PRÓLOGO

 

1

 De los Hobbits

 

                Este libro trata principalmente de los Hobbits, y el lector descubrirá en sus páginas mucho del carácter y algo de la historia de este pueblo.  Podrá encontrarse más información en los extractos del Libro Rojo de la Frontera del Oeste que ya han sido publicados con el título de El Hobbit.  El relato tuvo su origen en los primeros capítulos del Libro Rojo, compuesto por Bilbo Bolsón -el primer Hobbit que fue famoso en el mundo entero - y que él tituló Historia de una ida y de una vuelta, pues contaba el viaje de Bilbo hacia el Este y la vuelta, aventura que más tarde enredaría a todos los Hobbits en los importantes acontecimientos que aquí se relatan.

      No obstante, muchos querrán saber desde un principio algo más de este pueblo notable y quizás algunos no tengan el libro anterior.  Para esos lectores se han reunido aquí algunas notas sobre los puntos más importantes de la tradición hobbit, y se recuerda brevemente la primera aventura.

                Los Hobbits son un pueblo sencillo y muy antiguo, más numeroso en tiempos remotos que en la actualidad.  Amaban la paz, la tranquilidad y el cultivo de la buena tierra, y no había para ellos paraje mejor que un campo bien aprovechado y bien ordenado.  No entienden ni entendían ni gustan de maquinarias más complicadas que una fragua, un molino de agua o un telar de mano, aunque fueron muy hábiles con toda clase de herramientas.  En otros tiempos desconfiaban en general de la Gente Grande, como nos llaman y ahora nos eluden con terror y es difícil encontrarlos.  Tienen el oído agudo y la mirada penetrante, y aunque engordan fácilmente y nunca se apresuran si no es necesario, se mueven con agilidad y destreza.  Dominaron desde un principio el arte de desaparecer rápido y en silencio, cuando la Gente Grande con la que no querían tropezar se les acercaba casualmente, y han desarrollado este arte hasta el punto de que a los Hombres puede parecerles verdadera magia.  Pero los Hobbits jamás han estudiado magia de ninguna índole y esas rápidas desapariciones se deben únicamente a una habilidad profesional, que la herencia, la práctica y una íntima amistad con la tierra han desarrollado tanto que es del todo inimitable para las razas más grandes y desmayadas.

      Los Hobbits son gente diminuta, más pequeña que los Enanos; menos corpulenta y fornida, pero no mucho más baja.  La estatura es variable, entre los dos y los cuatro pies de nuestra medida.  Hoy pocas veces alcanzan los tres pies, pero se dice que en otros tiempos eran más altos.  De acuerdo con el Libro Rojo, Bandobras Tuk, apodado el Toro Bramador, hijo de Isengrim Ñ, medía cuatro pies y medio y era capaz de montar a caballo.  En los archivos de los Hobbits se cuenta que sólo fue superado por dos famosos personajes de la antigüedad, pero de este hecho curioso se habla en el presente libro.

      En cuanto a los Hobbits de la Comarca, de quienes tratan estas relaciones, conocieron en un tiempo la paz y la prosperidad y fueron entonces un pueblo feliz.  Vestían ropas de brillantes colores, y preferían el amarillo y el verde; muy rara vez usaban zapatos, pues las plantas de los pies eran en ellos duras como el cuero, fuertes y flexibles y los pies mismos estaban recubiertos de un espeso pelo rizado, muy parecido al pelo de las cabezas, de color castaño casi siempre.  Por esta razón el único oficio que practicaban poco era el de zapatero, pero tenían dedos largos y habilidosos que les permitían fabricar muchos otros objetos útiles y agradables.  En general los rostros eran bonachones más que hermosos, anchos, de ojos vivos, mejillas rojizas y bocas dispuestas a la risa, a la comida y a la bebida.  Reían, comían y bebían a menudo y de buena gana; les gustaban las bromas sencillas en todo momento y comer seis veces al día (cuando podían).  Eran hospitalarios, aficionados a las fiestas, hacían regalos espontáneamente y los aceptaban con entusiasmo.

      Es en verdad evidente que a pesar de un alejamiento posterior los Hobbits son parientes nuestros: están más cerca de nosotros que los Elfos y aun que los mismos Enanos.  Antiguamente hablaban las lenguas de los Hombres, adaptadas a su propia modalidad, y tenían casi las mismas preferencias y aversiones que los Hombres.  Mas ahora es imposible descubrir en qué consiste nuestra relación con ellos.  El origen de los Hobbits viene de muy atrás, de los Días Antiguos, ya perdidos y olvidados.  Sólo los Elfos conservan algún registro de esa época desaparecida y sus tradiciones se refieren casi únicamente a la historia élfica, historia donde los Hombres aparecen muy de cuando en cuando; a los Hobbits ni siquiera se los menciona.  Sin embargo es obvio que los Hobbits vivían en paz en la Tierra Media muchos años antes que cualquier otro pueblo advirtiese siquiera que existían.  Y como el mundo se pobló luego de extravías e incontables criaturas, esta Gente Pequeña pareció insignificante.  Pero en los días de Bilbo y de Frodo, heredero de Bilbo, se transformaron de pronto a pesar de ellos mismos en importantes y famosos, y perturbaron los Concilios de los Grandes y de los Sabios.

