eso era perfectamente cierto. De cualquier modo, como clave
para la conducta de los catedráticos. Perfectamente cierto, pero no toda la
verdad. (La parte más grande de la verdad está siempre escondida, en regiones
fuera del alcance del cinismo.) Se me aplicaron tácticas obstruccionistas
y fui estorbado en mis esfuerzos (como profesor de clase B con sueldo reducido,
aunque con deberes de clase A) por el bien de la asignatura y la reforma de
la enseñanza, por intereses creados de becas y honorarios. Pero al
menos no he sufrido como tú: nunca se me obligó a enseñar nada que no amara
(y amo) con inextinguible entusiasmo. (Salvo por un breve tiempo después de
mi cambio de Cátedra en 1945: fue espantoso.)
La devoción
a la «enseñanza» como tal y sin referencia a la propia reputación es una elevada
vocación y en cierto sentido hasta una vocación espiritual; y puesto que es
«elevada» inevitablemente es rebajada por falsos hermanos, por hermanos cansados,
por el deseo de dinero
[124]
y por orgullo: la gente que dice «mi asignatura» y no quiere
decir con ello la asignatura en la que me encuentro humildemente empeñado,
sino la asignatura que yo engalano o he «hecho mía». Ciertamente esta devoción
por lo general se degrada y se mancilla en las universidades. Pero aún
está allí. Y si se las clausurara con desprecio, desaparecería de la faz
de la tierra... hasta que se las reestableciera para corromperse otra vez
a su debido tiempo. La mucho más elevada devoción a la religión posiblemente
no puede escapar al mismo proceso. Por supuesto, es degradada en cierta medida
por todos los «profesionales» (y por todos los cristianos que profesan),
y por algunos, en diferentes épocas y lugares, ultrajada; y como el objetivo
es más elevado, la desventaja parece (y es) mucho peor. Pero no se puede mantener
una tradición de enseñanza o de verdadera ciencia sin escuelas y universidades,
y eso significa maestros y catedráticos. Y no se puede mantener una religión
sin una iglesia y ministros; y eso significa profesionales: sacerdotes y obispos...
y también monjes.
[125]
El vino precioso debe (en este mundo) tener una botella
[126]
o algún sustituto aun menos valioso. Por mi parte, he comprobado
que me he vuelto menos cínico, no lo contrario, recordando mis propios pecados
y locuras; y me doy cuenta de que el corazón de los hombres a menudo no es
tan malo como sus actos, y rara vez tan malo como sus palabras. (Especialmente
a nuestra edad, edad de escarnio y de cinismo. Estamos más libres de la hipocresía,
pues no «cuadra» profesar santidad o sentimientos del todo elevados; pero
es una edad de hipocresía invertida como el ampliamente difundido esnobismo
de la actualidad: los hombres profesan ser peores de lo que son.)....
Pero
tú hablas de «fe debilitada». Ésa es enteramente otra cuestión. En última
instancia, la fe es un acto de voluntad, inspirado por el amor. Nuestro amor
puede enfriarse y nuestra voluntad deteriorarse por el espectáculo de las
deficiencias, la locura, aun los pecados de la Iglesia y sus ministros, pero
no creo que alguien que haya tenido fe alguna vez, retroceda más allá de su
límite por estos motivos (menos que nadie, quien tenga algún conocimiento
histórico). El «escándalo» a lo más es una ocasión de tentación, como la indecencia
lo es de la lujuria, a la que no hace, sino que la despierta. Resulta conveniente
porque tiende a apartar los ojos de nosotros mismos y de nuestros propios
defectos para encontrar un chivo expiatorio. Pero el acto de voluntad de la
fe no es un momento único de decisión definitiva: es un acto permanente indefinidamente
repetido, es decir, un estado que debe prolongarse, de modo que rezamos por
la obtención de una «perseverancia definitiva». La tentación de la «incredulidad»
(que significa realmente el rechazo de Nuestro Señor y Sus Demandas) está
siempre presente dentro de nosotros. Una parte nuestra anhela contar con una
excusa para que salga al exterior. Cuanto más fuerte es la tentación interior,
más pronta y gravemente nos «escandalizarán» los demás. Creo que soy tan sensible
como tú (o cualquier otro cristiano) a los «escándalos», tanto del clero como
de los laicos. He sufrido mucho en mi vida por causa de sacerdotes estúpidos,
cansados, obnubilados y aun malvados; pero ahora sé lo bastante de mí como
para ser consciente de que no debo abandonar la Iglesia (que para mí significaría
abandonar la alianza con Nuestro Señor) por ninguno de esos motivos: debería
abandonarla porque no creo o ya no creería aun cuando nunca hubiera conocido
a nadie de las órdenes que no fuera sabio y santo a la vez. Negaría el Santísimo
Sacramento, es decir: llamaría a Dios un fraude en su propia cara.
Si Él
fuera un fraude y los Evangelios, fraudulentos, es decir, episodios seleccionados
con mala intención de un loco megalómano (que es la única alternativa), en
ese caso, por supuesto, el espectáculo exhibido por la Iglesia (en el sentido
del clero) en la historia y en la actualidad es una simple prueba de un fraude
gigantesco. Pero si no, este espectáculo es, ¡ay!, sólo lo que era de esperar:
empezó antes de la primera Pascua y no afecta a la fe en absoluto, excepto
en cuanto podemos y debemos estar muy apenados. Pero deberíamos apenarnos
por Nuestro Señor, identificándonos con los escandalizadores, no los santos,
sin clamar que no podemos «tolerar» a Judas Iscariote, o aun al absurdo y
cobarde Simón Pedro o a las tontas mujeres como la madre de Santiago, que
trató de poner a sus hijos por delante.
Exige
una fantástica voluntad de incredulidad suponer que Jesús nunca realmente
«tuvo lugar» y más todavía para suponer que nunca dijo las cosas que de Él
se han registrado, tan incapaz fue nadie en el mundo de aquella época de «inventarlas»:
tales como «ante Abraham vine para ser Yo soy» (Juan, VIII); «El que
me ha visto, ha visto al Padre» (Juan, IX), o la promulgación del Santísimo
Sacramento en Juan, V: «El que ha comido mi carne y bebido mi sangre
tiene vida eterna». Por tanto, o bien debemos creer en El y en lo que dijo
y atenernos a las consecuencias, o rechazarlo y atenernos a las consecuencias.
Me es difícil creer que nadie que haya tomado la Comunión, aun una vez, cuando
menos con la intención correcta, pueda nunca volver a rechazarlo sin grave
culpa. (Sin embargo, sólo Él conoce cada una de las almas singulares y sus
circunstancias.)
La única
cura para el debilitamiento de la fe es la Comunión. Aunque siempre es Él
Mismo, perfecto y completo e inviolable, el Santísimo Sacramento no opera
del todo y de una vez en ninguno de nosotros. Como el acto de Fe, debe ser
continuo y acrecentarse por el ejercicio. La frecuencia tiene los más altos
efectos. Siete veces a la semana resulta más nutritivo que siete veces con
intervalos. También puedo recomendar esto como ejercicio (demasiado fácil
es, ¡ay!, encontrar oportunidad para ello): toma la comunión en circunstancias
que resulten adversas a tu gusto. Elige a un sacerdote gangoso o charlatán
o a un fraile orgulloso y vulgar; y una iglesia llena de los burgueses habituales,
niños de mal comportamiento -de los que claman ser producto de las escuelas
católicas, que en el momento de abrirse el tabernáculo, se sientan y bostezan-,
jovencitos sucios y con el cuello de la camisa abierto, mujeres de pantalones
con los cabellos a la vez descuidados y descubiertos. Ve a tomar la comunión
con ellos (y reza por ellos). Será lo mismo (o aun mejor) que una misa
dicha hermosamente por un hombre visiblemente virtuoso, y compartida por unas
pocas personas devotas y decorosas. (No pudo haber sido peor que la confusión
suscitada por la alimentación de los Cinco Mil, después de la cual [Nuestro]
Señor expuso la alimentación que estaba por venir.)
A mí
me convence el derecho de Pedro, y mirando el mundo a nuestro alrededor no
parece haber muchas dudas (si el Cristianismo es verdad) acerca de cuál sea
la Verdadera Iglesia, el templo del Espíritu,
[127]
agónico pero vivo, corrupto pero sagrado, autorreformado
y reestablecido. Pero para mí esa Iglesia de la cual el Papa es la cabeza
reconocida sobre la tierra tiene como principal reclamo que es la que siempre
ha defendido (y defiende todavía) el Santísimo Sacramento, lo ha venerado
en grado sumo y lo ha puesto (como Cristo evidentemente lo quiso) en primer
lugar. Lo último que encomendó a san Pedro fue «Alimenta a mis ovejas», y
como Sus palabras deben siempre entenderse literalmente, supongo que se refieren
en primer término al Pan de la Vida. Fue en contra de esto que se lanzó la
revolución del Oeste de Europa (o Reforma) -«la blasfema fábula de la Misa»-
y la oposición entre las obras y la fe, un mero falso indicio. Supongo que
la más grande reforma de nuestro tiempo fue la llevada a cabo por san Pío
X:
[128]
sobrepasó cualquier cosa, por necesaria que fuese, que
el Concilio
[129]
lograse. Me pregunto en qué estado se encontraría la Iglesia
si no hubiera sido por ella.
¡Vaya
disquisición tan alarmante y digresiva! ¡No pretende ser un sermón! No me
cabe duda de que tú sabes todo eso y aún más. Soy un hombre ignorante, pero
también solitario. Y aprovecho la oportunidad de hablar, que, estoy seguro,
no aprovecharía nunca de manera oral. Pero, por supuesto, vivo preocupado
por mis hijos: que en este mundo duro, cruel y burlón en el que sobrevivo,
deben sufrir más ataques que los que yo he sufrido. Pero soy uno que ha salido
de Egipto y ruego a Dios para que ninguno de los de mi simiente tenga nunca
que volver allí. He sido testigo (comprendiendo a medias) de los heroicos
sufrimientos y la muerte temprana en la extrema pobreza de mi madre, que fue
la que me introdujo en la Iglesia; y recibí la asombrosa caridad de Francis
Morgan.
[130]
Pero me enamoré del Santísimo Sacramento desde un principio,
y por la misericordia de Dios no he vuelto nunca a caer: pero, ¡ay!, no he
vivido a su altura. Os he criado a todos mal y os he hablado muy poco. Por
maldad y por pereza casi he dejado de practicar mi religión, especialmente
en Leeds, y en 22 Northmoor Road. No es para mí el Lebrel del Cielo, sino
la incesante llamada silenciosa del Tabernáculo, y la sensación de un hambre
mortal. Lamento esos días con amargura (y sufro por ellos con toda la paciencia
que se me concede); sobre todo porque fracasé como padre. Ahora rezo por vosotros
todos, sin descanso, para que el Curador [Healer] (el Hælend
como el Salvador era por lo general llamado en inglés antiguo) corrija
mis defectos y ninguno de vosotros deje nunca de exclamar: Benedictas qui
venit in nomine Domini...”
[131]
En la parte superior Tolkien ha escrito: «Encontrada entre mis papeles dispersos. No enviada ni terminada por razones ahora olvidadas. JRRT. 11/oct./68». Pero la carta finalmente le fue enviada a Michael Tolkien. Se empezó en 76 Sandfield Road (anotó Tolkien) «después del 25 de agosto de 1967» y se terminó en 19 Lakeside Road, la nueva casa, cuya dirección postal era Poole, Dorset, pero que de hecho se encontraba en un suburbio de Bournemouth.
Estoy....
encantado de que hayas conocido Suiza, y la parte que llegué a conocer mejor
y que más impresión hizo en mí. El viaje del hobbit (de Bilbo) desde Rivendel
hasta el otro lado de las Montañas Nubladas, con inclusión del deslizamiento
por las piedras resbaladizas hasta el bosque de pinos, se basa en mis aventuras
de 1911:
[132]
el annus mirabilis de sol en el que no hubo lluvia
virtualmente entre abril y finales de octubre, salvo en la víspera y la mañana
de la coronación de Jorge V. (Adfuit Omen!)
[133]
Nuestros
vagabundeos sobre todo a pie en un grupo de 12 no constituyen ahora una secuencia
clara, pero dejaron muchas vívidas imágenes tan claras como si fueran de ayer
(es decir, tan claras como pueden serlo los recuerdos más remotos de un viejo).
Fuimos a pie cargados de grandes paquetes prácticamente todo el camino desde
Interlaken, por pasajes de montaña sobre todo, hasta Lauterbrunnen y de allí
hasta Mürren y finalmente hasta la cabeza del Lauterbrunnenthal en un descampado
de morrena. Dormimos con rusticidad (los hombres), a menudo en un henar o
un establo, pues viajábamos con ayuda de un mapa, evitábamos los caminos y
nunca hacíamos reservaciones; y después de un magro desayuno, comíamos al
aire libre: llevábamos utensilios de cocina y cantidades de «spridvin» (como
decía y escribía el único inculto miembro del grupo que hablaba francés por
«alcohol metílico»). Luego debemos de haber ido hacia el este por los dos
Scheidegge hasta Grindelwald, con Eiger y Mönch a nuestra derecha, y finalmente
llegamos a Meiringen. Dejé el panorama del Jungfrau con profunda pena:
nieves eternas sobre una eterna luz de sol, y el Silberhorn recortado
sobre un profundo azul: la Silvertine (Celebdil) de mis sueños. Luego
descendimos por el paso de Grimsell hasta la polvorienta ruta, junto al Ródano,
donde «diligencias» tiradas por caballos hacen todavía el servicio regular
entre ciudades, pero no para nosotros. Llegamos a Brig a pie, un mero recuerdo
de ruido: una red de tranvías que chirriaban sobre sus rieles durante lo que
parecía cuando menos 20 horas al día. Después de una noche pasada de este
modo, ascendimos unos miles de pies hasta una aldea al pie del glaciar Aletsch,
y allí pasamos algunas noches en una posada-chalet bajo techo y en camas (o
más bien debajo de ellas, pues el bett era un saco informe bajo el
cual uno se acomodaba). ¡Puedo recordar varios incidentes ocurridos allí!
Uno fue asistir a confesión en latín; otros menos ejemplares fueron la invención
de un método para tratar a tus amigas las arañas de las cosechas, dejando
caer el cebo derretido de una vela sobre sus gruesos cuerpos (que no fue aprobado
por los sirvientes); también la práctica del beaver-game,
[134]
que siempre me ha fascinado. Magnífico sitio para ese juego,
a esa altitud llena de agua que desciende en riachuelos y abundante material
para represas: piedras sueltas, brezos, hierbas y barro. No tardamos en disponer
de un hermoso «estanque» pequeño (que contenía, calculo, al menos 100 galones).
Luego nos hirieron los dolores del hambre y uno de los hobbits del grupo (vive
todavía) gritó «¡Almuerzo!» y rompió la represa con su bastón alpino. El agua
corrió colina abajo, y observamos entonces que habíamos contenido con la represa
un riachuelo que iba a alimentar los tanques y las barricas de la posada.
En ese momento una vieja señora salió corriendo con un cubo en busca de un
poco de agua, y recibió el saludo de abundante agua espumante. Dejó caer el
cubo y se lanzó a la carrera invocando a los santos. Nos quedamos escondidos
durante algún tiempo y por fin nos dejamos ver por completo desalienados (como
solíamos estarlo siempre durante aquel viaje) y nos presentamos con un dulce
aire inocente en el «almuerzo». Un día ascendimos en una larga marcha acompañados
de guías hasta el glaciar de Aletsch, ocasión en la que estuve a punto de
perecer. Teníamos guías, pero o bien los efectos del cálido verano estaban
más allá de su experiencia, o el asunto no les preocupaba, o nos pusimos en
camino demasiado tarde. De cualquier modo, al mediodía estábamos en fila a
lo largo de un estrecho sendero que tenía, a la derecha, una cuesta nevada
que ascendía hasta el horizonte y, a la izquierda, un precipicio que descendía
hasta una profunda hondonada. El verano de ese año había derretido mucha nieve
y había expuesto piedras y rocas que ordinariamente (supongo) quedaban cubiertas.
El calor del día seguía derritiendo la nieve y nos alarmó ver que muchas de
ellas se desprendían y bajaban rodando por la cuesta a una velocidad cada
vez mayor; iban del tamaño de una naranja al de una gran pelota de fútbol,
y unas pocas eran aún mucho más grandes. Pasaban silbando por nuestro sendero
y desaparecían en la hondonada. «Duro aporreo», señoras y señores. Empezaban
lentamente, y luego en general seguían una línea de descenso recta, pero el
sendero era rudo y uno tenía también que vigilar dónde ponía los pies. Recuerdo
que el miembro del grupo que iba por delante de mí (una maestra de escuela
ya mayor) emitió un fuerte chillido y saltó hacia adelante cuando un gran
trozo de roca pasó precipitado entre los dos. A un pie por delante, cuando
mucho, de mis poco varoniles rodillas. Después de esto fuimos a Valais, y
mis recuerdos resultan menos claros; aunque recuerdo nuestra llegada, sucios,
una velada pasada en Zermatt y las miradas que nos lanzaron a través de impertinentes
unas burguesas señoras francesas. Subimos con guías hasta [una] alta cabaña
del Club Alpino, atados con cuerdas (de lo contrario me habría caído por una
hendidura cubierta de nieve); recuerdo la deslumbrante blancura de la nieve
en el espacio desde nosotros hasta el pico negro del Matterhorn, a unas millas
de distancia.
No creo
que todo esto resulte muy interesante ahora. Pero fue una notable experiencia
para mí, a los 19 años, después de una infancia de niño pobre. Ese otoño ascendí
hasta Oxford ....
«Las
tendencias» de la Iglesia son .... serias, especialmente para los que están
acostumbrados a encontrar en ella solaz y «pax» en tiempos de turbaciones
y no sólo otra zona de pendencia y cambio. Pero imagina la experiencia de
los que (como yo) nacieron entre el Jubileo de Oro y de Diamantes de Victoria.
La imaginaria sensación de seguridad nos había sido quitada. Ahora nos encontrábamos
desnudos enfrentados con la voluntad de Dios en lo que concernía a nosotros
y a nuestra posición en la Época (Vide Gandalf, I, 191, y III, 201).
[135]
«De vuelta a la normalidad» -los apuros de la política
y el cristianismo-, como me dijo una vez un profesor católico cuando me lamenté
al dar comienzo el colapso de todo mi mundo después de haber cumplido yo los
21 años. Sé perfectamente que tanto para ti como para mí, la Iglesia, que
una vez pareció un refugio, ahora parece a menudo una trampa. ¡No hay otro
sitio a donde ir! (Me pregunto si este sentimiento de desesperación, el último
estado de lealtad perdurable, no era experimentado, aun con más frecuencia
de lo que de hecho se registra en los Evangelios, por los seguidores de Nuestro
Señor en los tiempos tempranos de su existencia terrena.) Creo que no hay
otra cosa que hacer, salvo rezar, por la Iglesia, el Vicario de Cristo, y
por nosotros; y entretanto ejercer la virtud de la lealtad, que en verdad
sólo se vuelve lealtad cuando se lo presiona a uno para abandonarla. Por supuesto,
en la presente situación hay varios elementos, que están confusos aunque de
hecho son distintos (como en verdad se dan en la conducta de la juventud moderna,
parte de la cual se inspira en motivos admirables como la antirreglamentación
y la antimediocridad, una especie de anhelo agazapado de «caballerosidad»
y no aliada necesariamente con las drogas y el culto a la holganza y la suciedad).
La búsqueda «protestante» de la «simplicidad» y la rectitud, que, por supuesto,
aunque contiene algún bien o, cuando menos, motivos inteligibles, está errada
y resulta en verdad vana. Porque el «cristianismo primitivo» es ahora y seguirá
siendo siempre, a pesar de toda «investigación», en gran parte desconocido;
porque el «primitivismo» no es garantía de valor, y es y era en gran parte
reflejo de la ignorancia. Los grandes abusos constituían tanto un elemento
de la conducta «litúrgica» cristiana desde un principio como ahora. (¡Las
severas críticas de san Pablo a la conducta eucarística bastan para demostrarlo!)
Todavía más porque no era intención de Nuestro Señor que «mi iglesia» fuera
estática o permaneciera en perpetua infancia, sino que fuera un organismo
viviente (comparado con una planta) que se desarrolla y cambia de exterior
por la interacción entre su vida recibida en divino legado y la historia,
las circunstancias particulares del mundo en que fue depositada. No hay semejanza
entre el «grano de mostaza» y el árbol plenamente desarrollado. Para los que
viven durante los días del desarrollo de su ramaje, el Árbol es la cuestión,
pues la historia de una cosa viviente forma parte de su vida, y la historia
de una cosa divina es sagrada. Los sabios pueden saber que empezó con un grano,
pero resulta vano el intento de excavarlo, pues ya no existe y la virtud y
las potencias que tenía residen ahora en el Árbol. Muy bien: pero en la labranza
las autoridades, los que tienen a su cargo el Árbol, deben cuidarlo de acuerdo
con la sabiduría de que dispongan, podarlo, curarlo de cancros, despojarlo
de parásitos, etcétera. (Con escrúpulos, a sabiendas de cuan escaso es su
conocimiento del desarrollo.) Pero, por cierto, harán daño si los obsesiona
el deseo de volver al grano o aun a la primera juventud de la planta, cuando
era (tal como lo imaginan) bella y ningún mal la afligía. El otro motivo (tan
confundido ahora con el del primitivismo aun en la mente de cualquiera de
los reformistas), el aggiornamento, la actualización: éste tiene sus
propios graves peligros, como fue evidente a lo largo de toda la historia.
El «ecumenismo» se ha confundido también con esto.
Compruebo
que mis simpatías están con las actitudes que son estrictamente «ecuménicas»,
es decir, se interesan en otros grupos o iglesias que se llaman (y a menudo
son) «cristianos». Hemos rezado incesantemente por la reunión cristiana, pero,
si se reflexiona, no es fácil percibir cómo esto pueda empezar de otro modo
que el que se ha producido, con todos sus inevitables absurdos menores. Un
incremento de la «caridad» constituye una ganancia enorme. Como cristianos,
los fieles al Vicario de Cristo deben dejar de lado los resentimientos que
como meros seres humanos experimentan, por ejemplo, contra el «engreimiento»
de nuestros nuevos amigos (en especial la I[glesia] de I[nglaterra]). A uno
con frecuencia le palmean la espalda como representante de una iglesia que
ha visto sus errores, abandonado su arrogancia y altivez y su separatismo;
pero no he encontrado todavía a un «protestante» que muestre o exprese comprensión
alguna de las razones que se dan en este país para nuestra actitud, antiguas
o modernas: desde la tortura y la expropiación hasta «Robinson»
[136]
y todo eso. ¿Se ha mencionado nunca que los c[atólicos]
r[omanos) sufren todavía incapacidades que no se aplican siquiera a los judíos?
Como hombre cuya infancia fue ensombrecida por la persecución, encuentro esto
duro. ¡Pero la caridad debe abarcar una multitud de pecados! Hay peligros
(por supuesto), pero una Iglesia militante no puede permitirse encerrar a
todos sus soldados en una fortaleza. Tuvo malas consecuencias en la Línea
Maginot.
Debo
mucho (y la Iglesia quizás un poco) a haber sido tratado, sorprendentemente
para la época, de modo más racional. Fray Francis obtuvo autorización para
que retuviera mi beca en K[ing] E[dward's] S[chool] y siguiera allí, y de
ese modo tuve la ventaja de asistir a una escuela (entonces) de primera categoría
y la de un «buen hogar católico». .. «in excelsis»: virtualmente un interno
menor de la casa del Oratory, que abrigaba a muchos padres instruidos (en
amplia proporción «conversos»). La observación de la religión era estricta.
Hilary
[137]
y yo debíamos, y por lo general lo hacíamos, ayudar a decir
misa antes de montar en bicicleta para ir a la escuela en New Street. De modo
que crecí en un estado de doble frente simbolizable por la pronunciación italiana
oratoria del latín y la pronunciación estrictamente «filológica» que se introdujo
por entonces en nuestra escuela dominada por Cambridge. Aun se me permitía
asistir a las clases que dictaba el director sobre el N[uevo] T[estamento]
(en griego). Por cierto, no me hizo ningún «daño», y, en última instancia,
resulté mejor equipado para abrirme paso en una sociedad profesional no católica.
Me hice amigo íntimo del d[irector] y de su hijo, y trabé también conocimiento
con la familia Wiseman a través de mi amistad con Christopher Luke W. (del
que lleva el nombre mi hijo Christopher). Su padre era uno de los cristianos
más encantadores que haya conocido: el gran Frederick Luke W. (al que fray
Francis llamaba siempre El Papa de Wesley porque era el presidente de la Conferencia
Metodista de Wesley) ....”
Como el mismo Tolkien lo dice en
la primera carta, no le gustaba mucho hablar de si mismo. Pero en su correspondencia
hay abundante información sobre su vida y sobre sus obras, que trataremos
de agrupar en este apartado, teniendo en cuenta distintos momentos y hechos
que le ocurrieron a lo largo de 81 años de vida.
1) Aunque suene contradictorio
con una biografía (puesto que para relatar su vida, normalmente uno empieza
por contar desde el principio), empezamos por publicar una carta de 1958 y
lo hacemos por el hecho de que en esta, Tolkien explica porque no le gusta
hablar de si mismo. Además nos cuenta sus gustos y sus aflicciones.
25 de octubre de 1958
No me gusta comunicar «hechos» sobre mí, salvo los «secos» (que, de cualquier
modo, se relacionan tanto con mis libros como cualquier otro dato más jugoso).
No sólo por motivos personales, sino porque objeto la tendencia contemporánea
de la crítica a conceder demasiada atención a la vida de los autores y los
artistas. Sólo distraen la atención de la obra de un autor (si la obra, de
hecho, es digna de atención) y terminan, como a menudo se observa, por convertirse
en el mayor motivo de interés. Pero sólo el propio Ángel Guardián, o en verdad
el Mismo Dios, podría desenredar la relación entre los hechos personales y
la obra de un autor. No el mismo autor (aunque sabe más que cualquier investigador)
y por cierto no los llamados «psicólogos».
Pero, por supuesto, hay una escala de significación en los «hechos» de
esta clase. Hay algunos insignificantes (los particularmente caros al análisis
y a los escritores que se refieren a escritores): tales como la embriaguez,
pegarle a la mujer y otros desórdenes semejantes. Da la casualidad de que
no soy culpable de estos particulares pecados. Pero si lo fuera, no supondría
que la obra artística proviene de esas debilidades, sino de otras regiones
de mi ser todavía incorruptas. Los «investigadores» modernos me informan que
Beethoven estafaba a sus editores y que maltrataba a su sobrino de manera
abominable; pero no creo que eso tenga nada que ver con su música. Luego hay
hechos más significativos que tienen alguna relación con la obra de
un autor; aunque su conocimiento no explica realmente la obra, aun examinados
por extenso. Por ejemplo, me disgusta el francés y prefiero el español al
italiano; pero la relación que tengan estos hechos con mi gusto por las lenguas
(que evidentemente es un importante ingrediente de El Señor de los Anillos)
no sería fácil de desenredar y dejaría intacto el gusto (o el disgusto)
que usted pudiera tener por los nombres y los fragmentos de lenguaje de mi
libro. Y hay unos pocos hechos fundamentales que, por secamente que se expresen,
son en verdad significativos. Por ejemplo, nací en 1892 y viví mis primeros
años en «la Comarca» en una era premecánica. O, lo que es todavía más importante,
soy cristiano (lo que puede deducirse de mis historias), y católico apostólico
romano por añadidura. El último «hecho» quizá no pueda deducirse; aunque un
crítico (por carta) aseveró que las invocaciones a Elbereth y el personaje
de Galadriel, tal como está descrito directamente (o a través de las palabras
de Gimli y Sam), estaban claramente relacionados con la devoción católica
por María. Otro vio en el pan del camino (lembas) = viático y la referencia
a que nutría la voluntad (Vol. III, pág. 281) y a que es más potente
cuando se está en ayunas, un derivado de la Eucaristía. (Esto es: cosas mucho
más grandes pueden dar color a una mente cuando trata los detalles menores
de un cuento de hadas.)
Soy, de hecho, un Hobbit (salvo en tamaño). Me gustan los jardines,
los árboles y las granjas no mecanizadas; fumo en pipa y me agrada la buena
comida sencilla (sin refrigerar), pero detesto la cocina francesa; me gustan
los chalecos ornamentales en estos tiempos opacados, y hasta me atrevo a llevarlos.
Me satisfacen las setas (recogidas en el campo); tengo un sentido del humor
muy simple (que aun los críticos que me aprecian encuentran fatigoso); me
acuesto tarde y me levanto tarde (cuando me es posible). No viajo mucho. Me
encanta Gales (lo que queda de él cuando las minas y, aún peor, los recreos
balnearios han hecho su obra), y especialmente la lengua galesa. Pero, de
hecho, no he estado en G. por largo tiempo (sólo para cruzarlo camino de Irlanda).
Voy con frecuencia a Irlanda (Eire: Irlanda del Sur), pues me agrada y me
gusta (la mayoría de) su gente; pero la lengua irlandesa me resulta del todo
desagradable. Espero que esto baste.
2) Sobre sus nombres de pila.
2 de enero de 1969
Ahora bien, mi querida, en cuanto a mi nombre. Es John: un nombre
muy empleado y querido de los cristianos, y como nací en la Octava de San
Juan [John], lo considero mi patrono, aunque ni mi padre ni mi madre
por entonces habría pensado algo tan romano como darme un nombre porque era
el de un santo. Me llamaron John porque era costumbre de mi familia llamar
John al hijo mayor del hijo mayor. Mi padre se llamaba Arthur, el mayor de
la segunda familia de mi abuelo John Benjamin; pero su medio hermano mayor,
John, había dejado 3 hijas al morir. De modo que tuve que llamarme John, y
fui mecido en la rodilla del viejo J.B., como su heredero antes de morir.
(Yo tenía sólo cuatro años cuando murió a los 92 en 1896.)
[138]
Mi padre era partidario de John Benjamin Reuel (que ahora me hubiera
gustado); pero mi madre, confiada en que sería una niña, y gustándole nombres
más «románticos» (y menos propios del V[iejo] T[estamento]) se decidió por
Rosalind. Cuando aparecí yo, prematuramente y varón, aunque débil y delicado,
se me bautizó Ronald como sustituto. Era entonces en Inglaterra un nombre
mucho menos frecuente como nombre de pila -de hecho, no conocí nunca a ninguno
de mis contemporáneos en la escuela o en Oxford que tuviera ese nombre- aunque
parece prevalecer ahora, ¡ay!, entre los criminales y otras clases degradadas.
De cualquier modo, lo he tratado siempre con respeto y desde mis días más
tempranos no he permitido que se lo abreviara o se lo desfigurara. Pero para
mí mismo seguí siendo John. Ronald estaba reservado para mis parientes cercanos.
Mis amigos en la escuela y más tarde me llamaron John (u ocasionalmente John
Ronald o J. Rsquared)
[139]
....
En cuanto a un nombre «élfico»: por supuesto, podría inventar alguno.
Pero realmente no pertenezco al interior de mi historia inventada.
¡Ni lo deseo tampoco!
En cuanto a Master: no lo soy. En ocasiones formales sería presuntuoso
y profano adoptar semejante título; en las más familiares resultaría fatuo.
Soy un «profesor» -o lo era, y a veces, en los momentos de mayor inspiración,
merecía el título-, y de cualquier modo es ahora (aunque no en el Oxford de
la generación que precedió a la mía) un título social corriente.
¿Y qué? Creo que por razones privadas no le resulta agradable utilizar
John o Ronald (entiendo perfectamente que no lo sea la sucesión
John Ronald); debemos, pues, recaer en lo de «Profesor». (¡Y yo la llamaré
Señora!)
Por supuesto, se puede siempre recurrir a Reuel. Era (creo) el
sobrenombre de un amigo de mi padre. La familia creía que era francés (lo
cual es formalmente posible); pero si es así, es una extraña casualidad que
aparezca dos veces en el V[iejo] Testamento] como otro nombre inexplicado
del suegro de Jethro Moisés. Todos mis hijos y los hijos de mis hijos llevan
ese nombre.
Creo que la llamaré Aimée, que me gusta más que su anglificación y se
adecua a su amor y su conocimiento del francés ....
J.R.R. Tolkien
Como posdata de la carta:
tenía un gato llamado Grimalkin:
en un tiempo pariente de
Herr Grimm,
que ahora le habla con retintín.
3)
los Apellidos
18 de marzo de 1941
Los antepasados maternos
de Tolkien, los Suffield, provenían de las Tierras Medias Occidentales y estaban
particularmente relacionados con Worcestershire.
Aunque
un Tolkien por apellido, soy un Suffield por gustos, atributos y crianza,
y cualquier rincón de ese país [Worcestershire] (sea bello o yermo) es para
mí un indefinido camino «a casa» como no lo es ningún otro sitio del mundo.
Tu abuela, a la que tanto debes -porque era una muy dotada señora de gran
belleza e ingenio, gravemente puesta a prueba por Dios por el dolor y el sufrimiento,
que murió en plena juventud (a los 34 años) de una enfermedad apresurada por
la persecución de su fe-,
[140]
murió en casa del cartero, en Rednal,
[141]
y está enterrada en Bromsgrove.
4) A raíz de una publicación, en un periódico
estadounidense, Tolkien escribe una carta a sus editores en ese país en donde
escribe unas pocas notas autobiográficas...
El 5 de junio de 1955, en el New York Times Book Review, el columnista Harvey Breit consagró parte de su artículo semanal «In and Out of Books» a Tolkien y sus escritos. Incluía este pasaje: «¿Qué lo hace funcionar?, le preguntamos al doctor [sic] Tolkien. El doctor T., que enseña en Oxford cuando no está escribiendo novelas, dio esta vívida respuesta: "Yo no funciono. No soy una máquina. (Si funcionara, no tendría perspectivas sobre ello, y sería mejor que interrogara al relojero.) Mi obra no 'evolucionó' hasta volverse una obra seria. Surgió así. La llamada 'historia para niños' [El Hobbit] fue un fragmento arrancado de una mitología ya existente. La medida en que quedó engalanada en estilo o modalidad como obra 'para niños' es de lamentar. También lo lamentan los niños. Soy filólogo y toda mi obra es filológica. Evito los hobbies porque soy una persona muy seria y no soy capaz de distinguir entre diversión privada y deber. Soy afable, pero insociable. Sólo trabajo por diversión privada, pues encuentro mis deberes privadamente divertidos"».
Estas observaciones fueron aparentemente tomadas de una carta escrita por Tolkien en respuesta a las preguntas de un representante del New York Times. El 30 de junio de 1955, Tolkien escribió a Houghton Mifflin Co., su editorial americana: «Por favor, no me culpen por lo que Breit hizo de mi carta .... La original tenía sentido: una cualidad, sin embargo, que Harvey B. no parece percibir. Se me hizo una serie de preguntas a las que debía responder, según se me encomendó, de manera breve, brillante y citable .... Por mera piedad [por algún otro que quiere obtener información] .... incluyo unas pocas notas sobre algunos puntos no relacionados con mi "curriculum vitae" (que pueden obtenerse en libros de referencia)». Lo que sigue son «las pocas notas». El texto está tomado de una copia dactilografiada aparentemente hecha por la Houghton Mifflin Co. según el original de Tolkien; esta copia fue enviada a varias personas interesadas en diversas oportunidades; algunas han sido citadas en artículos sobre Tolkien. A éste mismo se le dio un ejemplar de esta copia, y él le hizo varias anotaciones y correcciones que se incorporan al texto presentado aquí.
Mi apellido
es TOLKIEN (no -kein). Es un apellido alemán (de Sajonia), una anglificación
de Tollkiehn, esto es, tollkühn. Pero, excepto como guía ortográfica,
este hecho resulta tan falaz como todos los hechos en crudo. Porque no soy
«temerario» [foolhardy]
[142]
ni alemán, al margen de lo que haya sido algún remoto antepasado.
Migraron a Inglaterra hace 200 años y se volvieron pronto intensamente ingleses
(no británicos), aunque siguieron siendo musicales, un talento que desdichadamente
no descendió sobre mí.
[143]
De hecho,
soy mucho más Suffield
[144]
(una familia proveniente de Evesham, en Worcestershire),
y es a mi madre, que me enseñó (hasta que obtuve una beca en la antigua Escuela
Primaria de Birmingham), que debo mi gusto por la filología, especialmente
de las lenguas germánicas, y por la novela: soy en verdad, en términos ingleses,
de la Tierra Media Occidental, y sólo me encuentro en casa en los condados
de los límites galeses; y, según creo, tanto debo a la ascendencia como a
la oportunidad que mis intereses infantiles y profesionales se centren en
el anglosajón, el inglés medio oeste y el verso aliterado. (También la lengua
galesa me parece especialmente atractiva.)
[145]
Escribo versos aliterados con placer, aunque he publicado
poco más que los fragmentos de El Señor de los Anillos, salvo «The
Homecoming of Beorhtnoth» (en Essays and Studies of the English Association,
1953, Londres, John Murray), recientemente emitido por la BBC en dos oportunidades:
un diálogo dramático sobre la naturaleza de lo «heroico» y lo «caballeresco».
Tengo esperanzas todavía de terminar un largo poema sobre The Fall of Arthur
con la misma métrica.
De cualquier
modo, nací en Bloemfontein, Orange River Free State, otro hecho falaz (aunque
mis primeros recuerdos se centran en un sitio cálido), pues en 1895 fui embarcado
y devuelto a casa, y he pasado la mayor parte de 60 años desde entonces en
Birmingham y Oxford, salvo 5 ó 6 años pasados en Leeds: el primer puesto que
ocupé después de la guerra de 1914-1918 fue en la universidad de allí. He
viajado muy poco, aunque conozco Gales y a menudo he estado en Escocia (nunca
al norte del Tay), y conozco algo de Francia, Bélgica e Irlanda. He pasado
bastante tiempo en Irlanda, y soy desde el pasado julio doctor en Literatura
de la Universidad de Dublín; pero téngase en cuenta que puse el pie por primera
vez en «Eire» en 1949, después de haber terminado El Señor de los Anillos,
y tanto el gaélico como el aire de Irlanda me son del todo ajenos; aunque
este último (no la lengua) me resulta atractivo.
Podría
añadir que en octubre se me otorgó un título (doctor en Letras) en Lieja (Bélgica),
aunque sólo sea para registrar el hecho de que me asombró ser saludado en
francés como «le créateur de M. Bilbo Baggins» y aún más que se me diera como
explicación del aplauso que yo era un «texto obligatorio» ?????? ¡Ay!
Hasta
podría dilucidar lo que H. Breit ha dejado de mi carta: la observación sobre
la «filología» tenía por intención aludir a lo que creo un «hecho» primordial
sobre mi obra, que es toda ella de una pieza y de inspiración fundamentalmente
lingüística. Bien podrían considerar las autoridades de la universidad
una aberración que un profesor de filología ya mayor se dedicara a escribir
y publicar cuentos y novelas de hadas, y lo llamara un «hobby», perdonable
porque (tan sorprendentemente para mí como para el que más) ha tenido éxito.
Pero no es un «hobby» en el sentido de algo del todo diferente de la propia
tarea, considerado como un alivio o escape. El fundamento es la invención
de lenguas. Las «historias» se crearon más bien para procurar un mundo para
las lenguas que a la inversa. Para mí viene primero el nombre, y luego le
sigue la historia.
