Cómo consiguió Minotauro ESDLA
La versión literaria de El Señor de los Anillos tuvo su propia ración de épica y exigió a los fans de habla hispana una buena dosis de paciencia. Más de veinte años tardaron Bilbo, Frodo y compañía en llegar a España. Y, cuando lo hicieron, fue de la mano de un editor llamado Francisco Porrúa.
De todas formas tardó
en salir el libro en castellano. En Sudamericana había otras prioridades
y la traducción del libro era muy compleja. En 1973, Porrúa se
puso manos a la obra y las dificultades eran tantas que empezó a cartearse
con el hijo de Tolkien, Nicholas Tolkien. Su relación epistolar no ha
cesado desde entonces, pero, en casi treinta años de intercambiarse todo
tipo de consignas, comentarios y complicidades, jamás se han visto en
persona. Cuando se le pregunta a Porrúa acerca de este hecho no entiende
la pregunta; a él hombre invisible durante décadas
le parece normal. La situación en Argentina era muy convulsa en los años
70 y el proyecto se fue demorando. Finalmente, Porrúa se vino a España
en abril de 1977, trasladó aquí su Minotauro y, junto a Ray Bradbury,
Ballard y demás fauna fantástica, cruzaron el Atlántico
las pruebas de El señor de los anillos, que se publicó
a finales de 1977.
Al principio los diarios y suplementos literarios ignoraron aquel libro fantástico,
de género, que era como decir cosa menor. Pero el oxígeno que
le negó la crítica presuntamente entendida se lo dio el boca a
boca de los lectores hasta convertirlo en un libro de culto que no ha dejado
de venderse con una prodigalidad bíblica: una media de 50.000 ejemplares
anuales, que a buen seguro han hecho posible que Minotauro pudiera financiar
durante estos años la publicación de autores de extraordinaria
calidad pero que en España tienen muy poco predicamento, como Angela
Carter, Willian Gibson, Brian Aldiss, Arno Schmidt o J.G. Ballard. La proximidad
de la versión cinematográfica ha hecho que estalle la locura y
en un año han vendido nada menos que un millón de ejemplares entre
España y Latinoamérica.
Un título que lleva veinticinco años vendiéndose ininterrumpidamente,
que ya conoce una versión catalana publicada por Vicens Vives y que,
al girar el milenio, en vez de tomar la jubilación del olvido, multiplica
sus ventas: se trata de un misterio que ni el propio Porrúa, que lleva
bajo la bufanda cincuenta años de profesión editorial, atina a
explicarse.
Y ahora, la editorial Planeta acaba de absorber a Minotauro. Esperemos que sea para bien ...
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