                Aquellos días -la Tercera Edad de la Tierra Media- han quedado muy atrás, y la conformación de las tierras en general ha cambiado mucho; pero las regiones en que vivían entonces los Hobbits eran sin duda las mismas de ahora: el Noroeste del Viejo Mundo, al este del Mar.  Los Hobbits del tiempo de Bilbo no sabían de dónde venían.  El deseo de conocimiento (fuera de las ciencias genealógicas) no era común entre ellos, pero había aún descendientes de antiguas familias que estudiaban sus propios libros y hasta recogían de los Elfos, los Enanos y los Hombres noticias de épocas pasadas y de tierras distantes.  Los recuerdos propios comienzan luego de que se establecieran en la Comarca y las leyendas más antiguas apenas si se remontan poco más allá de los Días del Exodo.

      Está perfectamente claro, no obstante, a través de estas leyendas y lo que puede descubrirse en el lenguaje y las costumbres de los Hobbits, que en un pasado muy lejano ellos también se desplazaron hacia el oeste, como muchos otros pueblos.  En las historias primitivas hay referencias oscuras a los tiempos en que moraban en los altos valles del Anduin, entre los lindes -del Gran Bosque Verde y las Montañas Nubladas.  No se sabe con certeza por qué emprendieron más tarde el arduo y peligroso cruce de las Montañas y entraron en Eriador.  Los relatos hobbits hablan de la multiplicación de los Hombres en la tierra y de una sombra que cayó sobre la floresta y la oscureció, por lo que fue llamada desde entonces el Bosque Negro.

      Antes de cruzar las Montañas, los Hobbits ya se habían dividido en tres ramas un tanto diferentes - los Pelosos, los Fuertes y los Albos.  Los Pelosos eran de piel más oscura, cuerpo menudo, cara lampiña, y no llevaban botas; de manos y pies bien proporcionados y ágiles preferían las tierras altas y las laderas de las colinas.  Los Fuertes eran más anchos, de constitución más sólida; tenían pies y manos más grandes; preferían las llanuras y las orillas de los ríos.  Los Albos, de piel y cabellos más claros, eran más altos y delgados que los otros: amaban los árboles y los bosques.

      Los Pelosos tuvieron relación con los Enanos en tiempos remotos y vivieron durante mucho tiempo en las estribaciones montañosas.  Fueron los primeros en desplazarse hacia el oeste y vagabundearon por Eriador hasta la Cima de los Vientos, mientras los otros permanecían en las Tierras Asperas.  Eran la especie más normal, representativa y numerosa de los Hobbits y también la más sedentaria y la que conservó durante más tiempo el hábito ancestral de vivir en túneles y cuevas.

      Los Fuertes vivieron muchos años a orillas del Río Grande, el Anduin y temían menos a los Hombres.  Vinieron al oeste después de los Pelosos y siguieron el curso del Sonorona hacia el sur; muchos de ellos vivieron un tiempo entre Tharbad y los límites de las Tierras Brunas antes de volver al norte.

Los Albos, los menos numerosos, eran una rama nórdica, más amiga de los Elfos que el resto de los Hobbits y más hábil para el lenguaje y los cantos que para los trabajos manuales.  Siempre habían preferido la caza a la agricultura.  Cruzaron las montañas al norte de Rivendel y descendieron el Fontegrís.  Muy pronto se mezclaron en Eriador con las ramas ya establecidas allí, pero como eran más valientes y más aventureros, se los encontraba a menudo como jefes o caudillos en los clanes de los Pelosos y los Fuertes.  Todavía en tiempos de Bilbo, el fuerte carácter albo podía descubrirse aún en las grandes familias, tales como los Tuk y los Señores del País de Los Gamos.

      En las tierras occidentales de Eriador, entre las Montañas Nubladas y las Montañas de Lun, los Hobbits encontraron Hombres y Elfos.  En efecto, todavía moraba allí un resto de los Dúnedain, los reyes de los Hombres que vinieron por el Mar desde Oesternesse; pero iban desapareciendo rápidamente y la ruina alcanzaba ya a todas las tierras del Reino del Norte.  Había pues sitio y en abundancia para los inmigrantes, y en poco tiempo los Hobbits empezaron a establecerse en comunidades ordenadas.  De la mayoría de las primitivas colonias no quedaba ya ni siquiera el recuerdo en tiempos de Bilbo, pero una de las más importantes se mantenía aún, aunque reducida de tamaño: estaba en Bree, en medio del bosque de Chet, a unas cuarenta millas al este de la Comarca.

      Fue en aquellos tempranos días, sin duda, cuando los Hobbits aprendieron el alfabeto y comenzaron a escribir a la manera de los Dúnedain, quienes a su vez habían aprendido este arte de los Ellos.  También en ese tiempo los Hobbits olvidaron todas las lenguas que habían usado antes, y desde entonces hablaron siempre la Lengua Común, que llamaban Oestron y que era corriente en todas las tierras de los reyes, desde Arnor hasta Gondor, y a lo largo de toda la costa del mar, desde Belfalas hasta Lun.  Sin embargo, conservaron unos pocos vocablos de su propio idioma, así como las palabras que designaban los meses y los días y un gran caudal de nombres personales del pasado.

      Alrededor de esta época la leyenda comenzó a ser historia entre los Hobbits, al iniciarse el cómputo de los años.  Pues fue en el año mil seiscientos uno de la Tercera Edad cuando los hermanos albos Marcho y Blanco salieron de Bree y luego de haber obtenido permiso del gran rey de Fornost1, cruzaron el Baranduin, el río pardo, con un gran séquito de Hobbits.  Pasaron por el Puente de los Arbotantes, que había sido construido durante el apogeo del Reino del Norte y tomaron posesión de la tierra que se extendía más allá, donde se establecieron entre el río y las Quebradas Lejanas.  Todo lo que se les pidió fue que mantuviesen en buen estado el Puente Grande y los demás puentes y caminos, que ayudaran a los mensajeros y que reconocieran la majestad del rey.