[146]
Habría preferido escribir en «élfico». Pero, por supuesto,
una historia como El Señor de los Anillos ha sido preparada para la
imprenta y he dejado en ella tanto «lenguaje» como pensé que los lectores
podrían digerir. (Compruebo ahora que a muchos les hubiera gustado más.) Pero
hay abundante material lingüístico (además de nombres y palabras élficas)
incluido en el libro o mitológicamente expresado. De cualquier modo, para
mí es en amplia medida un ensayo sobre «estética lingüística», como contesto
a veces a la gente que me pregunta: «¿De qué se trata todo?».
No «se
trata de nada», salvo de sí mismo. Por cierto, no tiene intenciones
alegóricas, sean ellas generales, particulares o tópicas, morales, religiosas
o políticas. La única crítica que me molestó fue la de que «no contenía religión
alguna» («ni tampoco Mujeres», pero eso no interesa, y no es cierto, de cualquier
manera). Es un mundo monoteísta de «teología natural». El extraño hecho de
que no haya iglesias, templos o ritos y ceremonias religiosos forma simplemente
parte del clima histórico descrito. Quedará lo bastante explicado si (como
ahora parece probable) se publican el Silmarillion y otras leyendas
de las Edades Primera y Segunda. Yo mismo soy, de cualquier modo, cristiano;
pero el de la «Tercera Edad» no era un mundo cristiano.
«Tierra
Media», entre paréntesis, no es el nombre de una tierra de nunca jamás sin
relación con el mundo en que vivimos (como el Mercurio de Eddison).
[147]
Es sólo un empleo del inglés medio middel-erde (o
erthe), una alteración del inglés antiguo Middangeard: el nombre
de las tierras habitadas de los Hombres «entre los mares». Y aunque no he
intentado relacionar la forma de las montañas y de las masas de tierra con
lo que puedan afirmar o conjeturar los geólogos del pasado cercano, imaginariamente
se supone que esta «historia» se desarrolla durante un período del Viejo Mundo
real de este planeta.
Hay,
por supuesto, ciertas cosas y temas que me conmueven especialmente. Las interrelaciones
entre lo «noble» y lo «simple» (o común, vulgar), por ejemplo. Encuentro especialmente
conmovedor el ennoblecimiento de lo innoble. Estoy enamorado (evidentemente)
de las plantas y sobre todo de los árboles, y siempre lo he estado; y su maltrato
por parte de los hombres siempre me ha resultado tan difícil de soportar como
a otros el maltrato de los animales.
Creo
que los llamados «cuentos de hadas» son una de las formas más altas de la
literatura y que del todo erradamente se la asocia con los niños (en cuanto
tales). Pero he expresado mis opiniones acerca de ese tema en una conferencia
pronunciada en St. Andrew's (en la fundación Andrew Lang, y finalmente publicada
en Essays Presented to Charles Williams por la Oxford University Press
como «On Fairy Stories»). Creo que es un trabajo muy importante, al menos
para quien me considere digno de tener en cuenta; pero, exasperadamente, la
O.U.P. ha permitido que la edición se agote aunque ahora hay demanda del ensayo;
y el único ejemplar que tenía me ha sido robado. Sin embargo, podría encontrárselo
todavía en una biblioteca, o yo podría hacerme de un ejemplar.
Si todo
esto resulta oscuro, verboso y autocomplaciente, y nada «brillante, breve
ni citable», perdóneme. ¿Hay algo más que le gustaría que dijera?
Sinceramente
suyo,
J(ohn)
R(oland) R(euel) Tolkien.
P.D.
El libro, por supuesto, no es una «trilogía». Eso y los títulos de
los volúmenes son un disparate considerado necesario para la publicación por
causa de su longitud y su coste. No existe verdadera división en 3, ni ninguna
de sus partes es inteligible por sí sola. La historia se concibió y se escribió
como una totalidad y las únicas divisiones naturales son los «libros» I-VI
(que originalmente tenían título).
La mayor parte de
la porción central de esas aseveraciones autobiográficas se incorporaron a
un artículo, «Tolkien on Tolkien», aparecido en el número de octubre de 1966
de la revista Diplomat. Este artículo incluía tres párrafos que no figuran en
el texto que precede, y que presumiblemente se escribieron circa 1966:
Este
asunto se originó en tiempos tan remotos, que podría decirse que empezó al
nacer yo. A los seis años aproximadamente traté de escribir unos versos sobre
un dragón de los que no recuerdo nada salvo que contenía la expresión
un verde dragón grande y que quedé desconcertado durante largo tiempo
cuando se me dijo que debería ser un gran dragón verde. Pero la mitología
(y las lenguas con ella asociadas) empezó a cobrar forma por primera vez durante
la guerra de 1914-1918. La Caída de Gondolin (y el nacimiento de Eärendil)
fue escrito mientras estaba de licencia en el hospital después de haber sobrevivido
a la Batalla del Somme, en 1916. El semillero de la mitología, la materia
de Lúthien Tinúviel y Beren, se dio en un pequeño valle boscoso
lleno de «cicutas» (o algún otro umbelífero blanco), cerca de Roos, en la
península de Holderness, adonde iba ocasionalmente cuando me lo permitían
mis deberes en la Guarnición Humber en 1918.
Finalmente,
y de manera gradual, empecé a escribir El Señor de los Anillos para
propia satisfacción: por supuesto, sin éxito; de cualquier modo, no por sobre
el 75 por ciento. Pero ahora (cuando la obra ya no está caliente, y no es
tan inmediata ni personal) ciertos rasgos de ella, y en especial ciertos pasajes,
todavía me conmueven profundamente. La médula sigue estando en la descripción
de Cerin Amroth (final del Vol. I, Lib. II, cap. 6), pero lo que más me impresiona
es el sonido de los caballos de los Rohirrim al cantar el gallo; y lo que
más me apena es la incapacidad de Gollum (justa) de arrepentirse cuando Sam
lo interrumpe: esto me parece verdaderamente semejante al mundo real, en
el que los instrumentos de la justa retribución rara vez son ellos mismos
justos o santos; y los buenos son a menudo bloques que se derrumban ....
Nada
me ha asombrado más (y creo también que a mis editores) que la buena acogida
con que se recibió El Señor de los Anillos. Pero, por supuesto, es
para mí una constante fuente de consuelo y regocijo. Y, me es posible decirlo,
un ejemplo de singular buena fortuna, muy envidiada por algunos de mis contemporáneos.
Gente maravillosa compra todavía el libro, y para un hombre «retirado»
eso es ocasión de sentirse agradecido y consolado.
5) Una breve referencia de Tolkien respecto
a su pasión por escribir, por las lenguas y por sus obras
Carta a un lector no identificado.
14 de
enero de 1956 Merton
College, Oxford
Estimado
señor Thompson:
Muchas
gracias por su carta, tan amable y alentadora. Habiéndome impuesto una tarea
cuya arrogancia reconozco plenamente y que me hizo temblar, precisamente restaurar
para los ingleses una tradición épica y darles una mitología propia, es algo
maravilloso que se le diga a uno que lo ha logrado, cuando menos para aquellos
que tienen todavía el corazón y la mente iluminados.
Ha sido
un trabajo considerable que empezó tan pronto como fui capaz de comenzar algo,
pero que se inició concretamente cuando era estudiante y comencé a explorar
mi propia estética lingüística en la composición de lenguas. Fue al estallar
la guerra de 1914 sobre mí cuando hice el descubrimiento de que las «leyendas»
dependen de la lengua a la que pertenecen; pero una lengua viva depende igualmente
de las «leyendas» que transmite por tradición. (Por ejemplo, que la mitología
griega depende mucho más de la maravillosa estética de su lengua, y, por tanto,
de su nomenclatura de personas y lugares, y menos de su contenido de lo que
la gente se da cuenta; aunque, por supuesto, depende de ambos. Y viceversa.
El volapuk, el esperanto, el ido, el novial,
[148]
etcétera, etcétera, están muertas, mucho más muertas que
las antiguas lenguas que ya no se emplean, pues sus autores nunca inventaron
una leyenda en esperanto.) Por tanto, empecé con el lenguaje, a pesar de que
soy un filólogo por naturaleza y oficio (aunque siempre primordialmente interesado
en los aspectos estéticos antes que en los funcionales del lenguaje), y me
descubrí empeñado en la tarea de inventar «leyendas» del mismo «sabor». Mis
primeras obras fueron compuestas sobre todo en campamentos y hospitales entre
1915 y 1918, cuando el tiempo lo permitía. Pero creo que gran parte de esta
especie de trabajo prosigue en otros niveles (decir más bajos, más profundos
o más altos introduce una falsa graduación), cuando uno está diciendo cómo-le-va
o aun «durmiendo». Hace mucho que he dejado de inventar (aunque aun
los críticos condescendientes o burlones han alabado mi «invención»): espero
hasta que me parece que sé lo que realmente ha ocurrido. O hasta que la historia
se escribe por sí misma. Así, aunque supe durante años que Frodo intervendría
en una aventura con árboles en algún sitio corriente abajo del Gran Río,
no tengo memoria de haber inventado a los Ents. Llegué por fin al pasaje,
y escribí el capítulo de «Bárbol» sin recordar el menor pensamiento previo:
tal como es ahora. Y entonces vi que, por supuesto, no le había ocurrido a
Frodo en absoluto.
Todo
esto es aburrido, estoy seguro, pues aparentemente se centra en mí mismo;
pero soy lo bastante mayor (¡ay!) como para tomar un interés desapasionado
y científico en estas cuestiones, y citarme simplemente porque estoy interesado
en la «invención» mitológica y el misterio de la creación literaria (o subcreación,
como la he llamado en otro lugar), y yo soy el corpus vile más prontamente
disponible para el experimento o la observación. La principal razón de que
hable así es, por supuesto, decir que todas estas cosas están más o menos
escritas. Apenas hay alguna referencia en El Señor de los Anillos a
cosas que no existan realmente
[149]
en su propio plano (de realidad secundaria o subcreativa).
Hace años que El Silmarillion fue ofrecido para ser publicado y se
lo rechazó. Puede que de tales reveses surja el bien. El Señor de los Anillos
fue el resultado. Los hobbits habían recibido una bienvenida. Yo mismo
los amaba, pues amo lo vulgar y lo simple tan intensamente como lo noble,
y nada conmueve más mi corazón (más allá de todas las pasiones y quebrantamientos
del mundo) que el «ennoblecimiento» (desde el Patito Feo hasta Frodo). Trabajaría
sobre los hobbits. Y vi lo que debía hacer (como diría Gandalf),
[150]
pues sin pensarlo, en una nota de presentación que escribí
para El Hobbit, hablé del tiempo intermedio entre los Días Antiguos
y el Dominio de los Hombres. De ello provino el «eslabón perdido»: la «Caída
de Númenor», que dio lugar a alguna complejidad oculta. Porque cuando Faramir
habla de su visión privada de la Gran Ola, habla por mí. Esa visión y ese
sueño han estado siempre conmigo, y ha sido heredado (sólo lo descubrí recientemente)
por uno de mis hijos.
Sin embargo,
tal ha sido el éxito -no financiero: los costes fueron enormes, y nadie compra
hoy un libro que puede pedir prestado: no he recibido todavía ni un cuarto
de penique- de El Señor de los Anillos que el patito feo se ha convertido
en el cisne del editor, y sencillamente se me está intimidando para
que dé forma definitiva a El Silmarillion ¡o a cualquier otra cosa!
El borrador está incompleto.
6) Las dos Cartas que siguen
nos aportan información sobre su formación, sobre la construcción de de sus
obras, su gusto por la lingüística, sus influencias.
24 de
junio de 1957
Aunque
es un gran cumplido, más bien lamento ser objeto de una tesis. No me siento
inclinado a entrar en detalles biográficos. Dudo de su pertinencia respecto
a la crítica. Por cierto, en cualquier forma que no sea una biografía completa,
tanto interna como externa, que sólo yo podría escribir y que no tengo intención
de hacerlo. El hecho biográfico más importante para mí es el de haber completado
El Señor de los Anillos, lo cual todavía me asombra. Un obvio iniciador
de empresas que siempre deja sin acabar, en parte por falta de tiempo y en
parte por falta de una firme concentración, todavía me maravilla cómo y por
qué logré afanarme año tras año, a menudo con grandes dificultades, hasta
concluirla. Supongo que porque desde el principio empezó a atrapar en sus
pliegues narrativos la visión de la mayor parte de las cosas que más he amado
y odiado.
No asistí
a un internado privado, como residente, sino a un gran instituto de lenguas
clásicas cuya fundación se remonta a la Edad Media. Mi experiencia no tiene,
por tanto, nada en común con la del señor Lewis. Estuve en una única escuela
desde 1900 a 1911, con un breve intervalo. Me sentí tan dichoso en ella, o
lo contrario, como en cualquier otro sitio, siendo mía la culpa. De cualquier
modo, terminé como profesor perfectamente respetable y tolerablemente brillante.
No me disgustaban los juegos. No eran obligatorios, por fortuna, pues siempre
el criquet me resultó aburrido, aunque principalmente porque no era muy bueno
en él ....
No he
publicado otra historia corta que Hoja de Niggle. No me surgen en la
mente. Hoja de Niggle brotó súbitamente y casi completa. Fue escrita
casi de una vez y en forma muy semejante a la que tiene actualmente. Mirándola
yo mismo ahora desde gran distancia, diría que, además de mi amor por los
árboles (se llamó originalmente El Árbol), surgió de mi propia preocupación
por El Señor de los Anillos, en conocimiento de que sería acabado con
gran detalle o no lo sería en absoluto, y el temor (casi la certidumbre) de
que «no lo sería en absoluto». Se había producido la guerra, que había oscurecido
todos los horizontes. Pero estos análisis no constituyen una explicación completa
ni siquiera de una historia breve ...”
“(...)
La idea general de El Señor de los Anillos, por cierto, la tuve en
mente desde una etapa muy temprana, esto es, desde el primer borrador del
Libro I, Capítulo 2, escrito durante la década de 1930. De vez en cuando trazaba
vagos esbozos de lo que debía seguir inmediatamente o muy por delante; pero
éstos rara vez servían de nada; por así decir, la historia se fue desenvolviendo
por sí misma. La vinculación se logró, si se logró, en una constante reescritura
para atrás. Tenía un calendario con muchas columnas que tenían en cuenta dónde
se encontraban y qué hacían los actores o los grupos principales.
El último
volumen fue, por supuesto, el más difícil, pues por ese tiempo había acumulado
un vasto número de deudas narrativas y planteado algunos difíciles problemas
de cómo unir cabos sueltos. Aunque el problema no era tanto «¿qué ocurrió?»,
sobre el que sólo ocasionalmente tenía dudas -aunque fui elogiado por una
«invención»; de hecho, no tengo memoria consciente de haberme sentado nunca
para pensar deliberadamente en algún episodio-, sino cómo poner en orden la
narración de lo ocurrido. La solución es imperfecta. Inevitablemente.
Evidentemente,
el principal problema de esta clase es cómo hacer que Aragorn levante el Sitio
inesperadamente e informar, sin embargo, a los lectores de qué se venía ocupando.
Contado plenamente en el lugar adecuado (Vol. III, cap. 2), aunque habría
sido mejor para la narración del episodio, habría destruido el Capítulo 6.
Contado plenamente o aun en parte en retrospectiva, habría resultado fuera
de fecha y demorado la acción (como ocurre en el Capítulo 9).
La solución,
imperfecta, fue cortar el episodio entero (que completo habría pertenecido
más bien a la Saga de Aragorn, hijo de Arathorn que a mi historia)
y contar su final brevemente durante la pausa inevitable después de la Batalla
de Pelennor.
De hecho, donde más me demoré -por circunstancias exteriores tanto como interiores- fue en el punto ahora representado por las últimas palabras del Libro III (al que llegué en 1942 o 1943). Después de eso el Capítulo I del Libro V resultó muy largo como mera apertura (hasta la llegada a Gondor); el Capítulo 2 no existía, y el Capítulo 3, el Acantonamiento de Rohan, no había ido más allá de la llegada a Valle Sagrado. El Capítulo 1 del Libro IV apenas había llegado a las palabras de apertura de Sam (Vol. II, pág. 285). Se habían escrito (y finalmente abandonado) partes de las aventuras de Frodo y Sam en los confines de Mordor y en Mordor mismo.
16 de julio
de
Estimado
Bretherton:
“(...)Con
respecto de su pregunta. No es fácil de contestar con nada más breve que una
autobiografía. Empecé la construcción de lenguas en la temprana infancia:
soy primordialmente un filólogo científico. Mis intereses eran, y siguen siendo,
en amplia medida científicos. Pero también me interesaban los cuentos tradicionales
(en especial los que trataban de dragones), y escribir (no leer) versos y
recursos métricos. Estas cosas empezaron a fundirse cuando fui estudiante,
para desesperación de mis preceptores y casi naufragio de mi carrera. Porque
cuando oficialmente empecé con los «clásicos», trabé conocimiento con lenguas
no habitualmente estudiadas por el inglés moderno, cada una de ellas con una
estética fonética poderosamente individual: el galés, el finlandés y los restos
del gótico del siglo IV. El finlandés también me procuró un atisbo de un mundo
mitológico por entero diferente.
El germen
del intento de escribir leyendas propias que se adecuaran a mis lenguas privadas
fue el trágico cuento del desdichado Kullervo en el Kalevala finlandés.
Sigue siendo un elemento fundamental en las leyendas de la Primera
Edad (que espero publicar como El Silmarillion), aunque, como «Los
Hijos de Hurin», está totalmente cambiado excepto en el trágico final. El
segundo punto fue la escritura «sacada de mi cabeza» de la «Caída de Gondolin»,
la historia de Idril y Earendel (Apéndices, 8-9), durante una licencia por
enfermedad en 1917, y la versión original del «Cuento de Lúthien Tinúviel
y Beren» más tarde ese mismo año. Éste se basó en un pequeño bosque con grandes
sotobosques de «cicuta» (sin duda, había allí otras muchas plantas afines)
cerca de Roos, en Holderness, donde pasé un tiempo en la Guarnición Humber.
Seguí con esta composición después de escapar del ejército: durante un breve
tiempo en Oxford, empleado en el personal del entonces incompleto gran Diccionario,
y luego cuando fui a la Universidad de Leeds, 1920-1926. En O. escribí un
mito cosmogónico, «La Música de los Ainur», en el que se definía la relación
de El Único, el Creador trascendental, con los Valar, las «Potestades», los
angélicos Primogénitos y la parte que tuvieron en el ordenamiento y el desarrollo
del Designio Primordial. También se contaba cómo fue que Eru, el Único, hizo
una adición al Designio: introduciendo los temas de los Eruhín, los Hijos
de Dios, Los Primogénitos (los Elfos) y los Sucesores (los Hombres), a los
que los Valar, por expresa prohibición, no podían intentar dominar por el
miedo o la fuerza. En esa época comencé también a inventar alfabetos. En Leeds
empecé el intento de tratar este asunto en un estilo elevado y grave, escribiendo
gran parte en verso. (La primera versión del canto de Trancos sobre Lúthien,
ahora incluida en 1, 268, apareció originalmente en la Leeds Univ. magazine;
[151]
pero el cuento entero, tal como lo esbozó Aragorn, se escribió
en un poema de gran longitud, hasta la línea «el padre de ella».
[152]
Regresé
a Oxford en enero de 1926, y cuando se publicó El Hobbit (1937), esta
«historia de los Días Antiguos» ya había adquirido una forma coherente. No
había intención de que El Hobbit tuviera ninguna relación con ella.
Cuando mis hijos aún eran pequeños tenía la costumbre de inventar y de contarles,
a veces de escribir, «cuentos infantiles» para divertirlos, de acuerdo con
la idea que entonces tenía y que algunos tienen todavía, de cómo debían ser
el estilo y la actitud empleados. Ninguno fue publicado. La intención era
que El Hobbit fuera uno de ellos. No tenía conexión necesaria con la
«mitología», pero naturalmente fue atraído por esa creación dominante de mi
mente, lo que hizo que el cuento fuera adquiriendo mayores dimensiones y volviéndose
más heroico a medida que avanzaba. Aun así podía quedar bastante independiente,
con excepción de las referencias (innecesarias, aunque dan una impresión de
profundidad histórica) a la Caída de Gondolin, Puffin 57 (encuadernada
63); las ramas del Pariente de los Elfos, pág. 161 (encuadernada 173 o 178)
y la disputa del Rey Thingol, padre de Lúthien, con los Enanos, pág. 162.
El Hobbit
vio la luz y estableció mi conexión con
A. & U. por accidente. Nadie lo conocía, salvo mis hijos y mi amigo C.
S. Lewis; pero se lo presté a la madre superiora de Cherwell Edge para que
se entretuviera mientras se reponía de una gripe. Así lo conoció una joven,
estudiante residente en la casa o amiga de alguien que lo era, que trabajaba
en la oficina de A & U.
[153]
De ese modo llegó a verlo Stanley Unwin, que lo puso a
prueba con su hijo menor Rayner, entonces un niño pequeño. Así se publicó.
Luego les ofrecí las leyendas de los Días Antiguos, pero sus lectores las
rechazaron. Querían una continuación. Pero yo quería leyendas heroicas y acontecimientos
elevados. El resultado fue El Señor de los Anillos ....
El anillo
mágico era el único elemento de El Hobbit que evidentemente podía relacionarse
con mi mitología. Para soportar el peso de una historia larga, debía cobrar
suprema importancia. Lo vinculé entonces con la referencia, del todo casual
(originalmente), al Nigromante, fin del Cap. VII y del Cap. XIX, cuya función
apenas era algo más que procurar un motivo para la partida de Gandalf, dejando
a Bilbo y a los Enanos librados a sí mismos, lo cual era necesario para el
cuento. De El Hobbit se derivan también los Enanos; Durin, su primer
antepasado, y Moría; y Elrond. El pasaje del Cap. III en el que se lo relaciona
con los Medio Elfos de la mitología fue producto de un afortunado azar, debido
a la dificultad de estar inventando constantemente nombres adecuados para
los nuevos personajes. Lo llamé Elrond casualmente, pero por ser un nombre
que provenía de mi mitología (Elros y Elrond, los dos hijos de Eärendel),
lo convertí en medio elfo. Sólo en El Señor se lo identifica como el
hijo de Eärendel y, por tanto, bisnieto de Lúthien y Beren, un personaje poderoso
y Portador de un Anillo.
Otro
ingrediente, no mencionado antes, también entró en operaciones por la necesidad
de procurar una importante función a Trancos-Aragorn. Lo que podría llamar
mi obsesión-Atlántida. Esta leyenda o mito u oscuro recuerdo de alguna historia
antigua siempre me ha perturbado. En sueños he tenido la espantosa pesadilla
de la Ola ineluctable que salía del mar tranquilo o se levantaba como una
torre sobre las islas verdes. Todavía se me da ocasionalmente, aunque exorcizada
por haber escrito sobre ella. Siempre termina con el sometimiento, y me despierto
jadeando mientras salgo de las aguas profundas. Solía dibujarla o escribir
malos poemas sobre ella. Cuando C. S. Lewis y yo echamos una moneda al aire,
y él debía escribir sobre un viaje espacial y yo sobre uno temporal, empecé
un libro abortado sobre un viaje temporal que debía terminar con la presencia
de mi héroe en la inundación de la Atlántida. Ésta debía llamarse Númenor,
la Tierra del Oeste. El hilo conductor sería la aparición una y otra vez
en una familia humana (como Durin entre los Enanos) de un padre y un hijo
llamados por nombres que podrían interpretarse como Amigo de la Beatitud y
Amigo de los Elfos. Éstos, que ya no se entendían, se refieren al final a
la situación atlántida-númenóreana y significan «el que es leal a los Valar
y está satisfecho con la beatitud y prosperidad dentro de los límites de lo
prescrito» y «el que es leal a la amistad de los Altos Elfos». Comenzó con
una afinidad padre-hijo entre Edwin y Elwin en el presente y supuestamente
remontaba a los tiempos legendarios por vía de unos tales Eädwine y Ælfwine
de aproximadamente el año 918 d.C., y Audoin y Alboin de la leyenda lombarda
y, por tanto, las tradiciones del mar del Norte sobre la llegada del grano
y los héroes de la civilización, los antepasados de los linajes reales llegados
en barcos (y su partida en barcas funerarias). Un tal Sheaf, o Shield Sheafing,
puede considerarse de hecho uno de los remotos antepasados de nuestra actual
Reina. En mi cuento íbamos a llegar por fin a Amandil y Elendil, conductores
del partido leal en Númenor, cuando cayó bajo el dominio de Sauron. Elendil
«Amigo de los Elfos» fue el fundador de los reinos de Exiliados en Arnor y
Gondor. Pero comprobé que mi verdadero interés residía exclusivamente en el
final superior, el Akallabêth o Atalantie
[154]
(«Caída» en númenóreano y quenya), de modo que relacioné
todo el material que había escrito sobre las leyendas originalmente independientes
de Númenor con el resto de la mitología fundamental.
Pues
bien, ahí tiene. Espero que no se haya aburrido .... [De su empleo del nombre
«Gamgee»:] Empezó con unas vacaciones hace unos 30 años en Lamorna Cove
[155]
(entonces salvaje y casi inaccesible). Había un curioso
personaje local, un viejo que solía ir de un sitio al otro intercambiando
chismorreos, comentarios sobre el tiempo y cosas por el estilo. Para divertir
a mis muchachos le puse el nombre de Gaffer Gamgee, y el nombre llegó a formar
parte del folklore familiar y sirvió para denominar a todos los vejetes de
ese tipo. Por aquel entonces estaba empezando El Hobbit. La elección
de Gamgee fue fundamentalmente dictaminada por la aliteración, pero yo no
lo inventé. Fue rescatado de la memoria infantil, como palabra o nombre cómico.
De hecho, cuando yo era pequeño (en Birmingham) era la palabra con que se
designaba el «algodón en rama». (De ahí la asociación de los Gamgee con los
Cotton [algodón].) No sabía nada de su origen ....
Espero
que no se sienta abrumado por estos fragmentos de «investigación» o «autoinvestigación».
Es una tentación terrible, especialmente para un pedante como yo. Me temo
que he incurrido en ella casi del todo por autocomplacencia... en una bendita
cesación de cartas. (Me apresuré a decirlo, no de las que usted escribe: de
ésas recibo muy pocas.) Debí haber empleado el tiempo en adelantar con Sir
Gawain.
Viví
por un tiempo sobre una ruta bastante deteriorada (adecuadamente llamada Duchess
[Duquesa]) en Edgbaston,
[156]
B'ham; daba a una ruta aún más deteriorada llamada Beaufort.
Menciono esto sólo porque en la ruta de Beaufort había una casa, ocupada,
en sus días más florecientes, por el señor Shorthouse, un fabricante de ácidos,
que tenía (creo) conexiones cuáqueras. Este señor, un mero aficionado (como
yo), sin jerarquía alguna en el mundo literario, de pronto creó un largo libro,
extraño, estimulante y discutible; o así lo pareció entonces; pocos son ahora
los que consideran su lectura posible. Lentamente fue haciéndose conocido
y terminó por ser un best-seller y tema de discusión pública desde el primer
ministro abajo. Fue John Inglesant. El señor Shorthouse se volvió
muy raro y muy anti-Brummagem,
[157]
por no decir antiinglés. Imaginó ser la reencarnación de
cierto italiano del Renacimiento, y se vestía de modo adecuado para el papel.
Además, sus opiniones religiosas, aunque nunca lo llevaron a la locura final
de abrazar la Iglesia Romana, adquirieron un cierto matiz católico. Creo que
no escribió nunca nada más, pero prodigó el resto de su tiempo tratando de
explicar lo que había querido decir y no decir en John Inglesant. (Qué
fue de las garrafas de ácido, no lo sé.) Siempre he intentado considerarlo
una advertencia contra la melancolía, y aún intento cuidar de mis garrafas
técnicas, y escribir algo más. Pero como lo ve, ocasionalmente abandono el
tino. Pero no el sensato recuerdo (que este cuento de Shorthouse también ilustra)
de la inconstancia del Público. Es extraño que sir Stanley, cuya Truth
about Publishing cita usted, sea quien con mayor frecuencia me vuelve
aprensivo. Me encanta su aprobación;
[158]
pero la considero un poquito de sol sobre mi pequeño henar,
un favor especial y muy oportuno; pero más bien sigo a Gandalf cuando dice:
«No podemos dominar ni prever todas las oleadas del mundo. No podemos ver
ni gobernar el tiempo que hará».
Sí, C.S.L.
fue mi más íntimo amigo poco más o menos desde 1927 a 1940, y siguió siendo
muy querido para mí. Su muerte fue un golpe penoso. Pero, de hecho, fuimos
viéndonos cada vez menos desde que quedó sometido a la dominante influencia
de Charles Williams, y todavía menos después de su muy extraño matrimonio
.... Leí The Pilgrim's Regress en el manuscrito. Nunca he podido disfrutar
de Pickwick. Ahora encuentro El Señor de los Anillos «bueno
por partes». Debo terminar ahora presentando mis más profundas disculpas por
mi garrulidad: espero, sin embargo, que resulte interesante «por partes».
Sinceramente
suyo,
Ronald
Tolkien.
7) De las observaciones que Tolkien
hizo a una entrevista para la Daily Telegraph Magazine, se desprenden muchos
datos autobiográficos, especialmente sobre su carácter, sus gustos, su modo
de vida, sus costumbres, etc.
Los Plimmer habían
entrevistado recientemente a Tolkien para la Daily Telegraph
Magazine y le enviaban
ahora un borrador de su artículo, cuya versión terminada se publicó en el
número del 22 de marzo de 1968.
8 de febrero
de
Estimados
señor y señora Plimmer:
Gracias
por haber tenido la cortesía de enviarme una copia del borrador preliminar
de su artículo. Es evidente que les presenté ciertas dificultades durante
la entrevista: el hecho de que hable tan de prisa (que es congénito e incurable),
la descortesía de caminar de un lado para el otro y el uso continuo de la
pipa. No era mi intención ser descortés. Sufro de artritis y las rodillas
me duelen si permanezco mucho tiempo sentado. Es un alivio ser entrevistado
si puedo estar de pie. Debería renunciar a fumar en estas ocasiones, pero
ser entrevistado me resulta cada vez más fastidioso y perturbador, de modo
que necesito algún sedante.
La copia
llegó a esta dirección justo el día antes de regresar en la esperanza de reanudar
mi propio trabajo; no he tenido tiempo de considerarla. Hay uno o dos puntos
que me gustaría ver alterados, y en el texto se han deslizado algunas inexactitudes
y malentendidos que, sin duda, en parte son por mi culpa. Entre mis características
que no han mencionado se cuenta una pedantería que se centra en una exactitud
aun en cosas que a los demás les parecen faltas de importancia. No he tenido
tiempo de enunciar estos puntos con claridad y de manera legible; espero que
la revisión y los cortes de su artículo puedan todavía esperar un día o dos.
Trataré de que les lleguen el viernes.
En un
detalle creo que los decepcionaré. Se me ha informado que la Weekend Telegraph
tiene intención de que su artículo aparezca ilustrado por una serie de
fotografías tomadas mientras estoy trabajando y en casa. En ninguna circunstancia
acordaré ser fotografiado otra vez con semejante propósito. Considero todas
esas intromisiones en mi intimidad una impertinencia, y ya no puedo disponer
de tiempo para ellas. La irritación que me produce extiende su influencia
por un período mucho mayor del que ocupa la intromisión en concreto. Mi trabajo
necesita concentración y paz de ánimo.
Sinceramente
suyo,
J.R.R.
Tolkien.
Lo que sigue son
extractos del comentario de Tolkien, enviado a Charlotte y Denis Plimmer,
acerca del texto en borrador de la entrevista que mantuvieron con él. Los
pasajes en cursiva son citas de dicho borrador.
el garaje
atestado que utiliza como estudio
Permítaseme
decir que no es un «estudio», salvo en la jerga doméstica. Fue una medida
adoptada de prisa por necesidad, cuando debí abandonar mi cuarto en la universidad
y proveer de espacio a lo que pude preservar de mi biblioteca. La mayor parte
de los libros de valor han sido trasladados desde entonces, y el contenido
más importante son filas de archivos ordenados que mantiene mi secretaria.
Es la única que utiliza regularmente la habitación. No he llevado a cabo allí
nunca ninguna obra literaria ....
Mi casa
actual y su situación me fueron impuestas por la necesidad; incluso pocos
de sus muebles me procuran algún placer. He quedado atrapado aquí en una intensa
incomodidad, pero la desorganización de una mudanza y la reubicación de mis
efectos no pueden contemplarse en tanto no haya completado el trabajo para
el que estoy contratado. Cuando lo haga, si lo logro, en caso de contar todavía
con salud, espero irme muy lejos a una dirección que no aparezca en ninguna
guía ni libro de referencia.
Si se
preguntan por qué los recibí a ustedes, dos personas corteses y encantadoras,
en semejante agujero, permítaseme que diga que mi casa no tiene recepción,
sino sólo la sala de mi esposa, que está llena de sus pertenencias personales.
Esto fue descrito despectivamente en el New Yorker (por un visitante),
[159]
y los dos padecimos el ridículo (y peor todavía, fuimos
objeto de conmiseración) cuando el comentario fue mencionado en los periódicos
de Londres. Desde entonces ella se ha negado a recibir a nadie, salvo a amigos
personales, en la habitación. Yo mismo tampoco tengo intención de admitir
a nadie (por cierto, a ningún fotógrafo) a la «sala-dormitorio» donde, en
compañía de los libros que realmente utilizo y los archivos de material inédito,
paso la mayor parte del tiempo en casa y escribo todo lo que el tiempo me
lo permite.
Tolkien,
alto y de fuerte constitución
De hecho,
no soy alto ni de fuerte constitución. Mido ahora 5 pies 8½ pulgadas y soy
de constitución ligera y manos notablemente pequeñas. Casi durante toda la
vida he sido delgado y por debajo de mi peso. Después de cumplir los sesenta
años, me puse algo «rechoncho». Nada inhabitual en los hombres que practican
el deporte y la natación y dejan de hacerlo cuando las oportunidades cesan.
Tolkien
permitió que algunos de sus amigos de Oxford leyeran El Hobbit. Una cierta madre superiora de un hostal para muchachas
se lo prestó a una estudiante, Susan Dagnall....
La reverenda
madre era la superiora de un convento (de la orden del Santo Niño) en Cherwell
Edge, la cual, entre otras funciones, llevaba un hostal para jóvenes estudiantes.
Pero tal como yo tengo conocimiento de ella, la historia es la siguiente:
la señorita Griffiths (en la actualidad uno de los miembros principales de
la Facultad de Inglés) estaba iniciando sus tareas como preceptora en Lengua
Inglesa; había sido alumna mía y era amiga de mi familia. Le presté la copia
dactilografiada de El Hobbit. Ella se la prestó a Susan Dagnall, una
de sus alumnas, que vivía en el hostal.
[160]
Susan se la prestó a la reverenda madre para que se distrajera
durante la convalecencia de una gripe. Si la distrajo o no, nunca lo he sabido,
de modo que es sólo un desvío en el viaje del manuscrito. Ninguno de los préstamos,
ni a Susan ni a la reverenda madre, había sido autorizado por mí
[161]
-no pensaba que el manuscrito tuviera importancia-, pero
resultaron la base de mi buena fortuna, pues me conectaron con Allen &
Unwin. Siempre he sido inmerecidamente afortunado en las cuestiones de importancia.
Se dice que la señorita Dagnall, a la que debo tanto, se mató, creo, en un
accidente de automóvil poco después de casarse.
[El Silmarillion]
fue rechazado [por Allen & Unwin] por ser demasiado sombrío y celta.
Los lectores
de A & U estuvieron muy acertados en rechazarlo; no (espero) porque fuera,
como ellos dijeron, «demasiado sombrío y celta para los anglosajones modernos»,
pues retiene un carácter mal descrito de ese modo, como lo retiene también
gran parte de El Señor de los Anillos; sino porque estaba necesitado
de reescrituras y meditaciones. Gran parte de él era obra de fecha muy temprana,
que remonta a 1916 y al principio aún más atrás.
La Tierra
Media se originó en el gusto de Tolkien por la creación de lenguas....
Esta
referencia a la «invención de lenguas» se ha vuelto, me parece, confusa. Es
mi culpa por introducir al azar cuestiones complejas y teorías personales
que es mejor no tratar si no se lo hace con mayor extensión de lo que sería
adecuado (o interesante) en este tipo de artículo. Pues la cuestión no resulta
en verdad pertinente: la diversión de inventar lenguas es muy común entre
los niños (en una ocasión escribí en ensayo sobre el tema titulado A Secret
Vice), de modo que al respecto no tengo nada de peculiar. El proceso sigue
a veces hasta la vida adulta, pero entonces, por lo general, se lo mantiene
secreto; aunque he oído de casos en que una lengua de esta clase
[162]
ha sido utilizada entre los miembros de un grupo (por ejemplo,
en un ritual pseudorreligioso).
En su
párrafo hay un eslabón perdido, más importante (creo) para el propósito en
cuestión que lo que dije o debería haber dicho, sobre la «invención». Es decir,
¿cómo la invención lingüística conduce a una historia imaginaria? De modo
que me parece que el pasaje resultaría más inteligible si dijera más o menos
lo siguiente: «Las historias imaginarias se originaron en el gusto de Tolkien
por la invención de lenguas. Descubrió, como lo han hecho otros que han llevado
este tipo de invención hasta cierto grado de totalización, que una lengua
requiere un ambiente habitable y una historia en los que pueda desarrollarse».
«Cuando
se inventa una lengua», dijo, «se la atrapa más o menos del aire. Uno dice
bu-jú, y eso significa algo».
Naturalmente,
no tengo memoria precisa de lo que dije, pero lo que aparece escrito aquí
me parece extraño, pues creo improbable que intencionalmente haya dicho cosas
contrarias a mis consideradas opiniones. No creo que un inventor atrape
sonidos del aire. Si lo dije era una menudencia propia de la inmediatez de
la conversación quizás inteligible en el momento, pero no en la frialdad de
la imprenta; significa que emite un grupo sonoro articulado al azar (en
la medida en que es consciente), pero proviene, por supuesto, de su equipo
lingüístico y tiene innumerables hilos de conexión con otras «palabras» de
sonido similar en su propia lengua y en cualesquiera otras que pueda conocer.
Aun así, si dijera bu-jú, no significaría nada. Ningún sonido vocal
significa nada por sí mismo. La significación le tiene que ser atribuida por
una mente humana.
[163]
Esto puede hacerse al azar, a menudo por asociaciones accidentales
(no lingüísticas), o por una sensibilidad a la «adecuación fonética» y/o por
preferencias individuales por ciertos elementos o combinaciones fonéticas.
Lo último es, por supuesto, evidente sobre todo en las lenguas privadamente
inventadas, pues uno de sus principales objetivos, reconocido o inconsciente,
es dar expresión a estas preferencias. Son estas preferencias, que reflejan
el gusto lingüístico innato del individuo, lo que llamé su «lengua nativa»,
aunque habría sido más exacto decir «potencial lingüístico nativo», pues rara
vez cobra efectividad, aun en la modificación de su lengua «aprendida la primera»,
es decir, la de sus padres y su país.
La Tierra
Media .... corresponde espiritualmente a la
Europa nórdica. ¡No nórdica, por favor! Una palabra que personalmente
me disgusta; aunque de origen francés, se la asocia con teorías racistas.
Geográficamente, septentrional [Northern] resulta por lo general bastante
más adecuada. Pero un examen demostrará que incluso esta palabra es inaplicable
(geográfica o espiritualmente) a la «Tierra Media». Ésta es una vieja palabra
no inventada por mí, como lo demostrará la consulta de un diccionario como
el Shorter Oxford. Significaba las tierras habitables de nuestro mundo, situado
en medio del Océano circundante. La acción de la historia se desarrolla en
el Noroeste de la «Tierra Media», equivalente en latitud a las líneas costeras
de Europa y las costas norteñas del Mediterráneo. Pero ésta no es una región
puramente «nórdica» en ningún sentido. Si Hobbiton y Rivendel se consideran
aproximadamente en la latitud de Oxford (como fue intención), Minas Tirith,
600 millas al sur, está más o menos en la latitud de Florencia. Las Desembocaduras
del Anduin y la antigua ciudad de Pelargir están en la latitud de la vieja
Troya.
