VALAQUENTA
Historia de los Valar y los Maiar según el saber de los Eldar
En el principio Eru, el Único, que en la lengua élfica es llamado Ilúvatar, hizo a los Ainur de su pensamiento; y ellos hicieron una Gran Música delante de él. En esta música empezó el Mundo; porque Ilúvatar hizo visible el canto de los Ainur, y ellos lo contemplaron como una luz en la oscuridad. Y muchos de entre ellos se enamoraron de la belleza y la historia del mundo, que vieron comenzar y desarrollarse como en una visión. Por tanto Ilúvatar dio Ser a esta visión, y la puso en medio del Vacío, y el Fuego Secreto fue enviado para que ardiera en el corazón del Mundo; y se lo llamó Eä.
Entonces aquellos de entre los Ainur que así lo deseaban, se levantaron y entraron en el mundo en el principio del Tiempo; y era su misión acabarlo, y trabajar para que la visión se cumpliese. Largo tiempo trabajaron en las regiones de Eä, de una vastedad inconcebible para los Elfos y los Hombres, hasta que en el tiempo señalado se hizo Arda, el Reino de la Tierra. Entonces se vistieron con las galas de la Tierra, y allí descendieron y moraron.
De los Valar
A los Grandes de entre estos espíritus los Elfos llaman Valar, los
Poderes de Arda, y los hombres con frecuencia los han llamado dioses. Los Señores
de Valar son siete; y las Valier, las Reinas de los Valar, son siete también.
Estos eran sus nombres en la lengua élfica tal como se la hablaba en
Valinor, aunque tienen otros nombres en el habla de los Elfos de la Tierra Media,
y muchos y variados entre los hombres. Los nombres de los Señores son
éstos, en debido orden: Manwë, Ulmo, Aulë, Oröme, Mandos,
Lorien, y Tulkas; y los nombres de las Reinas son: Varda, Yavanna, Nienna, Estë,
Vairë, Vana y Nessa. Melkor ya no se cuenta entre los Valar, y su nombre
no se pronuncia en la Tierra.
Manwë y Melkor eran hermanos en el pensamiento de Ilúvatar. El
más poderoso de los Ainur que descendieron al Mundo era en un principio
Melkor; pero Manwë es el más caro al corazón de Ilúvatar
y el que comprende mejor sus propósitos. Se lo designó para ser,
en la plenitud de los tiempos, el primero de todos los reyes: señor del
Reino de Arda y regidor de todo lo que allí habita. En Arda su deleite
son los vientos y las nubes y todas las regiones del aire, desde las alturas
hasta los abismos, desde los confines superiores del Velo de Arda hasta las
brisas que soplan en la hierba. Lo llaman Súlimo, Señor del Aliento
de Arda. Ama a todas las aves veloces de alas vigorosas, y ellas vienen y van
de acuerdo con lo que él ordene.
Con Manwë habita Varda, la Dama de las Estrellas, que conoce todas las
regiones de Eä. Demasiado grande es la belleza de Varda para que se la
declare en palabras de los Hombres o de los Elfos; pues la luz de Ilúvatar
vive aún en su rostro. En la luz están el poder y la alegría
de Varda. Desde las profundidades de Eä, acudió en ayuda de Manwë;
porque a Melkor lo conoció antes de la ejecución de la Música
lo rechazó, y él la odió y la temió más que
a todos Los otros hechos por Eru. Manwë y Varda rara vez se separan y permanecen
en Valinor. Los palacios se alzan sobre las nieves eternas, en Oiolossë,
la más alta torre de Taniquetil, la más elevada de todas las montañas
de la Tierra. Cuando Manwë asciende allí a su trono y mira enfrente,
si Varda está a su lado ve más lejos que otra mirada alguna, a
través de la niebla y a través de la oscuridad y por sobre las
leguas del mar. Y si 13 Manwë está junto a ella, Varda oye más
claramente que todos los otros oídos el sonido de las voces que claman
de este a oeste, desde las colinas y los valles, y desde los sitios oscuros
que Melkor ha hecho en la Tierra. De todos los Grandes que moran en este mundo
a Varda es a quien más reverencian y aman los Elfos. La llaman Eibereth,
e invocan su nombre desde las sombras de la Tierra Media y la ensalzan en cantos
cuando las estrellas aparecen.