      Así comenzó la Cronología de la Comarca, pues el año del cruce del Brandivino -como los Hobbits rebautizaron al Baranduin- se transformó en el Año Uno de la Comarca y todas las fechas posteriores se calcularon a partir de entonces.1  Los Hobbits occidentales se enamoraron en seguida de la nueva tierra, se quedaron allí y muy pronto desaparecieron de la historia de los Hombres y de los Elfos.  Aunque aún había allí un rey del que eran súbditos formales, en realidad estaban gobernados por jefes propios y nunca intervenían en los hechos del mundo exterior.  En la última batalla de Fornost con el Señor Mago de Angmar, enviaron algunos arqueros en ayuda del rey, o por lo menos así lo afirmaron, si bien esto no aparece en ningún relato de los Hombres.  En esa guerra el Reino del Norte llegó a su fin y entonces los Hobbits se apropiaron de la tierra y eligieron de entre todos los jefes a un Thain, que asumió la autoridad del rey desaparecido.  Desde entonces, por unos mil años, vivieron en una paz ininterrumpida.  La tierra era rica y generosa y aunque había estado desierta durante mucho tiempo, en otras épocas había sido bien cultivada y allí el rey tuvo granjas, maizales, viñedos y bosques.

      Desde las Fronteras del Oeste, al pie de las Colinas de la Torre, hasta el Puente del Brandivino había unas cuarenta leguas y casi cincuenta desde los páramos del norte hasta los pantanos del sur.  Los Hobbits denominaron a estas tierras la Comarca.  La región estaba bajo la autoridad del Thain y era un distrito de trabajos bien organizados; y allí, en ese placentero rincón del mundo, llevaron una vida ordenada y dieron cada vez menos importancia al mundo exterior, donde se movían unas cosas oscuras, hasta llegar a pensar que la paz y la abundancia eran la norma en la Tierra Media y el derecho de todo pueblo sensato.  Olvidaron o ignoraron lo poco que habían sabido de los Guardianes y de los trabajos de quienes hicieron posible la larga paz de la Comarca.  De hecho estaban protegidos, pero no lo recordaban.

      En ningún momento los Hobbits fueron amantes de la guerra y jamás lucharon entre sí.  Si bien en tiempos remotos se vieron obligados a luchar, para subsistir en un mundo difícil, en la época de Bilbo aquello era historia antigua.  La última batalla antes del comienzo de este relato y por cierto la única que se libró dentro de los límites de la Comarca, ocurrió en una época inmemorial: fue la batalla de los Campos Verdes, en el año 1147 (CC) en la que Bandobras Tuk desbarató una invasión de Orcos.  Hasta el mismo clima se hizo más apacible; y los lobos, que en otros tiempos habían llegado desde el norte devorándolo todo durante los rudos inviernos blancos, eran ahora cuentos de viejas.  Aunque había algún pequeño arsenal en la Comarca, las armas se usaban generalmente como trofeos: se las colgaba sobre las chimeneas o en las paredes, o se las coleccionaba en el museo de Cavada Grande, conocido corno el Hogar de los Mathoms; los Hobbits llamaban mathom a todo aquello que no tenía uso inmediato y que tampoco se decidían a desechar.  En las moradas de los Hobbits había a menudo grandes cantidades de mathoms y muchos de los regalos que pasaban de mano en mano eran de esa índole.

      No obstante, el ocio y la paz no habían alterado el raro vigor de esta gente.  Llegado el momento, era difícil intimidarlos o matarlos; y esa afición incansable que mostraban por las cosas buenas tenía quizás una razón: podían renunciar del todo a ellas cuando era necesario y lograban sobrevivir así a los rigores de la adversidad, de los enemigos o del clima, asombrando a aquellos que no los conocían y que no veían más allá de aquellas barrigas y aquellas caras regordetas.  Aunque se resistían a pelear y no mataban por deporte a ninguna criatura viviente, eran valientes cuando se los acosaba y hasta podían manejar las armas si se presentaba el caso.  Tiraban bien con el arco, pues eran de mirada certera y buena puntería, y si un Hobbit recogía una piedra, lo mejor era ponerse a resguardo inmediatamente, corno bien lo sabían todas las bestias merodeadoras.

                Los Hobbits habían vivido en un principio en cuevas subterráneas, o así lo creían y en esas moradas se sentían a gusto.  Mas con el transcurso del tiempo se vieron obligados a adoptar otras viviendas.  Lo cierto es que en tiempos de Bilbo sólo los Hobbits más ricos y los más pobres mantenían en la Comarca esa vieja costumbre.  Los más pobres continuaron viviendo en las madrigueras primitivas, en realidad simples agujeros, con una sola ventana o bien ninguna, mientras que los ricos edificaban versiones más lujosas de las simples excavaciones antiguas.  Pero los terrenos adecuados para estos grandes túneles ramificados (smials, como ellos los llamaban) no se encontraban en cualquier parte; y en las llanuras o en los distritos bajos, los Hobbits, a medida que se multiplicaban, comenzaron a edificar sobre el nivel del suelo.  En efecto, hasta en las regiones montañosas y en las villas más antiguas, tales como Hobbiton o Alforzada, o en la vecindad principal de la Comarca, Cavada Grande, en Quebradas Blancas, había ahora muchas casas de madera, ladrillo o piedra.  Por lo general eran las preferidas por molineros, herreros, cordeleros, carreteros y otros de su clase; porque aun cuando vivieran en cavernas, los Hobbits conservaban la vieja costumbre de construir cobertizos y talleres.