Auden
ha afirmado que para mí «el Norte es una dirección sagrada». Eso no es cierto.
El Noroeste de Europa, donde yo (y la mayoría de mis antepasados) he vivido,
tiene mi afecto como es propio que lo tenga el hogar de un hombre. Amo su
atmósfera y sé más de sus historias y sus lenguas que de otras partes, pero
no es «sagrado» ni agota mis afectos. Por ejemplo, siento un particular amor
por la lengua latina, y entre sus descendientes, por la española. Que no es
verdad en relación con mi historia, debería demostrarlo la mera lectura de
las sinopsis. El Norte era el asiento de la fortaleza del Diablo. El avance
de la historia culmina con lo que se parece mucho más al reestablecimiento
de un Sacro Imperio Romano eficaz con su asiento en Roma que a nada que hubiera
sido concebido por un «nórdico».
[De los comentarios de C.S. Lewis
sobre El Señor de los Anillos:]
«Cuando decía: "Puedes hacerlo aún mejor. ¡Mejor, Tolkien, por
favor!", yo lo intentaba. Me sentaba y escribía el fragmento una y otra
vez. Eso ocurrió con la escena que a mime parece la mejor del libro: la confrontación
entre Gandalf y su mago rival, Saruman, en la ciudad desolada de Isengard.»
No creo
que el pasaje de Saruman sea «el mejor del libro». Es mucho mejor que su primer
borrador, eso es todo. Mencioné el pasaje porque, de hecho, es uno de los
pocos en los que la detallada crítica de L. me pareció útil y justa. Corté
algunos pasajes de diálogo ligero propio de hobbits que a él le parecían fatigosos,
pensando que si eso le sucedía a él, también le sucedería a la mayoría de
los demás lectores (si llegaba a haberlos). No creo que los hechos le dieran
la razón. A decir verdad, los hobbits nunca le gustaron mucho realmente, y
Merry y Pippin menos que ninguno. Pero a muchos lectores sí les gustan y les
hubiera gustado recibir más de lo que recibieron. (Si resulta de interés,
los pasajes que ahora más me conmueven -escritos hace tanto tiempo que los
leo como si algún otro los hubiera escrito- son el final del capítulo Lothlórien
(1,483-486) y los cuernos de los Rohirrim al cantar el gallo.)
Su gusto
por las lenguas nórdicas deriva del hecho de que tuvo antepasados alemanes
que migraron a Inglaterra hace dos siglos.
La verdad
es al revés. No nórdico, que no es un término lingüístico. El término adecuado,
según lo que parece significar lo dicho, es germánico. Pero mi gusto por las
lenguas germánicas no tiene conexión rastreable con la historia de mi apellido.
Al cabo de 150 años (ahora 200), mi padre y su parentela inmediata eran extremadamente
«británicos». Ninguno entre ellos ni los del mismo apellido que conocí desde
entonces manifestó el menor interés lingüístico ni conocimiento siquiera del
alemán moderno. Mi interés por las lenguas proviene exclusivamente de mi madre,
una Suffield (una familia venida de Evesham, en Worcestershire). Sabía alemán
y me dio las primeras lecciones de esa lengua. También le interesaba la etimología
y despertó mi propio interés por ella; y también por los alfabetos y las escrituras.
Mi padre murió en Sudáfrica en 1896. Ella murió en 1904. Dos años antes de
su muerte, con su sola instrucción,
[164]
obtuve una beca para la King Edward VI School, en Birmingham.
Dante
.... «no me atrae. Está lleno de despecho y malicia. No me interesan
sus mezquinas relaciones con gente mezquina de mezquinas ciudades».
Mi referencia
a Dante fue afrentosa. Ni en sueños pretendo seriamente compararme a él, un
poeta supremo. En una época Lewis y yo solíamos leérnoslo mutuamente. Por
un tiempo fui miembro de la Oxford Dante Society (creo que por propuesta de
Lewis, que sobreestimaba con mucho mi erudición respecto de Dante o el italiano
en general). Sigue siendo verdad que considero la «mezquindad» de la que hablé,
una triste mancha por partes.
«No leo
mucho ahora, salvo cuentos de hadas.»
Por «salvo»
léase «ni siquiera». Leo mucho, o, con más verdad, trato de leer muchos libros
(en especial los llamados de Ciencia Ficción y Fantasía). Pero rara vez encuentro
libros modernos que fijen mi atención.
[165]
Supongo que es porque estoy sometido a una presión «interna»
por acabar mi propia obra; y por esa razón dije [en la entrevista]: «Estoy
buscando algo que no puedo encontrar».
«Estoy
buscando siempre algo que no puedo encontrar.... Algo como lo que yo mismo
escribí. No hay nada como ser vanidoso, ¿ no es así?
Pido
disculpas por parecer estar hablando por pura vanidad. En realidad, esto surgió
de la humildad, la mía y la de Lewis. La humildad de aficionados en un mundo
de grandes escritores. L. me dijo un día: «Tollers, hay muy poco de lo que
verdaderamente nos gusta en las historias. Me temo que tendremos que intentar
escribirlo nosotros mismos». Convinimos en que él se dedicaría a un «viaje
espacial» y yo a uno «temporal». El resultado de lo que él hizo es perfectamente
conocido. Mi esfuerzo, después de algunos capítulos prometedores, quedó seco;
era un rodeo demasiado vasto para lo que yo quería hacer realmente: una nueva
versión de la leyenda de Atlántida. La escena final sobrevive como La Caída,
de Númenor.
[166]
Esto entusiasmó muchísimo a Lewis (sólo con escuchar
su lectura) y hay referencias a ello en varias partes de sus escritos:
por ejemplo, «The Last of the Wine», en sus poemas (Poems, 1964, pág.
40). Ninguno de los dos esperábamos tener mucho éxito como aficionados, y
en realidad Lewis tuvo alguna dificultad en lograr que se publicara Out
of the Silent Planet. Y después de todo lo que ha ocurrido desde entonces,
el placer más permanente y la recompensa que ambos obtuvimos fue que nos procuráramos
mutuamente historias que escuchar o leer que realmente nos gustaran... por
largos pasajes. Naturalmente, ninguno de nosotros gustaba de todo lo
que encontraba en la obra del otro.
Tolkien...
se cuenta entre los «principales colaboradores» de la recientemente traducida
Biblia de Jerusalén.
Nombrarme
entre los «principales colaboradores» fue una cortesía inmerecida de parte
del editor de la Biblia de Jerusalén. Fui consultado en relación con
uno o dos detalles de estilo, e hice algunos comentarios críticos de las colaboraciones
de otros. Se me asignó originalmente la traducción de una vasta parte del
texto, pero después de llevar a cabo algún trabajo preliminar necesario, me
vi obligado a renunciar por la presión de otras tareas apremiantes, y sólo
completé «Jonas», uno de los libros más breves.
8) Como pasó Tolkien los dos últimos años de
su vida, sobre todo luego de la muerte de su esposa.
Merton College, del
que Tolkien había sido miembro desde 1945 a 1959, le había ofrecido alojamiento
dado que había resuelto abandonar su casa de Poole.
24 de
enero de 1972 West Hanney
[167]
Mi muy
querido Mick:
....
Creo que la noticia te consolará y alegrará. Por un acto de gran generosidad
-a pesar de grandes dificultades internas- Merton [me] ha procurado un excelente
apartamento que probablemente dará acomodo al grueso de mi «biblioteca» sobreviviente.
¡Pero a esto hay atados «hilos» completamente inesperados! 1) El alquiler
será «meramente nominal», lo cual significa lo que implica: una cifra extremadamente
reducida comparada con el valor del mercado real. 2) Todos los muebles requeridos
serán provistos gratis por el college... y ya me ha sido asignada una
alfombra de Wilton que cubre el suelo entero de una sala de estar que tiene
casi el mismo espacio disponible de nuestra gran s[ala] de e[star] en 19 Lakeside
Road (es un poquito más corta y un poquito más ancha). 3) Desde el 21 M[erton]
St. forma parte legalmente del college y se me procura servicio doméstico
gratis; éste se compone de un cuidador residente y su esposa como
ama de llaves. 4) Tengo derecho a comida y cena gratis a lo
largo de todo el año cuando ocupe la residencia, ambos de muy alta calidad.
Esto representa -concediendo 9 semanas de ausencia- un emolumento concreto
de entre £750 y £900 al año, del que las garras de los Recaudadores de Impuestos
han sido mantenidas alejadas hasta ahora. 5) El college procurará la utilización
de dos teléfonos libres de cargo: a) para llamadas locales y
llamadas a extensiones, que son gratis, y b) para llamadas a
larga distancia, que tendrá un número privado que yo pagaré. Esto tendrá la
ventaja de que los negocios y las llamadas privadas a la familia y amigos
no tendrán que pasar por la central ocupada en exceso; aunque esto tendrá
el defecto de que será preciso que figure en la guía telefónica. Pero ya había
comprobado en Poole que las desventajas de tener un número que no figure
en guía (que son considerables) realmente sobrepasan a la protección que
dispensa. Si resulta una molestia, tendré que hacer instalar un contestador
automático, que pueda ser puesto en funcionamiento cuando sea necesario. 6)
No habrá tarifas de consumo y las cuentas de gas y electricidad serán mínimas.
7) La utilización de 2 hermosas habitaciones comunitarias (a una distancia
de 100 yardas) con papel de escribir y periódicos gratis y café a mitad de
la mañana. Todo suena demasiado bueno para ser verdad... y, por supuesto,
todo depende de mi salud: pues con justicia y razón se me ha señalado que
sólo mi aparente buena salud y la movilidad con que cuento, considerada mi
edad, son lo que hace posible todo esto. Yo mismo no me siento del todo seguro
sobre este punto, pues mi enfermedad en octubre (durante la cual poco más
o menos en una semana perdí más de catorce libras) no desapareció realmente
hasta después de Navidad. Pero el sentimiento de inseguridad es posible (espero)
sobre todo por el efecto de mutilación que nos produjo la desgracia que sufrimos.
No me siento del todo «real» o entero, y en cierto sentido no hay nadie con
quién hablar. (Tú compartes esto, claro está, especialmente en cuestión de
cartas.) Desde que llegué a la mayoría de edad y al cabo de nuestra separación
de 3 años, hemos compartido todas las alegrías y las penas, y todas las opiniones
(estando de acuerdo o no), de modo que todavía con frecuencia me sorprendo
pensando «Debo decirle esto a E.»... y entonces, súbitamente, me siento como
un náufrago abandonado en una isla yerma bajo el cielo indiferente después
del hundimiento de un gran barco. Recuerdo haber tratado de comunicar a Marjorie
Incledon
[168]
este sentimiento, cuando no tenía todavía trece años después
de la muerte de mi madre (el 9 de noviembre de 1904), y haber agitado vanamente
la mano en dirección del cielo diciendo: «Está tan vacío y frío...». Y también
recuerdo después de la muerte de fray Francis, mi «segundo padre» (a los 77
años en 1934),
[169]
haberle dicho a C. S. Lewis: «Me siento como un sobreviviente
perdido en un nuevo mundo ajeno después de desaparecido el verdadero». Pero,
por supuesto, estos dolores, por agudos que sean (especialmente el primero),
se produjeron durante la juventud, mientras la vida y el trabajo todavía estaban
desarrollándose. En 1904, nosotros (H[ilary] y yo) tuvimos la súbita experiencia
milagrosa del amor, del cuidado y del humor de fray Francis, y sólo 5 años
más tarde (el equivalente de 20 años de experiencia en la vida posterior)
conocía a la Lúthien Tinúviel de mi propio «romance» personal, con sus largos
cabellos oscuros, su cara blanca, sus ojos luminosos y su bella voz. Y en
1934 estaba todavía conmigo, y sus hermosos hijos. Pero ahora se ha marchado
antes que Beren, a quien ha dejado en verdad manco, pero éste no tiene ningún
poder para conmover al inexorable Mandos, y no hay Dor Gyrth i chuinar,
Tierra de los Muertos que Viven, en este Reino Caído de Arda, donde se
veneran los servidores de Morgoth ....
SUS
CONCEPCIONES SOBRE LA GUERRA, EN ESPECIAL LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL.
Veterano de la Gran Guerra (la
1ª Guerra Mundial), Tolkien sufrió mucha angustia durante la Segunda Guerra
Mundial por el hecho de que dos de sus hijos, Christopher y Michael participaron en ella, esto no le impidió continuar
con la escritura de El Señor de los Anillos y de otros trabajos, pero siempre
pensando y preocupado por la suerte de sus hijos. Siguen aquí una serie de
cartas de Tolkien en donde expresa su opinión sobre la Guerra, sobre el Nazismo
sobre Inglaterra, sobre la posguerra y sobre las consecuencias de la misma,
la mayoría de ellas dirigidas a su hijo Christopher.
1)Muchos críticos “dedujeron” de
la lectura de su obra, que Tolkien tenía simpatías por el nazismo o que era
racista por su admiración a lo anglosajón, las dos primeras cartas, derriban
en parte esta dura, e infundada crítica
25 de julio de 1938
Allen & Unwin
habían negociado la publicación de una traducción alemana de El Hobbit con Rütten
& Loening, de Postdam. Esta empresa le escribió a Tolkien preguntándole
si era de origen «arisch» (ario).
Debo
decir que la carta de Rütten y Loening que usted me adjunta es un poco rígida.
¿Tengo que soportar esta impertinencia porque llevo un apellido alemán, o
la lunática ley que los rige exige un certificado de posesión de un origen
«arisch» por parte de todas las personas de todos los países?
Personalmente,
me sentiría inclinado a rehusar una Bestätigung
[170]
(aunque pueda hacerlo en realidad) y demorar la traducción
al alemán. De cualquier modo, objetaría fuertemente que semejante declaración
apareciera impresa. No considero la (probable) ausencia de toda sangre judía
como necesariamente honorable; tengo numerosos amigos judíos y lamentaría
dar cualquier fundamento a la idea de que suscribo la doctrina racista, perniciosa
y del todo anticientífica.
Usted
es el principal implicado y no puedo hacer peligrar la oportunidad de una
publicación alemana sin su aprobación. De modo que le presento dos borradores
de posibles respuestas.
Uno de los «dos borradores»
mencionados por Tolkien en la carta previa. Este es el único preservado en
los archivos de Allen & Unwin y, por tanto, parece muy probable que los
editores ingleses enviaron el otro a Alemania. Resulta evidente que en esa
carta Tolkien se negaba a hacer toda declaración acerca de su origen «arisch».
25 de
julio de 1938 20 Northmoor
Road, Oxford
Estimados
señores:
Gracias
por su carta .... Lamento no tener muy en claro a qué se refieren con arisch.
No soy de extracción aria: eso es, indo-iraní; que yo sepa, ninguno
de mis antepasados hablaba indostano, persa, gitano ni ningún otro dialecto
afín. Pero si debo entender que quieren averiguar si soy de origen judío,
sólo puedo responder que lamento no poder afirmar que no tengo
antepasados que pertenezcan a ese dotado pueblo. Mi tatarabuelo llegó a Inglaterra
desde Alemania en el siglo XVIII; la mayor parte de mi ascendencia, por tanto,
es puramente inglesa, y soy súbdito de Inglaterra; eso debería bastar. No
obstante, me he acostumbrado a considerar mi apellido alemán con orgullo,
y seguí considerándolo así durante todo el período de la lamentable pasada
guerra, durante la cual serví en el ejército inglés. Sin embargo, no puedo
dejar de comentar que si averiguaciones impertinentes e irrelevantes de esta
especie han de convertirse en la regla en cuestiones relacionadas con la literatura,
no está entonces distante el momento en que tener un apellido alemán deje
de ser fuente de orgullo.
La averiguación
en que se involucran sin duda obedece a las leyes de vuestro propio país,
pero que éstas deban aplicarse a súbditos de otro Estado no es correcto, aun
si tuvieran (y no la tienen) la menor relación con los méritos de mi obra
o la conveniencia de su publicación, de la que parecen estar satisfechos sin
referencia alguna a mi Abstammung.
[171]
Confío
en que encontrarán esta respuesta satisfactoria,
atentamente
suyo,
J.R.R.
Tolkien.
2) En esta carta Tolkien escribe sobre las virtudes
de los alemanes y sobre su opinión de Adolfo Hitler
Michael era ahora oficial cadete en el Royal Military College, Sandhurst.
Una guerra
es suficiente para cualquier hombre. Espero que se te ahorre una segunda.
La amargura de la juventud o la de la edad madura es suficiente para el curso
de una vida: las dos son demasiado. He sufrido una vez lo que tú estás soportando,
aunque de modo algo diferente: porque yo era sumamente ineficiente y no tenía
nada de militar (y sólo somos iguales en compartir una profunda simpatía y
un profundo sentimiento por el soldado raso, en especial por el que proviene
de las regiones agrícolas). Entonces no creía que los «viejos» sufrieran demasiado.
Ahora sé a qué atenerme. Te digo que me siento como un canario enjaulado.
Llevar a cabo las tareas de la prebatalla es sencillamente un veneno. ¡Si
sólo pudiera hacer algo activo! Pero así es la cosa: estoy en la «permanente
reserva» y de ese modo tengo las manos demasiado llenas aun para ser un guardián
nocturno. Ni siquiera puedo salir por las noches de cotilleo con un camarada.
Con todo,
tú eres mi carne y mi sangre, y portador del nombre. No es poca cosa ser el
padre de un joven buen soldado. ¿Entiendes por qué me importas tanto y por
qué todo lo que haces me concierne tan de cerca? Tengamos los dos fe y esperanza.
El vínculo entre padre e hijo no es de carne mortal solamente: debe tener
algo de aeternitas. Hay un sitio llamado «cielo» donde lo bueno inacabado
aquí se completa; y donde las historias no escritas y las esperanzas no satisfechas
se continúan. Puede que riamos juntos todavía...
¿Has
leído lo que cuenta Maxwell (el «inspector de tabacos»)
[172]
de lo que hacían los vendedores al por mayor? Tendrían
que estar en la cárcel .... El comercialismo es una cochinada en el fondo.
Pero supongo que el principal vicio de los ingleses es la pereza. Y es a la
pereza, tanto o más que a la natural virtud, a lo que debemos el poder evitar
la abierta violencia que se da en otros países. Ante la ferocidad del mundo
moderno, por cierto, la pereza casi empieza a parecer una virtud. Pero resulta
casi aterrador verla tan abundante a nuestro alrededor cuando estamos abordando
el tema del Furor Teutonicus.
El pueblo
de esta tierra ni siquiera se da cuenta todavía de que en los alemanes tenemos
enemigos cuyas virtudes (y son virtudes) de obediencia y patriotismo son mayores
que las nuestras. Cuyos hombres valientes son tan valientes como los nuestros.
Cuya industria es unas 10 veces más grande. Y que son ahora conducidos -bajo
la maldición de Dios- por un hombre inspirado por un vertiginoso demonio enloquecido:
un tifón, una pasión que hace que el viejo kaiser a su lado parezca una viejecita
tejiendo.
He pasado
la mayor parte de mi vida, desde que tenía tu edad, estudiando asuntos germánicos
(en el sentido general, que incluye a Inglaterra y Escandinavia). Hay mucha
más fuerza (y verdad) en el ideal «germánico» que lo que la gente ignorante
imagina. Me sentí muy atraído por él cuando estudiante (cuando Hitler, supongo,
hacía ensayos con la pintura y no había oído de él), como reacción en contra
de los «clásicos». Es necesario comprender lo bueno de las cosas para apreciar
su verdadero mal. ¡Pero nadie me llama nunca para hacer una emisión radial
o escribir un post scriptum! Sin embargo, supongo que sé ahora mejor que la
mayoría cuál es la verdad de este disparate «nórdico». De cualquier modo,
guardo en esta guerra un ardiente rencor privado -que me haría probablemente
mejor soldado ahora, a los 49, que lo fui a los 22- contra ese cabal ignorante,
Adolf Hitler (porque lo extraño de la inspiración demoníaca es que de ningún
modo realza la estatura puramente intelectual: afecta por sobre todo la mera
voluntad). Arruina, pervierte, aplica erradamente y vuelve por siempre maldecible
ese noble espíritu nórdico, suprema contribución a Europa, que siempre amé
e intenté presentar en su verdadera luz. Entre paréntesis, nunca fue más noble
que en Inglaterra, ni más tempranamente santificado y cristianizado ....
Reza
por mí. Lo necesito. Te quiere,
Tu padre.
3) Las Dos cartas que siguen
marcan una muy clara posición política y una crítica mordaz y aguda a la política
británica y a los acontecimientos políticos de la época, esta vez le toca
a Stalin, Churchil, Gran Bretaña, (no a Inglaterra) los Norteamericanos
29 de noviembre de 1943
En el verano de 1943,
Christopher, que por entonces tenía dieciocho años, fue llamado a las Reales
Fuerzas Aéreas. Cuando esta carta fue escrita, estaba en un campo de entrenamiento
en Manchester.
Mis opiniones políticas se inclinan más y más hacia el anarquismo
(entendido filosóficamente, lo cual significa la abolición del control, no
hombres barbados armados de bombas) o hacia la monarquía «inconstitucional».
Arrestaría a cualquiera que empleara la palabra Estado (en cualquier otro
sentido que no fuera el reino inanimado de Inglaterra y sus habitantes, algo
que carece de poder, derechos o mente) y después de darle la oportunidad de
retractarse, ¡ejecutarlo si se obstina en no hacerlo! Estaría muy bien poder
volver a los nombres personales. Gobierno es un sustantivo abstracto que significa
el arte y el proceso de gobernar, y debería ser un delito escribirlo con G
mayúscula o referirlo a gente. Si la gente tuviera la costumbre de referirse
al «consejo del rey Jorge» o a «Winston y su pandilla», se contribuiría así
a aclarar el pensamiento y a reducir el espantable desliz hacia la personalocracia.
De cualquier modo, el estudio propio del Hombre es cualquier cosa, salvo el
Hombre; y la tarea más impropia de cualquier hombre, aun de los santos (que,
de todos modos, son los menos dispuestos a asumirla), es mandar en otros hombres.
Ni siquiera uno en un millón es adecuado para ello; al menos, entre los que
buscan la oportunidad para hacerlo. Y ello sólo se le hace a un grupo pequeño
que sabe quién es su amo. Los medievales estaban muy en lo cierto al
considerar nolo efiscopari
[173]
la más alta de las razones que un hombre podía dar
a los demás para hacer de él un obispo. Dame un rey cuyo principal interés
en la vida sean los sellos, los ferrocarriles o las carreras de caballos,
y que tenga el poder de despedir a su visir (o lo que quieras llamarle) porque
no le gusta el corte de sus pantalones. Y así sucesivamente a lo largo de
todos los cargos. Pero, por supuesto, la debilidad fatal de todo eso -después
de todo, sólo la debilidad fatal de todo lo que es bueno y natural en un mundo
corrupto, antinatural y malo- es que funciona y ha funcionado sólo cuando
todo el mundo lo lía todo según el buen estilo humano antiguo e ineficaz.
Los griegos, belicosos y engreídos, lograron imponerlo en contra de Jerjes;
pero los abominables químicos e ingenieros pusieron semejante poder en manos
de Jerjes y todas las comunidades de hormigas, que la gente decente no parece
tener oportunidad alguna. Estamos todos tratando de adquirir el estilo de
Alejandro; y esto, como la historia lo enseña, orientalizó a Alejandro y a
sus generales. El pobre tonto se imaginaba (o le agradaba que la gente imaginara)
que era el hijo de Dioniso, y murió de la bebida. La Grecia digna de salvarse
de Persia pereció de cualquier modo; y se convirtió en una especie de Hélade-Vichy
o Hélade-Combatiente (que no combatió) que habló del honor y la cultura helenística
y medró con lo que fueron tempranas precursoras de las tarjetas pornográficas.
Pero el especial horror del mundo presente consiste en que toda la maldita
cosa está en un mismo saco. No hay dónde escapar. Aun los infelices pequeños
samoyedos, supongo, tienen comidas enlatadas y un altavoz que les cuenta las
historias que le placen a Stalin sobre la democracia y los malvados fascistas
que devoran niños y roban los perros que tiran de los trineos. Sólo hay un
punto luminoso, y es el hábito creciente entre los hombres descontentos de
dinamitar fábricas y centrales eléctricas. ¡Espero que eso, alentado ahora
como «patriotismo», pueda seguir siendo un hábito! Pero de nada servirá si
no se vuelve universal.
Bueno, salud y todas esas cosas, mi muy querido hijo. Nacimos en una
era oscura fuera del momento debido (para nosotros). Pero hay este consuelo:
de otro modo no sabríamos lo que amamos o no lo amaríamos tanto. Imagino
que el pez fuera del agua es el único que tiene vocación acuática. También
tenemos todavía pequeñas espadas que somos capaces de utilizar: «No me inclinaré
ante la Corona de Hierro, ni dejaré caer mi pequeño cetro de oro».
[174]
Arroja a los Orcos aladas palabras, hilden- -ddran (víboras de guerra), dardos mordientes,
pero asegúrate del blanco antes de disparar.
9 de
diciembre de 1943 20 Northmoor
Road, Oxford
Mi muy querido:
Creo
que ha transcurrido una semana o más desde que te escribí. No lo recuerdo
realmente, pues he tenido un tal ajetreo .... No he visto a C.S.L. durante
semanas, ni tampoco a Williams
[175]
.... La(s) ronda(s) diaria(s) y la común tarea ++ que proveen
tanto más de lo que uno pide en realidad. No hay gran diversión, ni distracciones;
ninguna nueva idea brillante; ni siquiera una bromita insignificante. Nada
que leer... ni siquiera los periódicos, donde no se habla sino de la Alharaca
de Teherán.
[176]
Aunque debo admitir que sonreí con tristeza y «por poco
no me acurruco en el suelo sin que me interesara ya el subsiguiente curso
de los acontecimientos» cuando me enteré de que Josef Stalin, ese viejo asesino
sediento de sangre, invitaba a todas las naciones a unirse a la feliz familia
de los pueblos consagrados a la abolición de la tiranía y la intolerancia.
Aunque debo admitir también que en la fotografía nuestro pequeño querube W.S.C.
[177]
tenía en realidad el aspecto del peor de los rufianes
presentes. Pues bien, me pregunto (si sobrevivimos a esta guerra) si quedará
algún rincón, aun un rincón doliente, para reaccionarios anticuados como yo
(y tú). Cuanto más grandes se vuelven las cosas, más pequeño, deslucido y
chato se vuelve el globo. Se está convirtiendo todo en un pobre suburbio provinciano.
Cuando hayan introducido las medidas sanitarias americanas, el brío moral,
el feminismo y la producción en masa en el Cercano Oriente, el Medio Oriente,
el Lejano Oriente, la URSS, las pampas, el Gran Chaco, la cuenca del Danubio,
el África Ecuatorial, Aquí y Allá, Mumbolandia, Gondhwanalandia, Lhasa y las
aldeas del más oscuro Berkshire, ¡qué felices seremos! De cualquier modo,
se acortarán los viajes. No habrá sitio alguno a donde ir. De modo que la
gente (opino) irá tanto más de prisa. Col. Knox
[178]
dice que 1/8 de la población mundial habla «inglés», y
que éste es el más grande grupo lingüístico. Si es verdad, ¡vaya lástima,
digo yo! Que la maldición de Babel caiga sobre todas sus lenguas hasta que
sólo puedan decir «bee, bee». Significaría acaso lo mismo. Creo que tendré
que negarme a hablar todo lo que no sea el dialecto inglés antiguo de Mercia.
Pero
en serio: el cosmopolitismo americano me parece aterrador. En lo que a mente
y espíritu se refiere, y dejando a un lado los triviales temores de la carne
tímida que no quiere ser hecha picadillo por la soldadesca brutal y licenciosa
(alemana u otra), no estoy realmente seguro de que su victoria vaya a ser
tanto mejor para el mundo en su conjunto y a la larga que la victoria de ——.
[179]
No creo que las cartas que llegan se censuren. Pero si
lo son o no, apenas me es preciso añadir que ésos son los sentimientos de
mucha buena gente, y que no hay en ellos indicio de falta de patriotismo.
Porque amo a Inglaterra -no a Gran Bretaña y por cierto no al Commonwealth
Británico (¡grr!)-, y si estuviera en edad militar, supongo que me estaría
quejando en algún servicio activo y dispuesto a ir hasta las últimas amargas
consecuencias... siempre en la esperanza de que las cosas le fueran a Inglaterra
mejor de lo que ahora parecen. De un modo u otro no puedo imaginar realmente
que la fantástica suerte (o bendición la llamaría uno si se pudiera vislumbrar
por qué deberíamos ser bendecidos implicando en ello a Dios) que ha acompañado
a Inglaterra se haya agotado ya. Chi vincerá?, preguntaron los italianos
(antes de estar involucrados los pobres diablos) y respondieron Stalin. No
del todo correctamente, quizá. Nuestro querube, al que antes nos referimos,
puede hacer jugadas arteras: uno lo supone, lo espera y no lo sabe ....
Tu padre.
4)Sobre la Guerra y las condiciones de los soldados
y oficiales que en ella participan, en especial la Royal Air Force.
18 de
abril de 1944 (FS 17)
Hoy fue
un día de grandes acontecimientos, todas tus cartas llegaron juntas y el desayuno
se demoró muchísimo .... Lo que cuentas, que no pasó por la censura, me afligió,
pero no me sorprendió. ¡Cómo me recuerda mi propia experiencia! Sólo en un
sentido yo lo pasé mejor: la radiofonía no se había inventado. Diría que tiene
algún potencial para el bien, pero, de hecho, en su conjunto se ha convertido
en un arma para que el necio, el salvaje y el villano aflijan a la minoría
y destruyan su pensamiento. La escucha ha destruido la escucha. ¡Sólo puedo
esperar que se hayan acabado para ti los Altmarks!
[180]
Siempre he estado en contra del servicio que escogiste
(por parecer una guerra de retaguardia); pero al menos debería ahorrarte desembarcar
a menudo en el horror animal del servicio activo en tierra, la vida en las
trincheras tal como yo la conocí. Aun HP
[181]
era un Paraíso en comparación, y el Altmark no mucho peor
(probablemente). Por lo menos ahora tienes alguna oportunidad ocasional de
leer. Me alegro. Dios te bendiga...”
“(...)No
puedo expresar cuánto te extraño, querido. No me importaría si estuvieras
más contento o más útilmente empleado. ¡Qué estúpido es todo! Y la guerra
multiplica la estupidez por 3, y su potencia por sí misma: de modo que nuestros
preciosos días se rigen por (3x)2 siendo x = a la insensatez
humana normal (lo cual ya es bastante). Sin embargo, espero que en días venideros
la experiencia de los hombres y las cosas, si bien penosas, resultarán útiles
a la larga. Para mí lo fueron. En cuanto a lo que dices o sugieres de las
condiciones «locales», yo las conocía. No creo que hayan cambiado mucho (ni
siquiera para peor). Las oía comentar por mi madre; y aun desde entonces me
he tomado un interés especial por esa parte del mundo. El tratamiento del
color casi siempre horroriza al que sale de Gran Bretaña, y no sólo en Sudáfrica.
Desdichadamente, no son muchos los que conservan largo tiempo ese generoso
sentimiento. No digo nada acerca de cuáles son las condiciones aquí. Oirás
por radio (supongo) cuanto yo podría decir. Por el momento estamos bien: esperando.
Me pregunto cuánto tiempo tendremos que hacerlo. No mucho, creo. Veo por el
periódico que el adiestramiento del personal aéreo se está abreviando en el
Canadá; en general, no son tantos los que ahora se entrenan. Me pareció por
tu carta que no esperas volver a G.B. para terminar. Espero que no sea así.
Pero ¿quién sabe? Estamos en las manos de¡ Dios. Nos ha tocado vivir en un
mal tiempo: pero eso no puede ser consecuencia de la mera mala suerte.
Cuídate de toda forma imaginable (aequam serva mentem, comprime linguam
[182]
)....
5) Una muy doliente definición de la guerra
y del mundo
30 de abril
de 1944 (FS 20) 20 Northmoor
Road,
Mi muy
querido:
He decidido
mandarte otra carta aérea, no un airgraph, en la esperanza de poder animarte
un poco más .... Te extraño mucho, y todo esto me es muy duro de soportar,
por mí y por ti. El estúpido desperdicio de la guerra es tan enorme, no sólo
material, sino también moral y espiritual, que desconcierta a quienes tienen
que soportarlo. Y siempre lo hubo (a pesar de los poetas) y siempre lo habrá
(a pesar de los propagandistas); por supuesto, no es que no fue, es y será
necesario enfrentarlo en un mundo maligno. Pero tan corta es la memoria humana
y tan efímeras son sus generaciones, que en sólo unos 30 años habrá poca o
ninguna gente con la experiencia directa de ella, que es la única que llega
realmente al corazón. La mano quemada es la que más enseña del fuego.
A veces
me siento aterrado al pensar en la suma total de miseria humana que hay en
este momento en el mundo entero: los millones separados los unos de los otros,
estremecidos, prodigándose en días sin provecho... aparte de la tortura, el
dolor, la muerte, la desgracia, la injusticia. Si la angustia fuera visible,
casi la totalidad de este planeta anochecido estaría envuelto en una oscura
nube de vapor, oculto de la mirada asombrada de los cielos. Y las consecuencias
de ella serán en lo fundamental malas, históricamente consideradas. Pero la
versión histórica no es por supuesto la única. Todas las cosas y los hechos
tienen un valor por sí mismos, aparte de sus «causas» y «efectos». Ningún
hombre puede estimar lo que está realmente acaeciendo sub specie aeternitaris.
Todo lo que sabemos, y en gran medida por experiencia directa, es que el mal
se afana con amplio poder y perpetuo éxito... en vano: siempre preparando
tan sólo el terreno para que el bien brote de él. Así es en general, y así
es también en nuestras propias vidas ....”
6) Su experiencia
durante la Gran Guerra y la situación de Christopher en la base de entrenamiento
en Sudáfrica, motivan a Tolkien a hacer una alegoría con sus obras.
6 de
mayo de 1944 (FS 22)
Ayer
te envié un airgraph, FS 21 (escrito el jueves), y no había lugar allí para
decirte que esa mañana (la del viernes) tu carta aérea (Z) había llegado:
ha llegado también tu carta (Y) y ahora tengo 2 para responder. No nos importa
en absoluto que te quejes; no tienes a nadie más con quien hacerlo y supongo
que ello te alivia la tensión. Yo solía escribir del mismo modo o aun peor
al pobre viejo Fr. Vincent Reade,
[183]
lo recuerdo. La vida en el campamento no parece haber cambiado
en absoluto, y lo que la hace tan exasperante es el hecho de que todos sus
peores rasgos son innecesarios y consecuencia de la estupidez humana, la cual
(como los «planificadores» se niegan a admitir) es siempre indefinidamente
magnificada por la «organización». Pero la Inglaterra de 1917-1918 no estaba
en buena situación, y es algo más intragable que en una tierra de relativa
abundancia tengas que sufrir semejantes condiciones. Y a los que pagan impuestos
les gustaría saber adonde van a parar todos los millones, si la crema de sus
hijos son tratados de ese modo. Sin embargo, dado como son los seres humanos,
es inevitable, y la sola cura (a no ser la Conversión universal) es no tener
ya guerras, ni planificación, organización o regimentación. El servicio al
que perteneces, por supuesto, como lo percibe cualquiera que tenga alguna
inteligencia, ojos y oídos, es muy malo, pues vive de la reputación de unos
pocos hombres galantes, y tú probablemente te encuentras en uno de sus rincones
en particular malos. Pero todas las Grandes Cosas planificadas en grande le
dan esa sensación a la persona en el potro del tormento, aunque en general
funcionan y cumplen su cometido. Un cometido en definitiva malo. Porque estamos
intentando conquistar a Sauron con el Anillo. Y (según parece) lo lograremos.
Pero el precio es, como lo sabrás, criar nuevos Saurons y lentamente ir convirtiendo
a Hombres y Elfos en Orcos. Esto no quiere decir que en la vida real las cosas
resulten tan claras como en una historia, y empezamos con un vasto número
de Orcos de nuestro lado .... Bueno, ahí tienes: un hobbit entre Uruk-hai.
Mantén el hobbitismo en el corazón, y piensa que ésa es la sensación que producen
todas las historias cuando se está en ellas. ¡Tú estás dentro de una
historia muy grande! Creo que también estás sufriendo de «escritura» reprimida.
Bien puede que ésa sea mi culpa. Has recibido en exceso de mí y de mi peculiar
modo de pensar y reaccionar. Y como somos tan afines, el efecto ha sido más
bien poderoso. Posiblemente te ha inhibido. Creo que si pudieras empezar a
escribir y hallar tu propio estilo o aun (al principio) imitar el mío,
sentirías un gran alivio. Percibo en todos tus dolores (algunos meramente
físicos) el deseo de expresar tus sentimientos sobre el bien, el mal,
lo justo o lo impío de alguna forma: racionalizarlo e impedir que sólo se
pudra. En mi caso generó a Morgoth y la Historia de los Gnomos. Gran parte
de todo ello al principio (y las lenguas) -descartado o asimilado- fue hecho
en torvas cantinas, en conferencias pronunciadas en la fría niebla, en casas
llenas de blasfemia y suciedad o a la luz de una vela en el interior de una
tienda, aun en el fondo de una trinchera mientras se lanzaban granadas. No
servía para la eficiencia y la concentración, por supuesto, pero yo no era
un buen oficial....
7) La prensa
es ahora objeto de crítica, la propaganda aparece para Tolkien como la destructora
de la palabra, de la conciencia, que incluso coloca a mentes pequeñas en Inglaterra
en posición de exigir el exterminio del ya casi derrotado pueblo alemán.
Christopher
se había trasladado a un campamento en Standerton, en el TransvaaL
23-25
de septiembre de 1944 20
Northmoor Road, Oxford (FS 51)
“(...)En efecto, fui a una reunión de los «Inklings»
el jueves por la noche, y me trasladé con una iluminación casi de tiempos
de paz hasta el Magdalen por primera vez en 5 años. Los dos Lewis estaban
allí, y también C. Williams; y además de una agradable conversación como no
había disfrutado durante meses, escuchamos el último capítulo del libro de
Warnie, un artículo de CSL y un largo fragmento de su traducción de Virgilio.
