Melian era una Maia, de la raza de los Valar. Moraba en los jardines de Lorien,
y no había allí nadie más hermosa que Melian, ni más
sabia, ni que conociese mejor las canciones de encantamiento. Se dice que los
Valar abandonaban el trabajo y que el bullicio de los pájaros de Valinor
se interrumpía, que las campanas de Valmar callaban y que las fuentes
dejaban de fluir, cuando al mezclarse las luces Melian cantaba en Lorien. Los
ruiseñores iban siempre con ella y ella era quien les enseñaba
a cantar; y amaba las sombras profundas de los grandes árboles. Antes
de que el Mundo fuera hecho, Melian se parecía a la mismísima
Yavanna; y en el tiempo en que los Quendi despertaron junto a las aguas de Cuiviénen,
partió de Valinor y llegó a las Tierras de Aquende, y allí
poco antes del alba la voz de Melian y las voces de los pájaros llenaron
el silencio de la Tierra Media. Pues bien, cuando el viaje estaba por concluir,
como ya se dijo, el pueblo de los Teleri descansó largo tiempo en Beleriand
Oriental, más allá del Río Gelion; y en ese entonces muchos
de los Noldor estaban todavía al oeste, en esos bosques que luego se
llamaron Neldoreth y Región. Elwë, señor de los Teleri, atravesó
a menudo los grandes bosques en busca de Finwë, su amigo, en las moradas
de los Noldor; y sucedió una vez que llegó solo al bosque de Nan
Elmoth, iluminado por las estrellas, y allí escuchó de pronto
el canto de los ruiseñores. Entonces cayó sobre él un encantamiento
y se quedó inmóvil; V a lo lejos, más allá de las
voces de los lómelindi, oyó la voz de Melian, y el corazón
se le colmó de maravilla y de deseo. Olvidó entonces por completo
a su gente y los propósitos que lo guiaban, y siguiendo a los pájaros
bajo la sombra de los árboles, penetró profundamente en Nan Elmoth
y se extravió. Pero llegó por fin a un claro abierto a las estrellas,
y allí se encontraba Melian; y desde la oscuridad él la contempló,
y vio en el rostro de ella la luz de Aman.
No dijo Melian ni una palabra; pero anegado de amor, Elwë se le acercó y le tomó la mano, y en seguida un hechizo operó en él, de modo que así permanecieron los dos mientras las estrellas que giraban por encima de ellos medían los largos años, y los árboles de Nan Elmoth se volvieron altos y oscuros antes de que ninguno pronunciara una palabra.
Así, pues, el pueblo de Elwë, que lo buscó, no pudo encontrarlo, y Olwë fue rey de los Teleri y se pusieron en marcha, como se cuenta más adelante. Elwë Singollo no volvió nunca a través del mar a Valinor, y Melian no volvió allí mientras los dos reinaron juntos; pero de ella tuvieron, tanto los Elfos como los Hombres, un aire de los Ainur que estaban con Ilúvatar antes de Eä. En años posteriores él se convirtió en un rey renombrado, que mandaba a todos los Eldar de Beleriand; se llamaron los Sindar, los Elfos Grises, los Elfos del Crepúsculo; y él era el Rey Mantogrís, como se lo llamó, Elu Thingol en la lengua de esa tierra. Y Melian fue la Reina, más sabia que hijo alguno de la Tierra Media; y habitaban en las estancias ocultas de Menegroth, las Mil Cavernas, en Doriath. Gran poder le dio Melian a Thingol, que fue grande entre los Eldar; porque sólo él entre todos los Sindar había visto con sus propios ojos a los Árboles en el día del florecimiento, y aunque era rey de los Umanyar, no se lo contó entre los Moriquendi, sino entre los Elfos de la Luz, poderoso en la Tierra Media. Y del amor de Thingol y Melian, vinieron al mundo los más hermosos de todos los Hijos de Ilúvatar que fueron o serán.