Ulmo es el Señor de las Aguas. Está solo. No habita mucho tiempo
en parte alguna, sino que se traslada a su antojo por las aguas profundas alrededor
de la Tierra o debajo de la Tierra. Sigue en poder a Manwë, y antes de
que Valinor fuera hecha, era el más próximo a él en amistad;
pero después, raras veces asistía a los consejos de los Valar,
a menos que se debatieran muy grandes asuntos. Porque tiene siempre presente
a toda Arda y no necesita lugar de descanso. Además no le agrada andar
sobre la Tierra y rara vez viste un cuerpo, a la manera de sus pares.
Cuando los Hijos de Eru llegaban a verlo, sentían un gran terror, pues
la aparición del Rey del Mar era terrible, como una ola gigantesca que
avanza hacia la tierra, con un yelmo oscuro de cresta espumosa y una cota de
malla que resplandece pasando del color plata a unas sombras verdes. Altas son
las trompetas de Manwë, pero la voz de Ulmo es profunda como los abismos
del océano que sólo él ha visto.
No obstante Ulmo ama tanto a los Elfos como a los Hombres y nunca los abandona,
ni aun cuando soportan la ira de los Valar. A veces llega invisible a las costas
de la Tierra Media o sube tierra adentro por los brazos de mar, y allí
hace música con los grandes cuernos, los Ulumúri, de conchas blancas
labradas; y aquellos a quienes llega esa música, la escuchan desde entonces
y para siempre en el corazón, 7 la nostalgia del mar ya nunca los abandona.
Pero Ulmo habla sobre todo a los que moran en la Tierra Media con voces que
se oyen sólo como música del agua. Porque todos los mares, los
ríos y las fuentes le están sometidos; de modo que los Elfos dicen
que el espíritu de Ulmo corre por todas las venas del mundo. Así
le llegan a Ulmo las nuevas, aun en las profundidades abismales, de todas las
necesidades y los dolores de Arda, que de otro modo permanecerían ocultos
para Manwë.
Poco menos poder que Ulmo tiene Aulë. Domina todas las sustancias de
que Arda está hecha. En un principio trabajó mucho en compañía
de Manwë y Ulmo; y fue él quien dio forma a las tierras. Es herrero
y maestro de todos los oficios, y los trabajos que requieren habilidad, aun
los muy pequeños, tanto como de las poderosas construcciones de antaño.
Suyas son las gemas que yacen profundas en la Tierra y el oro que luce en la
mano, y también los muros de las montañas y las cuencas del mar.
Los Noldor fueron quienes más aprendieron de Aulë, quien fue siempre
amigo de ellos. Melkor estaba celoso, pues Aulë era el que más se
le parecía en pensamiento y en poderes; y hubo entre los dos una prolongada
lucha en la que Melkor siempre estropeaba o deshacía las obras de Aulë,
y Aulë se cansaba de reparar los tumultos y los desórdenes provocados
por Melkor. Ambos, también, deseaban hacer cosas propias que fueran nuevas
y que los otros no hubieran pensado, y se complacían en las alabanzas
de los demás. Pero Aulë fue siempre leal y sometía todo lo
que hacía a la voluntad de Eru; y no envidiaba la obra de los otros,
sino que buscaba y daba consejo. Mientras Melkor se consumía en envidias
y en odios, hasta que por último nada pudo hacer, salvo mofarse del pensamiento
de los demás, y destruir todas sus obras, si le era posible.
La esposa de Aulë es Yavanna, la Dadora de Frutos. Es amante de todas
las cosas que crecen en la tierra, y conserva en la mente todas las innumerables
formas, desde los árboles como torres en los bosques antiguos hasta el
musgo de las piedras o las criaturas pequeñas y secretas del moho. Entre
las Reinas de los Valar, Yavanna es la más venerable después de
Varda. En forma de mujer es alta y viste de verde; pero a veces asume otras
formas. Hay quienes la han visto erguida como un árbol bajo el cielo,
coronada por el sol; y de todas las ramas se derramaba un rocío dorado
sobre la tierra estéril que de pronto verdeaba con el trigo; pero las
14 raíces del árbol llegaban a las aguas de Ulmo y los vientos
de Manwë Hablaban en sus hojas. En la lengua Eldarin la llaman Kementári,
Reina de la Tierra.