[184]
No inicié el camino de regreso a casa hasta medianoche,
e hice parte del camino con C.W.; la conversación derivó a las dificultades
de descubrir qué factores en común existían, si los había, en las ideas asociadas
con libertad, tal como la palabra se emplea en la actualidad. Yo no creo que
las haya, pues la propaganda ha abusado tanto de la palabra que ha dejado
de tener valor alguno para la razón y se ha convertido en una mera dosis emocional
para generar calor. En el mejor de los casos, parecería implicar que los que
lo dominan a uno deberían hablar (como lengua nativa) el mismo idioma; que
es en última instancia a todo lo que se reducen las oscuras ideas acerca de
la raza o la nación; o de clase, en lo que a Inglaterra se refiere .... Las
noticias de guerra occidentales, por supuesto, ocupan gran parte de nuestro
pensamiento, pero tú sabes sobre la cuestión tanto como nosotros. Tiempos
angustiosos, a pesar de un griterío más bien prematuro. La gente armada está
en lo más reñido de la lucha, y piensa (según yo lo creo) que seguirá en lo
más reñido de ella por un buen tiempo todavía. No puedo entender la línea
adoptada por la BBC (y los periódicos que dependen del Ministerio] D[e] I[nformación])
según la cual las tropas alemanas son una colección variopinta de vivanderos
y hombres quebrantados, mientras que al mismo tiempo registran la más amarga
defensa contra los más aguerridos y mejor equipados ejércitos (como por cierto
lo son) que hayan nunca luchado. Los ingleses se enorgullecen, o solían enorgullecerse,
de su «deportividad» (que incluía «dar al diablo su merecido»); y no es que
la asistencia a un partido de fútbol en que estuviera comprometido el campeonato
de la liga no bastara para desalentar la idea de que la «deportividad» fuera
posesión de un gran número de los habitantes de esta isla. Pero es deprimente
ver a la prensa revolcándose en la cuneta de manera tan baja como Goebbels
en sus mejores tiempos, chillando que cualquier comandante alemán que defienda
su terreno en una situación desesperada (cuando también las necesidades militares
de su bando se benefician) es un borracho y un estúpido fanático. No me es
posible advertir mucha diferencia entre nuestro tono popular y los celebrados
«idiotas militares». Sabíamos que Hitler era un pillo vulgar e ignorante,
además de tener otros defectos (o la fuente de ellos); pero parece haber muchos
p. v. e l. que no hablan alemán que, si tuvieran la oportunidad, manifestarían
la mayor parte de las otras características hitlerianas. Había un solemne
artículo en el periódico local que abogaba seriamente por el sistemático exterminio
de la entera nación alemana como única medida adecuada después de la victoria
militar: pues, si os place, ¡no son más que víboras de cascabel y no conocen
la diferencia entre el bien y el mal! (¿Y el autor del artículo qué?) Los
alemanes tienen igual derecho a declarar a los polacos y a los judíos alimañas
exterminables y subhumanas como nosotros a los alemanes; en otras palabras,
no tienen ninguno, no importa lo que hayan hecho. Por supuesto, aún hay aquí
una diferencia. El artículo tuvo respuesta, y la respuesta fue publicada.
El Pillo Vulgar e Ignorante no es todavía un patrón dotado de poder; pero
está mucho más cerca de convertirse en uno de ellos en esta isla verde y placentera
que lo estuvo antes. Y todo eso lo sabes. Sin embargo, no eres el único que
necesita dejar escapar vapor o reventar a veces; y yo podría dejar escapar
un vapor si abriera la válvula, comparada con el cual (como la Reina le dijo
a Alicia) esto sería sólo aire perfumado. No se puede luchar con el Enemigo
con su propio Anillo, sin convertirse uno a su vez en Enemigo; pero desdichadamente
la sabiduría de Gandalf parece haber desaparecido con él hace mucho en el
Verdadero Oeste ....”
8) la Guerra en Europa esta llegando a su fin,
pero no es motivo de alegría para Tolkien...
30 de
enero de 1945 (FS 78) 20
Northmoor Road, Oxford
“(...)Bueno,
el espacio se me acabará pronto, son ya las 9 de la noche, tengo que escribir
por fuerza algunas cartas y mañana debo pronunciar dos conferencias, de modo
que tengo que terminar pronto. Leo con ansiedad todos los detalles de tu vida
y las cosas que ves y haces... y sufro, Jive y Boogie-Woogie entre ellas.
No se te desgarrará el corazón cuando las pierdas (pues en esencia se trata
de música vulgar, corrompida por su carácter mecánico, que resuena en desoladas
cabezas desnutridas), pero recordarás las otras cosas, aun las tormentas,
la estepa seca y los olores del campo cuando regreses a esta otra tierra.
Puedo ver ahora claramente con los ojos de la mente las viejas trincheras,
las casas escuálidas y los largos caminos de Artois, e iría a visitarlos de
nuevo si pudiera ....
Acabo
de oír la noticia .... Los rusos están a 60 millas de Berlín. Parece que pronto
podría suceder algo decisivo. La espantosa destrucción y miseria productos
de esta guerra van creciendo hora a hora: la destrucción de lo que debería
ser (de hecho es) la riqueza común de Europa, y del mundo, si la humanidad
no estuviera tan embrutecida; esta pérdida nos afectará a todos, seamos vencedores
o no. Sin embargo, la gente se complace maligna cuando se entera de la existencia
de interminables colas, de 40 millas de largo, de miserables refugiados, de
mujeres y niños que se vuelcan en el Occidente y van muriendo por el camino.
En esta oscura hora diabólica no parece haber entrañas para la piedad y la
compasión, ni quedar imaginación alguna. Con lo cual no quiere decir que todo
lo provocado principalmente por Alemania (aunque no por ella tan sólo) no
sea necesario e inevitable. Pero ¡por qué complacerse en ello! Se suponía
que habíamos llegado a una etapa de la civilización en la que todavía fuera
necesario ejecutar a un criminal, pero no complacerse en ello, no colgar a
su mujer y a su hijo junto a él mientras las multitudes claman. La destrucción
de Alemania, aunque se lo haya merecido 100 veces, es una de las mayores catástrofes
del mundo. Bueno, bueno... tú y yo no podemos hacer nada para solucionarlo.
Y eso tendría que ser la medida del grado de culpa que con justicia debería
ser asumida por cualquier miembro de un país que no lo sea a la vez de su
gobierno. Bueno, la Primera Guerra de las Máquinas parece estar acercándose
a su capítulo final y carente de conclusiones, dejando a todos, ¡ay!, más
pobres; a muchos, desgraciados o mutilados; a millones, muertos, y sólo una
cosa triunfante: las Máquinas. Como los servidores de las Máquinas se están
convirtiendo en una clase privilegiada, las Máquinas han de ser enormemente
más poderosas. ¿Cuál es su próximo movimiento? ....
Con todo
el amor de tu padre.
9)Corta y demoledora opinión sobre el uso de
la Bomba Atómica en Hiroshima.
9 de
agosto de 1945
La noticia
de hoy acerca de las «bombas Atómicas» es tan aterradora que uno queda aturdido.
La completa locura de esos físicos lunáticos al consentir llevar a cabo trabajo
semejante con fines belicistas: ¡planear con calma la destrucción del mundo!
Semejantes explosivos en manos de los hombres, mientras su condición moral
e intelectual declina, es poco más o menos tan seguro como dar armas de fuego
a los internos de una cárcel diciendo que se espera que «eso asegure la paz».
Pero algo bueno puede surgir de ello, supongo, si las evaluaciones críticas
no resultan exageradas: el Japón tendría que darse por vencido. Bueno, estamos
en manos de Dios. Pero Él no mira con buenos ojos a los constructores de
Babel.
LAS
TRADUCCIONES DE EL SEÑOR DE LOS ANILLOS
Como Filólogo que era, Tolkien,
ponía especial cuidado en la construcción lingüística de los nombres de los
personajes y lugares de el Señor de los Anillos. Toda su obra, entendida esta
(como el mismo Tolkien la definía) como una subcreación; estaba coherentemente
entrelazada, los nombres de personajes y lugares, tenían una intima relación
entre si y con la historia interna; y por lo tanto una mala traducción, podía
hacer perder el sentido y la unidad interna de su “subcreación”. Por ello
puso un obsesivo cuidado en garantizar que las traducciones no rompieran esa
unidad; tanto que escribió una guía de nombres y lugares de El Señor de los
Anillos.
Ofrecemos aquí algunas cartas que nos muestran
su preocupación, no exentas de enojo y disgusto; por las traducciones
1) Tolkien deja en claro que
quiere tener control personal sobre las Traducciones de ESDLA
3 de abril de 1956
En marzo, Allen & Unwin comunicaron a Tolkien que habían firmado un acuerdo para publicar una edición holandesa de El Señor de los Anillos. Tolkien contestó que ésta era la primera noticia que tenía de semejante propuesta, y pidió que se le dieran más detalles. Los editores respondieron que estaban haciendo «todos los esfuerzos posibles» para vender derechos al extranjero y le pidieron a Tolkien que les confirmara si quería que así lo hicieran.
Por supuesto,
deseo que prosigan sus esfuerzos en relación con las ediciones extranjeras
.... No obstante, resulta sin duda comprensible que un autor, mientras esté
vivo todavía, sienta una preocupación profunda e inmediata por la traducción
de su obra. Y éste es, desdichadamente, Por añadidura, un lingüista profesional,
un catedrático pedante que tiene amplias conexiones personales y amistades
entre los principales conocedores del inglés del continente .... La traducción
de El Señor de los Anillos constituirá una tarea formidable y no veo
cómo pueda hacerse satisfactoriamente sin la asistencia del autor.
[185]
Estoy dispuesto a dispensar sin demora esa asistencia si
se me consulta.
Deseo
evitar la repetición de la experiencia de la traducción sueca de El Hobbit.
[186]
Descubrí que en ella se habían tomado injustificadas libertades
con el texto y otros detalles sin consulta ni aprobación; fue también desfavorablemente
criticada por un especialista que estaba familiarizado con el original, a
quien se la di a examinar. Considero el texto de El Señor de los Anillos
(con todos sus detalles) mucho más delicado. No aprobaré alteraciones,
mayores o menores, redisposiciones o abreviaturas de este texto, a no ser
que procedan de mí mismo o que tengan mi aprobación.
Espero
seriamente que se tenga en cuenta esta preocupación mía.
2) las galeradas de ESDLA
4 de agosto de 1953
A mediados de julio le fueron enviadas a Tolkien las galeradas del primer volumen de El Señor de los Anillos.
¡Las
galeradas me están resultando una lata! Parece haber un montón infinito de
ellas; y partes de la Gran Obra, que impresa, debo confesarlo, resulta algo
verbosa, me restan presunción. Pero la impresión es muy buena, tal como era
de esperar de una copia casi sin errores; salvo que los impertinentes compositores
se han encargado de corregir, como creen, mi ortografía y mi gramática alterando
en toda la obra dwarves por dwarfs; elvish por elfish; further
por fartber, y, lo que es peor, elven por elfin. Mostré
mi irritación en una carta tonante dirigida a A. y U. que produjo un abyecto
arrepentimiento.
3) Sobre la traducción holandesa
3 de julio de 1956
En junio, el Departamento de Derechos en el Extranjero de Allen & Unwin envió a Tolkien una lista de las versiones holandesas de los nombres de lugares de El Señor de los Anillos confeccionada por el traductor del libro con la consulta adjunta: «¿Nos la devolverá usted con su aprobación, según espero?».
Espero
que tú y el Departamento de Derechos en el Extranjero me perdonéis que por
fin os escriba sobre la traducción holandesa. La cuestión es importante
(para mí); me ha perturbado e incomodado mucho, ocasionándome no poco
trabajo innecesario en una época inoportuna del año -----
En principio
objeto tan intensamente como sea posible
la «traducción» de la nomenclatura (aun hecha por una persona competente).
Me pregunto por qué un traductor pueda creerse llamado a hacer tal cosa o
con derecho para ello. Que éste sea un mundo «imaginario» no lo autoriza para
remodelarlo según su fantasía, aun si pudiera en unos pocos meses crear una
nueva estructura coherente que a mí me exigió años elaborar.
Supongo
que si hubiera presentado a los Hobbits como hablantes de italiano, ruso,
chino o lo que quieras, habría dejado los nombres tranquilos. O si hubiera
pretendido que «la Comarca» era algún Loamshire
[187]
ficticio de la Inglaterra actual. Sin embargo, en realidad,
en un país y una época imaginarios, como lo son éstos, construidos coherentemente,
la nomenclatura es un elemento más importante que en una novela «histórica».
Pero, por supuesto, si dejamos de lado la «ficción» de antaño, «La Comarca»
se basa en la Inglaterra rural y en ningún otro país del mundo; menos que
en ninguno de toda Europa, probablemente, en Holanda, que es topográficamente
del todo distinto. (De hecho, tan diferente es, que a pesar de la afinidad
de su lengua y en muchos respectos de sus usos idiomáticos, lo cual facilitaría
en parte el trabajo del traductor, su toponimia, es especialmente inadecuada
para semejante propósito.) La toponimia de La Comarca, para considerar
la primera lista, es una «parodia» de la de la Inglaterra rural, en el mismo
sentido en que lo son sus habitantes: van juntos y es la intención de que
así sea. Después de todo, el libro es inglés y está escrito por un inglés,
y presumiblemente aun los que desean que su narración y sus diálogos se vuelquen
en un idioma que entiendan, no pedirán que el traductor deliberadamente intente
destruir el color local. No pido eso de un traductor, aunque me alegraría
disponer de un glosario en el que la significación del nombre del lugar (rara
vez) es esencial. ¡No desearía, en un libro creado a partir de un espejo imaginario
de Holanda, toparme con Hedge, Duke'sbush, Eaglebome o Applethorn,
aun cuando fueran las «traducciones» de sGravenHage, Hertogenbosch, Arnhem
o Apeldoorn! Estas «traducciones» no son inglesas, son sólo apátridas.
En realidad,
el Mapa de la Comarca desempeña un papel muy pequeño en esta narración, y
su finalidad principal es procurar una construcción descriptiva. Por supuesto,
se basa en cierta familiaridad con la historia toponímica de Inglaterra, que
el traductor no parece poseer (tampoco, creo adivinar, sabe mucho de la de
los Países Bajos). Pero no es necesario que la tenga, si deja tranquila
la cuestión. El modo adecuado de tratar el primer mapa es cambiar su título
a Een Deel von « The Shire» y nada más; aunque supongo que naar
por «a» [to] en indicaciones tales como «To Little Delving» no
estaría mal.
El Traductor
(según es evidente) ha echado una mirada a los Apéndices, pero no los ha utilizado.
Entre paréntesis, no parece consciente de las dificultades que se está creando
para más adelante. El «anglosajón» de los Rohirrim no se parece mucho al holandés.
De hecho, está haciendo trizas con dedos muy torpes una red que apenas ha
intentado comprender ....
El punto
esencial que no se ha tenido en cuenta es, por supuesto: aun cuando el nombre
de un lugar sea enteramente analizable por los hablantes de la lengua (caso
muy poco frecuente), esto por lo general no se hace. Si en una tierra imaginaria
se utilizan nombres de lugares reales u otros cuidadosamente construidos
para que encajen en estructuras familiares, estos nombres se vuelven integrales,
«suenan reales», y traducirlos de acuerdo con su sentido analizado es del
todo insuficiente. Los nombres holandeses de este holandés deben sonar verdaderamente
holandeses. Bueno, en realidad, no soy un especialista en holandés en absoluto
y sé muy poco de la peculiar historia de la toponimia holandesa, pero no creo
que por regla general coincidan. De cualquier modo, montones de ellos son
disparatados o enteramente erróneos, sólo equiparable al hecho de que
encontraras Blooming, Newtown, Lake How, Documents, Baconbury, Blushing, y
descubrieras luego que el autor había escrito Florencia, Napóles, (Lake o
Lago di) Como, Chartres, Hamburgo y Flushing = Vlissingen.
Adjunto
como justificación de mi escrupulosidad un detallado comentario de las listas
.... Estoy seguro de que lo correcto (¿y lo más económico, tanto para el editor
como para el traductor?) es dejar tranquilos los mapas y la nomenclatura en
la medida de lo posible, pero reemplazar algunos de los Apéndices menos deseados
por un glosario de nombres (con la significación pero sin referencias). Podría
suministrar uno para la traducción.
Puedo
decir ahora de una buena vez que no toleraré una chapucería semejante
en el caso de la nomenclatura personal. Ni en el del nombre/ palabra
Hobbit. No soportaré ya más Hompen (caso en el que no fui consultado)
o Hobbel o lo que sea. Elfos, Enanos, Trolls, sí: son meros equivalentes
modernos de los términos correctos. Pero hobbit (y orco) pertenecen
a ese mundo y han de permanecer, suenen a holandés o no -----
Si te
parece que me comporto de manera absurda, lo lamentaría mucho; pero me temo
que no alteraría mis opiniones. La poca gente con la que pude consultar, debo
decirlo, se expresaron con igual firmeza. De cualquier modo, no voy a ser
tratado a la Mrs. Tiggywinkle = Poupette à l'épingle.
[188]
No es que B[eatrix] P[otter] no fuera un infierno para
los traductores. Aunque quizá desde un terreno más seguro del que yo piso.
No soy lingüista, pero sé algo sobre nomenclatura, y la he estudiado
especialmente, y estoy muy enfadado, a decir verdad.
4) La traducción Sueca
7 de diciembre de 1957
Lord Halsbury (véase N° 174) fue invitado
por Tolkien a leer varias partes del manuscrito de El Silmarillion a fines de 1957. En diciembre, Rayner Unwin visitó a Tolkien para
comentar ese libro y pedir prestados algunos fragmentos de él; también para
darle alguna información de la traducción sueca de El Señor de los Anillos.
“(...)
Suecia. Lo que trajiste de Almqvist & C. es
a la vez desconcertante e irritante. Una carta en sueco de Áke Ohlmarks, y
una lista enorme (9 páginas de tamaño folio) de los nombres del S. de los
A. que había alterado. Espero que el inadecuado conocimiento que tengo
del sueco -no mejor que el que tengo del holandés, aunque poseo un diccionario
holandés muy superior- tienda a exagerar la impresión que tuve. No obstante,
ésta sigue siendo que el doctor Ohlmarks es una persona fatua, menos competente
que el encantador Max Schuchart,
[189]
aunque tiene muy buena impresión de sí mismo. En el transcurso
de su carta, me dicta cátedra sobre el carácter de la lengua sueca y su renuencia
a tomar prestadas palabras extranjeras (cuestión que no viene a cuento), lo
que resulta tanto más ridículo por el lenguaje empleado en su carta: más de
la tercera parte de él consiste en palabras tomadas del alemán, el francés
y el latín:
thriller-genre,
según parece, es un ejemplo del más puro sueco.
Este
procedimiento me parece desconcertante, pues la carta y la lista parecen del
todo sin sentido a no ser que se me esté invitando a dar mi opinión y mi crítica.
Pero si éste es su objeto, entonces, sin duda, el momento es a la vez inadecuado
y descortés, pues me son presentadas junto con una pistola: «Vamos a empezar
la composición ahora». Tampoco se tiene en cuenta mi conveniencia: la comunicación
llega llovida del cielo en la semana académica quizá más atareada del año.
He tenido que quedarme levantado hasta muy tarde por la noche sólo para examinar
la lista. Concediendo la legitimidad o la necesidad de la traducción (cosa
que no hago, salvo en un grado muy limitado), ésta no me parece exhibir gran
habilidad y contiene un número bastante crecido de errores positivos.
[190]
Aun cuando sean excusables, dada la dificultad del material,
creo que esto es lamentable y podría haberse evitado si se hubiera hecho la
consulta más temprano. Me parece bastante evidente que el doctor O. ha ido
tropezando con detalles a lo largo del camino, sin preocuparse demasiado por
la futura coordinación, y que no ha leído los Apéndices
[191]
en absoluto, en los que podría haber encontrado muchas
respuestas ....
Por cierto,
espero, cuando se negocien nuevas traducciones (si llega el caso), ser
consultado con antelación suficiente, sin que un pájaro tímido tenga que
ser espantado y alejado de los huevos. Después de todo, no cobro nada, y puedo
ahorrarle a un traductor no poco tiempo y desconcierto; y si se me consulta
con suficiente antelación, mis observaciones no se verán tanto a la luz
de la crítica quisquillosa.
Veo ahora
que la falta de un «índice de nombres» es una seria desventaja al tratar de
estos asuntos. Si lo tuviera (aun uno sólo con referencia al Vol. y capítulo,
no a la página) sería una cuestión relativamente fácil indicar de inmediato
todos los nombres que se prestan a la traducción (ellos mismos, de acuerdo
con la ficción, «traducidos» al inglés) y añadir unas pocas notas sobre puntos
en los que (lo sé ahora) es probable que los traductores tropiecen ....
Esta
«lista de mano» me sería de gran utilidad en futuras correcciones y
en la composición de un índice (que creo que podría reemplazar algunos de
los actuales apéndices); también en relación con El Silmarillion (en
el que parte del S. de los A. tiene que escribirse retrospectivamente para
que ambos resulten coherentes). ¿Crees que podrías hacer algo?
24 de enero de 1961
Los editores suecos de El Señor de los Anillos, Gebers, dudaban de incluir los Apéndices en su edición del libro. Se intentó conocer la opinión de Tolkien al respecto.
Siento
gran simpatía por cualquier editor extranjero lo suficientemente intrépido
como para emprender la aventura de la traducción de mi obra. Después de todo,
mi principal interés en ser traducido es sobre todo pecuniario, en tanto el
texto básico se trate con respeto; de modo que, aunque la quisquillosidad
de la paternidad quede ultrajada, debería refrenarme de hacer o decir nada
que pudiera dañar el buen negocio de ser publicado en otros países. Y tengo
también que considerar a los señores Allen & Unwin. Pero la cuestión de
los Apéndices tiene un aspecto pecuniario.
No creo
que le den a la obra una perspectiva «erudita» (¿léase pedantisk?) y desempeñan
un papel de gran importancia en la producción del efecto total, como el mismo
traductor de los señores Gebers lo ha señalado (seleccionando el detalle y
la documentación como los dos elementos principales para producir la
convincente sensación de realidad histórica). De cualquier modo, los compradores
del vol. III presumiblemente estarán ya «enganchados»: el vol. III no es un
libro independiente que se adquiera exclusivamente por sus propios méritos.
En realidad, el análisis de muchos centenares de cartas demuestra que los
Apéndices han desempeñado un papel muy importante en el placer del lector,
en convertir lectores de bibliotecas en compradores (pues los Apéndices son
necesarios para la consulta) y en crear la demanda de otro libro. ¡Debe hacerse
una muy clara distinción entre el gusto de los críticos («locura pedantesca»
y todo lo demás) y el de los lectores! Creo que comprendo los gustos de la
gente sencilla (como yo) bastante bien. Pero tengo en cuenta la cuestión de
los costes y los precios al menudeo. Hay un precio más allá del cual la gente
sencilla no puede ir, aun cuando les gustaría ....
No sé
cuál es la situación de la venta del libro en inglés en los países en los
que se ha publicado la traducción. Supongo que no se pone obstáculo, directo
o indirecto, a su adquisición, y, de cualquier modo, un comprador decidido
puede encargarlo por intermedio de un librero. La demanda es, sin duda, muy
pequeña .... y sin el menor interés financiero. Pero la cuestión me interesa.
El original es mi única protección contra los traductores. No puedo ejercer
ningún control sobre la traducción de un texto tan largo, aun en el caso de
las pocas lenguas de las que sé algo; pero los traductores son culpables de
algunos errores muy extraños. (Como lo sería yo si tuviera que trabajar, como
ellos, bajo la presión de un tiempo limitado.)
El doctor
Ohlmarks,
[192]
por ejemplo, aunque se me dice que es inteligente e ingenioso,
puede cometer cosas como la que sigue. Al traducir el Vol. I, pág. 10, donde
dice «muy rara vez usaban zapatos, pues las plantas de los pies eran en ellos
duras como el cuero [leathery] y los pies mismos estaban recubiertos
de un espeso vello rizado, muy parecido al pelo de las cabezas», lee el texto
como «... sus pies tenían rudas plantas plumosas [feathery] y
estaban cubiertas de espeso vello rizado...», de modo que en su Introducción
produce la impresión de que los hobbits llevaban un vestido al aire libre
de pelo apelmazado, mientras que bajo los pies usaban densas suelas de plumas.
Eso se vuelve doblemente absurdo, puesto que ocurre en un pasaje en el que
está sugiriendo que los hobbits tienen su modelo en los habitantes del idílico
suburbio de Headington.
No objeto
la nota biográfica si es deseable (los holandeses la obviaron totalmente).
Pero debe ser correcta y pertinente. Creo que debo pedir que se me permita
examinar cualquier cosa de este tipo en el futuro antes de que esté impresa.
O, alternativamente, prepararé un breve artículo que les presentaré en caso
de que haya demanda de material semejante.
Quién
es quién no constituye una fuente segura en manos
de extranjeros que nada saben de Inglaterra. A partir de allí, Ohlmarks ha
tejido una ridícula fantasía. Es un hombre sumamente vano (como lo descubrí
en el curso de mi correspondencia) que prefiere su propia fantasía a los hechos
y está dispuesto a pretender un conocimiento que no tiene. No vacila en atribuirme
sentimientos y creencias de los que yo abomino. Entre ellos, el desagrado
por la Universidad de Leeds, porque era «norteña» y no más antigua que la
victoriana década de los setenta. Eso es impertinente y del todo falto de
verdad. Si llegaran a tener conocimiento de ello en Leeds (cosa afortunadamente
improbable), haría que se disculpara.
23 de
febrero de 1961
Adjunto
ahora una copia y la versión de los disparates de Ohlmarks, en la esperanza
de que opinen que justifica mi molestia. No he mirado su segundo exabrupto.
Creo que en este momento ya no podría soportarlo.
Lo que sigue son
fragmentos del comentario de Tolkien sobre la introducción de Ake Ohlmarks
a la traducción sueca de El Señor de los Anillos. Los pasajes en cursiva son citas de la traducción de
Tolkien de la introducción.
Es difícil
creer que el bobbit oriundo del Medio Sur de Inglaterra y profundamente arraigado
.... se sintiera muy cómodo [en
Leeds]. La inauguración de la cátedra de Anglosajón en Oxford fue para
él como volver a, casa al cabo de una dura, expedición a la distante «Fornost».
Éste
es el primer grave ejemplo de la presuntuosa impertinencia de O[hlmarks] ....
Estaba consagrado a la Universidad de Leeds, que fue muy buena conmigo y con
los estudiantes, a los que dejé con pena. Los actuales estudiantes se cuentan
entre mis más atentos lectores y me escriben asiduamente (en especial sobre
los Apéndices). Si las tonterías de O llegaran a oídos de la Universidad,
ésta se ofendería y O tendría que disculparse públicamente. En cuanto a «Fornost»,
una mirada al libro demostraría que más se parece a los montículos de los
Reyes en la Antigua Uppsala que a la ciudad de Leeds.
Uno de
sus más importantes escritos, publicado en 1953,
trata también de una famosa vuelta al hogar, «The Homecoming of Beorhtnot
[sic], hijo de Beorhthelm».
Volver
al hogar muerto y sin cabeza (como Beorhtnoth) no es muy placentero. Pero
esto es una tomadura de pelo. O. no sabe nada de Beorhtnoth o su vuelta al
hogar (nunca mencionado hasta que escribí un poema sobre el asunto) y no ha
leído nunca el poema. No lo culpo de ello, sólo lo culpo de escribir como
si lo conociera.
El profesor
empezó contando cuentos sobre ella [la
Tierra Media] a sus hijos y después a sus nietos; y ellos quedaron
fascinados y pedían más y más todavía. Uno puede ver claramente delante de
sí las noches junto al fuego en la. pacífica villa de Sandfield Road en Headington,
cerca de Oxford .... con las colinas de la Quebrada de los Túmulos
o Headington en el fondo y las Montañas Nubladas o las Shotover de 560 pies
de altura en último término.
¡! Éste
es un disparate tan ofensivo que sospecharía que se trata de una burla, si
no hubiera observado que O. está siempre dispuesto a fingir un íntimo conocimiento
que no tiene. Sólo tengo dos nietos. Uno de 18 años que oyó del libro por
primera vez hace 5. El otro sólo tiene 2. El libro fue escrito antes de que
me mudara a Headington, que no tiene colinas, sino que está sobre una saliente
(por así decir) de Shotover.
El Anillo
es, en cierta forma, «der Nibelungen Ring» ....
Ambos
anillos eran redondos; allí cesa toda semejanza.
....
que fue originalmente forjado por Volund, el maestro herrero, y luego,
por intermedio de Vittka-Andvare, pasó por las manos del poderoso asar [Æsir]
a ser posesión de Hreidmar y el dragón, después de la caída del dragón, yendo
a Sigurd, el matador de dragones, después de ser asesinado por conspiradores
traicioneros, yendo a los burgundios, después de su muerte en el pozo de víboras
de Atle, yendo a los hunos, luego a los hijos de Jonaker, al tirano gótico
Ermanrik, etcétera.
Gracias
les sean dadas a los Cielos por el etcétera. Empecé a temer que apareciera
en mi bolsillo. Evidentemente, el doctor O piensa que está en el suyo. Pero
¿cuál es el sentido de todo esto? Los que saben algo del aspecto escandinavo
antiguo de las tradiciones de los «Nibelungos» (sobre todo porque las formas
de los nombres utilizadas son escandinavas) considerarán esto un fárrago de
disparates; los que no, difícilmente se interesen. Pero quizás esté también
destinado a demostrar que el doctor O tiene también masterskap,
[193]
No tiene absolutamente nada que ver con El Señor
de los Anillos. En cuanto a que Wayland Smith sea una especie de Pan o
se refleje tanto en Bombadil como en Gollum: éste es ejemplo suficiente de
los tontos métodos y las disparatadas conclusiones del doctor O. Sea bienvenido
a la basura, pero no creo que él, como traductor, tenga ningún derecho de
volcarla aquí.
Aquí
[en Mordor] rige la personificación del poderoso y satánico
Sauron (léase quizá de la misma manera parcial [como otras identificaciones
que Ohlmarks ha hecho] Stalin).
No cabe
aquí nada de «quizá». Repudio por entero semejante «lectura», que me encoleriza.
La situación fue concebida mucho antes de la revolución rusa. Semejante alegoría
es por entero ajena a mi pensamiento. El emplazamiento de Mordor en el Este
fue consecuencia de la mera necesidad narrativa y geográfica dentro de mi
«mitología». La fortificación del Mal (como es tradicional) estaba en el Norte;
pero como éste había sido destruido y en verdad se encontraba bajo el mar,
tenía que haber una nueva fortificación, lo más lejos posible de los Valar,
los Elfos y el poder marítimo de Númenor.
Hay reminiscencias
de viajes a pie hechos en su juventud hasta las regiones fronterizas de Gales.
Como
Bilbo dijo de los enanos, parece saber tanto de mis recodos privados como
yo. O lo pretende. Nunca caminé por Gales ni sus inmediaciones durante mi
juventud. ¿Por qué he de ser objeto de ficciones mientras estoy todavía vivo?
20 de julio de 1962
Con referencia a la traducción castellana de El Hobbit, Fabril, Bs. As., 1964.
Si gnomos
se utiliza como traducción de dwarves, no debe aparecer entonces
en pág. 63 en the elves that are now called Gnomes. No quiero perturbar
al traductor, o a ustedes, con la larga explicación que hace falta para dar
cuenta de esta aberración; pero la palabra se utilizó como traducción del
nombre verdadero, de acuerdo con mi mitología, del pueblo de Altos Elfos del
Oeste, asociándolo pedantemente con el griego gnome, «pensamiento,
inteligencia». Pero lo abandoné, pues es totalmente imposible disociar el
nombre de las asociaciones populares de gnomus = pygmaeus de Parecelso.
[194]
Como la palabra es utilizada por «dwarves» -no estoy capacitado
para juzgar por qué se la ha preferido al es[pañol] enano-, puede resultar
una lamentable confusión si se aplica también a los Altos Elfos. Seriamente
sugiero que en pág. 63, líneas 6-7, el traductor traduzca oíd swords of
the High Elves of the West; y en pág. 173, línea 14, elimine sin más (or
Gnomes). Creo que ésos son los únicos sitios en los que Gnomes aparece
en El Hobbit.
LAS LENGUAS
Huelga decir que la base de la obra literaria
de Tolkien, son las lenguas creadas por Él; primero estuvo su pasión por la
creación lingüística y luego para dotar de vida a esas lenguas, la creación
de una mitología y de sociedades humanas completas. Como representación de
esas sociedades históricas y de esa mitología
las lenguas evolucionaron en forma constante, tanto que todavía siguen
apareciendo documentos escritos por el Profesor con más materiales sobre las
lenguas.
Aquí rescatamos cartas o fragmentos de cartas
en donde Tolkien nos habla delas lenguas.
1) Fragmento de una carta ya editada en otras
secciones, en donde Tolkien nos habla de las lenguas usadas en la Tierra Media
y sus orígenes en las lenguas Europeas.
“(...)Entretanto,
dedico los fragmentos de tiempo de que dispongo a hacer versiones reducidas
del material histórico, etnográfico y lingüístico que irá en el Apéndice.
Si le interesa, le enviaré una copia (bastante desordenada) del material que
trata de las Lenguas (y Escritura), los Pueblos y las Traducciones.
Esto
último me ha hecho pensar mucho. Rara vez parece ser considerado por otros
creadores de mundos imaginarios, por muy dotados que sean como narradores
(Eddison, por ejemplo). Claro que soy filólogo, y por mucho que me guste ser
más preciso en otros aspectos y rasgos culturales, esto no entra en mi competencia.
De cualquier modo, la «lengua» es lo más importante, pues la historia tiene
que contarse y el diálogo debe mantenerse en una lengua; pero el inglés no
puede haber sido la lengua de ningún pueblo en ese tiempo. Lo que de hecho
hice en realidad fue que el Westron o Lengua Común ampliamente difundido de
la Tercera Edad, coincidiera con el inglés; y traducirlo todo, con inclusión
de los nombres tales como La Comarca, que estaban en Westron, a términos
ingleses, con alguna diferenciación de estilo para representar las diferencias
dialectales. Las lenguas totalmente ajenas a L.C. no han sido tocadas. Salvo
unos pocos fragmentos en la Lengua Negra de Mordor y unos pocos nombres y
un grito de guerra en la Lengua de los Enanos, éstas son casi exclusivamente
élficas (Eldarin).
Sin embargo,
las lenguas relacionadas con el Westron planteaban un problema especial. Las
convertí en formas de lenguaje relacionadas con el inglés. Como los Rohirrim
se representan como recién llegados del Norte y emplean una lengua humana
arcaica relativamente intacta por la influencia del Eldarin, he dado
a sus nombres formas semejantes (pero no idénticas) a las del inglés antiguo.
La lengua del Valle o el Lago Largo, si apareciera, sería representada por
una forma de carácter más o menos escandinavo; pero sólo está representada
por unos pocos nombres, especialmente los de los Enanos que vienen desde esa
región. Éstos son todos nombres de Enanos en noruego antiguo.
(Los
enanos se representan como un pueblo que mantiene más o menos secreta su propia
lengua nativa, y que para todo otro fin «exterior» emplean la lengua del pueblo
cerca del cual viven; nunca revelan sus «verdaderos» nombres personales en
su propia lengua.)
Se supone
que el Westron o L.C. deriva de la lengua humana (adunaica) de los
númenóreanos, que se expandían desde los Reinos Númenóreanos durante los días
de los Reyes, y especialmente desde Gondor, donde se sigue hablando
en un estilo más noble y algo más antiguo (un estilo también adoptado por
los Elfos cuando emplean esta lengua). Pero todos los nombres de Gondor,
con excepción de unos pocos de origen supuestamente prehistórico, tienen
forma élfica, pues la nobleza númenóreana todavía empleaba la lengua élfica
o era capaz de hacerlo. Esto era consecuencia de que habían sido aliados de
los Elfos durante la Primera Edad, y por esa razón se les había otorgado la
isla Atlantis de Númenor.
En este
libro aparecen dos de las lenguas élficas. Tienen cierto matiz de existencia,
pues las he compuesto con algo de integridad, como también su historia y su
parentesco. Se ha intentado: a) que su estilo y su estructura (no su detalle)
fueran decididamente europeos, y b) que fueran especialmente agradables. Lo
primero no es difícil de lograr; pero lo último es más difícil, pues las predilecciones
personales de los distintos individuos, especialmente en cuanto se refieren
a la estructura fonética de las lenguas, varían ampliamente, aun cuando estén
modificadas por las lenguas impuestas (con inclusión de la llamada lengua
«nativa»).
Por tanto,
me he complacido a mí mismo. La lengua arcaica del folklore tiene la intención
de ser una especie de «latín élfico», y transcribiéndolo en una ortografía
estrechamente semejante a la del latín (excepto que la y sólo se utiliza
como consonante, como la y en el inglés yes o el español yo),
la similitud con el latín ha sido incrementada ocularmente. En realidad, podría
decirse que, sobre la base del latín, se la ha compuesto con otros dos ingredientes
(principales) que me producen placer «fonoestético»: el finlandés y el griego.
Sin embargo, es menos consonántica que cualquiera de las tres. Esta lengua
es el alto élfico o, en sus propios términos, el quenya (élfico).
La lengua
viva de los Elfos Occidentales (sindarin o élfico gris) es la que se
encuentra habitualmente, en especial en los nombres. Ésta deriva de un origen
que les es común a ella y al quenya; pero los cambios han sido
inventados deliberadamente para darle un carácter lingüístico muy semejante
(aunque no idéntico) al británico-galés: porque encuentro ese carácter muy
atractivo en algunos temples lingüísticos, y porque parece adecuarse al tipo
de leyendas e historias más bien «célticas» que cuentan sus hablantes...”
“(...)
La Lengua Negra se utilizaba sólo en Mordor; aparece únicamente en la inscripción
del Anillo, en una frase pronunciada por los Orcos de Barad-dûr (Vol.
II, pág. 55)
[195]
y en la palabra Nazgül (cf. nazg en la inscripción
del Anillo). Nunca fue utilizada voluntariamente por ningún otro pueblo y,
en consecuencia, aun los nombres de los lugares de Mordor están en inglés
(para el L.C.) o en élfico. Morannon es como se dice en élfico Puerta
Negra; cf. Mordor, Tierra Negra; Mor-ia, Abismo Negro; Mor-thond,
Raíz Negra (nombre de río). Rohir-rim es el nombre élfico (gondoriano)
del pueblo que se llamaba a sí mismo Jinetes de la Marca o Eorlings. Esa forma
no tiene la intención de parecerse al hebreo. Las lenguas Eldarin distinguen
en formas y empleo entre un plural «partitivo» o «particular» y otro general
o total. Así pues, yrch, «orcos, some orcs, des orques», aparece en
el vol. I, págs. 475, 534; los Orcos, en cuanto raza, o la totalidad de un
grupo previamente mencionado habría sido orchoth. En élfico gris, los
plurales generales con frecuencia se formaban añadiendo a un nombre (o al
nombre de un lugar) alguna palabra que significara «tribu, hueste, horda,
pueblo». Así, Haradrim los Southrons, Q. rimbe, S. rim, hueste;
Onod-rim, los Ents. Los Rohirrim deriva de rock (Q. rokko)
«caballo», y la raíz élfica kher-, «poseer»; de ahí en sindarin
Rochir, «señor de los caballos», y Rochir-rim, «la hueste de
los Señores de los Caballos». En la pronunciación de Gondor, ch (como
en alemán, galés, etcétera) se ha suavizado hasta convertirse en h aspirada
[aproximadamente j en castellano]; así, Rochann, «Hipia», suena
como Roban...”
2) Sobre los “Acentos”en la
pronunciación de la Lengua Común de los distintos pueblos que la usan.
2 de noviembre de 1956
Tiller, adaptador
y productor de la versión de El Señor de los Anillos para la emisión de la Tercera Cadena de
la BBC (véase N° 175), le había pedido a Tolkien consejo acerca de los «acentos»
para la segunda serie de seis episodios del libro, que se basaban en Las Dos Torres y El Retorno del Rey.
Considerando
que «acento» significa, como generalmente cuando no se trata de lenguaje técnico:
«alteraciones más o menos coherentes de las vocales/consonantes del inglés
"correcto"», yo diría que, en los casos que usted consulta, no es
necesaria ni deseable ninguna, diferenciación de acento. Por ejemplo,
sería probablemente mejor evitar ciertos rasgos, concretos o convencionales,
del inglés «vulgar» moderno al representar a los Orcos, tales como la eliminación
de las haches aspiradas en la Pronunciación (no fueron eliminadas en
el texto, creo, y eso fue deliberado).