      El hábito de edificar casas de campo y graneros dicen que comenzó entre los habitantes de Marjala, a orillas del Brandivino.  Los Hobbits de esa región, llamada Cuaderna del Este, eran más bien grandes y de piernas fuertes y usaban botas de enano en los días de barro.  Pero no se ignoraba que tenían gran proporción de sangre Fuerte, lo que se notaba en el vello que les crecía en las barbillas.  Ni los Pelosos ni los Albos tenían rastro alguno de barba.  Los habitantes de Marjala y Los Gamos, al este del río, donde ellos se instalaron más tarde, habían llegado a la Comarca en época reciente, en su mayoría desde el lejano sur.  Conservaban todavía nombres peculiares y palabras extrañas que no se encontraban en ningún otro lugar de la Comarca.

      Es posible que el arte de la edificación, como otros muchos oficios, proviniera de los Dúnedain.  Pero los Hobbits pudieron haberlo aprendido de los Elfos, los maestros de los Hombres en su juventud.  Los Elfos de Alto Linaje aún no habían abandonado la Tierra Media, y moraban entonces en los Puertos Grises del Oeste, y en otros lugares al alcance de la Comarca.  Tres torres de los Elfos, de edad inmemorial, podían verse aún más allá de las fronteras occidentales.  Brillaban en la lejanía a la luz sobre una colina verde.  Los Hobbits de la Cuaderna del Oeste decían que podía verse el mar desde allá arriba, pero no se tiene noticia de que alguno de ellos escalara la torre.  En realidad, muy pocos Hobbits habían navegado, o siquiera visto el mar, y menos aún habían regresado para contarlo.  La mayoría de los Hobbits miraban con profundo recelo aún los ríos y los pequeños botes, y muy pocos podían nadar.  A medida que el tiempo corría, hablaban menos y menos con los Elfos y llegaron a tenerles miedo y a desconfiar de quienes los trataban.  El mar se transformó en una palabra pavorosa, y un signo de muerte, y los Hobbits volvieron la espalda a las colinas del oeste.

      El arte de la edificación bien pudo provenir de los Elfos o de los Hombres, pero los Hobbits lo practicaban a su manera.  No construían torres.  Las casas eran generalmente imitaciones de smials, techadas con pasto seco, paja o turba y de paredes algo combadas.  Este tipo de construcción venía sin embargo de los primeros días de la Comarca, y cambió y mejoró mucho desde entonces, incorporando procedimientos aprendidos de los Enanos o descubiertos por ellos mismos.  La principal peculiaridad que subsistió de la arquitectura hobbit fue la afición a las ventanas redondas, o aun a las puertas redondas.

      Las casas y las cavernas de los Hobbits de la Comarca eran a menudo grandes y habitadas por familias numerosas. (Bilbo y Frodo eran solteros y por ello excepcionales, como en muchas otras cosas, entre ellas su amistad con los Elfos.) En ciertas oportunidades -como el caso de los Tuk de los Grandes Smials o de los Brandigamo de Casa Brandi-, muchas generaciones de parientes vivían en paz (relativa) en una mansión ancestral de numerosos túneles.  Todos los Hobbits eran, de cualquier modo, gente aficionada a los clanes y llevaban cuidadosa cuenta de sus parientes.  Dibujaban grandes y esmerados árboles genealógicos con innumerables ramas.  Cuando se trata con los Hobbits es importante recordar quién está emparentado con quién y en qué grado.  Sería imposible en este libro establecer un árbol de familia, aunque sólo incluyera a los miembros más importantes de las familias más destacadas en la época a que se refieren estos relatos.  La colección de árboles genealógicos que se encuentra al final del Libro Rojo de la Frontera del Oeste es casi un pequeño libro y cualquiera, exceptuando a los Hobbits, la encontraría excesivamente pesada.  Los Hobbits se deleitan con esas cosas, si son exactas; les encanta tener libros colmados de cosas que ya saben, expuestas sin contradicciones y honradamente.

 

 

2

 

De la hierba para pipa

 

                Hay otra cosa entre los antiguos Hobbits que merece mencionarse; un hábito sorprendente: absorbían o inhalaban, a través de pipas de arcilla o madera, el humo de la combustión de una hierba llamada hoja o hierba para pipa, quizás una variedad de la Nicotiana.  Hay mucho misterio en el origen de esta costumbre peculiar, o de este «arte», como los Hobbits preferían llamarlo.  Todo lo que se descubrió en la antigüedad sobre el tema fue recopilado por Meriadoc Brandigamo (más tarde señor de Los Gamos) y puesto que él y el tabaco de la Cuaderna del Sur son parte de la historia que sigue, sus comentarios en la introducción al Herbario de la Comarca merecen ser citados aquí.

      «Este arte, dice, es el único que podemos reclamar corno de invención nuestra.  En qué época empezaron a fumar los Hobbits es un enigma; todas las leyendas e historias familiares lo dan por sabido; durante años la gente de la Comarca fumó diversas hierbas, algunas malolientes, otras aromáticas.  Pero todos los documentos concuerdan en un punto: Tobold Corneta de Valle Largo en la Cuaderna del Sur fue el primero que cultivó un verdadero tabaco de pipa en los días de Isengrim II, alrededor del año 1070 de la Cronología de la Comarca.  Los mejores cultivos todavía provienen de ese distrito, especialmente las variedades que ahora se conocen como Hoja Valle Largo, Viejo Toby y Estrella Sureña.