Los Fëanturi, los Amos de los Espíritus, son hermanos, y con mucha
frecuencia responden a los nombres de Mandos y Lorien. Sin embargo éstos
son los nombres de los sitios en que habitan, y ellos en verdad se llaman Námo
e Irmo.
Námo, el mayor, habita en Mandos, en el oeste de Valinor. Es el guardián
de las Casas de los Muertos, y convoca a los espíritus de quienes tuvieron
una muerte violenta. No olvida nada; y conoce todas las cosas que serán,
excepto aquellas que aún dependen de la libertad de Ilúvatar.
Es el Juez de los Valar; pero condena y enjuicia sólo por orden de Manwë.
Vairë la Tejedora es su esposa, que teje todas las cosas que han sido alguna
vez en el Tiempo en tramas de historias, y las estancias de Mandos, más
amplias a medida que transcurren las edades, se adornan con ellas.
Irmo, el menor, es el patrono de las visiones y los sueños. Los jardines
de Irmo se encuentran en Lorien, en la tierra de los Valar, y es el más
hermoso de todos los lugares del mundo, habitado por muchos espíritus.
Esté la Gentil, curadora de las heridas y ¿as tangas, es su esposa.
Gris es su vestido, y reposo es su don. No camina durante el día, pero
duerme en una isla en el lago de Lórellin, sombreado de árboles.
Las fuentes de Irmo y Estë calman la sed de todos los que moran en Valinor;
y a menudo los mismos Valar acuden a Lorien y encuentran allí reposo
y alivio de la carga de Arda.
Más poderosa que Esté es Nienna, hermana de los Féanturi;
vive sola. Está familiarizada con el dolor y llora todas las heridas
que ha sufrido Arda por obra de Melkor. Tan grande era su pena, mientras la
Música se desplegaba, que su canto se convirtió en lamento mucho
antes del fin, y los sonidos de duelo se confundieron con los temas del Mundo
antes que éste empezase. Pero ella no llora por sí misma; y quienes
la escuchan aprenden a tener piedad, y firmeza en la esperanza. Los palacios
de Nienna se alzan al oeste del Oeste en los límites del Mundo; y ella
rara vez viene a la ciudad de Valimar, donde todo es regocijo. Visita sobre
todo los palacios de Mandos, que están cerca de los suyos; y todos los
que la esperan en Mandos claman por elía, pues fortalece los espíritus
y convierte el dolor en sabiduría. Las ventanas de su casa miran hacia
afuera desde los muros del mundo.
El más grande en fuerza y en proezas es Tulkas, a quien llaman Astaldo
el Valiente. Fue el último en llegar a Arda para ayudar a los Valar en
las primeras batallas contra Melkor. Ama la lucha y los torneos de fuerza; y
no monta a caballo, pues corre más rápidamente que todas las criaturas
que andan a pie, y no conoce la fatiga. Tiene el pelo y la barba dorados y la
piel rojiza; sus armas son las manos.
Poco caso hace del pasado o del futuro, y no es buen consejero pero sí
un amigo intrépido. Su esposa es Nessa, hermana de Oromë, y también
ella es ágil y ligera de pies. Ama a los ciervos, y ellos van detrás
de su séquito toda vez que ella se interna en las tierras salvajes, pero
los vence en la carrera, veloz como una flecha con el viento en los cabellos.
La danza la deleita, y danza en Valinor en los prados siempre verdes.
Oromë es un poderoso señor. Aunque no tan fuerte como Tulkas,
es más terrible en cólera; mientras que Tulkas ríe siempre,
en el juego como en la fuerra, y llegó a reírse en la cara de
Melkor en las alalias de antes que los Elfos nacieran.
Oromë amaba la Tierra Media, la dejó de mala gana y fue el último
en llegar a Valinor; y en otro tiempo volvía a menudo al este por las
montañas y regresaba con su ejército a las colinas y las llanuras.