Pero, claro está, la mayoría de la gente confunde el «acento» tal
como se lo define arriba, con la impresión de diferentes entonaciones, articulaciones
y tempo. Supongo que tendrá que utilizar esos medios para que los Orcos suenen
de manera desagradable.
No me
cabe duda de que si esta «historia» fuera real, todos los hablantes de la
Lengua C[omún] se revelarían por el acento, diferenciándose por el lugar,
el pueblo o la situación social, pero eso no puede representarse cuando la
L.C. se convierte en inglés... y no es (creo) necesario. Presté gran atención
a semejante diferenciación lingüística en la medida de lo posible: en dicción,
modos idiomáticos, etcétera; y dudo de que pueda aportarse mucho más, salvo
en la medida en que el actor individual represente cómo siente su personaje
en tono y estilo.
Como
Minas Tirith se encuentra en la fuente de la Lengua C., es a ésta lo que Londres
es al inglés moderno, y la norma por la que se establecen las comparaciones.
Ninguno de sus habitantes debería tener «acento» en términos de vocales, etcétera.
Los Rohirrim,
sin duda (como nuestros antepasados ingleses en un estado de cultura y sociedad
similar), hablaban, cuando menos su propia lengua, con un tempo más lento
y una articulación más sonora que los habitantes «urbanos» modernos. Pero
considero más seguro que cuando empleen la L.C., como lo hacen prácticamente
siempre (por razones obvias), hablen el más puro M[inas] T[irith]. Quizás
un tanto demasiado bien, pues sería una lengua aprendida, algo más lenta y
más cuidada que la de los nativos. Pero ésa es una lindeza que puede olvidarse
sin riesgo, y no es siempre cierta: Théoden nació en Gondor y la L.C.
era la lengua doméstica del Castillo de Oro en días de su padre (Apéndices
de El Señor de los Anillos, pág. 69).
3) Una muy interesante carta referida a la problemática
de la evolución de las lenguas, su influencia y su relación con las lenguas
madres de la que se supone derivan, en especial las lenguas indoeuropeas.
4 de mayo de 1958
Murray le había escrito a Tolkien preguntándole si «podría escarbarte el cerebro en busca de palabras "sagradas" [holy]». Quería saber la opinión de Tolkien sobre la significación original de las varias palabras con que se designa lo «sagrado» en las lenguas indoeuropeas y las relaciones que hay entre ellas.
Estos
problemas sobre las significaciones «originales» de las palabras (o las familias
de palabras formalmente relacionadas) son fascinantes, estrictamente hablando;
es decir, seductores, aunque no necesariamente se trata de un atractivo saludable.
A menudo me pregunto qué ganamos (salvo históricamente: el conocimiento
o atisbos de lo que las palabras han significado y cómo han cambiado
de hecho, en la medida en que ello es averiguable) con semejantes investigaciones.
Es prácticamente imposible evitar el círculo vicioso de descubrir, a partir
de la historia de la palabra o su supuesta historia, la significación «primitiva»
y sus asociaciones, y luego utilizar éstas para rastrear la historia del significado.
¿No es posible discutir ahora, la «significación» de la «santidad»
(por ejemplo) sin referencia a la historia de la significación de las formas
verbales ahora empleadas con esa significación? El camino inverso es más bien
como describir un lugar (o una etapa de un viaje) en términos de las diferentes
rutas por las que la gente ha llegado allí, aunque el lugar tiene una situación
y una existencia independientes de esas rutas, sean directas o sinuosas.
De cualquier
modo, en una investigación histórica, estamos obligados a tratar de manera
simultánea con dos variables, cada una de ellas en movimiento, independientes
en lo fundamental, aun cuando se afecten mutuamente «por accidente»: una,
las significaciones y las asociaciones entre ellas, y otra, las formas verbales;
y sus cambios son independientes. La forma verbal puede pasar por todo un
ciclo de cambio, hasta que es fonéticamente irreconocible, sin que su significación
acuse variación perceptible; y en cualquier momento, sin cambio fonético,
«la significación» de una «palabra» puede cambiar. Súbitamente (en relación
con las pruebas de que disponemos), yelp, que significaba «hablar con
orgullo», y se aplicaba en especial a los votos orgullosos (como un caballero
que hiciera voto de realizar una hazaña peligrosa), dejó de significar eso
¡y se aplicó a los sonidos emitidos por los zorros y los perros! ¿Por qué?
¡En cualquier caso, no porque hubiera un cambio de ideas sobre las
jactancias o los animales! Hay un largo camino entre Кδοντ- y tooth, pero los cambios de forma no han afectado demasiado a
la significación (ni se ha alejado demasiado tine, el equivalente de
dent-)
[196]
No conocemos
la significación «original» de ninguna palabra, y todavía menos la significación
de su elemento básico (la fracción que comparte o parece compartir con otras
palabras relacionadas, antes llamada su «raíz»): hay siempre un pasado perdido.
Así, no conocemos la significación original de θέος
o deus o god. Podemos, por supuesto, hacer algunas conjeturas
sobre la formación de estas tres palabras completamente distintas, y luego
tratar de generalizar una significación básica a partir de los sentidos exhibidos
por sus parientes, pero no creo que de ese modo necesariamente nos
acerquemos más a la idea de «dios», en un momento concreto cualquiera, en
ninguna lengua que emplee una de esas palabras. No deja de ser un hecho extraño
que las palabras inglesas dizzy (olim dysig) y giddy (olim
gydig) parezcan emparentadas con θέος y
god respectivamente. En inglés otrora significaron «irracional» y ahora
«vertiginoso», pero no creo que eso sirva de mucha ayuda (salvo que nos haga
pensar que hubo un largo pasado antes de que θέος
o god alcanzaran sus formas o significados, y que pueden haber ocurrido
cambios igualmente extraños en épocas indocumentadas). Por supuesto, podemos
conjeturar que tenemos por delante un remoto efecto de las ideas primitivas
de «inspiración» (hasta el siglo XVIII, un enthusiast era algo muy
semejante a lo que un anglosajón hubiera llamado un dysiga). Pero no
creo que eso tenga mucha utilidad teológica. Nos enfrentamos con infinitos
paralelos minúsculos del misterio de la encarnación. ¿No es la idea de
god, en última instancia, independiente de los modos por los que una
palabra llegó a designarla?
[197]
Sea por √dh(e)wes (que básicamente parece
referirse a la agitación y la excitación); o por √d(e)jew (que
parece referirse básicamente aja brillantez, en especial la del cielo);
o quizás (es una mera conjetura) √ghew clamar, -god sea
originalmente neutro y «signifique» aquello que se invoca: un antiguo
participio pasado. Posiblemente una palabra tabú. La vieja palabra deiwos
(que dio dïvus, deus) sólo sobrevive en Tuesday.
[198]
Si tiene
que enfrentarse con una palabra como holy, el filólogo anticuado (como
lo soy yo) mira primero la historia de Informa. De acuerdo con reglas
laboriosamente elaboradas (y, por cierto, creo que válidas, dentro de ciertos
límites)
[199]
dirá con qué está probablemente relacionada. Pero
no puede escapar del todo de las arenas movedizas de la semántica. Antes
de que proponga una relación (es decir, un nexo de cambio histórico concreto)
entre holy y otras palabras de la misma lengua (o de otra que se considere
relacionada con el inglés), necesitará tanto un parentesco fonológicamente
posible como algún «parentesco posible» de sentido. Todo el tiempo estará
incómodamente consciente de dos cosas que se dan en la experiencia lingüística:
1) que siempre parece haber habido «homófonos», o dos (o más) elementos fonéticamente
indistinguibles que poseían significados distintos y, por tanto, eran
«palabras diferentes»,
[200]
como las raíces i[ndo]e[uropeas] men «sobresalir»
y men «pensar»; y 2) que el cambio semántico es a veces violento, y
en el oscuro pasado puede haber operado sin dejar huellas de que haya tenido
lugar. Por ejemplo, la equivalencia formal de √sequ en
griego Σπομαι y latín sequor (y
en otras lenguas), que significa «seguir», es exactamente la raíz germánica
sekw de un verbo, pero esto significa «ver». ¿Qué es lo
que ha de tener más peso, la forma o el significado? De acuerdo con el material
con que cuenta, no puede llegar a una decisión final; aunque jugando como
un aficionado con la «semántica» puede hacer que el salto de sentido parezca
menos imposible que lo que parecía a primera vista refiriendo los empleos
de «seguir» = «entender», y al hecho de que las palabras indoeuropeas para
ver (como en verdad nuestro see) a menudo significan, o las
mismas «bases» pueden significar, «saber», «comprender». (Esto es particularmente
válido de la base √WID: la palabra latina video tiene su equivalente
exacto en la inglesa antigua witian, «vigilar, montar guardia»; pero
Θοβδα Foí8ot (= latín vidi) en inglés antiguo wät, «sé».) Pero
probablemente si encuentra la palabra germánica salwo- (nuestra sallow)
y la latina salvus (saluos), decidirá que no existe puente entre
«dirty yellow» [amarillo sucio] y «safe and sound» [sano y salvo];
de modo que o hay algo erróneo en la equivalencia fonológica, o está tratando
con «homófonos». (Hay también siempre la posibilidad de que sallow o
salvus no provengan de una antigüedad común; las palabras pueden inventarse
o tomarse prestadas, y así asemejarse de cerca a palabras más antiguas
en un caso u otro.) El equivalente formal (el único conocido) de nuestra harp
es el latín corbis. (El arpa romance, etcétera, están tomadas
del germánico.) Pero el pobre filólogo tendrá que recurrir a algún experto
en arqueología antes de que pueda decidir si es posible alguna relación entre
«harps» y «baskets»: suponiendo que la germánica harpö haya significado
«arpa» o corbi-s haya significado siempre «cesto de mimbre», corbïta
significa un barco de vientre abultado.
4) Las dos cartas que siguen son explicaciones
de Tolkien sobre algunas palabras o nombres, pronunciadas en élfico en ESDLA,
hay también explicación sobre el Himno a Elbereth sobre las palabras de Bárbol y sobre los nombres
de personajes.
Rhona Beare escribió formulando una serie
de preguntas para transmitir las respuestas de Tolkien en una reunión de entusiastas
admiradores de El Señor de los Anillos. ¿Por
qué, preguntaba, pronuncia Sam la invocación élfica «O Elbereth Gilthoniel»
en el capítulo «Las decisiones de Maese Samsagaz», cuando en otros sitios
la fórmula usada es «A Elbereth Gilthoniel»? (Así era la escritura
utilizada en la primera edición del libro.) ¿Cuál es el significado de esta
invocación y el de las palabras de Frodo en el capítulo anterior, «¡Aiya Eárendil
Elenion Ancalima!»?...” “(...)Explique la significación de El- en Elrond, Elladan, Elrohir; ¿cuándo El- significa «elfo»
y cuándo «estrella»? Explique la significación del nombre Legolas...”
“(...)La
utilización de O en II, pág. 470, es un error Mío, en realidad, tomado
de la misma pág., donde Gilthoniel O Elbereth es, por supuesto, una
cita de I, pág. 115, que era una «traducción» de todo al inglés, salvo de
los nombres propios. La invocación de Sam, sin embargo, está en puro élfico
y debería tener una A como en I, pág. 329. Como la lengua de los hobbits
está representada por el inglés, podría defenderse la O como una incorrección
propia; pero no me propongo hacerlo. Tuvo la «inspiración» de pronunciar esta
invocación en una lengua que no conocía (II, 470). Aunque, por supuesto, está
según el estilo y el metro del fragmento del himno, creo que fue compuesta
o inspirada para esta particular situación.
Significa
más o menos: «¡Oh, Elbereth, que encendías las estrellas (en tiempo
pasado: el título pertenece a la prehistoria mítica y no se refiere a una
función permanente), que ves desde el cielo a lo lejos, ante ti clamo ahora
desde la sombra de (el miedo de) la muerte! ¡Oh, mírame, Siempreblanca!».
Siempreblanca es una traducción inadecuada, como lo es realmente la Blancanieves
de I, 88. El elemento ni (élfico primitivo, oio) significa
siempre; tanto fan- como los(s) transmiten la idea de
blancura, pero fan connota la blancura de las nubes (al sol);
loss se refiere a nieve.
Amon
Uilos, en alto élfico Oiolosse,
[201]
era uno de los nombres del más alto pico de las Montañas
de Valinor, sobre el que moraban Manwe y Varda. De modo que un Elfo que empleara
u oyera el nombre Fanuilos no pensaría (o se imaginaría) sólo en una
figura majestuosa vestida de blanco, de pie en un sitio elevado, mirando al
este hacia tierras inmortales, sino que al mismo tiempo se representaría un
pico inmenso, tocado de nieve, coronado de una deslumbrante nube blanca.
Ancalima = «excesivamente brillante». El elemento kal
[202]
es la raíz utilizada para las palabras
que se refieren a la luz; kalima, «luz resplandeciente»; an- sufijo
superlativo o intensificativo...”
“(...)_El.
Es difícil distinguir «estrella» y «elfo», pues ambos
términos derivan del mismo elemento básico EL, «estrella»; el primer elemento
de los compuestos el-, puede significar (o al menos simbolizar) uno
u otro. Como palabra separada «estrella» era *élén, plural *elem
en élfico primitivo. Los Elfos fueron llamados eledá/elena, «un
Elfo» (Elda en alto élfico), porque fueron encontrados por el Vala
Oromë en un valle bajo la luz de las estrellas; y siguieron siempre
siendo amantes de las estrellas. Pero este nombre se atribuyó sobre todo a
los que marcharon hacia el Oeste guiados por Oromë (y en su mayoría cruzaron
el mar).
Las formas
de los Elfos Grises (sindarin) debieron haber sido êl, pl. elin;
y eledh (pl. elidh). Pero el último término dejó de usarse entre
los Elfos Grises (sindar) que no cruzaron el Mar; aunque quedó en ciertos
nombres propios como Eledhwen, «Elfoclaro». Después de la vuelta del
exilio de los Noldor (parte de los Altos Elfos), el alto élfico elda fue
retomado por los Elfos Grises como eld > ell y se lo refirió a los
Altos Elfos exiliados. Éste es, sin duda, el origen de el, ell- en
nombres como Elrond, Elros, Elladan, Elrohir.
Elrond,
Elros. *rondö era una palabra élfica prim[itiva] para
«caverna». Cf. Nargothrond (caverna fortificada por el R. Narog), Aglarond,
etcétera. *rossë significaba «rocío, salpicadura (de una fuente)».
Elrond y Elros, hijos de Earendil (amante del mar) y
Elwing (espuma de Elfo), se llamaron así porque fueron llevados por
los hijos de Fëanor, en el último acto de la contienda entre las casas alto-élficas
de los príncipes Noldorin sobre las Silmarils; la Silmaril en manos de Morgoth
rescatada por Beren y Lúthien, y dada al Rey Thingol, padre de Lúthien, había
sido heredada por Elwing, hija de Dior, hijo de Lúthien. Los niños no murieron,
pero fueron dejados en el bosque en una caverna cubierta cuya entrada estaba
oculta por una cascada. Allí fueron encontrados: Elrond dentro de la caverna,
y Elros chapoteando en el agua.
[203]
Elrohir,
Elladan: estos nombres, que Elrond dio a sus hijos,
se refieren al hecho de que eran «medio elfos» (Apéndices, págs. 9-10): tenían
antepasados mortales y también élficos por ambas ramas; Tuor por parte
de padre, Beren por parte de madre. Ambos significan elfo + hombre. Elrohir
podría traducirse por «caballero élfico», ya que rohir es una forma
posterior (Apéndices, págs. 132-133) de rochir, «señor de los caballos»,
de roch, «caballo» + hir, «amo»: élfico prim. Rokkö y
khër o kherü; alto élfico rocco, hër (heru). Elladan podría
traducirse «Elfo Númenóreano». Adán (pl. Edain) era la forma
sindarin del nombre dado a los «padres de los hombres», los miembros de las
Tres Casas de los Amigos de los Elfos, cuyos sobrevivientes después se convirtieron
en los Númenóreanos o Dún-edain.
Legolas significa «hojas verdes», un nombre forestal, forma dialectal del puro sindarin laegolas: *lassë (alto élfico lasse, s. las[s]), «hoja»; *gwalassa/*gwa-lassië, «colección de hojas, follaje» (a. e. olassië, s. golas, -olas); *laiká, «verde», base LAY como en laire, «verano» (a. e. laica, s. laeg [rara vez usado, por lo general reemplazado por calen], bosque leg).
8 de junio de 1961
En respuesta a varias
preguntas sobre El Señor de los Anillos.
Con respecto
de la jactancia de Aragorn,
[204]
creo que estaba contando con sus antepasados por línea
paterna con este fin; pero, en cualquier caso, imagino que los Númenóreanos,
antes de que su conocimiento menguara, sabían sobre la herencia más que otra
gente. A esto, por supuesto, se refieren con el símbolo común de la sangre.
Reconocían el hecho de que, a pesar de los matrimonios mixtos, algunas características
aparecerían en su forma pura en posteriores generaciones. La propia longevidad
de Aragorn era un caso semejante. Gandalf, creo, se refiere al curioso hecho
de que aun en la mucho menos bien preservada casa de los mayordomos, Denethor
había salido casi un Númenóreano puro.
Vol.
II, pág. 87.
[205]
Bárbol no estaba empleando sonidos propios de los Ents
en esta ocasión, sino que utilizaba antiguas palabras élficas mezcladas y
dichas de corrido según su manera característica. Los elementos son laure,
oro, no el metal, sino el color, lo que nosotros llamaríamos dorado claro;
ndor, nor, tierra, país; lin, lind-, un sonido musical; malina,
amarillo; orne, árbol; lor, sueño; nan, nand-, valle.
De modo que aproximadamente quiere decir: «El valle en el que los árboles
a la luz dorada cantan musicalmente, una tierra de música y sueños; hay árboles
amarillos allí, es una tierra de árboles amarillos». Lo mismo se aplica a
la última línea de esa página [21 en la edición castellana],
[206]
donde los elementos son taure, bosque; tumba,
valle profundo; mor, oscuridad; lóme, noche.
Mae govannen
[207]
significa «feliz encuentro».
El saludo
[208]
de Bárbol a Celeborn y Galadriel significaba «Oh, hermosos,
padres de hijos hermosos».
La canción
de alabanza del Vol. III, pág. 306,
[209]
no es realmente una canción, sino que está representada
por unas pocas frases tomadas de lenguas escuchadas, en las que el inglés
representa la lengua común. Los versos segundo, cuarto y sexto están en sindarin
o la lengua de los Elfos Grises. El séptimo y el noveno son alto élfico.
El verso 2 significa «Tengan larga vida los Medianos, gloria a los
Medianos». El verso cuarto significa «Frodo y Sam, príncipes del oeste, glorificad(los)»;
el sexto, «glorificad(los)». El séptimo verso significa «Bendecidlos, bendecidlos,
largo tiempo diremos su alabanza». El noveno verso significa «Los portadores
del Anillo, alabadlos (o bendecidlos) hasta gran altura».
5) Sobre el nombre de el Bosque negro
29 de
julio de 1966
Mirkwood
[Bosque Negro] no es una invención mía, sino una palabra
muy antigua incrementada con el peso de asociaciones legendarias. Era, probablemente,
el nombre germánico primitivo de las vastas regiones boscosas de montañas
que antiguamente formaban una barrera al sur de las tierras de la expansión
germánica. En algunas tradiciones se empleó especialmente para designar la
frontera entre los godos y los hunos. Hablo ahora de memoria: su antigüedad
parece señalada por su aparición en el muy temprano alemán (¿siglo XI?) como
mirkiwidu, aunque la raíz *merkw-, «oscuro», no se encuentra
en absoluto en otro sitio en alemán (sólo en i.a., s.a. y n.a.) y la raíz
*widu- > witu en alemán se limitaba (creo) al sentido de «leño»,
no muy común, y no sobrevivió en el alemán moderno. En el i.a. mirce sólo
sobrevive en poesía, y en el sentido de «oscuro» o, más bien, «lóbrego», sólo
en Beowulf 1405 ofer myrcan mor: en otros sitios sólo en el
sentido de «torvo» > malvado, infernal. No fue nunca, creo, una palabra
que designara el mero color «negro», y desde un principio estuvo teñida del
sentido de «lobreguez» ....
Me pareció
una suerte que Mirkwood resultara inteligible en inglés moderno (exactamente
con el tono justo), sea mirk un préstamo del noruego o una renovación
de la anticuada palabra del i.a.
6) Mucho se ha discutido y discute sobre la
significación de la nomenclatura de la obra de Tolkien, y se pretende siempre
encontrar que el Profesor usa palabras de otras lenguas europeas para aplicarlas
a los nombres de personajes o lugares de la Tierra Media. En esta Carta, Tolkien
aclara sobre la poca significación que tiene la nomenclatura interna de su obra
respecto de otras lenguas. Sostiene, que en la mayoría de los Casos (sólo
hay unos pocos en donde por error, omisión, o como en el Caso de Eärendil,
a propósito; se han usado palabras
cuya significación interna concuerda con la externa) las similitudes son referidas,
nada mas que a “la secuencia sonora ” y que debe entenderse la nomenclatura
solo en relación a la historia interna de la obra.
297 Borradores para una carta al «Sr Rang»
En la parte superior
Tolkien había escrito: «Algunas reflexiones al preparar una respuesta a una
carta de un tal Sr. Rang sobre algunas investigaciones acerca de mi nomenclatura.
En el momento sólo se envió una breve (y, por tanto, más bien austera) contestación,
pero he conservado estas notas.» Tolkien añadió la fecha: «Agosto de 1967».
Me siento
honrado por el interés que muchos lectores han manifestado en la nomenclatura
de El Señor de los Anillos, y complacido por él en la medida en que
muestra que esta construcción, producto de mucha meditación y trabajo, ha
logrado (como lo había esperado) una verosimilitud que probablemente asiste
a la «creencia literaria» de la historia como histórica. Pero siguen desconcertándome,
y a veces en verdad irritándome, muchas de las conjeturas acerca de las «fuentes»
de la nomenclatura, y las teorías o fantasías en relación con significaciones
ocultas. Éstas no me parecen más que diversiones privadas, y, como tales,
no tengo derecho o poder para objetarlas, aunque son, pienso, inútiles para
la dilucidación o interpretación de mi obra. Si se publican,
[210]
por cierto las objeto cuando parecen ser (como habitualmente
sucede) inauténticos tramados acerca de mi obra, que sólo arrojan luz sobre
el estado mental de sus autores y no sobre mí o sobre mi intención y mi procedimiento
auténticos. Muchas de ellas parecen mostrar ignorancia o desconsideración
de los indicios e información procurados en las notas, las traducciones y
los Apéndices. Además, como la invención lingüística es, como arte (o pasatiempo),
relativamente rara, no es quizá sorprendente que muestren escasa comprensión
de cómo un filólogo procedería para llevarla adelante.
Debe
ponerse de relieve que este proceso de invención era/es una actividad privada
emprendida para darme placer a mí mismo al conferirle expresión a mi «estética»
lingüística personal y sus fluctuaciones. Fue, en amplia medida, el antecedente
de la composición de leyendas e «historias» en las que esas lenguas pudieran
«realizarse»; y el bulto de la nomenclatura se construyó a partir de esas
lenguas preexistentes, y en el caso en que los nombres resultantes tienen
una significación analizable (como es habitual), éstos resultan pertinentes
sólo en relación con la ficción a la que se integran. La «fuente», si la hay,
procuró sólo la secuencia sonora (o sugerencias para su estímulo), y su contenido
en la fuente carece por completo de pertinencia, salvo en el caso de
Earendil; véase más abajo.
Los investigadores,
por lo general, parecen no tener en cuenta este punto fundamental, aunque
se procuran pruebas suficientes de «construcción lingüística» en el libro
y los apéndices. Debería ser evidente que si es posible componer fragmentos
de poemas en quenya y en sindarin, esas lenguas (y sus
relaciones recíprocas) deben haber alcanzado un grado de organización bastante
alto; aunque, por supuesto, tanto sus vocabularios como sus modismos distan
de estar acabados. Por tanto, resulta ocioso comparar semejanzas casuales
entre nombres constituidos de «lenguas élficas» y palabras de lenguas «reales»
exteriores, especialmente si se pretende que esto tenga alguna relación con
las significaciones o ideas de mi historia. Para tomar un caso frecuente:
no existe , conexión lingüística ni, por tanto, conexión de significación
entre Sauron, forma contemporánea de una más antigua, *θaurond-,
derivada del adjetivo *θaurä (de una base √THAW), «detestable»,
y la palabra griega σαύρα, «lagarto».
Los investigadores,
en su mayoría, parecen, a decir verdad, mentalmente confundidos entre (a)
la significación de los nombres dentro de mi historia, apropiados a
ella y pertenecientes a una construcción «histórica» de ficción, y (b) los
orígenes o fuentes en mi mente, exteriores a la historia, de las formas
y los nombres. En cuanto a a), por supuesto, se les da información suficiente,
aunque con frecuencia no tengan en cuenta lo que se les procura. Lo lamento,
pero no hay nada que me sustituya mientras me encuentre con vida. He redactado
un comentario sobre la nomenclatura para uso de los traductores
[211]
pero esto tiene por intención primordial indicar qué
palabras y nombres pueden y deben traducirse en la L[engua] de la T[raducción]
que asume la función del inglés de representar la L[engua] C[omún] del período,
entendiéndose que los nombres que no están en inglés moderno o que derivan
de él, deben conservarse sin cambio, pues son tanto ajenos a la L.C. original
como a la L.T. Sería deseable un onomasticon que diera la significación
y la derivación de todos los nombres e indicara las lenguas a las que pertenecen.
Serían también de interés para algunos, y agradables para mí, una gramática
histórica del quenya y el sindarin y un vocabulario etimológico
bastante extenso de esas lenguas, por supuesto, muy lejos de ser «completo»,
pero no limitado a las palabras que aparecen en los cuentos. Pero no tengo
intención de iniciar semejantes proyectos en tanto mi mitología y mis leyendas
no se hayan completado. Entretanto, tratar al menudeo con conjeturas e interpretaciones
sólo pospone y entorpece este trabajo ....
Como
ilustración de mi rigor, le ofreceré algunos comentarios sobre sus investigaciones
y conjeturas específicas. Theoden y Gimli. La razón para utilizar
el anglosajón en la nomenclatura y algún ocasional atisbo de la lengua de
los Eorlingas -como recurso de traducción- se expone en el Apéndice
F. De lo que se sigue que el «anglosajón» no sólo es un «campo fértil», sino
el único
[212]
campo en el que buscar el origen y la significación de
las palabras o nombres pertenecientes al habla de la Marca; y también que
el a.s. no será la fuente de palabras y nombres de cualquier otra lengua,
[213]
excepto unas pocas (todas las cuales se explican) que sobreviven
en el dialecto hobbit derivado de la región (El Valle del Anduin hasta el
norte inmediato de Lórien), donde el dialecto de los Hombres del Norte desarrolló
su carácter particular. A los cuales pueden agregarse Déagol y Sméagol,
y los nombres locales Gladden River [Río Gladio] y los Gladden
Fíelas [Campos Gladios] que contiene el a.s. glædene, «lirio»,
que en mi libro se refiere al «lirio amarillo» que crece en las corrientes
y los marjales: iris pseudacorus, y no iris foetidissima al
que en Inglés moderno se da habitualmente el nombre de gladdon (sic), por
los botánicos al menos. Fuera de este campo restringido la referencia al a.s.
es por completo engañosa.
[214]
Como
se dice en los Apéndices, los nombres públicos «externos» de los Enanos del
norte derivaban de la lengua de los hombres del norte distante, no de
la variedad representada por el a{nglo}.s{ajón}., y, en consecuencia, se les
da forma escandinava, como equivalente aproximado del parentesco y la
divergencia de los dialectos contemporáneos. El a.s. nada tendrá que decir
acerca de Gimli. En realidad, la palabra poética gim en los
versos arcaicos del noruego antiguo no está relacionada probablemente con
gimm (un préstamo temprano del < latín gemma), «gema», aunque
es posible que más adelante se la asociara con él: su significación parece
haber sido «fuego».
Legolas
se traduce Hojaverde (II, 139,206), nombre adecuado
para un Elfo de los Bosques, aunque de linaje real y originalmente sindarin.
«Rizos de Fuego» es totalmente inadecuado: ¡no era un balrog! Creo
que un investigador que no se dejara arrastrar por mi supuesta devoción al
a.s., habría percibido la relación del elemento -las con lassi,
«hojas», en el lamento de Galadriel, lasse-lanta, «caída de las
hojas» = otoño, Apéndices, 123, y Eryn Lasgalen, Apéndices, 109. «Técnicamente»,
Lególas es un nombre compuesto (de acuerdo con las reglas) del s. laeg,
«verdor, frescura», y go-lass, «colección de hojas, follaje».
Rohan.
No puedo entender por qué el nombre de un país (que
se dice élfico) haya de asociarse con nada germánico; todavía menos con el
sólo remotamente similar noruego antiguo rann, «casa», que, entre paréntesis,
no resulta nada adecuado para un pueblo de criadores de caballos todavía en
parte móvil y nómada. En su lengua (tal como se la representa), de cualquier
modo, rann habría tenido la forma a.s. ræn (< rænn <
ræzn < razn; cf. gótico razn, «casa»). El nombre de [el] país
evidentemente no puede separarse del nombre sindarin de los Eorlin-gas: Rohirrim.
Se dice que Rohan (Apéndices, 133, 137) es una forma suavizada
posterior de Rochand. Derivada del élfico *rokkö, «caballo veloz
para cabalgar» (q. rokko, s. roch) + un sufijo frecuente en los nombres
de tierras. Rohirrim es similarmente una forma suavizada de roch
+ hîr, «señor, amo» + rim (q. rimbe), «hueste, ejército».
Nazgul.
No hay razón concebible por la que una palabra del
Lenguaje Negro haya de tener conexión alguna con el a.s. Significa «Espectro
del Anillo», y el elemento nazg es, sin duda, idéntico al nazg,
«anillo», de la inscripción en fuego en el Anillo Único. No conozco ningún
nombre compuesto en i.a. gael-naes; pero, de cualquier modo, un inventor
empeñado en construcciones lingüísticas racionales no reemplazaría la falta
de inventividad invirtiendo el orden de los elementos de una palabra de una
lengua enteramente sin conexión que no tuviera la significación apropiada.
Moria.
Sus observaciones me hacen sospechar que usted está
confundiendo Moria con Mordor: la última era una tierra desolada;
la primera, un magnífico conglomerado de excavaciones subterráneas. En cuanto
a Moria,, se le dice lo que significa (Apéndices, 172), y es un nombre
élfico (sindarin, en concreto) = Abismo Negro. ¿No contiene evidentemente
la √MOR, «oscuro, negro», que se ve en Mordor, Morgoth, Morannon,
Morgul, etcétera (técnicamente √MOR: *mori, «oscuridad» =
q. more, s. môr; adj. *morna = q. moma, s. morn,
«oscuro»). La ia es del sind. iâ, «vacío, abismo» (√YAG:
*yaga > s. ia).
En cuanto
a la «tierra de Moriah» (obsérvese el énfasis): eso no tiene la menor conexión
(ni siquiera «externamente»). Internamente, no existe conexión concebible
entre las minas de los Enanos y la historia de Abraham. Repudio por entero
semejantes significaciones y simbolismos. Mi mente no funciona de ese modo;
y (según mi opinión) se deja usted extraviar por una semejanza puramente fortuita,
más obvia en la escritura que en el habla, que ninguna significación intencionada
de mi historia puede justificar.
Esto
lleva a la cuestión de la historia «externa»: la manera concreta en que llegué
a elegir ciertas secuencias sonoras para utilizarlas como nombres antes
que se les diera un lugar en la historia. Creo, como lo dije, que esto
carece de importancia: el trabajo consumido en el intento de aclarar lo que
sé o recuerdo del proceso, o el trabajo de conjetura de los demás, sería mucho
mayor que el valor de los resultados. Las formas habladas serían meras formas
audibles, y cuando se las transfiriera a la situación lingüística preparada
de mi historia, recibiría significación de acuerdo con dicha situación y la
naturaleza de la historia contada. Sería enteramente engañoso referirse a
las fuentes de las combinaciones de sonidos para descubrir significaciones
manifiestas o escondidas. Recuerdo gran parte de este proceso: la influencia
de la memoria de nombres o palabras ya conocidos o de los «ecos» despertados
en la memoria lingüística; son muy pocos los que hayan sido inconscientes.
Así, los nombres de los Enanos de El Hobbit (y los adicionales de El
S. de los A.) derivan de las listas que figuran en Völuspá de los
nombres de los dvergar; pero esto no constituye una clave para las
leyendas de los Enanos de El S. de los A. Los «enanos» de mis leyendas
están mucho más cerca de los enanos de las [leyendas] germánicas que lo están
los Elfos, pero, aun así, difieren de ellos de diversa manera. Las leyendas
de su trato con los Elfos (y los Hombres) en El Silmarillion y El S. de
los A. y de las guerras entre Orcos y Enanos no tienen paralelo que me
sea conocido. En Völuspá, Eikinskjaldi, que se traduce por Oakenshield
[Escudo de Roble], es un nombre independiente, no un mote; y la utilización
del nombre como apellido y la leyenda de su origen no se encontrarán en Escandinavia.
¡En Völuspá, Gandalfr es un nombre de enano!
Rohan
es un nombre famoso, proveniente de Bretaña; era el de una antigua familia,
orgullosa y plena de poder. Lo sabía y me gustaba su forma; pero también (mucho
tiempo atrás) había inventado una palabra élfica para caballo, y vi que Rohan
podía acomodarse a la situación lingüística como nombre sindarin tardío de
la Marca (antes llamada Calenarðon, «la (gran) región verde») después
de haber sido ocupada por jinetes. Nada de la historia de Bretaña arrojará
luz alguna sobre los Eorlingas. Entre paréntesis, la terminación -and (an),
-end (en) en nombre de tierras deben algo, sin duda, a nombres tales (románticos
u otros) como Broceliand(e), pero está en perfecto acuerdo con una
estructura ya inventada del élfico primitivo (común); de lo contrario, no
habría sido utilizada. El elemento (n)dor, «tierra», probablemente
debe algo a nombres tales como Labrador (nombre que en lo que al estilo
y la estructura corresponde, podría ser sindarin). Pero no al Endor
de las Escrituras. Éste es un caso inverso que muestra cómo la «investigación»,
sin tener verdadero conocimiento de los hechos, podría extraviarse. Endor,
s. Ennor (cf. el colectivo plural ennorath, I, 329), fue
inventado como el equivalente élfico de la Tierra Media mediante combinación
del ya concebido en(ed), «medio», y (n)dor, «tierra (masa)»,
lo que produjo un compuesto supuestamente antiguo: q. Endor, s. Ennor.
Una vez formado, por supuesto, observé el parecido accidental con Endor
(I Sam. XXVIII), pero la coincidencia es de hecho accidental, y, por tanto,
el brujo nigromántico consultado por Saúl no tiene significación alguna para
El S. de los A. Como en el caso de Moria. De hecho, éste apareció
por primera vez en El Hobbit, cap. 1. Allí estaba, lo recuerdo, como
«eco» casual de Soria Moria Castle en uno de los cuentos escandinavos
traducidos por Dasent. (El cuento no tenía interés para mí: ya lo había olvidado
y nunca lo volví a mirar desde entonces. De ese modo, fue sólo la fuente de
la secuencia sonora moria, que pudo haber sido hallada o compuesta
en cualquier otro sitio.) Me gustaba la secuencia sonora; aliteraba con «mines»
y se relacionaba con el elemento MOR de mi construcción lingüística.
[215]
Puedo
mencionar dos casos en los que no fui consciente, en el momento de
hacer uso de ellos, de «tomarlos en préstamo», pero en los que es probable,
aunque de ningún modo seguro, que los nombres eran, no obstante, «ecos». Erech,
el lugar en el que Isildur colocó la piedra de la alianza. Esto, por supuesto,
se adecua al estilo predominantemente sindarin de la nomenclatura de Gondor
(de lo contrario, no habría sido utilizado); también se adecua desde un punto
de vista histórico, aunque fuera, como ahora conviene suponerlo, un nombre
prenúmenóreano cuya significación había quedado olvidada desde hacía mucho.
Puesto que, naturalmente, como quien se interesa en la antigüedad y en especial
en la historia de las lenguas y la «escritura», sabía y había leído mucho
acerca de la Mesopotamia, tengo que haber conocido Erech, el nombre
de la más antigua de las ciudades. No obstante, en el momento de escribir
El S. de los A., Libro V, caps. II y IX (en sus orígenes una narración
continua, pero dividida por evidentes razones de construcción), e inventar
una leyenda que diera cuenta de la separación de Aragorn y Gandalf, la desaparición
de éste y su inesperado retorno, probablemente fui más influido por el importante
elemento ER (en élfico) = «uno, único, solo». De cualquier modo, el hecho
de que Erech sea un nombre famoso, no tiene la menor importancia
para El S. de los A., y no pueden deducirse que tuviera conexión alguna
en mi mente entre la Mesopotamia y los Númenóreanos.
nazg:
la palabra por «anillo» en la Lengua Negra. Se la concibió para que se
diferenciara tanto como fuera posible, en tanto vocablo, en estilo y contenido
fonético de las palabras con la misma significación en élfico o en cualquier
otra lengua real que resulte muy familiar: inglés, latín, griego, etcétera.
Aunque se dan verdaderas coincidencias (de forma + significación) en las lenguas
reales que no tienen relación entre sí, y es posible construir lenguas imaginarias
a partir de un número limitado de componentes sonoros evitando tales semejanzas
(si uno lo intenta; yo no), sigue siendo notable que nasc es la palabra
por «anillo» en gaélico (en irlandés; en escocés se escribe habitualmente
nasg). También se adecua en sentido, pues también significa, y es probable
que originalmente significara, un eslabón, y puede emplearse para «obligación».
No obstante, sólo cobré conciencia, o volví a cobrarla, de su existencia recientemente
buscando algo en un diccionario gaélico. No tengo la menor preferencia por
el gaélico, desde el irlandés antiguo en adelante, como lengua; pero, por
supuesto, tiene gran interés histórico y filológico, y lo he estudiado en
varias ocasiones. (Lamentablemente, con muy escasos resultados.) Es, pues,
probable que nazg derive de él, y este breve, duro y claro vocablo,
destacándose de lo que me parece a mí (un extranjero renuente) una lengua
blanda, quedara olvidado en algún rincón de mi memoria lingüística.