      »No está registrado cómo el viejo Toby obtuvo la planta, pues murió sin decírselo a nadie.  Sabía mucho sobre hierbas, aunque no era viajero.  Se cuenta que en su juventud iba a menudo a Bree; ciertamente nunca se alejó de la Comarca más allá de Bree.  Por lo tanto es muy posible que haya conocido esta planta en Bree, donde hoy se da bien en la vertiente sur de la colina; los Hobbits de Bree pretenden haber sido los primeros fumadores de esta hierba.  Aseguran, por supuesto, que se adelantaron en todo a la gente de la Comarca, a quienes llaman "colonos"; pero en este caso la pretensión es, a mi entender, probablemente cierta, pues todo indica que fue en Bree donde nació el arte de fumar la verdadera hierba, y desde allí se extendió en el curso de los últimos siglos entre los Enanos y algunos otros pueblos, como los Montaraces, los Magos y los vagabundos que iban y venían aún por aquella antigua encrucijada de caminos.  El centro y hogar de este arte se encuentra, pues, en la posada de Bree, El Poney Pisador, propiedad de la familia Mantecona desde épocas remotas.

      »Al mismo tiempo, mis propias observaciones en los viajes que hice al sur me convencieron de que la hierba no es originaria de nuestra región, sino que vino del Anduin inferior hacia el norte, traída, creo yo, del otro lado del Mar por los Hombres de Oesternesse.  Crece en abundancia en Gondor, y allí es más grande y exuberante que en el norte, donde nunca se la encuentra en estado salvaje; florece sólo en lugares cálidos y abrigados, como Valle Largo.  Los Hombres de Gondor la llaman galenas dulce, y la aprecian por la fragancia de las flores.  Desde esas tierras la habrían llevado al norte remontando el Camino Verde durante los largos siglos que median entre la llegada de Elendil y nuestros días.  Pero hasta los Dúnedain de Gondor nos otorgan este crédito: los Hobbits fueron los primeros que la fumaron en pipa.  Ni siquiera los Magos lo intentaron antes que nosotros.  Aunque un mago que conocí adquirió este arte mucho tiempo atrás, mostrándose tan hábil como en todas las otras cosas a las que llegó a dedicarse.»

 

3

 

De la ordenación de la Comarca

 

                La Comarca se dividía en cuatro distritos, las Cuadernas, denominadas del Norte, del Sur, del Este y del Oeste y éstas a su vez en regiones que aún llevaban los nombres de algunas de las viejas familias principales, aunque en la época de esta historia esos nombres no se encontraban sólo en las regiones respectivas.  Casi todos los Tuk vivían aún en las Tierras de Tuk, lo que no ocurría con muchas otras familias, tales como los Bolsón o los Boffin.

      La Comarca en ese entonces apenas tenía «gobierno».  Las familias cuidaban en general de sus propios asuntos y dedicaban la mayor parte del día al cultivo y consumo de alimentos.  En otras cuestiones eran por lo común gente generosa, tranquila y poco ambiciosa, de modo que las heredades, granjas, talleres y pequeñas industrias tendían a conservarse invariables durante generaciones.

La antigua tradición que hablaba de un rey de Fornost o Norburgo, como lo llamaban muy al norte de la Comarca, se conservaba aún, por supuesto.  Pero no había habido rey durante casi mil años y las ruinas de Norburgo estaban cubiertas de hierba.  Sin embargo, los Hobbits se acordaban aún de pueblos salvajes y criaturas malignas (como los trolls) que no habían oído hablar del rey.  Atribuían al antiguo rey todas las leyes esenciales y por lo general las aceptaban de buen grado, ya que eran Los Preceptos (como ellos decían) a la vez antiguos y justos.

      Es verdad que la familia Tuk ocupó una posición preeminente durante mucho tiempo; el cargo de Thain había pasado de los Gamoviejo a los Tuk algunos siglos antes y desde entonces el jefe Tuk había llevado siempre ese título.  El Thain era jefe de la Asamblea de la Comarca y capitán del acantonamiento y la tropa.  Pero como la tropa y la Asamblea eran convocadas sólo en casos de emergencia, que ya no ocurrían, la dignidad del Thain era apenas nominal.  A la familia Tuk se la respetaba especialmente, pues seguía siendo numerosa y muy rica y tenía la capacidad de producir en cada generación personajes recios, de costumbres peculiares, y aun de temperamento aventurero.  Estas últimas cualidades, sin embargo, eran más toleradas (en los ricos) que generalmente aprobadas.  No obstante, se mantuvo la costumbre de llamar el Tuk al jefe de la familia, y se agregaba al nombre -si era necesario- un número, como por ejemplo Isengrim Ñ.

      El único oficial verdadero en la Comarca era en esa época el Alcalde de Cavada Grande (o de la Comarca) y que era elegido cada siete años en la Feria Libre de las Quebradas Blancas, en Lithe, es decir, a mediados del verano.  Como alcalde, su casi única obligación consistía en presidir los banquetes en las fiestas de la Comarca, que se celebraban con frecuencia.  Pero a la alcaldía se agregaban los oficios de jefe de Correos y Primer Oficial, de modo que el alcalde ordenaba tanto los servicios de mensajeros como los policiales.  Estos eran los únicos servicios de la Comarca, y los mensajeros, los más numerosos y los más atareados.  Los Hobbits no eran todos instruidos, de ningún modo; pero los que lo eran escribían constantemente a todos los amigos y algunos parientes que vivían más allá de una tarde de marcha.