Es cazador de monstruos y de bestias feroces, y encuentra deleite en los caballos
y los perros; y ama a todos los árboles, por lo que recibe el nombre
de Aldaron, y los Sindar lo llaman Tauron, el Señor de los Bosques. Nahar
es el nombre de su caballo, blanco al sol y de plata refulgente por la noche.
El gran cuerno que lleva consigo se llama Valaróma, y el sonido de este
cuerno es como el ascenso del sol envuelto en una luz escarlata o el rayo que
15 atraviesa las nubes. Por sobre todos los cuernos de su ejército se
oyó a Valaróma en los bosques que Yavanna hizo crecer en Valinor;
pues allí preparaba Oromë a gente y a bestias para perseguir a las
criaturas malignas de Melkor. La esposa de Oromë es Vana, la Siempre Joven,
hermana menor de Yavanna. Las flores brotan cuando ella pasa, y se abren cuando
ella las mira; y todos los pájaros cantan cuando ella se acerca.
Estos son los nombres de los Valar y las Valier y aquí se cuenta brevemente
qué aspecto tenían, tal como los Eldar los contemplaron en Aman.
Pero aunque las formas en que se manifestaron a los Hijos de Ilúvatar
parecieran hermosas y nobles, no eran sino un velo que ocultaba su hermosura
y su poder. Y si poco se dice aquí de todo lo que una vez supieron los
Eldar, no es nada en comparación con lo que ellos son en verdad, pues
se remontan a regiones y edades que nuestro pensamiento no alcanza. Entre ellos,
Nueve eran los más poderosos y venerables, pero uno fue eliminado y quedaron
Ocho, los Aratar, los Principales de Arda: Manwë y Varda, Ulmo, Yavanna
y Aulë, Mandos, Nienna y Oromë. Aunque Manwë es el Rey y responsable
de la lealtad de todos a Eru, son pares en majestad y sobrepasan sin comparación
a todos los demás, Valar o Maiar, o a cualquier otro enviado por Ilúvatar
a Eä.
De los Maiar
Con los Valar vinieron otros espíritus que fueron también antes
que el Mundo, del mismo orden de los Valar, pero de menor jerarquía.
Son éstos los Maiar, el pueblo sometido a los Valar, y sus servidores
y asistentes. El número de estos espíritus no es conocido de los
Elfos y pocos tienen nombre en las lenguas de los Hijos de Ilúvatar;
porque aunque no ha sido así en Aman, en la Tierra Media los Maiar rara
vez se han aparecido en forma visible a los Elfos y los Hombres.
Principales entre los Maiar de Valinor cuyos nombres se recuerdan en las historias
de los Días Antiguos son limaré, doncella de Varda, y Eönwë,
el portador del estandarte y el heraldo de Manwë, con un poder en el manejo
de las armas que nadie sobrepasa en Arda. Pero de todos los Maiar, Ossë
y Uinen son los más conocidos de los Hijos de Ilúvatar.
Ossë es vasallo de Ulmo y amo de los mares que bañan las costas
de la Tierra Media. No desciende a las profundidades, pero ama las costas y
las islas y se regocija con los vientos de Manwë; se deleita en las tormentas
y se ríe en medio del rugir de las olas. Su esposa es Uinen, la Señora
de los Mares, cuyos cabellos se esparcen por todas las aguas bajo el cielo.
Ama a todas las criaturas que habitan en las corrientes salinas y todas las
algas que crecen allí; a ella claman los marineros, porque puede tender
la calma sobre las olas, restringiendo el frenesí salvaje de Ossë.
Los Númenóreanos vivieron largo tiempo bajo la protección
de Uinen, y la tuvieron en igual reverencia que a los Valar.
Melkor odiaba al mar, pues no podía someterlo. Se dice que mientras
hacían a Arda, intentó ganarse la lealtad de Ossë, prometiéndole
todo el reino y el poder de Ulmo, si lo servía. Así fue que mucho
tiempo atrás hubo grandes tumultos en el mar que llevaron ruina a las
tierras. Pero Uinen, por ruego de Aulë, disuadió a Ossë y lo
condujo ante Ulmo; y fue perdonado y volvió a su servicio y le fue fiel,
la mayoría de las veces; porque nunca perdió del todo el gusto
por la violencia, y a veces mostraba una furiosa terquedad aun sin el consentimiento
de Ulmo, su señor.