El nombre
más importante en relación con esto es Eärendil. Este nombre deriva
de hecho (como es evidente) del a.s. éarendel. Cuando por primera vez
estudié el a.s. profesionalmente (1913-) -lo había hecho como hobby juvenil
cuando supuestamente debía estar aprendiendo griego y latín-, me sorprendió
la gran belleza de esta palabra (o nombre), por entero coherente con el estilo
normal del a.s., pero eufónica en grado considerable en esa lengua agradable,
pero no «deleitable». Su forma sugiere además fuertemente que en su origen
fue un nombre propio y no un nombre común. Esto queda reforzado por las formas
evidentemente relacionadas en otras lenguas germánicas; a partir de las cuales,
entre las confusiones y deterioros de tradiciones posteriores, cuando menos
parece cierto que pertenecía a un mito astronómico y era el nombre de una
estrella o de un conjunto de estrellas. A mí me parece que los empleos
[216]
a.s. indican claramente que se trataba de una estrella
que presagiaba el alba (de cualquier modo, según la tradición inglesa): es
lo que ahora llamamos Venus, la estrella de la mañana tal como puede
vérsela brillando intensamente al alba, antes de la salida del Sol. Así es,
de cualquier modo, como yo lo interpreté. Antes de 1914 escribí un «poema»
sobre Éarendel, que lanzaba su barca como una chispa brillante desde los puertos
del Sol. Lo adopté en mi mitología, en la que se convirtió en una figura principal
como marino, y fue finalmente una estrella-heraldo y un signo de esperanza
para los hombres. Aiya Eärendil, Elenion Ancalima (II, 457), «salve
Earendel, la más brillante de las Estrellas», deriva remotamente de Éala
Earendel engla beorhtast. Pero el nombre no podía adoptarse sin más: tenía
que acomodarse a la situación lingüística élfica, al mismo tiempo que se creaba
en la leyenda un lugar para su persona. De esto, muy remotamente en la historia
del «élfico», que estaba empezando, después de muchos intentos durante la
adolescencia, a adquirir forma definitiva en la época de la adopción del nombre,
surgieron por fin (a) la raíz de la l.c. *AYAR, «Mar»,
[217]
aplicada fundamentalmente al Gran Mar que se extendía entre
la Tierra Media y Aman, el Reino Bendecido de los Valar; y (b) el elemento
o base verbal (N)DIL, «amar, ser devoto de», que describe la actitud hacia
una persona, cosa, curso u ocupación a la que uno se consagra por ella misma.
[218]
Eárendil se convirtió en un persona] e de las primeras
leyendas fundamentales que se escribieron (1916-1917): La Caída de Gondolin,
el más grande de los Pereldar, los «Medio Elfos», hijo de Tuor perteneciente
a la más renombrada Casa de los Edain, e Idril, hija del Rey de Gondolin.
Tuor había recibido la visita de Ulmo, uno de los grandes Valar,
el señor de los mares y de las aguas, que lo envió a Gondolin. La visita
había puesto en el corazón de Tuor una nostalgia insaciable por el mar, de
ahí la elección del nombre de su hijo, a quien le fue transmitida esa nostalgia.
Para la vinculación de esta leyenda con otras importantes: la hechura de las
Silmarils por Fëanor, su robo por Morgoth, la recuperación de una de ellas
de su corona por Beren y Lúthien, y su posesión por Eárendil,
de modo que sus viajes hacia el oeste fueron por fin afortunados, véase I,
268-270 y 324-327. (El intento de Eärendil de cruzar Eär contradecía
la prohibición de los Valar de que todos los Hombres pusieran pie en Aman,
y la posterior prohibición de que los Elfos Exiliados, seguidores del
rebelde Fëanor, volvieran allí, a la que se refiere el lamento de Galadriel.
Los Valar escucharon el ruego de Eärendil por los Elfos y los Hombres
(ambos sus parientes) y enviaron un gran ejército en su ayuda. Morgoth fue
vencido y expulsado del Mundo (el universo físico). A los Exiliados se les
permitió volver, salvo unos pocos de los principales actores en la rebelión,
de los cuales en tiempos del El S. de los A. sólo quedaba Galadriel.
[219]
Pero a Eärendil, en parte descendiente de Hombres,
no se le permitió poner pie en la Tierra otra vez, y se convirtió en una Estrella
que brillaba con la luz de la Silmaril, que contenía el último resto de la
luz inmaculada del Paraíso, dada por los Dos Árboles, antes de que fueran
mancillados y matados por Morgoth. Estas leyendas deliberadamente se mencionan
en el Vol. I como las principales del marco de El S. de los A., que
tratan de las relaciones de los Elfos y los Hombres con los Valar (los Guardianes
angélicos) y, por tanto, los principales vínculos retrospectivos si (como
entonces se esperaba) el Silmarillion se publicaba.
Cuento
estas cosas en la esperanza de que puedan interesarle y al mismo tiempo revelar
cuan íntimamente vinculada está la invención lingüística con el desarrollo
y la construcción de las leyendas. Y también quizá convencerlo de que buscar
palabras y nombres más o menos parecidos no es, en realidad, muy útil, ni
siquiera como fuente de sonidos, y en absoluto como explicación de significaciones
internas. Los préstamos, cuando se dan (no muy a menudo), corresponden exclusivamente
a los sonidos, que se integran entonces en una nueva construcción;
y sólo en un caso, Eärendil, la referencia a su fuente arrojará alguna
luz sobre las leyendas o su «significado»; y aun en este caso la luz es escasa.
El empleo de éarendel en el simbolismo cristiano a.s. como el heraldo
de la salida del verdadero Sol en Cristo, me es del todo ajeno. La Caída del
Hombre se da en el pasado y fuera de escena; la Redención del Hombre está
en el futuro distante. Nos encontramos en una época en la que los sabios saben
de la existencia del Único Dios, Eru, pero no es asequible salvo por la mediación
de los Valar, aunque todavía se Lo recuerda (tácitamente) en la oración
de los hombres de ascendencia númenóreana.
7) Aclaraciones sobre el origen de los nombres
de Gondor y Gamgee o Gamyi
4-5 de junio de 1971
Tayar había preguntado
por el uso del nombre «Gamgee» en El Señor
de los Anillos y si el
nombre «Gondor» había sido sugerido por Gondar, de Etiopía.
Respecto
de la cuestión Gondar/ Gondor, toca usted un asunto espinoso, pero
de gran interés: la naturaleza del proceso de la «invención lingüística» (con
inclusión de la nomenclatura) en general, y en El Señor de los Anillos
en particular. Llevaría demasiado tiempo exponerlo; exige un largo ensayo
que a menudo tengo en mente, pero que probablemente nunca escribiré. En lo
que a Gondor respecta, los hechos (de los que tengo conciencia) son
éstos: 1) No recuerdo haber oído nunca el nombre Gondar (de Etiopía)
antes de recibir su carta; 2) Gondor es a) un nombre que se
adecua al estilo y a la fonética del sindarin, y b) tiene el sentido
de «Tierra de Piedra».
[220]
Fuera de la ficción histórica interna, el nombre fue un
muy temprano elemento de la invención de la entera historia. Además, en la
construcción lingüística del cuento,
[221]
que es exacta y detallada, Gondor y Gondar serían
dos palabras/nombres distintos, y la última no tendría significación precisa.
No obstante, nuestra mente, por supuesto, acumula el «abono» de los recuerdos
(sumergidos) de los nombres, y éstos en ocasiones suben a la superficie y
procuran una modificación de las bases de los nombres «inventados». Dado el
lugar destacado que tuvo Etiopía en la guerra italiana, Gondar pudo
haber sido uno de esos elementos. Pero no más que, digamos, Gondwana-land
[Tierra Gondwana] (esa rara ocasión en la que la geología se aventura
en la poesía). En este caso puedo, en realidad, recordar la razón por la que
el elemento *gon(o), *gond(o) fue elegido para la raíz de las palabras
que significan piedra cuando empecé a inventar las lenguas «élficas». Cuando
tenía unos 8 años, leí en un librito (pretendidamente para los jóvenes) que
nada se sabe de las lenguas de los pueblos primitivos (antes de los invasores
celtas o germánicos), salvo quizás ond = «piedra» (+ otra ahora olvidada).
No tengo idea cómo esa forma pudo aún imaginarse, pero ond me pareció
adecuada para su significado. (El prefijo g- fue muy posterior, después de
la invención de la historia de la relación entre el sindarin y el quenya,
en la que el primitivo principio g- se perdió en q.: la forma q. de la
palabra siguió siendo ondo.) ....
Gamgee
es una cuestión muy diferente. En mi juventud, gamgee
era la palabra que usábamos para lo que se llama/se llamaba más generalmente
«cotton-wool» [algodón en rama].... Recientemente, en el volumen dedicado
a Gloucestershire (vol. III) de la English Place Names Society, me topé con
formas que plausiblemente podrían explicar el curioso Gamgee como variante
del no infrecuente apellido Gamage (Gammage, Gammidge). Este nombre
deriva en última instancia del apellido de Gamaches .... pero los primeros
registros de las formas de este nombre en Inglaterra, Gamages, de Gamagis,
de Gemegis, bien podrían tener la variante Gamagi > Gamgee.
Su referencia
a Samson Gamgee es, pues, muy interesante. Como que se lo menciona
en un libro sobre la judería de Birmingham, me pregunto si esta familia no
sería también judía. En ese caso, el origen del nombre podría ser muy diferente.
No es que un nombre de forma francesa o afrancesada sea imposible para un
apellido judío, en especial si está establecido en Inglaterra desde antigua
data. Asociamos ahora los nombres judíos en amplia medida con el alemán y
con el yidish coloquial, que es de origen predominantemente alemán.
[222]
Pero la lingua franca de la judería medieval era (me lo
ha dicho Cecil Roth, un amigo mío) de carácter francés o francés-provenzal.
8) Una de las últimas cartas de Tolkien en donde
contesta una serie de preguntas relacionadas con las lenguas y los nombres.
Contestación a las
siguientes preguntas: (1) ¿Significa «Habla, amigo, y entra» (la inscripción
sobre las puertas de Moria) «Habla como amigo», es decir, de una manera amistosa?
(2) Ninguno de los Reyes de Gondor y Amor tiene un nombre que termine en vocal,
como es corriente en los nombres quenyas. ¿Es el propósito de esto hacerlos
menos extraños en un contexto sindarin, mientras que los descendientes de
Castamir, que probablemente consideraban a los últimos reyes de casta mezclada,
afirmaban su pura sangre con «agresivos nombres quenyas»? (3) Sólo Hombres,
no Elfos, parecen utilizar en la Tierra Media el quenya para los nombres.
Elendil y su espada Narsil son quenyas; Gil-galad y su lanza Aiglos son sindarin,
aunque era el Rey de los Altos Elfos. ¿Se relaciona esto con la ausencia de
pompa artificial entre los Elfos? (4) ¿Corresponde tyelpe (el nombre de
la letra ty) a
celeh, plata? 5) ¿Podría
querer decir Aragorn «rey-del-árbol» (suavizándose *gorn en om en Celeborn, etcétera),
y Arathorn posiblemente «rey-de-los-dos-árboles» con referencia a los Dos
Árboles?
17 de
diciembre de 1972 Merton College,
Oxford
Querido
Richard:
Perdóname
por no contestar antes tu interesante carta (del 14 de agosto) .... Como probablemente
lo sabes, soy un hombre viejo y más lento en el trabajo de lo que solía ser;
pero todavía me abruman múltiples tareas que constantemente interrumpen mis
esfuerzos por publicar al menos parte de mis otras leyendas. Además, durante
los últimos 3 meses a menudo no me he encontrado bien.
Todas
tus preguntas son interesantes, pero me temo que responderlas satisfactoriamente
requeriría en muchos casos referencias a cuestiones lingüísticas y legendarias
demasiado extensas para tratarlas en una carta.
1. pedo
mellon. No sé por qué no te satisface la interpretación del propio G[andalf],
I, pág. 426, Di «amigo», es decir, pronuncia la palabra «amigo». ¿Porque
hace que G. parezca más bien torpe? Pero él mismo admite que lo era, y explica
por qué: de modo adecuado para los que advierten la carga de responsabilidad,
prisa y miedo que pesaba sobre él.
2. Los nombres q[uenyasj de los Reyes, etcétera.
La gente culta de Gondor conocía el q. al menos tan
bien como se conoce aun hoy el latín en la Europa Occidental. Su empleo era
honorífico y no había motivo para adoptar los nombres q. al sindarin. Y ninguno
de los nombres q. que figuran en las listas (Apéndices, III, 15-17) están
adaptados: todos están en forma totalmente adecuada al quenya. El q.
permitía, más aún, favorecía, las «dentales» n, /, r, s, t como
consonantes finales: ninguna otra consonante final aparece en las listas q.
Angamaitë, «Mano-de-Hierro», y Sangahyando, «Perforador-de-Multitudes»
[223]
eran nombres en buen q., pero no más que otros, y no había
necesidad de afirmar su ascendencia real, pues estaba clara. Posiblemente
eran «agresivos» por cuanto eran nombres personales de guerrero (o sobrenombres),
mientras que los demás (pocos) nombres guerreros q., como Rómendacil, eran
«políticos»: asumido por un rey en celebración de una victoria sobre un enemigo
público.
3. Alto-élfico
y sindarin. La mezcla puede parecemos curiosa, pero estaba del todo de
acuerdo con la historia de la Primera y la Segunda Edades, a la que se alude
brevemente en Apéndices, 8-12. También Apéndices, 89. En la época del S. de
los A. (véase III, 132) el quenya había sido una [lengua] «muerta» (no heredada
en la infancia, sino aprendida) durante siglos (en concreto, unos 6.000 años).
Los «Altos Elfos» o Noldor exiliados, por razones que la leyenda de su rebelión
y exilio de Valinor explican, habían adoptado inmediatamente en sindarin y
aun traducido a esa lengua sus nombres q. o los adaptaron. Galadriel, aunque
de forma lo bastante hermosa y noble, no era más un nombre q. que Gil-galad,
que contiene la palabra s. galad; y Celeborn es una traducción
del nombre original Telporno; aunque se decía que era pariente del
Rey Elu Thingol, sólo lo era de manera lejana, pues también él venía de Valinor.
Es posible observar que a finales de la Tercera Edad, había probablemente
más gente (Hombres) que sabían el q. o hablaban el s. que Elfos que hacían
una cosa o la otra. Aunque menguante, la población de Minas Tirith y sus feudos
debió de haber sido mucho más grande que la de Lindon, Rivendel y Lorien.
[224]
En Gondor la lengua empleada, en general, era el «oestron»,
que estaba aproximadamente tan mezclado como el inglés moderno, aunque básicamente
derivado de la leng. nativa de los Númenóreanos; pero el sindarin era una
lengua culta adquirida y empleada por los de ascendencia más puramente n[úmenóreana],
sobre todo en Minas Tirith, si deseaban mostrarse cultos (como en el
grito Ernil i Pheriannath, III, 40, cf. 306, y maese Ferian, 208).
Narsil es un nombre compuesto de 2 raíces básicas sin variaciones ni
agregados: √NAR, «fuego», y √THIL, «luz blanca».
Se simbolizan así las principales luces celestiales, como enemigas de la oscuridad,
el Sol (Anar) y la Luna (en q.) Isil.
[225]
Andúril significa Llama del Oeste (como región),
no del Crepúsculo.
4. Tienes razón, por supuesto, al ver que la palabra
para «plata» apunta a un orig. *kyelepë: q. tyelpe (con síncopa
regular de la segunda e); s. celeb, y telerin telepi (en
telerin la síncopa de la segunda vocal es una secuencia de 2 vocales cortas
de la misma calidad no era regular, sino que se daba en palabras largas, como
Telperion). Aunque tyelpe permaneció en q., telpe (con
la síncopa q.) se volvió la forma más corriente entre los Elfos de Valinor,
pues los Teleri hallaron en sus tierras, al norte de los Noldor, gran riqueza
en plata y se convirtieron en quienes mejor la trabajaron entre los Eldar.
5. Aragorn,
etcétera. Éste no puede contener una palabra referida a «árbol» (véase
nota).
[226]
«Rey-Árbol» no tendría adecuación especial para él, y había
sido ya usado por un antepasado. Los nombres del tipo de Arthedain son peculiares
de diversa manera, y varios, aunque de forma s., no son fácilmente interpretables.
Pero para explicarlos tendría que haber más documentos históricos y lingüísticos
del s. de los que existen (es decir, de los que he encontrado tiempo o necesidad
de inventar) para explicarlos. El sistema por el que todos los nombres, desde
Malvegil en adelante, son trisílabos, con sólo un elemento «significativo»
[227]
(se utilizó ara donde el elemento final era de una
sílaba, y ar en otros casos), es característico de este tipo de nombres.
El ara prob. deriva de los casos en que aran, «rey», perdió
su n fonéticamente (como Arathorn), utilizándose ara- en
otros casos.
No me
he molestado en explicar la suavización s. en los Apéndices, que estaban ya
sobrecargados, porque me temo que habrían sido saltados o hallados ininteligibles
y aburridos por prácticamente todos los lectores, pues ésa es la actitud normal
de los ingleses hacia el galés. (Las suavizaciones o «mutaciones» del s. fueron
deliberadamente inventadas para parecerse a las del g[alés] en origen fonético
y utilización gramatical;
[228]
pero no son las mismas en o[rigen] f[onético] ni
en u[tilización] g[ramatical].) Así, ost-giliath, «fortaleza de las
estrellas», en el que el segundo nombre funciona como un genitivo sin flexión,
no muestra mutación alguna. Cf. ennyn Durin. En s.
esta ausencia de mutación se mantiene a) en los compuestos y b) cuando un
nombre es virtualmente un adjetivo, como en Gil-galad, Estrella (de)
brillo. En s. la g inicial se mantenía en una palabra compuesta cuando se
producía un contacto n + g. Así, born, «caliente, rojo», + gil
da borñgil; morn, «negro», + dor da morñdor; el grupo
triconsonántico queda reducido luego a rg, rd. t > þ (th) es la
mutación nasal, y así aparece después del artículo plural en thîw, i Pheriannath.
palan-tîriel debería ser fonéticamente > -thíriel, participio
pasado «habiendo visto a lo lejos»; pero gramaticalmente antes de formas verbales
concretas, la mutación suave sólo se utilizó en el s. posterior para evitar
la confusión con otras raíces verbales, y la mut. suave de m > ŭ
> u se utilizó también con frecuencia por la misma razón. Palantir
es q. < palantïrä con la raíz continuativa de TIR, «observar,
contemplar, etcétera», tiro es s., pero una errata de imprenta por
tiro imperativo (de todas las personas) en s. (He añadido apéndices
con abundantes notas a los versos élficos en s. a los que puso música Donald
Swann en El camino sigue para siempre. Entre ellas se incluye una nota
sobre ath.)
ath:
Aunque podría ser una forma s. del q. atta, «2», no está de hecho
relacionada, ni es signo de una dualidad. Era un sufijo colectivo o grupal,
y los nombres así formados [eran] originalmente singulares. Pero se trataron
posteriormente como p[lurale]s, especialmente cuando se aplicaban a gente(s).
[229]
Los duales s. de los nombres y los pronombres pronto se
hicieron anticuados, salvo en las obras escritas. Un caso se da en Orgaladad,
«Día de los Dos Árboles», pero como estos nombres s. derivaban todos de
nombres quenyas de la semana de 6 días, traídos de Valinor, puede que sea
una consecuencia del intento de imitar los duales q., tales como cirial
^ barcos.
[230]
De cualquier modo, -d se perdió posteriormente,
y así tenemos argonath
[231]
«el grupo de (dos) piedras nobles», en lugar de *argonad.
Orbelain es, por cierto, un caso de traducción «fonológica» (de la que
los Noldor eran perfectamente capaces), pues Valanya (adj.) debe de
provenir de la forma más antigua *Balania, que sería > s. *Belain,
pero en s. no existía forma semejante.
La intrusión
de un sufijo ath enArathorn no es posible. El nombre contiene una forma
abreviada de þorono (thorono), «águila», que se ve en Thoron-dor,
Thorongil: q. þorno / sorno. Ni ser humano ni elfo podía llamarse Rey-de-los-Dos-Árboles
con referencia a los Dos Árboles de Valinor. Habían sido hechos por los Valar
y eran de su propiedad, pero ambos habían perecido en el Oscurecimiento de
Valinor.
Me temo
que no es justo no procurar más material a los lectores con inclinaciones
lingüísticas. Me gustaría hacerlo. Pero aunque pudiera dejar detrás de mí
suficiente material ordenado, a los 81 no tengo tiempo; no si he de producir
más «leyendas».
Bien,
¡ha transcurrido largo tiempo desde el 14 de agosto! Y sólo he podido componer
esto a intervalos. Pero espero que te llegue como una especie de regalo de
Navidad, aunque puede, ¡ay!, que como tal no sea del todo (o en absoluto)
lo que querías.
Mis mejores
deseos para Yule.
J.R.R.
Tolkien.
Como
ejemplo de lo difícil que es mantener los libros correctamente -los míos y
el índice están llenos de errores-: tú firmas Jeffery, pero en la Lista
de los Residentes [de la Universidad] está escrito Jeffrey. A mí casi
siempre (no por ti) se me escribe Tolkein: no sé por qué, pues lo pronuncio
siempre -keen.
[232]
Me temo
que esto resulta en gran parte ilegible, y aunque de largo aliento y complicado,
deja mucho por explicar. Y no todas las palabras o los nombres pueden «explicarse»:
es decir, se refieren por lo general a formas más antiguas de significación
conocida. En las lenguas vivas (¡con inclusión de las élficas!) podrían inventarse
nuevas palabras sin origen preciso o constituirse a partir de elementos existentes
en compuestos que no siguieran hábitos fonéticos más antiguos. Y en esos casos
la «eufonía» (o lo que puede resultar «eufónico» para una lengua y un pueblo
en un momento dado) desempeñará entonces un papel. También debe recordarse
que un autor ha inventado un vasto número de nombres durante un largo
período, y aunque conocía bastante bien los «estilos» de las supuestas lenguas,
en un período temprano de su trabajo, la historia fonética no estaba con tanta
precisión en su mente como lo está ahora.
Por ejemplo,
tenemos Arnor y Gondor, que retuvo porque deseaba evitar Ardor.
Pero ahora sólo puede explicarse (aunque de modo razonable) después de
la invención como la consecuencia de la mezcla del q. arnanóre / arnanor
con el s. arn(a)dor > ardor. El nombre dado, en cualquier caso,
significaba «tierra real», como el reino de Elendil y, por tanto, con
prioridad por sobre el reino austral.
LA
ODISEA DEL SILMARILLION
El Silmarillion no fue publicado
hasta después de la muerte de su creador y a pesar de que sus partes más importantes
fueron escritas antes de El Hobbit, Tolkien se enfrentó a una larga serie
de sucesos por los cuales no pudo publicarlo en vida. Trataremos de reunir
aquí las cartas que explican el derrotero de la obra.
1) los primeros escritos
26 de noviembre de 1915
Después de graduarse en Oxford con Honores
de Primera Clase en Inglés, Tolkien fue designado fusilero de Lancashire.
Esta carta se escribió en el campamento de Rugeley, en Staffordshire, donde
estaba entrenándose. Entretanto estaba trabajando en un poema, «Kortirion
among the Trees», sugerido por Warwick, lugar donde estaba viviendo Edith
Bratt. El poema describe una «ciudad evanescente sobre una pequeña colina»,
donde «se demoran todavía las Compañías Solitarias .... Las sagradas hadas
y los elfos inmortales»
“(...)He escrito una copia a lápiz de «Kortirion». Espero que no
tengas inconveniente en que la envíe al T.C.B.S. Quiero enviarles algo: les
debo a todos ellos largas cartas. Empezaré una cuidadosa copia en tinta para
ti, pequeña, ahora mismo, y te la enviaré mañana por la noche, pues no creo
que obtenga más de una copia dactilografiada (es tan largo). No, volviéndolo
a pensar, te enviaré a ti la copia a lápiz (que es muy prolija) y haré esperar
al T.C.B.S. hasta que pueda hacer otra...”.
2) El primero de una serie
de rechazos
Tolkien comió con
Unwin en Londres el 15 de noviembre, y le habló de varias de sus obras cuyo
manuscrito ya existía: la serie Father Christmas Letters, cartas que había dirigido a sus hijos cada
Navidad desde 1920; varios cuentos cortos y poemas, y El Silmarillion. Después
de esta reunión envió a Allen & Unwin los «Quenta Silmarillion», una formulación
en prosa de este último libro, junto con el largo poema inconcluso «The Gest
of Beren and Lúthien». Le fueron mostrados a uno de los lectores externos
de la empresa, Edward Crankshaw, que presentó un informe desfavorable sobre
el poema, pero alabó la narración en prosa por su «brevedad y dignidad», aunque
dijo que no le gustaban sus «enceguecedores nombres célticos». Su informe
continuaba: «Tiene algo de la enloquecida belleza de ojos brillantes que deja
perplejos a todos los anglosajones delante del arte céltico». Estos comentarios
le fueron pasados a Tolkien.
16 de
diciembre de 1937 20 Northmoor
Road, Oxford
Estimado
señor Unwin:
“(...)Lo
que más me alegra es que el Silmarillion no haya sido rechazado con desprecio.
He tenido cierta sensación de miedo y congoja del todo ridícula, pues excluyo
todos estos disparates privados y amados; y creo que si a usted le hubieran
parecido igualmente disparatados, me habría sentido realmente aplastado. No
me preocupan los versos que, a pesar de ciertos pasajes virtuosos, tienen
graves defectos, pues son para mí sólo material en bruto. Pero, por cierto,
¡ahora tengo esperanzas de poder, o poder permitirme, publicar el Silmarillion!
El comentario de su lector me procura deleite. Lamento que los nombres le
dañen la vista; personalmente creo (y en esto me parece que soy un buen juez)
que son buenos y contribuyen en gran parte al efecto general. Son coherentes
y consistentes y formados de acuerdo con dos fórmulas lingüísticas relacionadas,
de modo que logran una realidad no del todo alcanzada por otros inventores
de nombres (Swift o Dunsany, por ejemplo). ¡No es preciso observar que no
son celtas! Tampoco lo son los cuentos. Conozco por cierto las obras célticas
(muchas de ellas en las lenguas originales irlandés o galés), y siento por
ellas un cierto disgusto: en gran parte por su fundamental sinrazón. Tienen
intenso colorido, pero son como una ventana de cristales de colores rota y
rehecha sin seguir diseño alguno. De hecho, son «enloquecidas», como dice
su lector, pero no creo que yo lo sea. Sin embargo, le agradezco mucho sus
palabras y me satisface particularmente que el estilo sea adecuado a su propósito
al punto de olvidar aun el asunto de la nomenclatura.
No creí
que nada del material que le dejé serviría. Pero quería saber si parte de
él tenía algún valor exterior extrapersonal. Creo que es evidente que es necesaria
una continuación o un sucesor de El Hobbit, completamente diferente de éste.
Prometo conceder al asunto meditación y atención. Pero estoy seguro de que
me comprenderá cuando digo que la construcción de una mitología elaborada
y coherente (y de dos lenguas) es más bien lo que ocupa mi mente, y que llevo
las Silmarils en el corazón. De modo que Dios sabe qué ocurrirá...”
3) El estado de la elaboración
del Silmarillion hacia finales de la década de 1940
La señora Farrer,
según parece, había expresado el deseo de leer El Silmarillion
y otros manuscritos afines.
15 de
junio [no se menciona el año; probablemente 1948] Merton College, Oxford
Estimada
señora Farrer:
Lamento
haber tardado tanto en responderle, porque eso puede haberme hecho aparecer
como desagradecido, cuando en realidad su amable carta me conmovió verdaderamente,
y también me entusiasmó. Porque aunque he trabajado (¡en los pequeños huecos
que pude abrirme en el tiempo!) en estas cosas desde 1914 poco más o menos,
nunca encontré a nadie, salvo C.S.L. y mi Christopher, que quisiera leerlas;
y nadie quiere publicarlas. Desde que escribió usted he dedicado el tiempo
de que podía disponer seleccionando de esta masa de material inconcluso las
partes más o menos terminadas y leíbles (quiero decir legibles). Puede que
encuentre la «compendiosa historia» o el Silmarillion tolerable, aunque
sólo está revisada a medias.
Los cuentos
largos de los que fue extraída (por «Pengolod»)
[233]
están incompletos o no han sido actualizados.
La Caída
de Gondolin
La Balada
de Beren y Lúthien (en verso)
Los Hijos
de Húrin
Estoy
desolado (por mí mismo) al no poder encontrar los «Anillos del Poder», que
junto con la «Caída de Númenor», es el eslabón entre el Silmarillion y
el mundo de los Hobbits. Pero lo esencial se incluye en el C. II de El
Señor de los Anillos. Ese libro, por supuesto, sería más fácil de escribir
si el Silmarillion se publicara primero.
En algún
momento del día le enviaré algunos manuscritos únicos. Le agradezco
que me recuerde en sus oraciones.
Suyo
sinceramente,
Ronald
Tolkien.
4) Se abre la posibilidad de
publicación con otra Editorial
5 de febrero de 1950
Aproximadamente por
el tiempo en que estaba terminando El Señor de los Anillos, a Tolkien le fue presentado Milton Waldman,
miembro directivo de la editorial londinense Collins. Waldman expresó gran
interés en el nuevo libro, y también en El Silmarillion,
que Tolkien esperaba publicar
junto con El Señor de los Anillos. Como Allen & Unwin no habían aceptado El Silmarillion cuando
Tolkien se los ofreció en 1937, pensó en la posibilidad de cambiar de editorial;
por tanto, mostró a Waldman las partes de El Silmarillion de
las que había buenas copias. Waldman dijo que le gustaría publicarlo si Tolkien
lo terminaba. Éste le enseñó luego El Señor de los Anillos. Waldman volvió a mostrarse entusiasta, y
se ofreció a publicarlo, a no ser que Tolkien «estuviera comprometido con
Allen & Unwin moral o legalmente». La respuesta que Tolkien le dio no
puede ser rastreada, pero lo que sigue forma parte de su borrador.
Siento
que se me hayan pasado los días desde que recibí su nota .... Tan pronto como
lo hube inundado con el manuscrito [de El Señor de los Anillos], lo
lamenté: abrumar sus vacaciones con un trabajo que sólo el egoísmo de un autor
podría haber infligido en semejante momento. Y al examinar mi conciencia,
tuve que confesar que -como quien ha trabajado solo en un rincón y ha recibido
únicamente la crítica de unos pocos amigos de mentalidad afín- fui en gran
parte estimulado por el deseo de escuchar de una mente desprevenida si mi
obra tenía un valor más amplio o era sólo el resultado de un infructífero
hobby privado. De cualquier modo, no creo de hecho que lo haya abrumado con
el peso de falsas pretensiones .... Por mi parte, me parece que no tengo obligaciones
legales puras con Allen & Unwin, pues la cláusula que figura en
el contrato de la publicación de El Hobbit, según la cual yo debía
ofrecer mi próximo libro, parece haber quedado satisfecha a) ya por el rechazo
de El Silmarillion o b) por la aceptación final y la publicación de
Egidio, el granjero. Me gustaría (como seguramente usted lo nota) abandonarlos,
pues los he hallado diversamente insatisfactorios. Pero tengo relaciones personales
amistosas con Stanley (quien, sin embargo, no me gusta mucho) y con su segundo
hijo, Rayner (quien sí me gusta). Se ha dado siempre por supuesto que estoy
escribiendo una continuación de El Hobbit. Rayner ha leído la mayor
parte de El Señor de los Anillos y le ha gustado; cuando niño leyó
el manuscrito de El Hobbit. Hace ya mucho que sir Stanley ha cobrado
conciencia de que El Señor de los Anillos ha superado su cometido,
y no está satisfecho, pues no ve en él dinero para nadie (así lo dijo al menos);
pero, de cualquier modo, está ansioso por ver el resultado final. Si esto
constituye un compromiso moral, entonces lo tengo: cuando menos para explicar
la situación. ¿Dije algo de todo esto en mi carta del 13 de diciembre? Por
cierto que tenía intención de hacerlo. Sin embargo, trataré de librarme, o
al menos al Silmarillion y toda su parentela, de las redes dilatorias
de A. y U., si puedo... de la manera más amistosa.
5) En las dos Cartas que siguen
se pone en evidencia la importancia del Silmarillion en toda la obra de Tolkien,
y en especial en el Señor de los Anillos, visto este último como una continuación
del primero y no del Hobbit. Por lo anterior, Tolkien plantea la necesidad
de la publicación de ambas obras juntas.
Allen & Unwin
le habían transmitido a Tolkien la consulta de un lector, quien quería saber
si aquél había escrito una «Authentic History of Faery».
24 de
febrero de 1950 3 Merton
College, Oxford
Estimado
Unwin:
Soy,
me temo, una persona sumamente insatisfactoria. Estoy actualmente «de licencia»
y de continuo ausente; aunque el esfuerzo por atender el montón de deudas
literarias y «adquiridas», que mi licencia prometía facilitar, ha resultado
demasiado para mí, especialmente por cuanto vengo padeciendo de la garganta
y a menudo no me he sentido bien.
Pero, de cualquier modo, hace ya mucho que debía haber respondido a su consulta, que me fue entregada por el señor Selby. Aunque fechada el 31 de enero, en realidad me fue dirigida el 31 de diciembre.
No imagino
y no he descubierto a qué se refería el señor Selby. Por supuesto, no he escrito
una «Authentic History of Faery» (y, en todo caso, no hubiera elegido semejante
título); tampoco he sido causa de ninguna profecía o rumor de que semejante
obra se pondría en circulación. Debo suponer que el señor Selby me asocia
con lo «feérico», y ha atribuido mi nombre a la obra de algún otro autor.
Parece poco probable que haya asistido a alguna charla literaria (de la que,
en cualquier caso, no tengo ningún conocimiento) en la que alguien se haya
referido a mi Silmarillion (hace ya mucho rechazada y archivada). El
título no es particularmente adecuado, y la obra ha sido leída en su forma
manuscrita sólo por unas cinco personas, contando a dos de mis hijos y su
lector.
Eso,
sin embargo, me traslada a un tema más importante (para mí al menos). En una
de sus cartas más recientes expresó usted que sigue todavía con el deseo de
ver el manuscrito de mi obra propuesta, El Señor de los Anillos, de
la que originalmente se esperaba que fuera una continuación de El Hobbit.
Hace dieciocho meses ahora que vengo esperando el día en que pueda considerarla
terminada. Pero esta meta fue alcanzada sólo después de Navidad. Está terminada,
si bien en parte no cabalmente revisada, y, supongo, en un estado que un lector
podría leer, si no se agota sólo con verla.
Como
la cantidad estimada para obtener en el barrio una copia dactilografiada era
de £100 (cifra que no me sobra), tuve que hacerlo casi todo yo mismo. Y ahora
que la miro, la magnitud del desastre me es evidente. La obra se ha escapado
de mi control y he producido un monstruo: una novela inmensamente larga, compleja,
más bien amarga y muy aterradora, del todo inadecuada para niños (si es adecuada
para alguien); y no es en realidad una continuación de El Hobbit, sino
de El Silmarillion. Calculo que contiene, aun sin incluir ciertas adiciones
necesarias, unas 600.000 palabras. Un dactilógrafo calculó que la cifra era
aún mayor. Puedo ver con toda claridad la medida en que todo esto resulta
impracticable. Pero estoy cansado. Me lo he quitado del pecho y no siento
que pueda hacer más al respecto, fuera de alguna revisión de las inexactitudes.
Peor aún: siento que está vinculada con el Silmarillion.
Puede
que recuerde esa obra, un largo cuerpo legendario de tiempos imaginarios en
«estilo elevado» y lleno de Elfos (de cierta especie). Fue rechazada por consejo
de su lector hace ya muchos años. En la medida en que lo recuerdo, le concedió
una especie de belleza céltica intolerable para los anglosajones en grandes
dosis. Probablemente estaba del todo en lo cierto y era justo. Y usted comentó
que era una obra para beber de ella, más que para publicar.
Desdichadamente,
yo no soy un anglosajón, y aunque archivado (hasta hace un año), el Silmarillion
y todo lo que se rehusó a ser eliminado se ha desbordado, se ha infiltrado
y probablemente ha estropeado todo (aun esa obra sobre lo «feérico» a la que
hay una remota referencia) lo que he intentado escribir desde entonces. Lo
he mantenido apartado, no sin esfuerzo, de Egidio, el granjero, pero
ha impedido su continuación. Su sombra era profunda en las últimas partes
de El Hobbit. Tiene atrapado El Señor de los Anillos, al punto
de convertirse éste simplemente en su continuación y terminación, y requiere
la lectura del Silmarillion para ser plenamente inteligible, sin un
montón de referencias y explicaciones que se desbordan en uno o dos sitios.
Aunque
me crea ridículo y fatigoso, quiero publicar ambas obras -El Silmarillion
y El Señor de los Anillos- en conjunción o relacionadas. «Quiero»...
sería más atinado decir «me gustaría», pues un paquetito de un millón de palabras
[234]
aproximadamente, de un material desarrollado in extenso
que los anglosajones (o el público angloparlante) sólo pueden soportar con
moderación, no es muy probable que pueda ver la luz, aun cuando el papel fuera
disponible a voluntad.
De cualquier
modo, eso es lo que me gustaría. De lo contrario, lo dejaré estar. No puedo
contemplar una reescritura o una reducción drástica. Por supuesto, siendo
un escritor, me gustaría ver mis obras publicadas; pero allí están. Para mí
lo principal es que siento que todo el asunto ha sido ahora «exorcizado» y
ya no me abruma. Puedo dedicarme ahora a otras cosas, tales como el Little
Kingdom of the Wormings,
[235]
quizás, u otros asuntos e historias de muy distinto carácter.
Lamento
que esta carta sea tan larga y tan llena de mí mismo. No estoy realmente lleno
de la abrumadora petulancia de mis absurdos hobbies privados. Pero
ha sido usted muy paciente: ha esperado durante largos años una continuación
de El Hobbit que se adecuara a una audiencia similar; aunque sé que
es usted consciente de que me vengo descarrilando. Le debo cierta clase de
explicación.
Hágame
saber lo que piensa. Puede disponer de esta montaña de material, si lo desea.
Requerirá un lector que lea realmente por largo tiempo, me temo; aunque pueda
decidirse con sólo una muestra. Pero no me ofenderé (ni siquiera me sorprenderé
demasiado) si declina una propuesta tan evidentemente poco provechosa, y me
pide que me apresure y presente otros libros más razonables tan pronto como
pueda.
Unwin respondió el
6 de marzo preguntando si el problema de la longitud combinada de los dos
libros podría resolverse partiéndolos en «tres o cuatro volúmenes hasta cierto
punto autocontinentes». En respuesta a lo que pretende saber Tolkien de Egidio, el granjero, le
informa que de la primera impresión de 5.000 ejemplares, se vendieron 2.000,
y que el libro «todavía no había ido tan bien como lo había esperado», aunque,
seguramente, decía, se seguiría vendiendo.
10 de
marzo de 1950 3 Manor
Road, Oxford
Estimado
Unwin:
Gracias
por su carta del 6 de marzo. Veo en ella su buena voluntad; pero también,
me temo, su opinión de que este montón de material no es realmente en absoluto
asunto de un editor, sino que requiere una dotación. No me sorprende.
Con respecto
a su consulta acerca de la posibilidad de dividirla. Una obra de gran extensión,
por supuesto, puede dividirse artificialmente en partes más manuables: ésa
es la clase de proceso que produjo secciones del gran Oxford Dictionary llamadas
«onomastical - outing» y «simple
to sleep». Pero la totalidad de la Saga de las Tres Joyas y los
Anillos del poder tiene sólo una división natural en dos partes (cada una
de ellas de unas 600.000 palabras): El Silmarillion y las demás leyendas;
y El Señor de los Anillos. La segunda es tan indivisible y unificada
como pude lograrlo.
Por supuesto,
se divide en secciones con fines narrativos (seis), y dos o tres de ellas,
que son de una extensión más o menos igual, podrían encuadernarse separadamente,
pero de ningún modo son autocontinentes.
Me pregunto
ahora (debo confesarlo, aunque como «vendedor» supongo que debería mostrar
algo más de confianza) si mucha gente fuera de mis amigos, no todos los cuales
lo resistieron hasta el final, emprenderían la lectura de algo tan largo,
aun cuando con cierta moderación les gustara esta especie de fantasía. Y más
aún me pregunto si la leerían, para no hablar ya de si la comprarían, de manera
seriada, y si la abundancia, por así decir, no pondría en fuga a los comensales.