      Oficiales era el nombre que los Hobbits daban a sus policías o al equivalente más cercano.  Por supuesto, no llevaban uniforme (cosas así eran completamente desconocidas), sino una simple pluma en el sombrero, y en la práctica eran guardias campestres, más que policías y se ocupaban más de los animales extraviados que de las gentes.  En toda la Comarca sólo había doce: tres en cada Cuaderna, para trabajos internos.  Un cuerpo bastante mayor, que variaba de acuerdo con la necesidad, estaba dedicado a «batir las fronteras» e impedir que los Extraños de cualquier clase, grandes o pequeños, molestaran demasiado.

      En la época en que empieza esta historia, los Fronteros, como se los llamaba, se habían multiplicado mucho.  Había numerosos informes y quejas acerca de personas y criaturas extravías que merodeaban fuera o dentro de los lindes: primer signo de que todo no estaba completamente en orden, como lo había estado siempre, excepto en cuentos y leyendas de otro tiempo.  Muy pocos prestaron atención a tales indicios y ni siquiera Bilbo tenía aún noción de lo que esto presagiaba.  Habían pasado sesenta años desde que emprendiera el memorable viaje, y era viejo hasta para los Hobbits, quienes alcanzaban a veces los cien años, pero evidentemente conservaba mucho de la considerable fortuna que había traído de vuelta.  Cuánto, o cuán poco, no lo había revelado a nadie, ni siquiera a Frodo, su sobrino favorito.  Y todavía guardaba en secreto el Anillo que había encontrado.

 

4

 

Del descubrimiento del Anillo

 

                Como se cuenta en El Hobbit, un día llegó a la puerta de Bilbo el gran Mago, Gandalf el Gris y con él trece Enanos: nada menos que Thorin Escudo-de-Roble, descendiente de reyes, y doce compañeros de exilio.  Bilbo salió con ellos, del todo perplejo, en una mañana de abril del año 1341 de la Cronología de la Comarca, a la búsqueda del gran tesoro: el tesoro oculto de los Reyes Enanos de la Montaña, debajo de Erebor en el Valle, lejos al este.  La búsqueda fue fructífera, y dieron muerte al Dragón que custodiaba el tesoro.  Sin embargo, aunque antes del triunfo final se libró la batalla de los Cinco Ejércitos, en la que murió Thorin, y se realizaron muchas proezas, el asunto habría incumbido apenas a la historia posterior o sólo hubiera merecido algo más que un comentario en los largos anales de la Tercera Edad, de no haber mediado una causa fortuita: el grupo fue asaltado por Orcos en un alto paso de las Montañas Nubladas, en el camino hacia las Tierras Asperas, y sucedió que Bilbo se perdió un tiempo en las profundas y negras minas subterráneas de los Orcos, bajo la montaña, y allí, tanteando en vano en la oscuridad, posó la mano sobre un anillo, caído en el piso de un túnel.  Se lo guardó en el bolsillo.  En ese momento sólo pensó que había tenido suerte.

      Tratando de encontrar la salida, Bilbo siguió descendiendo a las profundidades de la montaña, hasta que no pudo continuar.  En el fondo de la galería había un lago helado, lejos de toda luz, y en una isla rocosa, en medio de las aguas, vivía Gollum.  Era una pequeña y aborrecible criatura; impulsaba un botecito con unos pies anchos y planos, acechando con ojos pálidos y luminosos; metía los dedos largos en el agua, sacaba un pez ciego, y se lo devoraba crudo.  Se alimentaba de cualquier cosa viviente, aun Orcos, si podía apresarlos y estrangularlos sin lucha.  Era dueño de un tesoro secreto que había llegado a él en pasadas edades, cuando todavía vivía a la luz: un Anillo de oro que hacía invisible a quien lo usaba.  Era lo único que amaba, su «tesoro», y hablaba con él aunque no lo llevaba consigo.  Lo mantenía oculto y a salvo en un agujero de la isla, excepto cuando cazaba o espiaba a los Orcos de las minas.

      Quizás habría atacado a Bilbo inmediatamente, si cuando se encontraron hubiese llevado el Anillo; pero no fue así, y el hobbit tenía en la mano una daga de los Elfos, que le servía de espada.  Para ganar tiempo, Gollum desafió a Bilbo al juego de los enigmas, diciéndole que propondría un enigma, y si Bilbo no podía resolverlo, lo mataría y se lo comería.  Pero si Bilbo lo derrotaba, haría lo que él quisiera y le mostraría la salida a través de los túneles,

      Perdido sin esperanza en las tinieblas y no pudiendo avanzar ni retroceder, Bilbo aceptó el desafío.  Se plantearon mutuamente los enigmas.  Por fin Bilbo ganó, quizá más por buena suerte que por inteligencia, pues al plantearle a Gollum otro enigma, encontró en el bolsillo el Anillo que había recogido y olvidado y exclamó: ¿Qué tengo en el bolsillo?  Gollum no pudo responder, aunque consiguió que Bilbo aceptara tres respuestas.

      Las autoridades, es cierto, difieren acerca de si esta última era una simple pregunta o un verdadero enigma, de acuerdo con las reglas estrictas del juego; pero todos están de acuerdo en que después de aceptar y tratar de adivinar la respuesta, la promesa ataba a Gollum.  Bilbo lo obligó a mantener su palabra, pues se le ocurrió la idea de que ese ser escurridizo podía ser falso, aunque tales promesas eran sagradas y aun las criaturas más malignas siempre habían temido romperlas.  Pero después de pasar tantos años solo en la oscuridad, el corazón de Gollum era negro y abrigaba la traición.  Se escabulló y retornó a su isla no muy lejana, en las aguas oscuras, de la que Bilbo nada sabía. «Allí, pensaba, estaba el Anillo.» Se sentía ahora hambriento y enojado; pero una vez que tuviese el «tesoro» con él, ya no temería ningún ataque.