Por tanto, los que habitan junto al mar o se trasladan en embarcaciones suelen
amarlo, pero no confían en él.
Melian era el nombre de una Maia que servía a Vana y a Esté;
vivió largo tiempo en Lorien, donde cuidaba de los árboles que
florecen en los jardines de Irmo, antes de que ella se trasladara a la Tierra
Media. Los ruiseñores cantaban a su alrededor dondequiera que ella fuese.
16 El más sabio de entre los Maiar era Olórin. También
él vivía en Lorien, pero sus caminos lo llevaban a menudo a casa
de Nienna, y de ella aprendió la piedad y la paciencia.
De Melian mucho se dice en el Quenta Silmarillion. Pero de Olórin nada
cuenta ese relato; porque aunque amaba a los Elfos, andaba entre ellos invisible
o con la forma de un Elfo, y ellos desconocían el porqué de aquellas
hermosas visiones o la impronta de sabiduría que él les ponía
en el corazón. Más tarde fue amigo de todos los Hijos de Ilúvatar
y compadeció sus sufrimientos, y quienes lo escuchaban despertaban de
la desesperación y apartaban las aprensiones sombrías.
De los Enemigos
Ultimo de todos se inscribe el nombre de Melkor, el que se Alza en Poder.
Pero ha perdido ese nombre, a causa de sus propias faltas, y los Noldor, que
de entre los Elfos son los que más han sufrido su malicia, nunca lo pronuncian,
y lo llaman en cambio Morgoth, el Enemigo Oscuro del Mundo. Gran poder le concedió
Ilúvatar, y fue coevo de Manwë. De los poderes y el conocimiento
de todos los otros Valar, tenía él una parte, pero los volcó
a propósitos malvados, y prodigó su fuerza en violencia y tiranía.
Porque codiciaba a Arda y a todo lo que había en ella, deseando el reinado
de Manwë y tener dominio sobre los reinos de sus pares.
Desde los días de esplendor llegó por arrogancia a despreciar
a todos los seres con excepción de él mismo, espíritu estéril
e implacable. Cambió el conocimiento en artes sutiles, para acomodar
torcidamente a su propia voluntad todo lo que deseaba, hasta convertirse en
un embustero que no conocía la vergüenza. Empezó con el deseo
de la luz, pero cuando no pudo tenerla sólo para él, descendió
por el fuego y la ira a una gran hoguera que ardía allá abajo,
en la Oscuridad. Y fue la oscuridad lo que él más utilizó
para obrar maldades en Arda, e hizo que la gente de Arda tuviese miedo de todas
las criaturas vivientes.
Sin embargo, tan grande era el poder de su levantamiento, que en edades olvidadas
contendía con Manwë y todos los Valar, y por largos años
tuvo a Arda sometida en la mayor parte de las regiones de la Tierra. Pero no
estaba solo.
Porque de entre los Maiar, muchos se sintieron atraídos por el esplendor
de Melkor en los días de su grandeza, y permanecieron junto a él
hasta el descenso a la oscuridad; y después corrompió a otros
y los atrajo con mentiras y regalos traicioneros. Terribles entre ellos eran
los Valaraukar, los azotes de fuego que en la Tierra Media recibían el
nombre de Balrogs, demonios de terror.
Entre sus servidores con nombre, el más grande fue ese espíritu
a quien los Eldar llamaron Sauron o Gorthaur el Cruel. Se lo contó al
principio entre los Maiar de Aulë, y fue siempre una figura poderosa en
las tradiciones de ese pueblo. En todos los hechos de Melkor el Morgoth en el
Reino de Arda, en las vastas obras que el edificó y en las trampas que
tendía, Sauron tuvo parte, y era menor en maldad que su amo sólo
porque durante mucho tiempo sirvió a otro y no a sí mismo. Pero
en años posteriores se levantó como una sombra de Morgoth y como
un fantasma de su malicia, y anduvo tras él por el mismo ruinoso sendero
que descendía al Vacío.
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