Usted debe de saber mucho más de eso que yo.
Me doy
cuenta de las dificultades financieras, y de lo remoto de la posibilidad de
recobrar los costes. No tengo dinero que tirar y no puedo esperar que usted
disponga de él. Por favor, no crea que consideraré que tengo una justa causa
de ofensa si declina acometer empresa semejante sin demasiada vacilación.
Después de todo, lo que usted esperaba era una continuación de El Hobbit,
y esto no puede ser considerado tal cosa en ningún sentido, ni en la atmósfera,
ni en el tono, ni en la audiencia a la que está destinado...”
6)
En esta carta Tolkien muestra el enojo con Stanley Unwin, por ver frustrada
la publicación de el Silmarillion.
El 3 de abril, cuando
Tolkien le había enviado una nota requiriendo una respuesta a su carta del
10 de marzo, Unwin le escribió para decir que le había pedido su opinión a
su hijo Rayner, que estaba ahora estudiando en América, en la Universidad
de Harvard. Adjuntaba los comentarios de Rayner, aunque no habían sido escritos
para que Tolkien los leyera. Rayner Unwin escribía: «El Señor
de los Anillos es una gran
obra en su propio curioso estilo y merece publicarse de algún modo. Yo nunca sentí la falta
de un Silmarillion cuando lo leía .... Con seguridad éste es un caso para
un editor dispuesto a incorporar cualquier material verdaderamente
pertinente de El Silmarillion en
El Señor de los Anillos ....
Si esto no fuera factible, diría que se publicara El Señor
de los Anillos como obra
de prestigio, y, después de un segundo examen, se dejara a un lado El Silmarillion».
14 de
abril de 1950 3 Manor
Road, Oxford
Estimado
Unwin:
Es raro
que se hayan cruzado nuestras cartas. Podría haber esperado un día más, pero
para mí el asunto se está volviendo urgente. Las semanas se han vuelto algo
precioso. Quiero una decisión: sí o no a la propuesta que le hice, y no a
ninguna posibilidad imaginaria.
Sus cartas
[236]
fueron, como siempre, muy amables; aunque me desconcertó
la primera, y que incluyera un extracto de la carta de Rayner. No había sido
escrita, como usted bien lo observa, para que yo la leyera; lo cual la volvió
tanto más interesante para mí (y no me refiero al elogio que contenía). Lo
desconcertante es que parecía inadecuada para que yo la viera (desde su punto
de vista); y me pregunté precisamente por qué me la ha enviado.
Mi presente
conclusión es que está en general de acuerdo con Rayner y pensó que dejarme
ver su consejo era un buen modo de indicarme lo más que podía yo esperar,
pues es un crítico todo lo favorable que puedo pretender. Pero me gustaría
estar seguro.
La patada
está evidentemente en la última oración del extracto (antes de los recuerdos
que me envía): «Si esto no fuera factible, etcétera». Esto es, por cierto,
un modo de revelar su política un tanto crudamente. También muestra una sorprendente
falta de capacidad para entender la situación, o mi carta. Pero no diré más
hasta que tenga noticias de usted ....
[237]
Sinceramente
suyo, J.R.R. Tolkien.
7) En la glosa de la carta que sigue, se indica
la respuesta de Allen & Unwin; allí y claramente se rechaza la publicación
de El Silmarillion. Lo que libera a Tolkien para publicar con Collins.
1 de agosto de 1950
Después del ultimátum de Tolkien, sir Stanley Unwin respondió: «Como exige usted un "sí" o un "no" inmediato, la respuesta es "no"; pero bien podría haber sido sí, con el tiempo suficiente para ver la copia a máquina completa de la obra». La cuestión quedó allí por el momento...”
8) La Editorial Collins demoraba
la publicación de las dos obras y esto puso muy impaciente a Tolkien, quien
envío otro ultimátum a esta editorial diciendo que “O bien Ellos publicaban
de inmediato El Señor de los Anillos, o bien el devolvería el manuscrito a
Allen & Unwin”. La respuesta no se hizo esperar “Temo que nos asusta
la gran extensión de la Obra que, dado el presente costo del papel, implica
una enorme inversión”
[238]
En la Carta que sigue Tolkien
reconoce su error y pide a Rayner Unwin una posibilidad más.
“(...) En junio, Rayner Unwin escribió a Tolkien
para inquirir por su poema «Errantry», que había sido presentado a la atención
de Allen & Unwin; y preguntó también por los avances de la publicación
de El Señor de los Anillos y
El Silmarillion.
22 de
junio de 1952 99 Holywell,
Oxford
Mi estimado
Rayner:
¡Has
sido muy amable al volverme a escribir! Me he comportado mal. Me escribiste
el 19 de noviembre,
[239]
y esa carta está todavía sin respuesta...”
“(...)En
cuanto a El Señor de los Anillos y a El Silmarillion, están donde estaban.
El uno terminado (y el final revisado) y el otro todavía sin terminar (o sin
revisar), y los dos acumulando polvo. Me he encontrado mal con mucha frecuencia
y demasiado abrumado por el trabajo y deprimido para ocuparme de ellos, contemplando
cómo la escasez de papel y los costos crecientes se ponen en mi contra. Pero
más bien he modificado mi punto de vista. ¡Es mejor algo que nada! Aunque
para mí todo constituye una unidad, y el «S. de los Anillos» estaría mejor
como parte del conjunto, de buen grado consideraría la publicación de cualquier
parte de ese material. Los años se están volviendo preciosos. Y el retiro
(no muy lejano), en cuanto pueda yo percibirlo, no me procurará alivio, sino
una pobreza que hará necesario, para ayudarme a vivir, «examinar» y desempeñar
otras tareas semejantes.
Cuando
tenga un momento para cambiar de frente, recopilaré los fragmentos del Silmarillion
en proceso de terminación... o más bien la trama original, que está más
o menos completa, para que puedas leerla. La dificultad consiste, claro, en
que por causa de los gastos de la mecanografía y por no tener tiempo de hacerlo
yo mismo (pasé a máquina casi la totalidad de El Señor de los Anillos),
no dispongo de copias adicionales. Pero ¿y El Señor de los Anillos?
¿Puede hacerse algo para abrir las puertas que yo mismo cerré?...”
En la Carta que sigue, Tolkien parece haber
abandonado la idea de la publicación de El Silmarillion y El Señor de los
Anillos, juntos. Quizá, dado el éxito del Segundo
Lord Halsbury, por
entonces gerente general de la National Research Development Corporation,
escribió para sugerir que El Silmarillion podría publicarse por suscripción, si Allen
& Unwin no estaban dispuestos a hacerlo sobre una base comercial.
10 de
noviembre de 1955 Merton College,
Oxford
Estimado
Lord Halsbury:
Fue usted
muy amable al escribir, y me complace contar con su aprobación e interés.
También le agradezco la sugerencia de conseguir editar por medio de una suscripción.
Sin embargo,
la sorprendente bienvenida que se le dio a El Señor de los Anillos
quizá vuelva innecesario el procedimiento, y ha justificado que la empresa
editora decidiera publicar primero la obra actual; aunque yo quería presentar
el material en «orden cronológico». Por empezar, ¡habría aligerado y apresurado
la narración de la Tercera Edad!
No creo
que nada a lo que se hace referencia en El S. de los A. no exista en
las leyendas escritas antes de que empezara o, cuando menos, no pertenezca
a un período anterior, salvo sólo los «gatos de la Reina Berúthiel». Pero
me temo que todo el material de las Edades Primera y Segunda sea «elevadamente
mítico» o élfico y heroico, y nada hay en él de «hobbitería»: un ingrediente
que parece haber hecho la presente mezcla más digerible en general.
Como
los editores ahora urgen la presentación del Silmarillion &c (que
fue rechazado hace mucho tiempo), tengo la intención, tan pronto como pueda
disponer del tiempo necesario, de poner en orden el material para su publicación.
Aunque estoy más bien cansado y no soy ya lo bastante joven como para saquear
las horas de la noche con el fin de compensar el déficit de las del día ....
Quizá
le interese ver parte de este material [El Silmarillion] antes de que
esté ordenado o revisado, teniendo en cuenta que probablemente sea muy alterado
en el detalle y la presentación, y, por cierto, también en estilo.
Gracias
otra vez por el aliento que me dispensa.
Sinceramente
suyo
J.R.R Tolkien
9) En las dos Cartas que siguen Tolkien, comienza
a trabajar en la remodelación del Silmarillion. Pero múltiples actividades
hacen que la tarea sea larga y dura, con constantes interrupciones; lo que,
parece, desalienta a Tolkien en el cometido
7 de diciembre de 1957
Lord Halsbury (véase N° 174) fue invitado por Tolkien a leer varias partes del manuscrito de El Silmarillion a fines de 1957. En diciembre, Rayner Unwin visitó a Tolkien para comentar ese libro y pedir prestados algunos fragmentos de él; también para darle alguna información de la traducción sueca de El Señor de los Anillos
Tan pronto
como te marchaste, tuve oportunidad de examinar la carta de Halsbury ....
Aunque su comentario y crítica (he recibido ahora otras 14 páginas) me son
de sumo interés, y útiles en algunos aspectos, la carta tiene importancia
sobre todo como indicio de que, aunque pueda resultar sorprendente, el material
del Silmarillion contaría al menos con algún público. Vio lo que te mostré.
Escribió: «Gracias por el privilegio de contemplar esta magnífica mitología.
Nunca leí nada semejante y apenas puedo esperar que se publique. Debe hacerla
publicar mientras las ventas de El Señor de los Anillos están todavía
desarrollándose activamente .... Puedo ver que tiene por delante una lucha
por remodelarla para que adquiera la forma adecuada para su publicación, y
le deseo suerte» ....
Veo ahora
del todo claramente que debo, como prerrequisito indispensable, «remodelarlo»
y hacer copias de todo el material copiable. Pondré manos a la obra tan pronto
como sea posible. Pero creo que la mejor manera de tratar con este material
(en esta etapa, en la que muchas partes de él existen sólo en copia única
irreemplazable) es instalar a un dactilógrafo en mi cuarto de la universidad
y no permitir que nada del material quede fuera de mi alcance en tanto no
se haya multiplicado. Espero que, quizá, tu interés sea entonces suficiente
como para que quieras examinar cuando menos un esbozo del resto...”
9 de diciembre de 1959
Unwin había alentado a Tolkien para que preparara la traducción de Sir Gawain and the Green Knight y Pearl para su publicación.
Mi demora
en contestar tu carta del 3 de diciembre es sobre todo consecuencia de que
estoy sumergido otra vez en un trabajo que te interesa.
Me temo
que estés perturbado más que sorprendido (conociendo demasiado bien los devaneos
de los autores o, cuando menos, los míos) al enterarte de que el orden se
ha alterado. Con ayuda de mi secretaria he adelantado mucho la reconstrucción
del Silmarillion, etcétera. Tu carta llega como un freno oportuno,
pero no bienvenido...”
10) En esta Carta al coronel Worskett, empieza
a notarse, por parte del Profesor Tolkien, un paulatino abandono de la idea
de publicar el Silmarillion o por lo menos muchas dudas sobre si es realmente
necesario.
Carta a un lector
de El Señor de los Anillos.
20 de septiembre
de
Estimado
coronel Worskett:
Muchas
gracias por su hermosa y alentadora carta. Me dio gran placer ....
En verdad,
podría darle otro volumen (o muchos) sobre el mismo mundo imaginario. De hecho,
estoy contratado para hacerlo. Pero hace ya unos años que vengo postergándolo
por intensas tareas de índole profesional, descuidadas mientras vigilaba de
cerca la impresión de El Señor de los Anillos. Eso habrá terminado
por el momento cuando mi traducción de Sir Gawain and the Green Knight
entre en prensa: pronto, espero. Luego volveré a la tarea de poner en
orden todas o algunas de las leyendas de las primeras edades a las que se
hace referencia en los Apéndices (esp. A i.) ....
Me temo,
de cualquier modo, que la presentación exigirá mucha faena, y yo trabajo muy
lentamente. Es preciso elaborar las leyendas (fueron escritas en diferentes
momentos, algunas hace muchos años) y volverlas coherentes; y deben integrarse
con El S. de los A.; y hay que darles cierta forma progresiva. No hay un recurso
simple disponible, como podrían serlo un viaje o una búsqueda.
Yo mismo
tengo dudas sobre la empresa. Parte del atractivo del S. de los A. radica,
creo, en los atisbos de una historia más amplia desarrollada en el fondo histórico:
un atractivo como el que tiene ver a lo lejos una isla que no se ha visitado,
o las torres de una ciudad distante que resplandecen entre la niebla iluminada
por el sol. Ir allí es destruir la magia, a no ser que vuelvan a revelarse
nuevos panoramas inasequibles. Además, muchas de las leyendas más antiguas
son puramente «mitológicas» y casi todas lóbregas y trágicas: una larga narración
de los desastres que destruyeron la belleza del Mundo Antiguo, desde el oscurecimiento
de Valinor hasta la Caída de Númenor y la huida de Elendil. Y no hay hobbits
allí. Ni aparece Gandalf, salvo en una mención pasajera; porque el tiempo
en que cobró importancia no empezó hasta la Tercera Edad. Los únicos personajes
importantes del S. de los A. que aparecen son Galadriel & Elrond...”
11) Las dificultades literarias en las que se
encuentra Tolkien para completar la tares de remodelación de el Silmarillion
para vincularlo con el Señor de los Anillos
de la Tolkien Society of America
12 de septiembre de
A la T.S.A. Primera comunicación del Miembro
por Valle Largo
Estimado señor Plotz:
“(...)En cuanto al «Silmarillion» y sus apéndices:
todo eso está escrito, pero en un estado de confusión que es consecuencia
de alteraciones y ampliaciones hechas en diferentes fechas (incluyendo «reescrituras»
que confirmen los vínculos entre él y El S. de los Anillos). Falta
un hilo del que pendan sus diversidades. Presenta además en forma más aguda
todavía las dificultades con que me topé en El S. de los A.: la necesidad
de familiarizar a una audiencia con una mitología desconocida sin referencia
a los cuentos y la de relacionar varias leyendas largas que dependen de la
mitología sin demorarlas con digresiones explicativas. Había tenido esperanzas
de estar ya profundamente inmerso en el trabajo necesario para presentar parte
del material en forma publicable .... Creo que lo sacaré por partes. Puede
que la primera, si tengo todavía la salud y el vigor requeridos, esté en prensa
el próximo año...”
12) A medida que pasan los años la publicación
de El Silmarillion parece cada vez más lejana, ya no por capricho de los editores,
sino por que al profesor le resulta una tarea dura y fatigosa; y el convencimiento
original de la necesaria unidad entre El Silmarillion y El Señor de los Anillos,
deja paso a un aparente abandono de esta idea fuerza. La últimas Cartas, editadas
aquí refuerzan esta idea.
18 de diciembre de 1965
El profesor Kilby, del Wheaton College, Illinois, había conocido a Tolkien mientras visitaba Oxford en 1964. Ahora le ofrecía a Tolkien volver a Inglaterra y ayudarlo de cualquier modo que pudiera resultarle útil para que le fuera más fácil terminar El Silmarillion.
Nunca
he tenido demasiada confianza en mi propio trabajo, y aun ahora que se me
asegura (todavía para mi agradecida sorpresa) que tiene valor para otra gente,
me siento inseguro, renuente, por así decir, a exponer el mundo de mi imaginación
ante ojos y oídos tal vez despectivos. Si no hubiera sido por el aliento que
me dio C.S.L., no creo que hubiera completado El Señor de los Anillos ni
lo hubiera ofrecido a la publicación. El Silmarillion es muy diferente,
y si es bueno, lo es por completo de otra manera; y realmente no sé qué hacer
con él. Empezó en el hospital mientras estaba de licencia por enfermedad
(1916-1917) y no me ha abandonado nunca desde entonces. Está ahora en un estado
de confusión, pues ha sido alterado, ampliado y trabajado por intervalos
de vez en cuando. Si tuviera la ayuda de un erudito favorablemente dispuesto
y a la vez crítico, siento que parte de él podría volverse publicable. Necesita
la presencia concreta de un amigo y consejero al lado, que es precisamente
lo que usted ofrece. Según me parece, pronto estaré en libertad de volver
sobre él, y junio, julio y agosto están disponibles.
18 de mayo de 1971
Gracias
por su muy amable carta y por el general interés que le despierta mi obra.
Soy ahora, sin embargo, un hombre viejo que lucha por poner fin a parte de
su obra. Cada tarea adicional, por pequeña que sea, disminuye la posibilidad
de publicar alguna vez El Silmarillion. De modo que espero que entienda
por qué me parece imposible hacer algún comentario sobre mí mismo o mis obras.
4 de
agosto de 1973
Apila
usted la Cima de los Vientos sobre Erebor, como podría haberlo dicho Bilbo,
con sus otras generosidades. El whisky será bienvenido cuandoquiera que llegue:
estará del todo seguro si se lo envía al college, sea que me encuentre allí
o esté brevemente ausente. Cuando se retire, por cierto, requeriré su ayuda.
Sin ella, empiezo a sentir que ya no seguiré progresando en El Silmarillion.
Cuando estuvo aquí el 26 de julio, cobré otra vez conciencia del efecto
fortalecedor que tiene usted sobre mí: como un fuego cálido llevado a la habitación
de un hombre viejo, donde permanece sentado con frío e incapaz de hacerse
de coraje para salir a dar un paseo que desea con todo su corazón. Porque
con todas las aflicciones y obstáculos que he sufrido desde que se publicó
El Señor de los Anillos he perdido confianza. ¿Puedo esperar que quizás,
aun en medio de las pruebas a que está sometido por su parte y el intenso
trabajo que precede a su retiro, pueda volver antes de no mucho y procurarme
calor otra vez? En particular deseo volver a escucharlo leer poesía y en especial
la suya, que hace vivir delante de mí. Además puede que le envíe en breve
algunas copias de cosas que he escrito para clarificar mi mente y mi imaginación
sobre asuntos tales como las relaciones de los Elfos, los longevos, con los
Hombres, los de corta vida; pero no debe dejar que lo perturben; ni siquiera
tiene necesidad de devolverlas...”
[1] Para más información ver la sección “la Odisea del Silmarillion. (N del E.E)
[2] Con la intención de que la palabra se comprenda en sus antiguas significaciones, que continuaron hasta Spenser..., malditos sean Shakespeare y sus condenadas telarañas.
[3] Aunque he pensado sobre ellas no poco.
[4] Concierne fundamentalmente, supongo, al problema de las relaciones del Arte (y la Subcreación) y la Realidad Primaria.
[5] No es el Iniciador del Mal: la suya fue una Caída subcreadora, de ahí que los Elfos (los representantes de la subcreación por excelencia) fueran peculiarmente sus enemigos y el objeto especial de su deseo y su odio, y que también estuvieran expuestos a su engaño. La de ellos era una Caída a la posesividad y (en un menor grado) a la perversión de su arte para la obtención de poder.
[6] En la medida en que todo esto tiene significación simbólica o alegórica, la luz es un símbolo fundamental de tal índole en la naturaleza del Universo, que apenas puede analizarse. La Luz de Valinor (derivada de la luz antes de que tuviera lugar caída alguna) es la luz del arte no divorciado de la razón, que ve las cosas a la vez de manera científica (o filosófica) e imaginativa (o subcreativa) y «dice que son buenas»... y hermosas. La Luz del Sol (o de la Luna) deriva de los Árboles sólo después de haber sido éstos mancillados por el Mal.
[7] Por supuesto, en realidad esto sólo significa que mis «elfos» son una representación o aprehensión de una parte de la naturaleza humana, pero ése no es el modo legendario de hablar.
[8] Su nombre es de origen anglosajón: earendel, «rayo de luz», que se aplica a veces a 1ª estrella de la mañana, un nombre de conexiones mitológicas ramificadas (ahora en amplia medida oscuras). Pero eso es meramente una «nota erudita». En realidad, su nombre es élfico y significa el Gran Marinero o Amante del Mar.
[9]
Nombre
que Lewis ha tomado de mí, y me es imposible prohibirle su empleo; lo escribe
equivocadamente Numinor. Númenóre significa en «álfico» simplemente Oesternesse
o Tierra del Oeste, y no se relaciona con numen «inmaterial» o n
o u m e n o n.
[Noumenon, forma neutra del participio presente de voélv (noein), «aprehender», «concebir»; concepto introducido por Kant, en contraste con «fenómeno», al que se le da la significación de «un objeto de intuición puramente intelectual, desprovisto de todo atributo fenoménico»]
[10] El texto de esta carta está tomado de una copia escrita a máquina hecha por un dactilógrafo profesional a instancias de Milton Waldman (hay varios errores ortográficos en la escritura de los nombres, que Tolkien corrigió); parece que aquí el dactilógrafo omitió algunas palabras del manuscrito de Tolkien.
[11] Elrond simboliza la tradición antigua, y su cara representa la sabiduría común, la preservación reverente de todas las tradiciones referidas a la bondad, el conocimiento y la belleza. No es una escena de acción sino de reflexión. Es por tanto un lugar de paso para todos los hechos o «aventuras». Puede encontrarse en el curso del camino, pero quizá sea necesario tomar un rumbo totalmente inesperado. Así ocurre en El Señor de los Anillos: habiendo escapado Elrond de la persecución inminente del mal, el héroe parte en una dirección completamente nueva, decidido a enfrentar el mal en sus orígenes.
[12] Se adopta el punto de vista (como claramente reaparece más tarde en el caso de los Hobbits que tienen el Anillo en su poder por un tiempo) de que cada «Especie» tiene sus esperanzas de vida, que se integran en su naturaleza biológica y espiritual. Ésta no puede incrementarse cualitativa o cuantitativamente; de modo que la prolongación en el tiempo es como estirar un alambre que se vuelve cada vez más tenso o «extender la mantequilla cada vez más delgada»: se convierte en un tormento intolerable.
[13] Tar-Calion (el nombre quenya por Ar-Pharazön) fue originalmente el decimotercer gobernante de Númenor; más tarde, en el posterior desarrollo de la historia de Númenor, pasó a ser el vigésimo quinto (habitualmente registrado como el vigésimo cuarto, pero véase Cuentos Inconclusos, pág. 289, nota 11).
[14] Sólo en el tiempo transcurrido entre El Hobbit y su continuación se descubre que el Nigromante es Sauron Redivivas, que ha crecido de prisa hasta alcanzar forma visible y adquirir poder nuevamente. Escapa y vuelve a Mordor y la Torre Oscura.
[15] Los Hobbits, por supuesto, representan realmente una rama de la raza específicamente humana (ni Elfos ni Enanos); de ahí que las dos especies puedan vivir juntas (como en Bree), y se llaman simplemente la Gente Grande y la Gente Pequeña. Están totalmente privados de poderes sobrehumanos, pero se los representa como en contacto más íntimo con la «naturaleza» (la tierra y otras criaturas vivientes, las plantas y los animales) y anormalmente libres, según lo que es corriente en los humanos, de ambiciones o la codicia de riqueza. Se los hace pequeños (tienen poco más de la mitad de la estatura de un hombre, Pero decrecen con la edad) en parte para exhibir la mezquindad del hombre, del hombre estrecho de miras y poco imaginativo, aunque no con la pequeñez ni el salvajismo de Witt, y sobre todo para mostrar en criaturas de muy escasa potencia física el asombroso e inesperado heroísmo de los hombres ordinarios «en casos de apuro».
[16] En ningún sitio se explica plenamente el lugar de origen o la naturaleza de «los Magos». Su nombre, relacionado con los Sabios, es una anglificación de su nombre élfico, y en todo momento se emplea como enteramente diferente de Hechicero o Brujo. Se descubre finalmente que eran, como podría decirse en el contexto de estos cuentos, el equivalente más cercano de los Ángeles, Ángeles Guardianes. Sus poderes se centran primordialmente en alentar a los enemigos del mal, y estimular su ingenio y valor para que se unan y resistan. Aparecen siempre como ancianos y sabios, y aunque en el mundo ellos mismos sufren (enviados por las potestades del Verdadero Oeste), su edad aumenta sólo muy lentamente y sus cabellos grises apenas cambian. Gandalf, cuya función es específicamente vigilar los asuntos humanos (de los Hombres y los Hobbits), continúa su marcha a través de todos los cuentos.
[17] La hostilidad de los Enanos y los Elfos (aun de los buenos), un motivo que aparece con frecuencia, deriva de las leyendas de la Primera Edad; las Minas de Moría, las guerras de los Enanos y los Orcos (trasgos, la soldadesca del Señor Oscuro) se refieren a la Segunda Edad y a principios de la Tercera.
[18] Pero como a cada cual le ha disgustado esto o aquello, descubriría (si considerara todas las críticas juntas y las obedeciera) que me queda muy poco, y se me obliga a llegar a la conclusión de que una obra tan grande (en extensión) no puede ser perfecta, y aun si lo fuera, no podría gustarle enteramente a ningún lector.
[19] Y casi lo tiene, ¡aunque es un esbozo apresurado!
[20]
Puesto
que la «mortalidad» es un don especial de Dios a la Segunda Raza de los
Hijos (los Eruhíni, los Hijos del Único Dios) y no un castigo por
una Caída, puede llaman0 «mala teología». Quizá lo sea en el
mundo primario, pero es una imagen capaz de dilucidar la verdad y una legítima
base de leyendas.
[«Volvemos la mirada hacia Númenor, la Númenor que fue, y más allá de Númenor hacia el Hogar de los Elfos que todavía es, y más lejos todavía hacia lo que es y será siempre. ¿No hay entre vosotros una costumbre semejante a la hora de las comidas?»]
[21] Tres casos quizá: cf. Apéndices de El Señor de los Anillos, págs. 8/9: «Hubo tres uniones entre los Eldar y los Edain: Lúthien y Beren; Idril y Tuor; Arwen y Aragorn. Por esta última, las ramas desde tanto tiempo atrás divididas de los Medio Elfos, volvieron a unirse y el linaje fue restaurado»
[22] En esta historia mítica (así como su metafísica no es necesariamente la metafísica del Mundo real) la Creación, el acto de voluntad de Eru el Único que concede realidad a las concepciones, se diferencia de la Hechura, que está permitida.
[23] «¿Todavía no sabes cómo me llamo? Ésa es la única respuesta. Dime, ¿quién eres tú, solo, tú mismo y sin nombre?»
[24] Sólo la primera persona (de mundos o de cualquier otra cosa) puede ser única. Si se dice él es, debe haber más de uno, y queda implicada la (sub)existencia creada. Puedo decir «él es» tanto de Winston Churchill como de Tom Bombadil, sin la menor duda.
[25] Es decir, el poema, «The Adventures of Tom Bombadil», publicado por primera vez en esa revista en 1934.
[26] No hay, pues, templos, «iglesias» o santuarios entre las «buenas» gentes de este «mundo». Tenían poca o ninguna «religión» en el sentido de la veneración. Podían invocar a un Vala (como Elbereth) en demanda de ayuda como un católico puede invocar a un santo, aunque sin duda sabiendo en teoría tan bien como él que el poder del Vala era limitado y derivado. Pero ésta es una «era primitiva», y puede decirse que estas gentes veían a los Valar como los niños ven a sus padres o adultos superiores inmediatos, y aunque saben que son súbditos del Rey, éste no vive en las inmediaciones de ellos ni tiene allí su morada. No creo que los Hobbits practicaran ningún modo de veneración ni plegaria (a no ser por contacto excepcional con los Elfos). Los Númenóranos (y otros de esa rama de la Humanidad que luchó contra Morgoth, aun cuando decidieran permanecer en la Tierra Media y no fueran a Númenor, como los Rohirrin) eran monoteístas puros. Pero no había templo en Númenor (hasta que Sauron implantó el culto a Morgoth). La cumbre de la Montaña, la Meneltarma o el Pilar del Cielo, estaba consagrada a Eru, el Único, y allí en cualquier momento privadamente y en ciertas fechas de manera pública, se invocaba, se alababa y se adoraba a Dios: una imitación de los Valar y la Montaña de Aman. Pero Númenor cayó y fue destruida, y la Montaña, tragada, y ya no hubo sustituto. Entre los exiliados, restos de los Fieles que no habían adoptado la falsa religión ni participado en la rebelión, la religión como veneración de lo divino (aunque quizá no como filosofía ni metafísica) parece haber desempeñado un pequeño papel; aunque se tiene un atisbo de ella en la observación de Faramir sobre «grace at meat», Vol. II, págs. 391/391.
[27] No del todo. Me gustaría, si fuera posible, saber más de la colección de cuentos de hadas, c. 1904.
[28] Mientras pasó las vacaciones con su familia en Lamorna Cove en Cornwall en 1932, Tolkien divertía a los niños dando el apodo de «Gaffer Gamgee» a un cierto «personaje» local. Véase N° 257.
[29] «Mi abuelo, y después de él mi tío Andy .... tuvo durante muchos años una cordelería cerca del Campo del Cordelero.»
[30] La carta del señor Nunn llamaba a Tolkien «un modelo de erudición».
[31] Entre 1463 y el comienzo de las inquisiciones especiales de Gandalf sobre el Anillo I (casi 500 años más tarde), por cierto parecen haber desaparecido completamente (salvo, por supuesto, Sméagol), o haber huido de la sombra de Dol Guldur.
[32] Véase Apéndices, pág. 168.
[33] Derivado del anglosajón byrd, «nacimiento».
[34] Antiguamente esto, según parece, tenía lugar poco después del nacimiento mediante el anuncio del nombre del niño a los miembros de la familia reunidos o, en comunidades más grandes y elaboradas, a la «cabeza» titular del clan o la familia.
[35] De ahí la expresión hobbit «un primo de doce millas» para referirse a una persona que se atenía a la ley y no reconocía obligación alguna más allá de su interpretación precisa: una persona que no le haría a uno ningún regalo si la distancia desde el umbral de su puerta no era menor de doce millas (de acuerdo con su propia medición).
[36] No se hacían regalos durante la celebración de una boda hobbit, salvo flores (las bodas se celebraban casi todas en primavera y principios del verano). La ayuda para amueblar la casa (si la pareja iba a tener una independiente o un apartamento privado en un Smial) era asunto, mucho tiempo antes, de los padres de una u otra de las partes que celebraban el matrimonio.
[37] En las comunidades más primitivas, como las que vivían aún en smials destinados a clanes, el naciente hacía también un regalo al «cabeza de familia». No se hace mención de los regalos de Sméagol. Imagino que era huérfano, y supongo que no hizo ningún regalo el día de su cumpleaños, salvo (a regañadientes) el tributo a su «abuela». Probablemente pescado. Una de las razones, quizá, para la expedición. ¡Habría sido muy propio de Sméagol regalar pescado atrapado en realidad por Déagol!
[38] Tratamos aquí sólo de la «cabeza» titular, no de la propiedad de los bienes y su administración. Estas eran cuestiones distintas, aunque en el caso de las «grandes casas sobrevivientes», como los Grandes smials o la Casa Brandy, podían superponerse. En otros casos, la «cabeza», por ser un mero título y una cuestión de cortesía, naturalmente, rara vez era delegada por los que todavía estaban vivos.
[39] Calendario de la Comarca (N. del E.E)
[40] En el árbol familiar de los Bolsón de Hobbiton se mencionan dos Ponto (Apéndices, pág. 117); el primero era antepasado de Peregrin Tuk y Meriadoc Brandigamo.
[41] Lalia la Grande no se menciona en El Señor de los Anillos, pero su marido Fortinbras II aparece en el árbol de Los Tuk de Grandes Smials (Apéndices, pág. 118).
[42] Este título y cargo se transmitía inmediatamente y no era retenido por la viuda. Pero Ferumbras, aunque se convirtió en el Thain Ferumbras III en 1380, no ocupó nada más que el pequeño piso de soltero correspondiente a un hijo en los Grandes Smials hasta 1402.
[43] Los descendientes de un bisabuelo común del mismo nombre.
[44] «No supondrás, ¿verdad?, que todas tus aventuras y escapadas fueron producto de la mera suerte, para tu beneficio exclusivo.» (Gandalf a Bilbo.)
[45] El relevamiento de las cartas no es extensivo y se han publicado solo las más importantes. (N del E.E)
[46] Auden había utilizado el término «trilogía» en su carta; para el disgusto que experimentaba Tolkien por la palabra aplicada a El Señor de los Anillos, véase N° 149 y 165.
[47]
Considere
los Entes, por ejemplo. No los inventé de modo consciente, en absoluto.
El capítulo titulado «Bárbol», por la primera observación de Bárbol en la
pág. 81, fue escrito más o menos tal cual está e hizo un efecto sobre mí
(salvo por las penas del trabajo) como si fuera obra de otro. Y ahora me
gustan los Ents porque no parecen tener nada que ver conmigo. Diría que
algo ha estado ocurriendo en el «inconsciente» por algún tiempo, y eso es
lo que da cuenta de la constante sensación, especialmente cuando me atascaba,
de que no estaba inventando nada, sino informando (de manera imperfecta),
y a veces tenía que esperar hasta que «lo que ocurría realmente» ocurriera.
Pero evocando la cuestión analíticamente, diría que los Ents se componen
de filología, literatura y vida. Deben su nombre a los eald enta geweorc
[] de los anglosajones, y a su conexión con la piedra. Esta parte de
la historia es consecuencia, creo, de la amarga desilusión y disgusto sufrido
en días escolares por la pobre utilización que hace Shakespeare de la llegada
del «Gran bosque de Birnam a la alta colina de Dunsinane»: deseaba inventar
un medio en el que los árboles pudieran realmente marchar a la guerra. Y
en esto se deslizó un detalle de experiencia, la diferencia entre la actitud
«masculina» y la «femenina» en relación con las criaturas silvestres, la
diferencia entre el amor no posesivo y la jardinería.
[Del poema anglosajón The Wanderer, 87: «eald enta geweorc idlu stodon», «la vieja creación de los gigantes [es decir, antiguos edificios erigidos por una raza precedente] se levantaba desolada».]
[48] El crítico, Maunce Richardson, escribió: «Es todo lo que puedo hacer por abstenerme de gritar.... "¡Adultos de todas las edades, unios contra la invasión infantilista!" .... El señor Auden se ha sentido siempre cautivado por el mundo púber de las sagas y el aula. Hay pasajes en The Orators que no difieren demasiado de la hobbitería de Tolkien». (18 de diciembre de 1954.)
[49] El segundo hijo de Tolkien, Michael.
[50] «La Caída de Gondolin» no fue leído, en realidad, en el Essay Club del Exeter College en 1918 sino en 1920, como queda registrado en el libro de actas del club:«.... el miércoles 10 de marzo a las 8.15 de la tarde.... el presidente pasó a los asuntos públicos y llamó al señor J. R. R. Tolkien para que leyera su narración "La Caída de Gondolin". Como descubrimiento de un nuevo horizonte mitológico, el material del señor Tolkien resultó sumamente esclarecedor y lo señala como sólido continuador de la tradición en la línea de autores tan típicos como William Morris, George MacDonald, De la Motte Fouqué, etcétera .... La batalla entre las fuerzas contendientes del bien y del mal, tal como quedan representadas por los Gongothlim [sic, por Gondothlim, nombre del pueblo de Gondolin en la versión original de «La Caída de Gondolin»; véase Cuentos Inconclusos, págs. 13-14] y los seguidores de Melko [sic, por Melko, nombre que tuvo anteriormente Melkor], se cuenta de manera gráfica y verdaderamente asombrosa». Entre los que se encontraban en la reunión figuran Nevill Coghill y Hugo Dyson.
[51] No más, creo, que The Marvellous Land of Snergs, de Wyke-Smith, Ernest Benn 1920. Mirando la fecha, diría que es probablemente un libro que sirvió de fuente inconsciente sólo para los Hobbits y para nada más.
[52] Latín: «que ha bajado al poderoso de su silla y ha exaltado al humilde», del Magnificat.
[53] Afirmación que puede conducir a error. Mientras estaba escribiendo El Señor de los Anillos, Tolkien trabajaba en la revisión y la reescritura de gran parte de El Silmarillion. Por otro lado, El Silmarillion existía ya antes de 1936, y no puede considerarse que se haya originado entre ese año y 1953.
[54] «Estoy seguro de que en una noche cerrada encontraría el camino de vuelta más fácilmente que los gatos de la Reina Berúthiel.» (Aragorn de Gandalf en El Señor de los Anillos, Libro II, Capítulo 4.) Véase Cuentos Inconclusos, págs. 501-502.
[55] Un episodio de la infancia de Tolkien en Bloemfontein; véase Una biografía págs. 13/24.
[56] Rayner Unwin era hijo de el editor de las obras de Tolkien y fue quien de pequeño leyó, por encargo de su padre Sir Stanley Unwin, El hobbit; su comentario fue tan favorable que decidió a la compañía editora a publicarlo; iniciándose así un muy fructífero encuentro entre el autor y su público. Con el correr de los años, Tolkien cultivo una intensa amistad con Rayner, a pesar de la diferencia de edad entre ambos. (N del E.E)
[57] Las tres primeras personas de esta lista eran probablemente Owen Barfield, R. E. Havard y W. H. Lewis; los demás, por cierto, no pueden ser identificados, aunque la artista pudo haber sido la prima hermana de Tolkien, Marjorie Incledon, que era pintora.
[58] Nombre anterior de Fredegar o el Gordo Bolger.
[59] «Rara vez la gente viaja hasta tan lejos y los cartógrafos no han llegado a este país todavía. Y aquí además han oído hablar del rey en contadas ocasiones ....» (El Hobbit, capítulo 2) Este pasaje fue muy alterado en revisiones posteriores.
[60] Estas páginas contienen referencias al Nigromante.
[61] Ver el Apartado “La Odisea del Silmarillion” más abajo (N del E.E)
[62] Un índice de El Señor de los Anillos escrito por Tolkien e incluido en el manuscrito del libro que se conserva en la Marquette University, Milwaukee, Estados Unidos, tiene un conjunto de títulos diferente: Vol. I, El primer viaje y El viaje de los nueve compañeros; Vol. II, La traición de Isengard y El viaje de los portadores del Anillo; Vol. III, La Guerra del Anillo y El fin de la Tercera Edad.
[63] En una carta posterior dirigida a Rayner Unwin (N° 143), Tolkien se muestra más preciso y dice que las dos torres son «Orthanc y la Torre de Cirith Ungol». Por otra parte, en el diseño original de la sobrecubierta de Las Dos Torres (véase N° 151) las Torres son sin duda Orthanc y Minas Morgul. Orthanc se muestra como una torre negra, de tres picos (como se la ve en Pictures, n.° 27) y con el signo de la Mano Blanca junto a ella; Minas Morgul es una torre blanca, con una delgada luna menguante sobre ella en referencia a su nombre original, Minas Ithil, la Torre de la Luna Saliente (La Comunidad del Anillo, pág. 339). Entre las dos torres vuela un Nazgül.
[64] «... todos los jardines de las Ents-mujeres han sido devastados: los Hombres los llaman ahora las Tierras Pardas».
[65] «Cáspita, pensar... pensar que estamos todavía en la misma historia. ¿Las grandes historias no terminan nunca?»
[66] Alemán: «realidades, hechos técnicos».
[67] El modo por el que los Hobbits se diferenciaban principalmente en relación con esa experiencia consiste en que no son crueles y no tienen deportes sangrientos; por tanto, tienen por las «criaturas salvajes» un sentimiento no muy frecuente, ¡ay!, entre sus semejantes contemporáneos más cercanos.
[68] «Dioses» es el equivalente más cercano, aunque no rigurosamente exacto.
[69] Griego γοητεία (γόης, hechicero); la forma inglesa Goety se define en el O.E.D.: «hechicería o magia llevada a cabo por la invocación y empleo de malos espíritus; nigromancia»
[70] Junto al párrafo final, Tolkien escribió: «Pero ¿los Númenóreanos utilizaban "hechizos" para forjar espadas?».