      Pero el Anillo no estaba en la isla; lo había perdido o había desaparecido.  El grito penetrante de Gollum estremeció a Bilbo, quien todavía no entendía lo que había pasado.  Gollum había encontrado por fin la respuesta al enigma, pero demasiado tarde. ¿Qué tiene en el bolsillo?, gritó.  Los ojos le brillaban como una llamarada verde cuando volvió rápidamente sobre sus pasos, decidido a asesinar al hobbit y recobrar el «tesoro». Justo a tiempo, Bilbo vio el peligro y huyó ciegamente por el pasaje, alejándose del agua; y una vez más la buena suerte lo salvó.  Porque mientras corría metió la mano en el bolsillo, y el Anillo se le deslizó suavemente en el dedo; de modo que Gollum pasó a su lado sin verlo cuando iba a vigilar la puerta de salida para que el «ladrón» no escapase.  Bilbo siguió cautelosamente a Gollum, que corría maldiciendo y hablando consigo mismo sobre su «tesoro».  Por esta charla Bilbo entendió al fin y la esperanza acudió a él en las sombras; había encontrado el maravilloso Anillo y con él la probabilidad de escapar de los Orcos y de Gollum.

      Por fin se detuvieron frente a una abertura oculta que llevaba a las puertas inferiores de las minas, en la ladera oriental de las montañas.  Allí Gollum se agazapó, acechando, husmeando, y escuchando.  Bilbo estuvo tentado de atravesarlo con la espada, pero le dio lástima, pues aunque tenía el Anillo, que era su única esperanza, no lo utilizaría como ayuda para matar a la miserable criatura a traición.  Por último, armándose de coraje, saltó por encima de Gollum en la oscuridad y huyó pasaje adelante perseguido por los gritos de odio y desesperación de su enemigo: ¡Ladrón! ¡Ladrón! ¡Bolsón! ¡Te odiaré siempre!

                Cosa curiosa, pero ésta no es la historia que Bilbo contó al principio a sus compañeros.  Les dijo que Gollum le había prometido un regalo, si él, Bilbo, ganaba en el juego; pero cuando Gollum fue a la isla descubrió que el tesoro había desaparecido: era un Anillo mágico que le habían regalado en un cumpleaños mucho tiempo atrás.  Bilbo sospechaba que ése era el Anillo que había encontrado y como había ganado el juego, le correspondía por derecho.  Pero como en aquel momento se encontraba en un apuro, no había dicho nada y dejó que Gollum le mostrase la salida al exterior más como recompensa que como regalo.  Bilbo asentó este informe en sus memorias, y parece que nunca lo alteró, ni siquiera después del Concilio de Elrond.  Evidentemente sigue apareciendo así en el Libro Rojo y en varias copias y resúmenes.  Pero muchos ejemplares contienen la verdadera versión (como una variante), derivada sin duda de notas de Frodo o Samsagaz, pues ambos conocieron la verdad, aunque parece que no desearon cambiar nada de lo que el viejo hobbit había escrito.

      Gandalf, sin embargo, en seguida puso en duda la historia original de Bilbo y quiso saber algo más del Anillo.  Al fin obtuvo la verdadera historia después de mucho preguntar a Bilbo, lo que por un tiempo enfrió las relaciones entre ellos; el mago entendía que la verdad era importante.  Aunque no se lo dijo a Bilbo, pensó que era también importante y perturbador saber que el buen hobbit no había dicho la verdad desde el principio, cosa bastante contraria a su costumbre.  La idea de un «regalo», sin embargo, no era mera invención del hobbit.  Se la había sugerido a Bilbo y así lo confesó, lo que alcanzó a oír a Gollum, quien en efecto denominó al Anillo muchas veces «regalo de cumpleaños». También esto le pareció a Gandalf extraño y sospechoso, pero no descubrió la verdad al respecto hasta muchos años después, como se verá en este libro.

                De las posteriores aventuras de Bilbo muy poco hay que decir aquí.  Con ayuda del Anillo escapó de los Orcos que guardaban la puerta y se reunió con sus compañeros.  Usó el Anillo muchas veces mientras iba de un lado a otro, principalmente para ayudar a sus amigos, pero guardó el secreto todo lo que pudo.  Ya en su casa nunca habló de él con nadie, excepto con Gandalf y Frodo; y ningún hobbit de la Comarca supo de la existencia del Anillo, o por lo menos así lo creyó él.  Sólo a Frodo mostró el informe de viaje que estaba escribiendo.

      Colgó la espada, Dardo, sobre el hogar, y la maravillosa cota de malla, regalo de los Enanos, tomada del tesoro escondido del Dragón, la prestó a un museo: la Casa de los Mathoms de Cavada Grande.  Pero en una gaveta, en Bolsón Cerrado, conservó el vicio manto y la caperuza que había llevado en sus viajes.  En cuanto al Anillo, lo guardó siempre en un bolsillo sujeto a una hermosa cadena.

      Volvió a su hogar en Bolsón Cerrado el 22 de junio de su quincuagésimo segundo año (1342 CC), y nada digno de mención sucedió en la Comarca hasta que el señor Bolsón comenzó a preparar la celebración de su cumpleaños centésimo decimoprimero (1401 CC).  En ese punto comienza esta Historia.


NOTA SOBRE LOS ARCHIVOS

DE LA COMARCA

 

A fines de la Tercera Edad el papel desempeñado por los Hobbits en los importantes acontecimientos que llevaron a la inclusión de la Comarca en el Reino Reunido despertó en ellos una mayor curiosidad por la propia historia y numerosas tradiciones que hasta entonces habían sido sobre todo orales, fueron recogidas y consignadas por escrito.  Las más grandes familias se interesaron también en los acontecimientos del Reino en general y muchos de sus miembros estudiaron las historias y leyendas antiguas.  Al concluir la Cuarta Edad había ya en la Comarca numerosas bibliotecas que contenían muchos libros de historia y archivos.

Las más importantes de esas colecciones eran sin duda las de Torres de Abajo en Grandes Smials y en Casa Brandi.  El presente relato del fin de la Tercera Edad fue sacado en su mayor parte del Libro Rojo de la Frontera del Oeste.  Fuente principal para la historia de la Guerra del Anillo, se llama así por haber sido conservado mucho tiempo en las Torres de Abajo, residencia de los Belinfante, guardianes de la Frontera del Oeste.  El libro fue en un principio el diario personal de Bilbo, que lo llevó a Rivendel.  Frodo lo trajo luego a la Comarca junto con muchas hojas de notas y en los años 142O-21 (CC) completó casi del todo la historia de la guerra.  Pero anexados a esas páginas y conservados con ellas, probablemente en una caja roja, había tres gruesos volúmenes encuadernados en cuero rojo que Bilbo le entregó como regalo de despedida.  A estos cuatro volúmenes se le sumó en la Frontera del Oeste un quinto con comentarios, genealogías y otras referencias a propósito de los Hobbits de la Comunidad.

El Libro Rojo original no se conserva, pero se hicieron muchas copias, sobre todo del primer volumen, para uso de los descendientes de los hijos del señor Samsagaz.  Sin embargo, la copia más importante fue conservada en Grandes Smials y se escribió en Gondor, sin duda a pedido del biznieto de Peregrin y completada en 1592 (CC).  El escriba del Sur añadió la nota siguiente: «Findigal, escriba del rey, termina esta obra en IV 72.  Es copia fiel del Libro del Thain de Minas Tirith, por orden del rey Elessar, del Libro Rojo de Periannath, que fue traído por el Thain Peregrin cuando se retiró a Gondor en IV 64.»

El Libro del Thain fue así la primera copia del Libro Rojo y contiene muchas cosas hasta entonces omitidas o perdidas.  En Minas Tirith se le añadieron numerosas anotaciones y citas en lenguas élficas y se le agregó una versión abreviada de parte de la Historia de Aragorn y de Arwen, que no se refiere a la guerra.  Se supone que la historia completa fue escrita por Barahir, nieto del senescal Faramir, poco después de la muerte del rey.  Pero la copia de Findagil es importante porque sólo ella reproduce la totalidad de las traducciones del élfico que Bilbo llevara a cabo.  Se ha comprobado que esos tres volúmenes son una obra de gran talento y erudición, y que entre los años 14O3 y 1418 Bilbo se sirvió de todas las fuentes tanto orales como escritas de que disponía en Rivendel.  Pero como Frodo aparece citado pocas veces, pues esas páginas se refieren casi exclusivamente a los Días Antiguos, no diremos más aquí.

Como Meriadoc y Peregrin llegaron a ser cabezas de grandes familias, manteniendo siempre alguna relación con las gentes de Rohan y Gondor, en las bibliotecas de Los Gamos y Alforzada se encuentran muchas cosas que no aparecen en el Libro Rojo.  En Casa Brandi abundaban los libros que trataban de Eriador y la historia de Rohan.  Algunos fueron compuestos o comenzados por el mismo Meriadoc, aunque en la Comarca se lo recuerda sobre todo por el Herbario de la Comarca y su Cronología donde estudió las relaciones de los calendarios de la Comarca y de Bree con los de Rivendel, Gondor 3- Rohan.  Meriadoc escribió también un breve tratado, Palabras y Nombres Antiguos de la Comarca, donde se interesa particularmente en descubrir el parentesco de la lengua de los Rohirrim con algunas palabras de la Comarca, como mathom y los elementos antiguos en los nombres topográficos.

      Los libros de Grandes Smials tenían menos interés para las gentes de la Comarca, aunque son en verdad importantes para la historia más general.  Ninguno de ellos era de mano de Peregrin, pero él y sus sucesores reunieron muchos manuscritos de los escribas de Gondor, principalmente copias y resúmenes de historias y leyendas relativas a Elendil y sus herederos.  Sólo aquí en la Comarca es posible encontrar abundante material para la historia de Númenor y el ascenso de Sauron. La Historia de los Años fue compuesta sin duda en Grandes Smials a partir de unos textos reunidos por Meriadoc.  Aunque las fechas son a menudo conjeturases, sobre todo para la Segunda Edad, merecen alguna atención.  Es posible que Meriadoc haya obtenido información de Rivendel, que visitó muchas veces.  Los hijos de Elrond, aunque él ya había muerto, permanecieron allí muchos años junto con algunos Altos Elfos.  Se dice que Celeborn fue a vivir allí luego de la muerte de Galadriel, pero no hay ninguna noticia sobre el día en que partió al fin hacia los Puertos Grises, y con él desapareció el último testigo de los Días Antiguos en la Tierra Media.



1 Según las crónicas de Gondor se trataba de Argeleb II, vigésimo rey de la dinastía del Norte que se extinguió con Arvedui trescientos años más tarde

2 En el calendario de los Elfos y los Dúnedain los años de la Tercera Edad pueden determinarse sumando 16OO años a la cronología de la Comarca

 

 

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