[71] Griego: «mensajero».
[72] La historia de Beren y Lúthien es la única gran excepción, pues constituye el modo por el cual lo «élfico» se entreteje con la historia humana.
[73] Hay sólo un «dios»: Dios, Eru Ilúvatar. Luego están las primeras creaciones, los seres angélicos, de los que los más comprometidos con la Cosmogonía residen (por amor y elección) en el Mundo, como Valar o dioses o gobernadores; y están las criaturas racionales encarnadas, los Elfos y los Hombres, de naturaleza similar, pero de diferente categoría.
[74] Esto era una ilusión, por supuesto, una mentira satánica. Porque como los emisarios de los Valar claramente le informan, el Reino Bendecido no confiere inmortalidad. La tierra está bendecida porque los Bienaventurados viven allí, no viceversa, y los Valar son inmortales por derecho y naturaleza, mientras que los Hombres son mortales igualmente Por derecho y naturaleza. Pero, engañado por Sauron, Ar-Pharazôn desecha esto como un argumento diplomático para desviar el poder del Rey de Reyes. Si estos mitos se consideraran enunciaciones sobre la naturaleza real del Hombre en el mundo verdadero, se los podría considerar «heréticos» o no: no lo sé. Pero la idea del mito es que la Muerte -la mera brevedad de la esperanza de vida humana- no es un castigo por la Caída, sino una parte biológicamente (y por tanto también espiritualmente, pues cuerpo y espíritu se integran) inherente de la naturaleza humana. El intento de escapar de ella es malo por ser «antinatural», y necio porque la Muerte en ese sentido es el Don de Dios (envidiado por los Elfos) por el que el Hombre se libera de la fatiga del Tiempo. La Muerte, en sentido penal, se considera un cambio de actitud en relación con ella: miedo, renuencia. Un buen Númenóreano moría por libre voluntad cuando sentía que había llegado el momento de hacerlo.
[75] Había Númenóreanos malos: los sauronianos, pero éstos no intervienen en la historia salvo de manera remota; como los Reyes malvados, que se habían convertido en Nazgûl o Espectros del Anillo.
[76] Los Elfos invocaban a menudo a Varda-Elbereth, la Reina del Reino Bendecido, su especial amiga; también lo hace Frodo.
[77] No del todo «ciertamente». La torpeza en la fidelidad de Sam fue lo que finalmente empujó a Gollum por sobre el borde cuando estaba a punto de arrepentirse.
[78] Compartieron en su «creación», pero sólo en el sentido en que nosotros «creamos» una obra de arte o una historia. La realización de él, el don a él concedido de una realidad creada del mismo grado del suyo propio, fue un acto del Único Dios.
[79] «¿Lástima? Sí, fue lástima lo que detuvo la mano de Bilbo. Lástima y misericordia: no matar sin necesidad. Y ha sido bien recompensado, Frodo; puedes estar seguro: la maldad lo rozó apenas y al fin pudo escapar por el modo en que tomó posesión del Anillo, con lástima.»
[80] En realidad, llamado «el Único» en Apéndice A. Los Númenóreanos (y los Elfos) son monoteístas absolutos.
[81] «Detrás de todo esto había algo más en juego, y que escapaba a los propósitos del hacedor del Anillo: no puedo explicarlo más claramente sino diciendo que Bilbo estaba destinado a encontrar el Anillo, y no por voluntad del hacedor.» (Gandalf a Frodo.)
[82] En realidad, como los acontecimientos desarrollados en las Grietas del Destino serían evidentemente vitales para el Cuento, hice varios esbozos o versiones de prueba en diversas etapas de la narración; pero no se utilizó ninguno de ellos, y ninguno de ellos se parecía mucho a lo que se cuenta en la historia tal como quedó acabada.
[83] Con frecuencia vemos que los santos utilizan esta doble escala cuando se juzgan a si mismos al sufrir duras pruebas o tentaciones y juzgan a los demás en parecidas situaciones.
[84] No se tiene en cuenta aquí la «gracia» o el aumento de nuestros poderes como instrumento de la Providencia. A Frodo se le concedió la «gracia»: primero para responder al llamado (al final del Concilio) después de una larga resistencia al sometimiento; y mas tarde en su resistencia a la tentación del Anillo (en momentos en que reclamarlo, y de ese modo revelar su existencia, habría sido fatal) y en su capacidad de soportar el miedo y el sufrimiento. Pero la gracia no es infinita, y casi siempre en la Divina Economía parece limitarse a lo que es suficiente para el cumplimiento de una tarea designada para un instrumento en un concierto de circunstancias y otros instrumentos.
[85] «Y allí estaba Frodo, pálido y consumido, pero otra vez él, y ahora había paz en sus ojos: no más locura, ni lucha interior, ni miedos .... -La Misión ha sido cumplida, y todo ha terminado [dijo Frodo].»
[86] No se explica cómo se las compuso para hacerlo. ¡No le era posible, por supuesto, transferir sencillamente el billete que tenía para el barco! Para todo el que no fuera de raza élfica estaba prohibido «navegar hacia el Oeste», y cualquier excepción requeriría «autoridad», y ella no estaba en comunicación directa con los Valar, especialmente desde que había elegido volverse «mortal». Lo que se quiere decir es que fue Arwen la que primero pensó en enviar a Frodo al Oeste y rogó por él ante Gandalf (de modo directo o por intermedio de Galadriel o ambas cosas) y utilizó como argumento su propia renuencia al derecho de ir al Oeste que ella tenía. Su renuncia y su sufrimiento estaban relacionados y mezclados con los de Frodo: ambos formaban parte de un plan para la regeneración del estado de los Hombres. Su ruego, por tanto, podría ser especialmente efectivo, y su plan tener cierta equidad de intercambio. Sin duda, fue Gandalf la autoridad que aceptó su niego. Los Apéndices muestran claramente que él era un emisario de los Valar, y virtual-mente su ministro plenipotenciario en el cumplimiento del plan en contra de Sauron. Tenía también un acuerdo especial con Cirdan, el Carpintero de Barcos, que le había dado su anillo y de ese modo se había puesto a las órdenes de Gandalf. Como este mismo viajaba en el Barco, no habría inconvenientes, por así decir, ni al embarcar ni al llegar a destino.
[87] Párrafos 3 y 4 de la primera página del capítulo «Numerosas separaciones» (Libro VI, capítulo 6) y este pasaje: «... no podremos llegar más rápido, si antes vamos a ver a Bilbo. Pase lo que pase, yo iré primero a Rivendel».
[88] Las bendiciones de Elrond a Frodo al final del Libro VI, capítulo 6.
[89] En el sentido de que la «piedad», para ser una verdadera virtud, debe dirigirse al bien de su objeto. Es vacía si se ejerce sólo para mantenerse uno mismo «limpio», libre del odio o de cometer una injusticia, aunque éste sea también un buen motivo.
[90] «Ardía de cólera .... Matar a aquella criatura pérfida y asesina sería justo .... Pero en lo profundo del corazón, algo retenía a Sam: no podía herir de muerte a aquel ser desvalido, deshecho, miserable que yacía en el polvo.»
[91] El Rey-Brujo había sido reducido a la impotencia.
[92] «Fantasías descabelladas le invadían la mente; y veía a Samsagaz el Fuerte, el Héroe de la Era, avanzando con una espada flamígera a través de la tierra tenebrosa, y los ejércitos acudían a su llamada mientras corría a derrocar el poder de Barad-dür.»
[93] humano: incluye por supuesto (tratándose de un cuento de hadas) a los Elfos, y en verdad a todas las «criaturas parlantes».
[94] principalmente interesada: es decir como temas de «literatura», como entretenimiento. En realidad la mayoría de ellos estaban sobre todo interesados en la adquisición de tierras y el recurso de las alianzas matrimoniales ventajosas.
[95] No sólo la «política» está reducida o ampliada, de modo que sólo estamos considerando imaginativamente un único centro o fortaleza de orden y gracia rodeado de enemigos: bosques y montañas que nadie ha hallado, hombres bárbaros y hostiles, bestias salvajes y monstruos y lo Desconocido. La defensa del reino puede llegar a simbolizar la situación humana.
[96] De la misma especie de Gandalf y Saruman, pero de un orden más elevado.
[97] Mediante una triple traición: 1. Dada la admiración que sentía por la Fuerza, se había convertido en seguidor de Morgoth y cayó junto con él en las profundidades del mal, volviéndose su principal agente en la Tierra Media. 2. Cuando Morgoth fue finalmente derrotado por los Valar, rompió su alianza, pero sólo por miedo; no se presentó ante los Valar ni pidió perdón, y permaneció en la Tierra Media. 3. Cuando vio en qué medida su conocimiento era admirado por otras criaturas racionales y qué fácil le era influir en ellas, su orgullo se volvió ilimitado. A fines de la Segunda Edad asumió la posición de representante de Morgoth. A fines de la Tercera Edad (aunque en realidad mucho más débil que antes) pretendió ser Morgoth, que había vuelto.
[98] Hay aquí quizás un contraste con lo que se dice en Cuentos Inconclusos, pág. 322: «... era probable que Sauron fuera en realidad uno de los Maiar Aulëanos, corrompido por Melkor "antes que Arda empezara"». Sobre el «apego» de Olórin a Manwë, véase Cuentos Inconclusos, pág. 491.
[99] Esto es lo que se adoptó en ediciones posteriores.
[100] En el Apéndice A de El Señor de los Anillos, pág. 315, el Rey Númenor que precedió a Ar-Adûnakhôr era Tar-Calmacil; la mención aquí de Tar-Atanamir parece no ser más que un descuido. Véase además Cuentos Inconclusos, págs. 364-365.
[101] En otro lugar, Tolkien llamó a los otros dos magos Ithryn Luin, los Magos Azules; véase Cuentos Inconclusos, pág. 487.
[102] Es decir, pertenecen a nuestra Edad Media «mitológica», que mezcla estilos y detalles ahistóricos que se extiende por más de 500 años, y la mayor parte de los cuales, por supuesto, no existieron en la Edad Oscura de c. 500 d.C.
[103] Casi el único vestigio de «religión» aparece en II, pág. 391, en «antes de sentarse a comer». Esto es, en verdad, por así decir, una conmemoración de los que han partido, y la teología se reduce a lo que está más allá de la tierra de los Elfos y por siempre lo estará, es decir más allá de las tierras mortales, más allá de la memoria de la Beatitud impertérrita, más allá del mundo físico.
[104] Este párrafo se ha tomado de otro texto de la carta (un borrador). La versión enviada es más breve en relación con este punto.
[105] «Las regiones en que vivían entonces los Hobbits eran sin duda las mismas de ahora: el Noroeste del Viejo Mundo, al este del Mar.»
[106] Imagino que el hueco es de unos 6.000 años: es decir, que estamos ahora en la Quinta Edad, si las Edades fueran aproximadamente de la misma extensión de la S. y la T. ero creo que se han acelerado, e imagino que estamos en realidad en la Sexta Edad o en la Séptima.
[107] De ahí que los Elfos llamaran al mundo, al Universo, Eä, Es.
[108] De acuerdo con la perspectiva del Mito, en los Elfos y los Hombres (digamos) el «sexo» es sólo una expresión en términos físicos o biológicos de una diferencia de naturaleza en cuanto al «espíritu», no una causa última de la diferencia entre la feminidad y la masculinidad.
[109] En la narración, tan pronto como el asunto se vuelve «histórico» y no mítico, ya que de hecho se trata de literatura humana, el centro de interés debe mudarse a los Hombres (y sus relaciones con los Elfos u otras criaturas). No podemos escribir historias sobre los Elfos, a los que no conocemos desde dentro: y si lo intentamos, sencillamente convertimos a los Elfos en hombres.
[110] [Nota aparentemente añadida más tarde:] Era también idea de los Elfos (y de los Númenóreanos incorruptos) que un «buen» Hombre estaría dispuesto a morir voluntariamente o debería hacerlo sometiéndose con confianza antes que lo obligaran (como lo hizo Aragorn). Puede que ésta haya sido la naturaleza del Hombre no caído; aunque la compulsión no lo amenazara: desearía y pediría «continuar» hacia un estado más elevado. La Asunción de María, la única persona no caída, puede considerarse en cierta forma como la simple reobtención de una gracia y una libertad impertérritas: pidió ser recibida y lo fue, pues ya no tenía función en la Tierra. Aunque, por supuesto, aun no habiendo caído no pertenecía a la «pre-Caída». Su destino (en el que había cooperado) era mucho más alto que el de cualquier otro «Hombre» si no hubiera tenido lugar la Caída. Era también impensable que su cuerpo, la fuente inmediata del de Nuestro Señor (sin ningún otro intermediario físico), se hubiera desintegrado o «corrompido», ni que pudiera, sin duda, estar largo tiempo separado de Él después de la Ascensión. No hay ninguna sugerencia de que María no «envejeciera» al ritmo que era normal en su raza; pero, por cierto, este proceso no podría haber continuado o permitido que continuara hasta la decrepitud o la pérdida de la vitalidad y la gracia. La Asunción fue en cualquier caso tan distinta de la Ascensión como el levantamiento de Lázaro de la (auto) Resurrección.
[111]
Uno, el
mayor, solo, y seis más con sus parejas.
[En El Silmarillion (págs. 45-47) no se hace mención alguna de las «seis parejas»]
[112]
Véase
III, pág. 345.
[«Faramir .... le tendió una vara blanca; pero Aragorn tomó la vara y se la devolvió diciendo: —Tu mandato no ha terminado, y tuyo será y de tus herederos mientras mi estirpe no se haya extinguido.»]
[113] Tasarinan, Ossiriand, Neldoreth, Dorthonion eran todas regiones de Beleriand, famosas en los cuentos de Guerra.
[114] «En él ha resurgido uno de los corceles más poderosos de tiempos muy remotos.» «Si el Viento del Oeste tuviera un cuerpo visible, así de veloz soplaría.» «Éstos son los mearas.... Los hombres dicen de ellos que Béma (a quien los Eldar llaman Oromë) tienen que haber traído sus caballos del Oeste, del otro lado del Mar.»
[115] La canción del Ent y la Ent-mujer en el capítulo «Bárbol».
[116] Filósofo alemán (1879-1945) que escribió sobre Kierkegaard.
[117] Anglosajón: «[El] consejo del padre [a] su hijo».
[118] Conocido también como la Devoción de las Cuarenta Horas. El Santo Sacramento se expone en un trono dentro de una custodia y los fieles rezan ante él por turnos a lo largo de cuarenta horas; esta extensión de tiempo probablemente se fijó como el período durante el cual el cuerpo de Cristo reposó en la tumba.
[119] Griego: Anagkh, «necesidad, constricción».
[120] Elizabeth Jennings, convertida más tarde en conocida poeta; los miembros de su familia eran amigos de los Tolkien.
[121] Éste era probablemente el ensayo «Myth became Fact», publicado por primera vez en World Dominion en septiembre/octubre de 1944, y reimpreso luego en el libro de Lewis Undeceptions (título americano: God in the Dock).
[122] Griego: «me gustaría ser»; citado, como todas las palabras que siguen, de «The Old Vicarage, Grantchester», de Rupert Brooke.
[123] Latín: «singularmente, separadamente».
[124] O aun la legítima necesidad de dinero.
[125] Cuando menos una vez fueron por cierto necesarios. Y si nos apenan y a veces nos escandalizan los que están cerca de nosotros, creo que debemos recordar la enorme deuda que tenemos contraída con los benedictinos y también recordar que (como la Iglesia) siempre han estado en situación de sucumbir ante Mammón y el mundo sin quedar nunca finalmente abrumados. El fuego interior no fue nunca extinguido.
[126] Para los que son capaces de quitar viejos corchos, el polvo y las telarañas no son siempre signos de un contenido indemne.
[127] No es que uno deba olvidar las sabias palabras de Charles Williams de que es nuestro deber cuidar del altar acreditado y establecido, aunque el Espíritu Santo puede enviar su fuego a otro sitio. Dios no puede ser limitado (ni siquiera por sus propios cimientos) de los cuales san Pablo es el ejemplo primero y fundamental- y puede utilizar cualquier canal para Su gracia. Aun amar a Nuestro Señor y ciertamente llamarlo Señor y Dios es una gracia y puede precipitarla aun en mayor abundancia. No obstante, hablando institucionalmente y no de almas individuales, el canal debe volver finalmente al curso ordenado, no manar por las arenas y perderse. Además del Sol, puede haber la luz de la Luna (aun lo bastante abundante como para leer); pero si se quitara el Sol, no se vería la Luna. ¿Qué sería hoy del cristianismo si la Iglesia Romana de hecho hubiera sido destruida?
[128] Posible referencia a la recomendación de Pío X de la comunión diaria y la comunión de los niños.
[129] El Segundo Concilio Vaticano (1962-1966).
[130] El tutor de Tolkien, fray Francis Morgan.
[131] Latín: «Bendito sea el que viene en nombre del Señor». (Del servicio de Comunión.)
[132] Aunque el episodio de los «wargos» (creo) deriva en parte de una escena de The Black Douglas, de S. R. Crockett, probablemente su mejor novela, que de cualquier modo me impresionó profundamente durante mis días escolares, aunque nunca volví a releerla. En ella se incluye como satanista a Gil de Rez.
[133]
Que yo
recuerdo, pues (omen una vez 1 más) los OTC 2
de ese día tenían privilegios especiales y yo fui uno de los 12 enviados
desde la K[ing] E[dward's] S[chool] para ayudar a «señalar ordenadamente
la ruta». Nos alojamos durante una húmeda noche en Lambeth Palace y marchamos
una desapacible mañana, que pronto se despejó, a ocupar nuestro puesto.
Yo estaba frente a las grandes puertas del Buck. Palace un poco a la derecha
mirando el palacio. Vimos muy bien los desfiles, y yo siempre he recordado
un pequeño episodio (que mis compañeros no advirtieron): cuando la carroza
que llevaba a los niños reales dobló para regresar, el P[ríncipe] de G[ales]
(un lindo muchacho) asomó la cabeza y se le torció la pequeña corona. Cayó
de nuevo dentro y su hermana lo reprendió vivamente.
[Latín: «Ése fue un presagio».] [Cuerpo de entrenamiento de oficiales.]
[134] Juego que consiste en gritar «Beaver!» [barbudo] cada vez que se ve a un hombre con barbas. Otra significación de la palabra es «castor», el mamífero constructor de diques. (Nota del Traductor)
[135] «... has sido elegido y necesitarás de todos tus recursos: fuerza, ánimo, inteligencia.» «Pero no nos atañe a nosotros mismos todas las mareas del mundo, sino hacer lo que está en nuestras manos por el bien de los días que nos ha tocado vivir.»
[136] El obispo J. A. T. Robinson, autor de Honest to God (1963).
[137] El hermano menor de Tolkien (1894-1976).
[138] J. B. Tolkien (1807-1896) tenía en realidad 89 cuando murió.
[139] Pero véase N° 334, una de las muchas cartas firmada «Ronald» (nunca «John», salvo a su esposa durante el tiempo de su noviazgo), en la que pide a Rayner Unwin que lo llame así.
[140] La madre de Tolkien murió de diabetes; Tolkien creía que su estado había empeorado por la intolerancia manifestada por sus parientes a su conversión al catolicismo.
[141] La madre de Tolkien había alquilado habitaciones para pasar las vacaciones de verano en la casa que ocupaba un cartero con su mujer.
[142] Significación inglesa de tollkühn.
[143] El nombre, escrito en esta forma, también penetró en los Estados Unidos hace 203 generaciones, desde el Canadá. Recientemente mantuve alguna correspondencia con una familia de Texas.
[144] El apellido de soltera de su madre era Suffield.
[145] El «sindarin», lengua de los Elfos Grises, está de hecho construida deliberadamente para que se asemeje al galés fonológicamente y para que guarde una relación con el alto élfico similar a la existente entre el británico (así llamadas propiamente las lenguas célticas que se hablaban en esta isla en la época de la invasión romana) y el latín. Todos los nombres del libro y las lenguas han sido, por supuesto, elaborados, y no están al azar.
[146] Una vez garrapateé «hobbit» en una página en blanco durante unos aburridos exámenes a principio de la década de 1930. ¡Transcurrió algún tiempo hasta que descubrí a qué se refería la palabra!
[147]
E. R. Eddison.
[148] Lenguas internacionales inventadas durante los siglos XIX y XX.
[149]
Los gatos
de la Reina Berúthiel y los nombres y las aventuras de los otros 2 magos
(5 menos Saruman, Gandalf, Radagast) son todo lo que recuerdo.
[Véase N° 211 y también Cuentos Inconclusos, págs. 486-488,491-493.]
[150] Yo no soy Gandalf, sólo soy un Sub-creador trascendente en este pequeño mundo. Si algún personaje se me parece, éste es Faramir, salvo que a mí me falta lo que todos mis personajes poseen (¡que los psicoanalistas lo tengan en cuenta!): el Coraje.
[151]
«Light as Leaf on Lindentree», The
Gryphon, nueva serie VI, N° 6 (junio de 1925), pág. 217.
[152] '.... to be the bride-price of Lúthien to Thingol her father.' (Con error de imprenta como 'bride-piece' en todas las ediciones por varios años, y sólo corregida recientemente) Para un comentario acerca de este poema, véase Inklings, págs. 29-30.
[153] Véase nota introductoria del N° 9.
[154] Es una curiosa casualidad que la raíz √talat utilizada en q[uenya] para «resbalar, deslizarse, caer», de la que atalantie es un derivado normal (en q), se asemeje tanto a Atlántida.
[155] En Cornwall, en la costa, no lejos de Penzance. Estas vacaciones tuvieron lugar en el verano de 1931.
[156] Tolkien vivió en Duchess Road desde 1908 hasta 1910.
[157] Brummagem es la forma local (y muy antigua) del nombre de Birmingham.
[158] En Time and Tide del 15 de julio de este año, en un simposio de editores que recomienda qué libros llevar consigo durante las vacaciones, él sólo menciona El Señor de los Anillos en su lista y le predice una larga vida.
[159] W. H. Auden; véase N° 284.
[160] Véase nota introductoria de N° 9.
[161] Según Elaine Griffiths, amiga de Tolkien, éste le prestó el manuscrito a Susan Dagnall, que había oído de él por la señorita Griffiths.
[162] Es decir, un caso en el que la invención de una lengua por mero placer es el motivo principal. No me interesan los slangs, las jerigonzas, el argot de los ladrones y otras cosas por el estilo.
[163] Mi hobbit es un ejemplo. Muestra en qué grado esta atribución puede ser propia de un individuo (a menudo oscura para el que perpetra el «ruido» e ininteligible para los demás). Si le atribuyo significación a bu-jú no tendría en este caso que recibir la influencia de las palabras que contienen bu en muchas otras lenguas europeas, sino de un cuento de lord Dunsany (leído hace muchos años) sobre los ídolos entronizados en el mismo templo: Chu-Bu y Sheemish. Si utilizara bu-jú en cualquier caso, sería el nombre de algún personaje ridículo, gordo, pretencioso, fuera mitológico o humano.
[164]
Salvo
geometría, asignatura que me ensenó su hermana. Ésa fue la tía cuyos últimos
años animé y divertí mediante la composición de The Adventures of Tom
Bombadil, y consultándola sobre el libro que ella había solicitado.
Murió a los 92 años poco después de que se publicara.
[Para la correspondencia que Tolkien mantuvo con Jane Neave, la tía aquí mencionada, véanse Nos 231, 234, 238 y 241]
[165]
Hay excepciones.
He leído todo lo que escribió E. R. Eddison, a pesar de su nomenclatura
particularmente mala y su filosofía personal. Quedé cautivado por el libro
(creo) que estaba en segundo lugar cuando El S. de los A. obtuvo
el Fantasy Award:5 Death of Grass.6 Disfruto
de Isaac Asimov. Por sobre éstos, me atraen profundamente los libros de
Mary Renault: especialmente los dos sobre Teseo, The King Must Die y
The Bull from the Sea. Hace unos días recibí una tarjeta de aprecio
suya; quizás un ejemplo de la «correspondencia de fans» que más placer me
produce.
[5: Véase n.° 202.] [6: De John Christopher, publicada por primera vez en 1956]
[166] Para el comentario acerca de esto, véase también N° 24.
[167] Tolkien estaba con su hijo Christopher y la familia de éste en la aldea cerca de Oxford donde vivían.
[168] Primo hermano de Tolkien.
[169] De hecho, tenía casi exactamente la misma edad que la que habría tenido mi padre: ambos habían nacido en 1857, Francis a fines de enero, y mi padre a mediados de febrero.
[170] Alemán: «confirmación».
[171] Alemán: «ascendencia, genealogía».
[172] A. H. Maxwell era también inspector de tabacos para el gobierno británico durante la guerra.
[173] Latín: «No quiero ser convertido en obispo».
[174] Dos versos del poema inédito de Tolkien «Mythopoeia», escrito para C. S. Lewis.
[175] Charles Williams, quien ahora vivía en Oxford.
[176] A la Conferencia de Teherán, celebrada en noviembre de 1943, asistieron líderes británicos, americanos y rusos.
[177]
Es decir, Winston Spencer Churchill.
[178] «Collie» Knox, escritor y popular periodista.
[179] El espacio en blanco aparece en la carta original; no se da ningún nombre.
[180] Christopher Tolkien navegó a Sudáfrica en el buque de vapor Cameronia. Las condiciones a bordo eran tan desagradables, que él y sus compañeros lo llamaron Altmark, el nombre del barco-prisión alemán.
[181] Heaton Park Camp, Manchester, donde había sido destinado Christopher Tolkien.
[182] Latín: «Mantén clara la mente, retén la lengua».
[183] Un sacerdote del Birmingham Oratory
[184] Otra carta de Christopher Tolkien, de fecha 22 de septiembre de 1943, se refiere a la «nueva traducción de Lewis de la Eneida en alejandrinos rimados». No fue publicada.
[185] Por «asistencia», claro está, no quiero decir interferencia, aunque sería deseable la oportunidad de examinar algunas muestras. Mi conocimiento lingüístico rara vez va mas allá de la captación de algún error obvio o libertades evidentes hasta el análisis de sutilezas que podrían ser necesarias. Pero este texto tiene muchas dificultades especiales. Para mencionar una de ellas: hay palabras que no figuran en los diccionarios o que exigen el conocimiento de un inglés más antiguo. Sobre detalles como éste y otros que se plantearían inevitablemente, el autor sería la fuente de información más satisfactoria y la más rápida.
[186] La traducción sueca de 1947, publicada con el título Hompen.
[187] Término que significa un país «rústico» imaginario.
[188]
¡De cualquier
modo, Canétang = Puddleduck está muy por encima de este desempeño!
[Es decir, cane, «pato» + étang, «estanque, laguna»]
[189] El traductor de la edición holandesa.
[190]
Por ejemplo:
Ford of Bruinen = ¡Bjórnavad!; Archet = Gamleby (una mera
conjetura, supongo, a partir de la forma «arcaica»); Mountains of Lune
(Ered Luin) = Mánbergen; Gladden Fields (a pesar de la descr.
en 1,79) = Ljusa slättema, etcétera.
[Bjórnavad: «Vado del Oso». Gamleby: «Aldea Vieja». Mánbergen: «Montañas de la Luna». Ljusa slatterna: «Planicies Brillantes». En realidad, Mánbergen no parece haber sido utilizada, pero el Río de Lune y el Golfo de Lune se tradujeron Mánfloden y Mángolfen]
[191] O, supongo, la nomenclatura de los últimos volúmenes.
[192] Áke Ohlmarks, traductor de la edición sueca de El Señor de los Anillos; incluyó un artículo biográfico sobre Tolkien en su traducción de la obra.
[193] Sueco: «maestría, habilidad magistral».
[194] Dos palabras están en cuestión: 1) La griega gnome, «pensamiento, inteligencia» (y en plural «máximas, dichos», de donde proviene la palabra inglesa gnome, máxima o aforismo, y el adjetivo gnomic), y 2) la palabra gnome usada por el escritor del siglo XVI Paracelso como sinónimo de pygmaeus. Paracelso «dice que los seres llamados así tienen la tierra por elemento .... a través de la cual se trasladan sin obstáculo alguno como los peces en el agua o los pájaros y los animales terrestres a través del aire» (Oxford English Dictionary, s.v. Gnome). El O.E.D. sugiere que, haya inventado Paracelso la palabra o no, su significado era «habitante de la tierra», y descarta toda conexión con la otra palabra Gnome.
[195] «Uglúk u bagronk sha pushdug Saruman-glob búbhosh skai.»
[196] Pero, aun así, no sabemos la significación original de tooth. ¿Significaba «pica, punta aguda» o era (como algunos suponen) el agente activo de ED «comer», es decir, un nombre funcional y no pictórico?
[197] Porque una palabra singular en el lenguaje humano (¡a diferencia del élfico!) es un signo taquigráfico y convencional. El hecho de que derive de una única faceta, aun cuando este probado, no demuestra que otras facetas no estuvieran igualmente presentes en la mente de los usuarios de este signo convencional. El λογos es, en última instancia, independiente del verbum.
[198] Pero no sabemos cómo Tiw (= dívus) se convirtió en un «nombre» que según la interpretación romana equivalía a Marte. Quizás era otra sustitución de un término general (divinidad) para un «verdadero nombre». El plural tívar en la poesía noruega antigua todavía significa «dioses».
[199] Es decir, se refieren a las normas imperturbadas del cambio habitual (como simples enunciaciones de la acción de la escarcha), pero es posible que se interfieran las normas; las Pautas de una ventana dada son prácticamente impredecibles, aunque uno cree que si conociera todas las circunstancias, no sería así.
[200] Por lo cual quiere decir que no están conectados por un cambio semántico perdido; pero ¿cómo puede estar seguro de ello?
[201] (Véase el lamento de Galadriel, I, 521-522) oiolossëo = Mt. Uilos.
[202] En alto élfico. Había también una raíz más o menos sinónima gal (correspondiente a gil, sólo aplicada a la luz blanca o plateada). La variación g/k no debe confundirse con el cambio gramatical o k, c> g en la lengua de los Elfos Grises, que se ve en las iniciales de las palabras compuestas o después de partículas íntimamente conectadas (como el artículo). Así, Gil-galad, «luz de las estrellas». Cí. palan-díriel comparada con tíro niu.
[203] En el índice de El Silmarillion los nombres Elrond, Elros y Elwing se traducen «Bóveda de las Estrellas», «Espuma de Estrellas» y «Rocío de Estrellas». Estas interpretaciones de los nombres son posteriores a los de esta carta.
[204] «.... siendo quien soy y de la pura estirpe del Oeste [Númenor]» (III, 331).
[205]
«Laurelindórean lindelorendor malinomélion
ornemalin.»
[206] «Taurelilómëa-Tumbaletaurëa Lómëanor.»
[207]
Del saludo de Glorfindel a Aragorn:
«Ai na vedui Dúnadan! Mae govannen!» (I, 292).
[208] «A vanimar, vanimálion nostari!» (III, 344).
[209] Tolkien transcribe en la carta las siguientes líneas. Línea 2: «Cuio i Pheriain anann! Aglar'ni Pheriannath!». Línea 4: «Daur a Berhael, Conin en Annün! Eglerio!». Línea 6: «Eglerio!». Línea 7: «A laita te, laita te! Andave laituvalmet!». Línea 9: «Cormacolindor, a laita tárienna!».
[210] Por ejemplo, en un disparatado artículo de J. S. Ryan.
[211] Este comentario se publicó después de la muerte de Tolkien en A Tolkien Compass, editado por Jared Lobdell (La Salle, Illinois, Open Court, 1975), págs. 153-201.
[212] Con la posible excepción del nombre (de un rey) Gram. Ésta, por supuesto, es una genuina palabra a.s., pero en el a.s. registrado (como en el noruego antiguo) no utilizado como nombre = «guerrero o rey». Pero no es improbable alguna influencia de la lengua nórdica sobre la de los Eorlingas después de su traslado al norte. De hecho, hay claras huellas de la mutua influencia de la lengua (poética) del noruego antiguo y el a.s.
[213] La única excepción (aunque fundamental) es Eärendil. Véase abajo.
[214] Se supone que la palabra Warg [Huargo] utilizada en El Hobbit y El S. de los A. para designar una malvada (o demoníaca) raza de lobos no es específicamente a.s., y se le da una forma primordialmente germánica que representa el nombre común entre los Hombres del Norte para estas criaturas. Parece haberse implantado: aparece en Orbit 2, pág. 119, no como palabra en [un] país extraño, sino en un comunicado oficial de la Tierra dirigido a un explorador espacial. Se trata de una historia de un lector del S. de los A
[215] Ya muy avanzada 20 años antes que se escribiera El Hobbit. Las leyendas del pasado antes de la época de El Hobbit y El S. de los A. se compusieron también en gran parte antes de 1935.
[216] La forma a.s. de más temprano registro en earendil (oer-), más tarde éarendel, eorendel. Sobre todo en glosas sobre jubar = leoma; asimismo sobre aurora. Pero también en Blick[ling] Hom[ilies] 163, se níwa éorendel se aplica a san Juan Bautista; y muy notablemente Críst 104, éala! éarendel engla beorhtast ofer middangeard monnum sended. A menudo se supone que se refiere a Cristo (o a María), pero la comparación con Bl. Homs. sugiere que se refiere al Bautista. Los versos se refieren a un heraldo y divino mensajero, evidentemente no al soðfæsta sunnan leoma = Cristo.
[217]
Q. ëar, s. aear (véase I, 329).
[218] Esto procura la clave de muchos otros nombres élficos q., tales como Elendil, «Amigo de los Elfos» (eled + ndil), Valandil, Mardil el Buen Mayordomo (devoto de la Casa, es decir, de la Casa de los Reyes), Meneldil, «astrónomo», etcétera. De significación similar en los nombres es -(n)dur, aunque en rigor esto significa «servir», como se sirve a un legítimo amo: cf. q. arandil, «amigo del rey, realista», junto a arandur, «servidor del rey, ministro». Aunque ambas formas a menudo coinciden: por ejemplo, la relación de Sam con Frodo puede considerarse en situación -ndur, en espíritu -ndil. Considérese entre las variantes: Eärendur, «marinero (profesional)».
[219] En la época de su lamentación en Lorien, ella creía que esto sería permanente en tanto la Tierra durara. Por ello termina su lamento con el deseo o la plegaria de que a Frodo, por gracia especial, se le concediera una estancia purgativa (no penal) en Eresséa, la isla Solitaria a la vista de Aman, aunque para ella el camino estuviera cerrado. (La Tierra de Aman, después de la caída de Númenor, no tenía existencia física «en los círculos del mundo».) Su plegaria fue contestada, pero también se levantó la prohibición que pesaba sobre ella en recompensa de sus servicios contra Sauron, y sobre todo por su rechazo de la tentación de guardar el Anillo para sí cuando le fue ofrecido. De modo que al final la vemos embarcarse.
[220] Esta significación era comprendida por otras gentes ignorantes del sindarin: cf. Stoningland (1 vol. ed. 882.) y en particular la conversación de Théoden y Ghân 864 y sigs. De hecho, es probable dentro de la ficción histórica que los Númenóreanos del Reino del Sur tomaran este nombre de los primitivos habitantes de Gondor y dieran de él una versión adecuada en sindarin.
[221] La observación que aparece en el prefacio del vol. 1 de la edición en rústica, pág. 7, de que todo era de inspiración fundamentalmente lingüística es estrictamente cierta.
[222] Posiblemente la razón por la que mi apellido se escribe ahora erróneamente TOLKEIN, a pesar de todos mis esfuerzos por evitarlo, ¡aun por mis colegas, empleados de banco y de la oficina de mi abogado! Mi nombre es Tolkien, forma anglificada de To(l)kiehn — tollkühn, y provino de Sajonia en el siglo XVIII. No es de origen judío, aunque me consideraría honrado si lo fuera.
[223] Un cuerpo estrechamente formado de soldados enemigos.
[224] Los Elfos Silvanos del reino de Thranduil no hablaban s., sino una lengua relacionada con él o dialecto.
[225] La diferencia entre esto y el s. Ithil es consecuencia de un cambio de þ (th) > s en q. de los Exiliados. Pero había una raíz √SIL como en Silmarilli. Cf. también síla lúmenna omentielvo.
[226] Nota: dos antiguas palabras en élfico para «árbol»: 1) *galadä < √GAL, «crecer» intr[ansitivo]; y 2) *ornë de la raíz m[uy] f[recuentemente] usada √OR/RO, «elevarse, llegar alto» (cf. ortani, «elevado»), 1) > q. alda, s. galadh. 2) > q. orne, s. om, 1) no se relaciona en origen con el nombre Galadriel, pero [se da] en Calas Galadhon, Galadhrim. Antes de descubrir que muchos lectores como tú se interesarían en los detalles de las lenguas, pensé que muchos considerarían extraño el grupo dh, de modo que escribí d (por ð & dh) en los nombres. Pero galadhon, -dhrim figuran ahora en el texto.
[227] Si en verdad todos fueran así; algunos pueden haber sido meras acuñaciones según el estilo general; o alteraciones domésticas de antiguos nombres, como es el caso de nuestro Roben > Robin, Dobbin, Hob, Bob, etcétera.
[228] El uso que haces de las suavizaciones indica que las conoces, de modo que no es necesario que diga más; excepto observar que a pesar de que son de origen fonético, se las utiliza gramaticalmente, por tanto pueden darse o estar ausentes en casos que esto no se justifique fonéticamente por el antecedente.
[229] Por ejemplo, Periannath, el pueblo Hobbit, a diferencia de periain, un número indefinido de «medianos».
[230] Original[mente] los duales q. eran a) puramente numerativos (elemento ata) y pares (elemento ü como se ve en Aldüya); pero normalmente en el q. posterior es sólo habitual en referencia a los pares naturales, y la elección entre t o u [se] decidía por motivos de eufonía (Ü se prefería después de d/t en la raíz).
[231] De arn(a)gon-ath.
[232] Una i larga en español. (N. del t.)
[233] Un sabio élfico de Tol Eressea del que el marinero Aelfwine escuchó las leyendas que constituyen El Silmarillion; véase Una biografía, págs. 106,187.
[234] Tolkien sobreestimaba la longitud combinada de las dos obras en varios centenares de miles de palabras.
[235] Es decir, la proyectada continuación de Egidio, el granjero de Ham.
[236] La segunda carta de Unwin era un acuse de recibo de la nota de Tolkien del 2 de abril.
[237] El enfado de Tolkien con Allen & Unwin se advierte en el borrador de esta carta, en el que emplea palabras mucho más fuertes; se lo cita en Una biografía, pág. 234, en el pasaje que empieza: «es decir, que aceptaría usted El Señor, y que eso sería más que suficiente dado que yo no quiero recortes, pero no, El Silmarillion al cual veo no tiene Ud. intención de reconsiderar. Después de todo, un rechazo es un rechazo y sigue siendo válido. Pero no se plantea la posibilidad de dejar caer El Silmarilion, después de una discreta reverenciay de aceptar la edición del Señor da los Anillos. Yo no he ofrecido ni ofrezco el Señor de los Anillos a Ud. ni a nadie en esas condiciones, como sin duda he dicho antes claramente. Quiero una respuesta, sí o no, a la propuesta que he hecho y no a ninguna posibilidad “imaginaria” »
[238] Humprhey Carpenter. J.R.R Tolkien. Una Biografía. Todas las citas de este párrafo
[239] La carta de Rayner Unwin del 29 [sic] de noviembre decía: «Espero tener la oportunidad de ver el Silmarillion. ¡Créase o no, todavía estoy del todo convencido de que tiene algo sumamente importante que publicar en este libro y en Los Señores del Anillo! [sic]».